Cuba/ Y Dios entró en La Habana. [César G. Calero]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Jul 13 11:36:17 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

13 de julio 2021

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Cuba



Y Dios entró en La Habana



César G. Calero *

Público, 12-7-2021

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Manuel Vázquez Montalbán aprovechó en 1998 la histórica visita de Juan Pablo
II a Cuba para escribir todo un tratado sobre las distintas aristas de la
Revolución Cubana. Lo tituló Y Dios entró en La Habana. En aquel viaje, el
papa polaco dejaría para la posteridad un célebre adagio: "Que Cuba se abra
al mundo (…) y que el mundo se abra a Cuba". La isla todavía se resentía por
los estragos del Periodo Especial de inicios de los años 90 y la llegada del
Pontífice auguraba una nueva era de cambios que, sin embargo, no
fructificaron. Dos décadas después, una nueva deidad está obrando el milagro
de los panes y los peces. Allí donde surgen demandas de cambios, las redes
sociales las difunden y generan un efecto contagioso. Ocurrió en noviembre
de 2020 con las movilizaciones de un grupo de artistas e intelectuales y ha
sucedido ahora, de manera explosiva, con el rechazo popular más contundente
que se recuerda en la isla desde hace mucho tiempo.



Cuando Fidel Castro enfermó gravemente a finales de julio de 2006 y delegó
el poder en su hermano Raúl (a la sazón, ministro de Defensa), un runrún
circuló por las calles de La Habana: "Esto con Raúl no aguanta". Al general
se le achacaba una falta de conexión con el pueblo de la que Fidel andaba
sobrado. Frente al carisma y la elocuencia del comandante para mantener a
flote la Revolución, Raúl solo parecía proponer su férreo control de las
Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Pero el general se encargó pronto de
acallar las voces más derrotistas con una habilidad política desconocida. Su
gobierno no sería continuista sino reformista. En lugar de esperar un nuevo
maleconazo (la protesta anticastrista de 1994 que el propio Fidel desbarató
al presentarse en persona y disolver la concentración), Raúl fue proponiendo
pequeños cambios en los modos de vida de una población exhausta tras años de
austeridad económica y exigencias políticas.



El lento reformismo de Raúl y, más tarde, de su delfín político, el hoy
presidente Miguel Díaz-Canel, ha generado más decepciones que esperanzas a
lo largo de los últimos 15 años. En 2006 muy pocos cubanos tenían acceso a
Internet. Una cuenta de correo electrónico era un objeto de deseo y un
teléfono móvil, un artículo de lujo. La tímida apertura del régimen ha
permitido un progresivo acceso de los ciudadanos a la Red. Era pues cuestión
de tiempo que la creciente conectividad engarzara con el malestar de amplios
sectores de la sociedad ante una crisis económica crónica, agravada por la
pandemia.



En el hastío por un presente desolador y un futuro nada prometedor está el
germen de las marchas del domingo. A diferencia de otras épocas en las que
una protesta se localizaba en un lugar concreto y enseguida era aplacada por
las autoridades sin que el resto del país se enterara, hoy Internet funciona
como un altavoz difícil de silenciar. Las manifestaciones comenzaron en San
Antonio de los Baños, un tranquilo pueblo próximo a La Habana y célebre por
albergar la escuela de cine internacional. Y se reprodujeron en la otra
punta de la isla, en el municipio de Palma Soriano, enclavado en ese oriente
cubano donde arraigó la Revolución en los años 50 del siglo pasado. Y de ahí
al mismo corazón de La Habana Vieja. La escasez de productos básicos y el
preocupante aumento de los contagios por coronavirus han espoleado el
descontento ciudadano. Las redes sociales han hecho el resto: convertir ese
rechazo en un evento masivo.



Si la extensión de la protesta es fruto de la implantación de Internet en la
isla, la primera respuesta del régimen parece extraída de los tiempos de la
Guerra Fría. En su primera alocución televisada, Díaz-Canel volvió a culpar
a Estados Unidos de la precaria situación económica de la isla. El embargo
que todavía impone Washington a La Habana estaría en la raíz de un estallido
social que, según el mandatario cubano, podría servir de excusa para una
intervención extranjera.



Es incuestionable el daño económico y comercial que el bloqueo
estadounidense ha causado en Cuba desde los años 60. Un perjuicio que se
recrudeció en tiempos de Trump al dejar atrás la etapa del deshielo
fomentada por Obama. Pero el malestar social ya no se circunscribe a la
penuria económica. Lo demostraron a finales del año pasado los colectivos de
artistas e intelectuales (San Isidro, 27-N), y lo expresaron este domingo
los miles de manifestantes que gritaban "libertad". En ambos casos, las
redes sociales fueron cruciales. Muchos jóvenes tienen hoy acceso a
Facebook, Twitter o Instagram y se informan a través de estos canales de lo
que ocurre en cualquier rincón del país.



El régimen debería prestar atención a ese cambio de época. Sin embargo, la
retórica castrense no ha desaparecido del Palacio de la Revolución: "La
orden de combate está dada", se despachó Díaz-Canel al llamar a los
"revolucionarios" a tomar las calles. Es posible que la Policía y las
brigadas parapoliciales puedan contener más protestas callejeras con
represión y detenciones masivas. Pero aquellos que han salido a las plazas
exigiendo una vida más digna, hartos de los apagones y de la escasez de
productos de primera necesidad, aquellos que también demandan más libertad a
un régimen enrocado en el pasado, cuentan con una herramienta nueva para
potenciar su descontento. La protesta se ha hecho viral en Cuba. Las redes
sociales van a modificar (ya lo están haciendo) las relaciones entre el
poder y la ciudadanía. El combate debería ser dialéctico.



* César G. Calero, periodista. Ha sido corresponsal en México,
Centroamérica, Cuba y Argentina.

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