Economía política/ Patentes y capitalismo. [Rolando Astarita]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Jul 13 22:29:28 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

13 de julio 2021

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Economía política



Patentes y capitalismo



Rolando Astarita *

Marxismo & Economía, 5-7-2021

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En una nota anterior hice referencia a que la producción, distribución y
aplicación de las vacunas anti-Covid se basa en el trabajo de miles de
científicos, técnicos y trabajadores en general. En esta entrada presento
algunas reflexiones sobre la naturaleza y función de las patentes (o sea, no
trato los copyrights que se aplican a las creaciones artísticas ni los
derechos de propiedad sobre las marcas comerciales) en el modo de producción
capitalista.



Recordemos que las patentes son concedidas por los Estados a quienes aplican
conocimientos científicos a la producción de un nuevo producto, o a la
generación de un nuevo proceso de producción, o de comercialización. Los
beneficiarios de la patente tienen el derecho exclusivo de controlar la
producción y venta de un determinado producto, o de un proceso productivo,
durante un lapso de tiempo, que por lo general se establece en 20 años. De
esta forma las patentes generan una relación de propiedad sobre el
conocimiento científico aplicado o tecnológico. Es que en tanto los bienes
físicos son bienes rivales, los conocimientos son no rivales y en el sistema
basado en la propiedad privada “exigen” protección. Si Juan, por ejemplo,
tiene el bien físico X y lo entrega a Pedro, Juan deja de poseer X. Si en
cambio Juan tiene un conocimiento Z y lo entrega a Pedro, ambos pasan a
tener Z. En consecuencia, en tanto la propiedad privada de medios de
producción y bienes físicos es fuente directa de poder económico para el
capitalista, el conocimiento necesita de la exclusión, legalmente
establecida e institucionalmente garantizada para convertirse en fuente de
poder económico para el capitalista. En otros términos, dado que un avance
científico es compartible infinitamente, la patente lo transforma –durante
el tiempo en que esté vigente- en propiedad privada. Por eso a medida que
avanzó la mundialización del capital, el tema se hizo global. El Agreement
on Trade-Related Aspects of Intellectual Property Rights (TRIPS), de la OMC,
negociado entre 1986 y 1994 en la Ronda de Uruguay introdujo por primera vez
reglas de propiedad intelectual en el sistema de comercio multilateral. El
Acuerdo TRIPS establece los derechos mínimos que debe tener un propietario
de patente, y define las condiciones bajo las cuales se permiten excepciones
a esos derechos.



Agreguemos que la posibilidad de copiar y difundir tecnologías y
conocimiento científico aplicado crece con el avance tecnológico. En
especial, los programas de computadora, o software, presentan problemas para
su  acaparamiento, ya que una vez creados pueden ser almacenados,
reproducidos y distribuidos, sea por CD-ROM o en línea, con costos bajos y
en  cantidades ilimitadas.



¿A quién protegen las patentes?



Los apologistas del capitalismo acostumbran presentar las patentes como una
forma de garantizar que el valor derivado de un avance científico aplicado a
la producción vaya a quienes lo han generado. Pero es un hecho que los
avances científicos aplicados a la producción son obra de investigadores,
ingenieros, doctores, técnicos y personal auxiliar de todo tipo
pertenecientes a los departamentos de investigación y desarrollo de las
empresas, trabajadores a quienes las patentes no les otorgan propiedad
alguna. Esto sin contar los científicos y técnicos en investigación
fundamental, que tampoco obtienen propiedad alguna con las patentes. En
definitiva, las patentes no generan propiedad para estos trabajadores, sino
para los accionistas, los propietarios del capital. O sea, el colectivo
laboral genera el avance, pero la apropiación de sus beneficios en términos
de acrecentamiento de la propiedad y apropiación de plusvalías
extraordinarias va al capital, cada vez más concentrado, dicho sea de paso.
Subrayamos que la fuente de las plusvalías extraordinarias derivadas de los
cambios científicos y  tecnológicos es el trabajo potenciado. Es potenciado
en los dos sentidos en que Marx utiliza esta noción: incluye trabajo
calificado en una medida superior a la media; y genera un producto, o un
método productivo, superior al promedio de la rama.



