México/ La flor de los lindos campos. Buscando a los desaparecidos de Ciudad de México. [Eliana Gilet]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 16 11:55:05 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

16 de julio 2021

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México



Buscando a los desaparecidos de Ciudad de México



La flor de los lindos campos



Doscientas personas formaron la primera brigada de búsqueda de
enterramientos clandestinos de la capital mexicana, que permanecían fuera
del foco de las autoridades. En los últimos 15 años han sido más de 80 mil
las desapariciones en todo el país.



Eliana Gilet, desde Ciudad de México

Brecha, 16-7-2021

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El hallazgo



El bombero halló la mata de cabello colgada de un pequeño arbusto y, para
marcar el punto, usó una botellita de refresco de medio litro. El cabello
castaño y el contenido de la Manzanita Sol tienen el mismo color en las
fotos que registraron el hallazgo, el primero que abrió los ojos y despertó
el interés sobre ese campo llano, de pasto alto, donde el cuerpo estaba
esparcido en pequeños fragmentos, según se confirmó un rato más tarde. Fue
en la tarde del cuarto día, el jueves 24 de junio. Cerca del mediodía había
llovido y, aunque la comisionada de búsqueda de Ciudad de México había
propuesto cortar la tarea antes de las 14.00, la mayoría de las familias
quisieron continuar y venir a este punto. Luego comentaron cómo esa
persistencia había pagado. Una confirmación de que este es el método para
correr carreras de fondo.



El lugar sería hermoso si no fuera por lo que acaba de encontrarse. De
espaldas a nosotros, el perfil de los cerros del Ajusco se recorta como un
muro verde, donde se pierde la perspectiva que de él se tiene de lejos, que
asemeja a esta parte de la faja volcánica que atraviesa el altiplano
mexicano con el contorno de un rostro boca arriba: el viejo del Ajusco. La
primera ondulación a la derecha marca el ceño; la de mayor altura, llamada
Pico del Águila, es la nariz; el tercer cerro es la boca, y el cuarto, el
mentón. Entre la nariz y la boca circula constante una bocanada de bruma,
como si el viejo estuviera fumando. Representa el límite natural del sur de
Ciudad de México con su gemelo oscuro, el estado de México, y con Morelos.
Una frontera, pues.



El camino que llega a donde estamos es, en realidad, un circuito de cierto
turismo rústico que rodea la cadena montañosa. En el inicio y final del
circuito está la llamada i griega o ye, donde hace dos años se afincó un
cuartel de la Guardia Nacional. Desde ahí se distingue el perfil del viejo,
a la derecha. Cuatro quilómetros arriba por el circuito deja de haber luz y
señal de teléfono, aunque hay casas y algunos paradores que ofrecen comida
del bosque, como hongos preparados, trucha y conejo asado. El paraje donde
se hizo el hallazgo se llama Tianguillo, a la altura del quilómetro 19,5 de
la carretera Picacho-Ajusco, en la alcaldía Tlalpan. Pamela Gallardo Volante
fue desaparecida en una hacienda deportiva del quilómetro 13,5 durante un
festival de música electrónica, y su familia fue la primera en recorrer y
denunciar este sitio, en noviembre de 2017.



Fue de la ye que salimos el primer día, pero luego retrocedimos hasta una
entrada en el quilómetro 11. Los encargados de la comisión de búsqueda de
Ciudad de México mencionaron que querían evitar entrar al pueblo junto con
la brigada, la cual resultaba imponente escoltada por camionetas del
Ejército y la Guardia Nacional, junto a las de Bomberos y otras que llevaban
a los familiares y a los funcionarios de otras cinco comisiones de búsqueda.
Más de 200 personas subieron el cerro por caminos sin asfaltar.



La brigada



Su tamaño y sus cinco días de trabajo hicieron de esta la primera brigada de
búsqueda de enterramientos clandestinos en la capital mexicana. Ese fenómeno
siempre era vinculado públicamente con otras zonas de la república, en un
país donde al menos 80 mil personas han sido desaparecidas en los últimos 15
años, según informó en enero la Comisión Nacional de Búsqueda.



A fines de 2017, casi cuando la familia de Pamela se internaba por su cuenta
en el Ajusco, se sancionó la ley general de desaparición, que creó las
comisiones de búsqueda, con las que se quitó esa responsabilidad a las
fiscalías locales. La norma separó dos tareas complementarias: la
localización de las personas y la investigación criminal, que tiene como fin
explicar qué pasó y procurar que se castigue a los culpables. En la capital,
esa labor de investigación está a cargo de la Fiscalía Especializada en la
Búsqueda, Localización e Investigación de Personas Desaparecidas, que aportó
a la brigada local los peritos calificados en criminalística, fotografía y
antropología necesarios cuando se encuentra un resto óseo.



En el descampado, los restos comienzan a florecer como si brotaran del
suelo. El hueso de una clavícula aparece más atrás de la mata de cabello, en
el borde del terreno, delimitado por un acceso que permite que un automóvil
entre con facilidad, igual que entró la brigada. Me acerco al Wero, hermano
de Pamela, hijo de Carmela, quien me señala varios fragmentitos a su
alrededor. Unos metros más atrás, don Jesús Reyes, padre de un hijo
desaparecido que lleva su nombre, dice que allí hay más. Todos sentimos el
rigor de estar caminando en un campo minado de frágiles objetos preciados
que no alcanzamos a ver porque el suelo está cubierto de pasto. En el centro
del campo, antes de decidir cómo proceder, los funcionarios discuten y
gritan que nadie se mueva. El Wero no fuma, sino que mastica los cigarros de
lo rápido que los consume, y, mientras suelta el humo con el viejo de fondo,
me indica que a ese punto se accede también por la zona que revisamos el
primer día, a unos pocos quilómetros de donde su hermana fue desaparecida.



