El Salvador/ Nuevo continuismo. Bukele, las maras y el periodismo [Alfredo Ramírez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ene 24 05:29:30 UYT 2021


  _____

Correspondencia de Prensa

24 de enero 2021

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>

  _____



El Salvador



Bukele, las maras y el periodismo

Nuevo continuismo



El presidente salvadoreño busca desviar la atención de las denuncias de que,
tras una retórica oficial de mano dura, esconde pactos secretos con el
crimen organizado. De fondo, asoma un reordenamiento político-mediático del
país.



Alfredo Ramirez, desde San Salvador

Brecha, 22-1-2021

https://brecha.com.uy/



Nayib Bukele es presidente de El Salvador desde hace menos de dos años.
Joven y con apoyo de muchos electores, su lema ha sido terminar con los
vicios de «los mismos de siempre», es decir, los dos partidos mayoritarios
que dominaron la política salvadoreña los últimos 30 años. Ambas
formaciones, la derechista Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) y la
exguerrilla, convertida en partido político, del Frente Farabundo Martí para
la Liberación Nacional (FMLN), se desgastaron gobernando durante décadas un
país altamente polarizado entre derecha e izquierda.



Durante esos gobiernos, y como consecuencia de una guerra civil de 12 años
(1980-1992), muchas familias salvadoreñas migraron a Estados Unidos. Allí
los hijos de los migrantes aprendieron a asociarse, en las calles, en
pandillas dedicadas a la delincuencia. Al ser capturados, sus integrantes
fueron enviados de regreso a El Salvador, donde la exclusión social y la
violencia de la guerra dejaron a muchos niños y jóvenes proclives a formas
de vincularse ajenas a la ley. En el lenguaje popular, los nuevos grupos son
llamados maras, una palabra que, en El Salvador, significa ‘grupo de
amigos’, pero que con los años pasó a tomar una connotación exclusivamente
negativa.



No se sabe exactamente cuántas personas pertenecen a las maras en este país
de 21 mil quilómetros cuadrados y 6,5 millones de habitantes, pero se
calcula que hay cerca de 60 mil mareros activos. Si se agregan a este número
el de sus familiares y las extensiones de territorio que controlan estos
grupos delictivos, se comprende fácilmente que se trata de un problema muy
grave para cualquier gobernante. Es posible entender entonces por qué
sonaron las alarmas cuando el periódico El Faro, con una importante
tradición de periodismo crítico, afirmó en agosto de 2020 que tenía en su
poder documentos oficiales del gobierno de Bukele en los que se evidenciaba
una serie de negociaciones entre el gobierno y las maras. Hasta entonces,
Bukele venía acusando con dureza a «los mismos de siempre» de haber pactado
con las maras y comprado votos para elecciones presidenciales y municipales.



Maras, mentiras y video



La publicación de El Faro se basó en 150 copias de documentos elaborados por
autoridades del sistema penitenciario, reveladas en un extenso y detallado
reportaje, elaborado por cuatro periodistas, que señala cómo en su primer
año de gobierno el Poder Ejecutivo negoció con las maras, siguiendo los
pasos de los vilipendiados viejos políticos. Los titulares periodísticos se
aseguraron de llamar la atención sobre estas negociaciones, aunque, al leer
en detalle, lo que salta a la vista es que los mareros encarcelados pedían
tres cosas concretas: que la tienda dentro de los penales de máxima
seguridad les vendiera comida rápida y golosinas; ser agrupados de acuerdo
con la mara a la que pertenecen, y que se removiera a los custodios que los
golpean.



Las demás acusaciones aún no han podido ser contrastadas con hechos
concretos. Por ejemplo, El Faro afirmó que las maras negocian vender votos
para las elecciones municipales y legislativas de febrero de 2021 o que se
han dado reuniones secretas entre líderes de maras encarcelados y el
director general de Centros Penales. Este funcionario, denuncia el medio, se
hace acompañar en esas instancias por «encapuchados»: mareros que entran a
las cárceles para recibir órdenes de sus líderes encerrados.



Tras estas publicaciones, las redes sociales ardieron en crudos debates e
insultos entre opositores y simpatizantes de Bukele. Pero ¿qué dice el
gobierno al respecto? Aprovechando su popularidad dentro y fuera de El
Salvador, pocos días después de publicado ese reportaje y en cadena de
televisión con transmisión simultánea en Facebook, el presidente aseguró a
los espectadores que las acusaciones de El Faro son propaganda política y
difamación, y que el medio es financiado por empresarios descontentos con el
oficialismo. Bukele se dio el lujo de mostrar videos donde se ve a los
mareros aglutinados y revueltos en las cárceles. En las filmaciones, medios
nacionales e internacionales les preguntan de primera mano si es cierto que
existen nuevas medidas carcelarias que los benefician. A lo cual los mareros
responden, diligentemente, que todo continúa bajo estricto control del
gobierno.