El carácter social de la producción de conocimiento y las patentes



Naturalmente, la preservación de las patentes es de gran interés para las
empresas que merced a su monopolio obtienen ganancias superiores al
promedio; también de aquellas que buscan comercializar la patente; o que
exigen pagos por el uso del conocimiento “privatizado”. El argumento
preferido de esos capitales es que si no se protegen esos derechos de
propiedad intelectual se pone en peligro la producción creativa y el avance
científico.



Pero el argumento es cuestionado incluso desde el interior del campo
burgués, ya que a menudo las patentes han obstaculizado el progreso
tecnológico. Algunos casos representativos se citan con frecuencia. Uno es
el estadounidense Eli Whitney, quien inventó (con ayuda decisiva de uno de
sus empleados) la desmotadora de algodón, una máquina que separaba la
semilla de la fibra de algodón. La desmotadora representaba un importante
progreso en relación al trabajo manual con que se separaba la semilla. Sin
embargo, Whitney intentó frenar su difusión mediante su patentamiento.
Quería cobrar a los productores por el algodón desmotado en sus
desmotadoras. Los productores se negaron, construyeron sus propias
desmotadoras, y el avance se generalizó. Otro ejemplo es lo ocurrido con el
automóvil. En los comienzos de la industria la Association of Licensed
Automobile Manufacturers, constituida por un grupo reducido de fabricantes,
intentó monopolizar el mercado mediante el control de la patente que le
había sido otorgada a un abogado, George Selden. Al mismo Henry Ford se le
negó una licencia y enfrentó una demanda legal cuando su empresa continuó
fabricando automóviles. Ford terminó ganando el pleito.



Las patentes de Myriad Genetics



Con  las patentes también entran en juego la salud y las vidas humanas. Un
caso ilustrativo es lo ocurrido con Myriad Genetics, una empresa fundada en
1994 por científicos de la Universidad de Utah.



A partir de una investigación conjunta con la Universidad y el gobierno de
EEUU, en los 1990 MG consiguió identificar la ubicación de dos genes, BRCA1
y BRCA2, asociados al cáncer de mama y de ovario. Estos genes normalmente
reparan ADN dañado. Una mutación de estos genes significa que las células
son más propensas a desarrollar alteraciones genéticas que llevan al cáncer.
Esto es, alguien con mutaciones de estos genes tiene más riesgos de tener
cáncer de mama, ovario y próstata; con detecciones a tiempo, se puede
prevenir o retardar el desarrollo de estos tipos de cáncer. El
descubrimiento de MG consistió entonces en descubrir la locación precisa y
la secuencia de los genes BRCA1 y BRCA2. Basada en esos descubrimientos, MG
desarrolló testeos médicos para detectar mutaciones de genes BRCA1 y BRCA2,
cuya presencia indicaría un riesgo incrementado de cáncer.



MG entonces solicitó al gobierno de EEUU y a la Unión Europea patentes
relacionadas con las secuencias de los genes y sus mutaciones. Entre 2001 y
2003 la UE concedió patentes de invención a MG relacionadas con métodos para
diagnosticar la predisposición al cáncer de mama y ovarios asociada con los
genes y sus mutaciones. La concesión de estas patentes despertó polémicas y
críticas y objeciones de institutos de investigación y organizaciones
políticas y sociales. Entre ellas, la socialdemocracia suiza, Greenpeace de
Alemania, el Instituto Curie de Francia, la Sociedad Belga de Genética
Humana, el Ministerio de Salud de Países Bajos, y el Ministerio de Seguridad
Social de Austria. Además de objeciones de carácter técnico –no se habrían
satisfecho los requisitos necesarios para obtener una patente de invención-
se señaló el potencial bloqueo en la investigación y desarrollo de testeos
genéticos alternativos que podían generar las patentes sobre genes humanos.
La presión fue tan fuerte que la UE terminó revocando, en algún caso, y en
otro restringiendo, los derechos sobre los genes relacionados con el cáncer
de mama y de ovarios.



