Chile/ Mujer y mapuche: el nuevo rostro de Chile. [Noam Titelman]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Jul 7 12:13:53 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

7 de julio 2021

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Chile



Mujer y mapuche: el nuevo rostro de Chile



La elección de una activista mapuche como presidenta de la Convención
Constitucional da cuenta de los cambios sociales que atraviesa Chile. A la
marea feminista se suma el uso de la bandera mapuche como símbolo de
resistencia más allá de las poblaciones indígenas.



Noam Titelman *

Nueva Sociedad, julio 2021

https://nuso.org/



En octubre de 2019, Chile vivió un inédito estallido social que llevó a
millones a la calle. El movimiento social que nació en esas manifestaciones
no tenía un programa único, voceros ni organización nacional. Sin embargo, a
lo largo y ancho del país, algunas cosas se repetían. Primero, no había
banderas partidarias. No podía ser de otro modo, pues el movimiento
reflejaba un fuerte rechazo a la institucionalidad política de los últimos
30 años, que se expresaba sobre todo en un sentimiento anti-partidos.
Segundo, abundaban íconos que hacían referencias a las mareas feministas,
incluido el pañuelo verde, símbolo de la lucha por la despenalización del
aborto.



Por último, dos banderas ocupaban un rol protagónico en las protestas: la
bandera chilena en blanco y negro, y la bandera mapuche. No en vano, varios
declaraban que el estallido social había hermanado las demandas históricas
del pueblo mapuche con la diversidad de malestares que aquejaban a la
sociedad chilena en su conjunto. Demandas vinculadas a mejoras en el sistema
de pensiones, la educación y la salud, o las luchas feministas o regionales
encontraron en la bandera mapuche un símbolo potente de la incapacidad de la
política para responder al nuevo Chile que estaba emergiendo.



En noviembre de 2019, en un intento de canalizar institucionalmente el
descontento, un acuerdo transversal de la política chilena acordó iniciar un
proceso constituyente. Se decidió también que este estuviera a cargo de una
convención constitucional. Un órgano que, a diferencia del Congreso, tuviera
reglas de paridad de género, facilitara la incorporación de candidaturas
independientes y, por cierto, tuviera cupos reservados para pueblos
originarios. El pasado domingo 4 de julio, marcado por la pandemia que
obligaba a mantener protocolos de distancia social y uso de mascarillas, se
conformó la Convención. En su primer acto oficial, el cónclave eligió a su
presidencia. La persona electa para el cargo fue la académica mapuche Elisa
Loncón, quien contó con una holgada cantidad de votos de diferentes fuerzas
políticas. Justamente, Loncón fue una de las que participaron en la creación
de la bandera mapuche a comienzos de la década de 1990.



Como explica el historiador Fernando Pairrican, la bandera Wenüfoye nació en
un esfuerzo colectivo, en octubre de 1992, y desde que apareció fue
reprimida. El movimiento mapuche generó este emblema como símbolo de sus
demandas por derechos fundamentales y de autodeterminación. Los gobiernos de
la Concertación de la época enfrentaron los intentos de recuperación de
tierras, las marchas civiles y a la Wenüfoye como una amenaza terrorista,
aplicando leyes de excepción como la Ley de Seguridad Interior del Estado.
Como explica Pairrican: «La Wenüfoye representó un paso en el proceso de
descolonización ideológica. Acompañada de ellas vendrían la reconstrucción
política de la nación mapuche, que posicionó a sus autoridades tradicionales
como las conductoras del proceso de Liberación Nacional».



Según el censo de 2017, los pueblos originarios representan un segmento
importante de la población chilena, con 12,8% que se autoidentifica en este
grupo (aproximadamente 2.185.792 de personas). Lo que hace particularmente
compleja la relación del Estado chileno con el pueblo mapuche, que cuenta
con más de 1.700.000 personas, es que, a diferencia con lo ocurrido con
otros pueblos, su dominación no fue en la era colonial sino que su conquista
fue obra del Estado chileno independiente. Este anexó sus territorios en el
Wallmapu a mediados del siglo XIX. Asimismo, a lo largo de la historia de
Chile, pertenecer a un pueblo originario y, en particular, mapuche, ha
estado asociado una serie de marginaciones y exclusiones.



