Brasil/ Asfixiados. El sálvese quien pueda de Bolsonaro. [Marcelo Aguilar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ene 29 11:16:52 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

29 de enero 2021

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Brasil



El sálvese quien pueda de Bolsonaro



Asfixiados



Manaos colapsa, el desempleo afecta a 14 millones de personas y el apoyo
estatal a los más pobres terminó. Un estudio reciente denuncia una
«estrategia institucional de propagación del virus», pero el Congreso
protege al presidente.



Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 29-1-2021

https://brecha.com.uy/



Falta el aire. Mientras el país se aproxima a 220 mil muertes por covid-19,
en el estado de Amazonas ya murieron más de 7 mil personas y en las últimas
semanas, en su capital, Manaos, decenas lo hicieron por falta de tubos de
oxígeno. La noticia tuvo impacto mundial. La región otrora citada en las
primeras planas de la prensa internacional como pulmón del mundo pasó a
ocupar los titulares por sus llamados de socorro por falta de aire. A nivel
nacional, el impacto de la noticia consiguió lo que las repetidas cifras de
cerca de mil muertos por día ya no lograban: reenfocar la atención en la
deliberada negligencia del gobierno de Jair Bolsonaro en el combate a la
enfermedad.



Gobierno competente



Las críticas al gobierno se habían centrado hasta ahora en sus pretendidas
incompetencia e irresponsabilidad. Los sucesivos cambios de ministros de
Salud y la total ausencia de un comando unificado frente a la pandemia y de
una estrategia nacional eficaz para contener el virus parecían mostrar un
gobierno vacilante, confundido. Bolsonaro minimizó personalmente el alcance
del virus, promovió aglomeraciones y actuó como garoto propaganda de
medicamentos sin eficacia comprobada, como la cloroquina.



Sin embargo, un estudio elaborado en conjunto por el Centro de
Investigaciones y Estudios de Derecho Sanitario de la Facultad de Salud
Pública de la Universidad de San Pablo y la organización Conectas Derechos
Humanos aporta un enfoque diferente. Publicado esta semana por el periódico
español El País, el trabajo recopila y sistematiza las diferentes normas
aprobadas por el gobierno federal y las administraciones estaduales desde el
comienzo de la pandemia, así como sus declaraciones públicas, omisiones u
obstrucciones, y muestra un mapa detallado –y macabro– de su actuación.



Según afirman los editores en la presentación, «los resultados alejan la
persistente interpretación de que habría incompetencia o negligencia por
parte del gobierno federal en la gestión de la pandemia» y revelan la
existencia de una «estrategia institucional de propagación del virus,
promovida por el gobierno brasileño bajo el liderazgo de la Presidencia de
la República». Los datos muestran «el empeño y la eficiencia en la actuación
de la Unión en pro de la amplia diseminación del virus en el territorio
nacional, con el objetivo de retomar la actividad económica lo más rápido
posible y a cualquier costo», lo que constituye «una violación sin
precedentes del derecho a la vida y el derecho a la salud de los
brasileños».



También esta semana, el magistrado del Supremo Tribunal Federal Ricardo
Lewandowski habilitó la apertura de una investigación al ministro de Salud,
el general Eduardo Pazuello, en relación con el colapso sanitario en Manaos.
El propio ministro reconoció en conferencia de prensa el 18 de enero que
sabía desde hacía días que podría faltar oxígeno en la ciudad si las
autoridades no emprendían las acciones correspondientes.



Más crisis



La crisis sanitaria, que se agrava, se suma a la económica, que «llega a una
economía semiestancada, con aumento de la concentración de la renta y del
número de personas consideradas pobres», dice a Brecha Juliane Furno,
doctora en Desarrollo Económico por la Universidad Estatal de Campinas. «La
pandemia afectó principalmente al sector de servicios, que abarca muchos de
los empleos más precarios, ocupados por mujeres y sobre todo por mujeres
negras: empleo doméstico, servicios de cuidados, alimentación y
alojamiento», explica Furno.