En cuanto a la situación en EEUU, la Oficina de Patentes admitió lo
solicitado por MG (se aceptaban las patentes que cubrían secuencias aisladas
de ADN). Los defensores de las patentes sostuvieron que las mismas promovían
la inversión tecnológica e investigación genética. Pero a semejanza de lo
ocurrido en Europa, surgieron críticos. Estos plantearon que esas patentes
ahogarían la innovación al impedir que otros emprendieran investigaciones en
cáncer; que ponían limitaciones a las posibilidades de testeos para enfermos
de cáncer; y que múltiples investigadores, muchos de ellos subvencionados
con fondos públicos, habían contribuido a la locación de BRCA1 Y BRCA2. Por
otra parte, y desde un punto de vista más técnico, esas patentes no serían
válidas ya que se relacionan con información genética producida por la
naturaleza. De todas formas, y a partir de las patentes concedidas, MG pasó
a ser la única empresa que podía administrar el test BRCA1/2, por el que
cobraba entre 3000 y 4000 dólares. El monopolio otorgado por la patente
duraría 20 años.



En 2009 la Unión por las Libertades Civiles de Estados Unidos [ACLU] y la
Fundación de Patentes Públicas reclamaron ante la Justicia la nulidad de las
patentes sobre las secuencias de los genes BRCA1 y BRCA2. El tema llegó a la
Corte Suprema, la cual, en 2013, invalidó cinco de las patentes de MG,
relacionadas con los testeos para detectar cáncer de mama y ovarios (las
solicitudes de patentes de MG superan las 500). Sostuvo que las leyes de la
naturaleza, los fenómenos naturales y las ideas abstractas no son
patentables, y sobre el ADN segmentado planteó que si bien MG encontró un
gen importante y útil, el separar ese gen del material genético que lo rodea
no es un acto de invención. Más en general, la información genética de los
seres humanos no debería ser propiedad privada de nadie. Sin embargo, la
Corte hizo equilibrio, afirmando que las patentes sirven para asegurar un
grado de rentabilidad a las empresas. Y que la creación de cADN es
patentable. De manera que MG continúa teniendo una fuerte capacidad para
demandar y bloquear investigaciones o empresas proveedoras de testeos que
puedan crear el mismo ADN a partir de un ADN natural. Casi inmediatamente
después de la decisión  de la Corte, otras empresas empezaron a ofrecer
testeos a un precio de entre 1000 y 2300 dólares.



Otro caso: el software



Otro caso ilustrativo es lo que ocurre con el software. Un especialista a
quien consulto me explica que un argumento clave para excluir al software de
la protección de patentes es que la innovación en este campo por lo general
implica un movimiento secuencial acumulativo y el uso del trabajo de otros.
Además, está la necesidad de preservar la inter operatividad entre
programas, sistemas y componentes de la red, lo cual no encaja en los
mecanismos del sistema patentado ya que puede restringirse el rango de
opciones disponibles para los que llegan en segundo lugar. Frente a esto se
sostiene que la protección de patentes es necesaria para proteger
inversiones en el desarrollo del software, que cada vez más progresa de la
mano de la tecnología computacional. Pero esto es así si se admite que la
única vía para el desarrollo del software y de la computación es por medio
de la inversión capitalista gobernada por el afán de la ganancia.