Así, mientras que en la población no-indígena la pobreza multidimensional
alcanza 20,9%, en la población indígena este llega a 30,8%, según datos del
Banco Interamericano de Desarrollo. Más aún, las clases altas chilenas se
han visto marcadas por su ascendencia predominantemente blanca, mientras que
los individuos de ascendencia indígena se han encontrado sistemáticamente
marginados de las profesiones más prestigiosas y mejor remuneradas. Esto se
refleja en que los apellidos más frecuentes entre médicos, abogados e
ingenieros son de ascendencia castellana, vasca, inglesa, francesa, italiana
y alemana, y los indígenas son escasos o marginales.



La historia de este fenómeno de exclusión es larga y compleja. Como explica
Pablo Marimán en su artículo «Los mapuche antes de la conquista militar
chileno-argentina» (2019), al menos una parte de esta diferencia
socioeconómica se explica por una política deliberada de usurpación del
territorio mapuche que tiene sus orígenes en la llamada «Comisión Radicadora
de Indígenas» de 1883. A través de esta, las 10 millones de hectáreas de
territorio mapuche reconocidas por España, se vieron reducidas a tan solo
536.000 hectáreas para 150.000 personas, lo que dejó a la enorme mayoría sin
tierras.



Las tierras mapuche tienen una importancia fundamental para el sustento
económico de este pueblo, pues la agricultura había sido tradicionalmente el
eje central de su actividad productiva. A esta usurpación historia se ha
sumado el desarrollo, en los últimos 30 años, de una industria extractivista
que ha pauperizado aún más las vidas de las comunidades. Este ha sido el
caso de empresas forestales y salmoneras que han ocupado sus territorios y
recursos marítimos. Dos hitos significativos de este proceso fue la
instalación de la represa de Ralco en 1993, que inundó terrenos ancestrales
mapuches, y la quema de tres camiones de la forestal Arauco, en 1997. La
historia de abusos por parte del Estado y las empresas desde aquella época
está jalonada de hechos similares. El reclamo contra las políticas de los
últimos 30 años, sello del estallido del 2019, podía verse con claridad en
el movimiento mapuche.



Estas marginaciones económicas y culturales a los pueblos originarios se
replican con notoria profundidad en el ámbito político. Con el fin de la
dictadura de Augusto Pinochet en 1990, la democracia chilena no ha revertido
sustancialmente la desigualdad política. La presencia indígena en el
Congreso ha sido mínima y, prácticamente, inexistente en la primera línea
del Poder Ejecutivo.



En este sentido, la llegada de Loncón a la presidencia de la Convención
Constitucional es un hecho inédito en la historia nacional. Con ella se alza
una voz que nunca había podido tener el podio para sí. Pero, más aún, llega
una voz que puede reflejar a millones en el país, incluso más allá de las
demandas mapuche. El apoyo transversal que ha concitado es notorio. Más allá
de lo que ha dicho, su presencia encarna la demanda de presencia de esta
voz. Así, lo que las encuestas muestran que Loncón cumple con el perfil
exigido por la ciudadanía. 91% afirma que buscaba una presidencia sin
militancia política, 67% que no fuera de Santiago, 56% experta/ académica
(Loncón tiene dos doctorados) y 47% que sea mujer. En este sentido, la
referente mapuche ya se ha constituido en una figura política que puede
hablar con una legitimidad de la que carece gran parte de la dirigencia
chilena.



Por otro lado, el gran apoyo que ha generado viene acompañado de elevadas
expectativas y será un desafío no menor estar a la altura. Un elemento que
permite cierto optimismo respecto a la ardua tarea que tendrá en su tarea de
liderar una Convención Constitucional extremadamente plural es que ha
mostrado una notoria conciencia del rol que le ha tocado jugar. Así lo
mostró en su discurso inaugural, al momento de ser electa: «Hoy se funda un
nuevo Chile plural, plurilingüe, con todas las culturas, con todos los
pueblos, con las mujeres y con los territorios, ese es nuestro sueño para
escribir una Nueva Constitución». Además, en un gesto que indudablemente
recuerda el estallido de 2019, le dedicó su triunfo a todo el pueblo de
Chile, a todos los sectores, regiones, pueblos y naciones originarias, a la
diversidad sexual y a las mujeres que marcharon contra todo sistema de
dominación. Sea cual sea el resultado de la convención, el nuevo Chile, por
fin, tiene rostro. Y es mujer. Y también es mapuche.



* Noam Titelman, es economista graduado de la Pontificia Universidad
Católica de Chile (PUC), magíster en Métodos de la Investigación Social por
la London School of Economics and Political Science (LSE) y candidato a
doctor por la misma universidad. Fue presidente de la Federación de
Estudiantes de la PUC y actualmente participa en la fundación Red de
Estudios para la Profundización Democrática (RED).

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