Fue para paliar los efectos políticos y sociales de esta situación que el
gobierno otorgó un auxilio de emergencia, que comenzó a pagarse en abril.
Durante cinco meses, consistió en 600 reales por mes (unos 110 dólares
estadounidenses) a unos 68 millones de personas, entre desempleados,
trabajadores informales y microemprendedores individuales. Al llegar agosto
el gobierno extendió el pago hasta diciembre, pero reducido a la mitad. Y
ahora, cuando Brasil tiene más de 14 millones de desempleados, el auxilio
llegó a su fin. Recibirlo se confunde con la sobrevivencia para gran parte
de los beneficiarios, en un momento de escasez de trabajo e ingresos.



«El fin del auxilio no significa que vamos a volver a la situación anterior
a la pandemia, que ya era mala, sino que vamos a vivir una situación mucho
peor», afirma Furno, y explica que previo a esta crisis no existían la tasa
de desempleo tan elevada que existe hoy ni la caída acumulada de los
ingresos de los trabajadores, que se retrajeron 20 por ciento en promedio. A
la degradación del mercado de trabajo hay que sumarle un problema central:
el repunte inflacionario que vive Brasil desde agosto. «Este aumento de los
precios se da sobre todo en los alimentos, que representan la parte más
importante del presupuesto de las familias más pobres y las deja en una
situación de extrema vulnerabilidad», afirma la economista.



Según reveló Datafolha el lunes 25, entre quienes recibieron el auxilio de
emergencia, 69 por ciento no encontró otra fuente de ingresos para
sustituirlo. Sin embargo, según publicó Valor Econômico el martes, el
ministro de Economía, Paulo Guedes, dijo que la vuelta del auxilio sería una
«medida de guerra» y que las consecuencias de tal esfuerzo bélico «deberán
ser enfrentadas por esta generación». Por ahora, no se vislumbra a corto
plazo el regreso del subsidio.



Insuficiente



Hasta ahora la popularidad del presidente parecía blindada, entre otras
cosas, por efecto del auxilio de emergencia entregado a los más pobres. Pero
según publicó Datafolha esta semana, va en aumento el porcentaje de los que
consideran su gestión mala o muy mala, que pasaron de 32 por ciento en
diciembre a 40 por ciento en enero. Al mismo tiempo se redujo el porcentaje
de quienes lo consideran excelente o bueno, de 37 a 31 por ciento. Y un dato
no menor: entre los que dicen tenerle mucho miedo a la enfermedad, el
rechazo a Bolsonaro aumentó de 41 a 51 por ciento.



Durante el fin de semana pasado, varias caravanas, de izquierda y derecha,
pidieron el impeachment de Bolsonaro en distintos puntos del país. Al coro
por la destitución del presidente se sumaron voces que fueron claves en el
golpe contra Dilma Rousseff, como el colectivo Vem Pra Rua y el Movimiento
Brasil Libre. Hasta el momento, el Congreso recibió 62 pedidos de juicio
político, pero este no parece viable a corto plazo. Entre otras cosas,
porque en el Parlamento se acercan dos elecciones de suma importancia: a la
presidencia del Senado y a la de la Cámara de Diputados, a disputarse ambas
el lunes 1 de febrero. Bolsonaro tiene candidato para las dos. En Diputados,
Arthur Lira, del derechista Progresistas, y en el Senado, Rodrigo Pacheco,
de Demócratas, otra formación de similares inclinaciones.



Líder nato del Centrão –aliado del expresidente de la Cámara Eduardo Cunha,
actualmente preso–, Lira es el candidato que le permitiría al presidente
consolidar el control sobre la Cámara Baja que inició con su acercamiento a
ese sector, que lo blindó contra intentos anteriores de impeachment a cambio
de cargos en el Ejecutivo. La izquierda y la centroizquierda se alinean tras
Baleia Rossi, un íntimo amigo del expresidente Michel Temer y su compañero
de militancia en el Movimiento Democrático Brasileño (MDB). A Rossi también
lo apoya Rodrigo Maia, actual presidente de la cámara, otro miembro de
Demócratas, a quien algunos medios han erigido en estadista frente al
inexistente decoro y la empecinada virulencia política de Bolsonaro. En el
caso del Partido de los Trabajadores (PT), su apoyo a Baleia Rossi es la
primera alianza táctica con el MDB desde el impeachment de Dilma. El
resultado de semejante acuerdo todavía está por verse.