Progreso científico, “vacuna del pueblo” y relación capitalista



Lo ocurrido con MG y la biotecnología, o la polémica sobre las patentes en
software, son manifestaciones de una contradicción que atraviesa al sistema
capitalista: por un lado, el impulso de la ciencia, y con ella de las
fuerzas productivas, asociados a la investigación fundamental y el trabajo
científico aplicado, y realizado de manera cooperativa. Por otro lado, la
lógica de la ganancia y la creciente concentración del capital. Incluso los
defensores del modo de producción capitalista reconocen la contradicción:
admiten que el otorgamiento de una patente genera monopolio; y afirman que
la competencia es vital para el desarrollo capitalista. Sin embargo, la
contradicción se enuncia sin posibilidad de resolución en tanto subsiste el
modo de producción capitalista. Observemos incluso que la existencia de las
patentes cuestiona la teoría – profundamente ideológica – de la competencia
perfecta, pilar de la economía mainstream neoclásica. Pero no hay
competencia perfecta si existen ganancias extraordinarias (y el pez grande
se come al chico).



Sin embargo, la patente no es una necesidad natural, o vinculada al progreso
científico en sí, sino una necesidad socialmente determinada por la
existencia del capital. Genera propiedad privada que reposa en la
explotación del trabajo de miles de científicos e investigadores subsumidos
al poder del capital. Más el usufructo gratuito, por parte de los capitales,
del progreso del conocimiento obtenido en universidades y otras
instituciones públicas. En consecuencia, es necesario liberar a la
investigación y el avance del conocimiento de la forma social que los
condiciona y obstaculiza, la propiedad del capital.



Más en general, es absurdo creer que los centenares de miles de
investigadores – no solo en las ciencias físico-naturales- que hacen avanzar
el conocimiento detendrían su trabajo en caso de que se eliminaran las
patentes. Solo aquel que piensa que la realización de los seres humanos pasa
por el egoísta crecimiento de su riqueza personal puede temer tal cosa. Para
presentar un caso actual: las vacunas contra el Covid producidas por Pfizer
y Moderna se han basado en dos descubrimientos fundamentales que surgieron
de investigación pagada por fondos federales (de EEUU): “la proteína viral
diseñada por Graham y sus colegas [Universidad de Vanderbilt] y el concepto
de modificación del ADN, desarrollado por primera vez por Drew Weissman y
Katalin Karikó, en la Universidad de Pensilvania”. “Esta es la vacuna del
pueblo”, dice el crítico Peter Maybarduk, director del programa Public
Citizen’s Access to Medicines. “Los científicos federales ayudaron a
inventarla y los contribuyentes están costeando su desarrollo…. Debería
pertenecer a la humanidad”. Tampoco puede sostenerse que los científicos que
realizaron la investigación básica estuvieran movidos por el norte del
enriquecimiento personal. Por caso, Karikó comenzó su investigación en 1978
en su Hungría natal y escribió su primera propuesta de subsidio para usar
ADN mensajero de manera terapéutica en 1989, sin que mediara en el asunto
patente alguna. “Sigo escribiendo y haciendo experimentos, las cosas cada
vez van mejor, pero nunca obtuve dinero de mi trabajo”, recordó en una
entrevista. (…) Cuando hice esos descubrimientos mi salario era más bajo que
el de los técnicos que trabajaban cerca de mí” (véase Arthur Allen “For
Billion-Dollar COVID Vaccines, Basic Government-Funded Science Laid the
Groundwork”, Scientific American, 18/11/2020, aquí.



En definitiva, para que la “vacuna del pueblo” sea realmente “del pueblo” es
necesario emancipar a la producción científica de la lógica de la ganancia y
la acumulación del capital. El conocimiento científico es un logro del
desarrollo humano, y debería pertenecer a la humanidad.



* Rolando Astarita est professeur d’économie à l’Université de Buenos Aires.



Nota



[1] El ADN complementario o ADNc -ácido desoxirribonucleico complementario-
es una cadena sintetizada artificialmente a partir de un ARN mensajero, por
lo que representa la parte codificante de la región del genoma que se ha
transcrito en ese ARNm. Los ARNm desempeñan un papel fundamental en la
producción de proteínas en el organismo. Los bloques de construcción de las
proteínas del cuerpo se almacenan en el genoma, en el ADN del núcleo
celular. Allí se transcriben en ARNm. (Redacción Correspondencia de Prensa)

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