Tres semanas después, ya en el mes de setiembre, el tema del pacto con las
pandillas resurgió en una pregunta directa que un reportero de la revista
Factum le hizo al presidente: «¿Qué hacía el director de Centros Penales […]
entrando a un penal […] acompañado de un ranflero [jefe de la mara MS-13] en
libertad? Me gustaría saber si usted va a negar que esos documentos son
documentos oficiales de su gobierno». El presidente no demoró en responder:
«Pues por supuesto que son falsos los documentos… Porque se lo demostramos a
ustedes mismos con cámaras independientes, porque no me vas a decir que
Reuters, AP, AFP, F, CNN, TCS, Canal 12 y el 21 trabajan para nosotros […],
entonces, sí digo que El Faro miente, sí». Pero Bukele no se limitó a este
desmentido y anunció, además, en una maniobra ampliamente condenada a nivel
internacional, que El Faro sería investigado «por evasión de impuestos y
lavado de dinero».



Bukele al ataque



Todo este enfrentamiento entre los medios de comunicación independientes –o
«incómodos», como se hacen llamar El Faro y las revistas Gato Encerrado y
Factum– y el gobierno actual se contextualiza en dos años complicados para
el presidente salvadoreño, quien ha sido acusado de «dictador» por su
tendencia a imponerse y mostrarse prepotente ante algunos periodistas.
Tradicionalmente el paisaje mediático de El Salvador había estado dominado
por dos periódicos de alta circulación muy cercanos a los gobiernos de
ARENA, conservadores, católicos con mensajes provida, neoliberales y poco
tolerantes a la disidencia. Por otra parte, han existido periódicos con
menor circulación, que van desde las simpatías con proyectos de izquierda
hasta el periodismo crítico. Pero dentro de su estrategia de contar con sus
propios medios, Bukele fundó un periódico propio y hace un uso agresivo de
Twitter, Facebook y Youtube que lo acerca a los electores más jóvenes, así
como a los salvadoreños en el exterior que con sus remesas sostienen la
débil economía nacional (véase «Bukele, un caudillo 2.0», Brecha, 1-II-19).
Mientras tanto, los medios tradicionales acusan al presidente de abusar de
su poder y buscar la eliminación de la oposición política.



Lo cierto es que Bukele dedica un espacio importante de sus cadenas
nacionales y de sus tuits diarios a desprestigiar y hasta burlarse de los
medios que se oponen a sus proyectos. Otro evento que ejemplifica este
enfrentamiento es el llamado 8F. El 8 de febrero de 2020, el presidente,
acompañado de varios policías y soldados, se hizo presente en el edificio
del Congreso para exigirles a los legisladores la aprobación de un préstamo
que financiara su plan de seguridad pública llamado Control Territorial
(véase «En la silla equivocada», Brecha, 14-II-20). La mayoría de los
diputados se sintieron intimidados, incómodos y hasta molestos por el abuso
de poder del presidente que, al decir de los medios y dirigentes opositores,
«militarizó» el Congreso.



Pero los hechos del 8 de febrero van más allá de esas calificaciones,
exageradas para el contexto latinoamericano. En su desatinada acción, el
presidente dio material mediático para ser acusado de autoritario y de
apoyarse en las Fuerzas Armadas no sólo para combatir el crimen, sino,
además, para presionar al Congreso y, de forma inapelable, interferir con
las funciones de un órgano independiente del Estado en que el Ejecutivo no
debería entrometerse. El evento provocó alarma en un país que sufrió casi 50
años de gobiernos militares, responsables de llevarlo a una guerra civil de
más de una década.



Con esos antecedentes, el próximo 28 de febrero de 2021 se llevarán adelante
las elecciones para alcaldes y diputados. Actualmente, el partido fundado
por Bukele –Nuevas Ideas– no tiene ni un solo diputado. Pero las encuestas
pronostican que conseguirá hasta 60 escaños de 84. Si eso sucediera, sería
un hito en la historia salvadoreña, en la que tradicionalmente los partidos
políticos han necesitado de dos o tres elecciones para conquistar una
mayoría parlamentaria. Está claro que la política en El Salvador se ha
transformado. Está por verse, sin embargo, si se logra superar la
polarización política, otrora expresada en la división entre izquierda y
derecha y ahora dividida, al parecer, entre la vieja y la nueva generación
de electores.

  _____





--
El software de antivirus Avast ha analizado este correo electrónico en busca de virus.
https://www.avast.com/antivirus


------------ próxima parte ------------
Se ha borrado un adjunto en formato HTML...
URL: http://listas.chasque.net/pipermail/boletin-prensa/attachments/20210124/cc601768/attachment-0001.htm


Más información sobre la lista de distribución Boletin-prensa