En el Senado, la disputa también está reñida. Además de Bolsonaro, a Pacheco
lo apoyan el actual presidente de la cámara, Davi Alcolumbre, también de
Demócratas, y el propio PT. La decisión del PT responde a que Pacheco es
considerado un «garantista» frente a la candidata rival, Simone Tebet,
asociada a la operación Lava Jato y al exministro de Justicia Sérgio Moro.
Quien parece liderar la carrera hasta el momento es Pacheco, pero el voto es
secreto y algunos partidos dieron libertad de acción a sus senadores, por lo
que el eventual desenlace aún no es claro.



Respecto al impeachment de Bolsonaro, parece haber consenso entre todos los
candidatos de que no será discutido a corto plazo. Maia afirmó que es un
tema que «de forma inevitable será discutido en el futuro»; sin embargo, no
les ha dado entrada a las iniciativas en ese sentido, ni lo hará durante lo
que queda de su gestión al frente de Diputados. Baleia Rossi prometió
analizar por lo menos uno de los pedidos de juicio político, pero no se
comprometió a abrir el proceso. En entrevista con Folha de São Paulo, Tebet
afirmó que entiende que el impeachment es un proceso político antes que
jurídico y «todavía no hay calle ni apoyo popular para abrirlo». Pacheco
piensa parecido, y le dijo al portal UOL el pasado jueves 21 que «no hay
ambiente adecuado» en este momento. Irónicamente, Bolsonaro todavía parece
tener bastante oxígeno, en momentos en que el país se asfixia.



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Caminar para atrás



La vacuna se convirtió rápidamente en botín de guerra política. Astuto, y
arriesgado, ya a mediados del año pasado el gobernador de San Pablo –el
derechista João Doria– tomó la iniciativa y, sin esperar por el gobierno
federal, buscó garantizar las dosis necesarias para su estado, en el que
viven más de 46 millones de personas. A través del estatal y centenario
Instituto Butantan, uno de los principales polos científicos del continente,
y en acuerdo con el laboratorio chino Sinovac, pasó a fabricar y a testear
la Coronavac a partir de junio de 2020. Enseguida el presidente Bolsonaro,
fiel a su estilo, salió a decir que «el pueblo brasileño no será conejillo
de indias de nadie» y llegó a afirmar en una entrevista con la radio Jovem
Pan: «La vachina no la compraremos, es una decisión mía. Yo no creo que
transmita seguridad suficiente a la población por su lugar de origen».



Durante todo el segundo semestre atacó a la Coronavac, también desdeñó la
vacuna de Pfizer (que te puede convertir en yacaré, según sostuvo) y dijo
públicamente que no se vacunará. La presión de los gobernadores y el avance
mundial de los planes de vacunación lo pusieron contra las cuerdas. En
diciembre el gobierno federal presentó un plan de vacunación bastante vago,
sin fechas definidas y sin saber a ciencia cierta cuáles serían los
inmunizantes utilizados. Inicialmente apostaba sólo a la vacuna de
Oxford/Astrazeneca, de la que importó dos millones de dosis producidas en
India y que espera fabricar luego a nivel local en alianza con la Fundación
Oswaldo Cruz. El gobierno dice que espera tener 100 millones de dosis para
julio de 2021.



Sin embargo, demoras en el cargamento indio inicial lo obligaron a empezar a
vacunar con la Coronavac, aprobada por la Agencia Nacional de Vigilancia
Sanitaria el 17 de enero. Rápidamente Bolsonaro cambió el discurso: «Está
liberada la vacunación en Brasil. Y la vacuna es de Brasil, no es de ningún
gobernador». Hasta ahora, según informó la BBC Brasil, el país tiene dosis
para vacunar al 40 por ciento del grupo definido como prioritario para la
primera fase. Para aumentar su stock, depende de insumos provenientes de
China –país con el que el presidente no ha cultivado buenas relaciones– que
le permitirían aumentar la producción de la Coronavac y de la vacuna de
Oxford/Astrazeneca, y de negociaciones para la eventual compra de otros
inmunizantes, para los que aún no hay aprobación de la Agencia Nacional de
Vigilancia Sanitaria. Para contener la pandemia, Bolsonaro tiene, entonces,
que recuperar el tiempo perdido y borrar el rastro de sus inútiles palabras.

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