Brasil/ Entre el caos y la tragedia. Colapsan los hospitales y se derrite la imagen de Bolsonaro [Eric Nepomuceno]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ene 24 05:49:31 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

24 de enero 2021

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Brasil



Colapsan los hospitales y se derrite la imagen de Bolsonaro



Entre el caos y la tragedia



Eric Nepomuceno, desde Río de Janeiro

Página/12, 24-1-2021

https://www.pagina12.com.ar/



Entre el 14 y el 20 de este mes al menos 78 personas murieron literalmente
sofocadas en los norteños estados brasileños de Amazonas y Pará: faltó
oxígeno en las unidades de terapia intensiva. Otras casi mil murieron en la
región gracias al colapso de los hospitales.



Las escenas de médicos tratando desesperadamente de ayudar sus pacientes a
respirar coincidieron con la huida de docenas de internados que optaron por
morir en casa antes que seguir padeciendo la agonía de ver gente sofocándose
a su lado.



Seis días antes, el 8 de enero, el general Eduardo Pazuello, instalado por
el ultraderechista Jair Bolsonaro en el sillón de ministro de Salud y
supuestamente especializado en logística, fue informado, en carácter de
urgencia, que en Manaos, capital del estado, el oxígeno destinado a los
internados estaba colapsando.



Y no hizo nada.



Sobran advertencias de médicos e investigadores altamente calificados: la
tragedia vivida en Manaos puede extenderse por el país. Están colapsados o
al borde del colapso los hospitales, tanto públicos como privados, de varios
estados brasileños, San Pablo, Río de Janeiro y Minas Gerais, los tres
principales entre ellos.



Las medidas de aislamiento tan duramente combatidas por Bolsonaro son
decretadas a medias por gobernadores y alcaldes, y rigurosamente ignoradas
por gran parte de la población.



Digo “a medias” porque la fiscalización es ínfima, y la irresponsabilidad de
la gente, infinita.



De los países con cierto peso en el escenario global, Brasil es el único que
ha sido rigurosamente incapaz de buscar una coordinación para enfrentar la
más mortal de las pandemias de los al menos últimos cien años.



Ahora, empiezan a aparecer datos concretos indicando que más allá de
ineptitud, el gobierno militarizado encabezado por Bolsonaro actuó de manera
directa para sabotear medidas que podrían atenuar la tragedia.



En abril del año pasado, Brasil fue formalmente invitado a integrar una
alianza mundial de vacunas, que pretendía reunir 155 países para asegurar
inmunizantes contra Covid-19.



Se trata del “Covax” y, por las reglas del grupo, el país podría encargar
más de 200 millones de vacunas, cantidad suficiente para la mitad de su
población (considerándose dos dosis por cada habitante).



Gracias al número de sus habitantes, Brasil estaría entre los cinco primeros
a recibir vacunas.



Bolsonaro se negó a sumarse al grupo.



En agosto, la Pfizer entró en contacto con su gobierno ofreciendo 70
millones de dosis de su vacuna, que estarían disponibles en diciembre.



Nunca hubo una respuesta formal del ministerio de Salud encabezado por un
general activo del Ejército, cuya única función visible es obedecer de
manera ciega a un capitán retirado.



La secuencia de absurdos es larga, larga. Y mortal, asesina. Genocida.



Bolsonaro se vanagloria de haber logrado importar dos millones de dosis de
vacunas de India. Se olvida de dos cosas.



La primera: sigue negando la eficacia de vacunarse, sigue difundiendo
informaciones ridículamente absurdas.



La segunda: dos millones de dosis no son nada en un país de poco más de 210
millones de habitantes.



Ah, sí, una tercera cosa: tanto tardó para moverse, que Brasil pagó por cada
dosis de esa vacuna poco más del doble de lo que pagaron países europeos
mucho más ricos, pero que tuvieron la prudencia de encargar la vacuna a
mediados del año pasado.



La legislación brasileña define lo que son “crímenes de responsabilidad”,
suficientes para catapultar mandatarios irresponsables.



Jair Bolsonaro cometió al menos unas cuatro docenas de ellos.



En los últimos días crecen, de manera palpable, las presiones para que tanto
el Congreso, en especial la Cámara de Diputados, y las instancias superiores
de justicia muevan un juicio fulminante al presidente genocida.



Ayer, sábado, hubo manifestaciones en casi todos los estados brasileños.
Atendiendo a la convocatoria de movimientos de izquierda, hileras de
automóviles desfilaron – solo en Brasilia fueron como 500 – a los gritos de
“fuera Bolsonaro”. San Pablo y Rio fueron otras capitales con “carreatas”
sonoras.



Para hoy, están previstos desfiles de coches, esta vez convocados por la
derecha, que apoyó a Bolsonaro hasta que él empezó a dar claras muestras no
solo de ineficacia sino también de un radical desequilibrio psicológico.



Los sondeos de opinión pública muestran que la aprobación de su gobierno se
derrite como una paleta al sol. Si ya era minoritaria desde hace mucho,
ahora se hace mínima.



Pero sigue el caos, sigue la tragedia, sigue el peor presidente de la
historia de la república brasileña, competidor directo de los dictadores que
se turnaron en el poder entre 1964 y 1985, tan admirados por él, con sus
torturadores sanguinarios, pero que no lograron producir semejante
devastación como la que Bolsonaro impuso e impone a este pobre país.

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