Cuando entran a trabajar, los peritos impiden que los familiares miren o
registren el levantamiento, salvo por un representante que se queda como
testigo. Su participación es incluida en la carpeta de investigación que se
abrió como consecuencia del hallazgo de restos humanos en el campo. Mientras
los peritos levantan los hallazgos señalados por banderitas, guantes y
varillas clavadas en la tierra, e, incluso, el pelo enmarcado con la
Manzanita, el resto de la gente se reúne con un grupo que trabajó en otro
sitio, donde una buscadora experimentada que viene de Querétaro discute con
los funcionarios a cargo en la base que se instala cada día sobre la
carretera: «El antropólogo físico de la comisión de búsqueda de Puebla dijo
que los restos sí correspondían a falanges humanas y que por eso iniciaron
una cadena de custodia, pero el de Ciudad de México dijo que no. Hoy
volvimos a buscar y hallamos la uña, pero no están las falanges. ¿Dónde
están esos huesos que hallamos ayer? Por el bien de su célula, espero que no
los hayan tirado».



Un movimiento nacional



Si estamos aquí es por el trabajo de dos mujeres: Carmela Volante y
Jaqueline Palmeros. Volante es la madre de Pamela. Las pesquisas que hizo
con su familia lograron ubicar un video de la fiesta en el que se ve a
Pamela bailando durante la mañana del domingo 5 de noviembre de 2017. El
novio, con quien fue, volvió solo y dio versiones confusas de lo sucedido,
de las que la familia descree. Aunque lo detuvieron hace algunos meses por
otro delito, lo liberaron posteriormente. Algo de eso hace que Carmela tenga
pantallas en su sala que transmiten, en circuito cerrado, las imágenes
captadas por las cámaras que rodean su casa y que salga escoltada por dos
guardaespaldas, amables y atentos, que durante toda la semana pasaron por
ella a las 6.00 en una camioneta aportada por la fiscalía para cruzar la
ciudad de norte a sur rumbo al Ajusco. Cada día de búsqueda Carmela debió
pasar frente al portón, rodeado de un minisúper y otras tienditas ribereñas
de la ruta, por donde entró Pamela. En la mañana la zona completa su aire de
tianguis con puestos de carnitas de puerco y tamales.



Jaqueline es la madre de Monserrat Uribe Palmeros, que cumplió 11 meses de
desaparecida el día que tuvimos esta entrevista: el día de los hallazgos, el
24. Insistió en que se hiciera esta búsqueda porque, entre las miles de
pistas verdaderas y falsas que les llegan, dos personas declararon ante la
justicia local que su hija había sido víctima de un feminicidio y «tirada en
el Ajusco». Esa parte del expediente fue extraviado en la fiscalía, junto
con el chip de un teléfono celular de Monserrat y las grabaciones de las
cámaras de seguridad que permitían ubicarla subiendo a un automóvil y seguir
una parte del trayecto del vehículo, del que no ha sido identificado más que
el color: gris.



«El gobierno no ayuda a los colectivos de familiares, que hacemos estas
búsquedas mayoritariamente con recursos propios. Esta brigada se armó con
apoyos solidarios de la sociedad y de un eje de iglesias que colaboran con
los colectivos de víctimas de desaparición, pero me voy con la tranquilidad
de que todos estos días de esfuerzo no fueron en balde», dijo Palmeros a
Brecha cuando recién se habían hecho los primeros hallazgos y aún faltaba
mucho más por suceder. Según ella, «fue bien complicado lidiar con la
fiscalía»: «Me decían que mi hija era víctima de una desaparición
voluntaria, y yo sé que mi hija nunca hubiese abandonado a su familia, a sus
hijos ni su trabajo. Solo es que a ellos no les gusta chambear [trabajar].
Es más fácil perder evidencia y que a nosotros nos toque hacer su trabajo,
porque eso es lo que estamos haciendo. Somos nosotros los que venimos a
arrastrarnos y ensuciarnos, porque ellos ni siquiera saben agarrar una pala,
reconocer unos restos. Como familia, estamos bien olvidados, nuestros
desaparecidos están olvidados. No tenemos Justicia. Y por eso tenemos que
hacer este tipo de búsquedas».



Un contexto forense



Juana Garrido está tirada panza abajo, con la cabeza medio metida en una
madriguera de animal. Se incorpora y, enguantada, empieza a retirar la
tierra con el dorso de la mano y una palita. «¡Ya estaba hecho el hueco!…
Para que luego no digan que fue Juana», dice en voz alta mientras se empeña
en descartar que el origen del olor a quemado que siente bajo tierra
proviene de unas maderas. Es viernes 25, última jornada de búsqueda, y,
obviamente, la brigada vuelve a Tianguillo. Juana es hermana de Viviana
Garrido López, desaparecida el 30 de noviembre de 2018 en el entorno del
metro Ermita, parte de su ruta cotidiana de regreso a casa desde su trabajo.
Mientras se detiene para tomar aire, Juana mira a la brigada a su alrededor.
Dispersados por el campo, parece que siembran. Si este texto fuese una
película, sonaría una salsa de Ray Barreto que se llama «La flor de los
lindos campos», pero cantada por el Príncipe: «La busco por toda la ciudad y
aquí no está, me dicen que olvide su querer, que ha muerto ya/ pero yo vivo
con la esperanza de que no me moriré sin que yo la vuelva a ver». Eso lo
pienso después, cuando busco imágenes que expliquen mejor la dimensión de
esta tarea, que, por artesanal, parece sencilla.



Ahora Juana se queja con un antropólogo de que no están haciendo una
búsqueda exhaustiva en el terreno y de que deberían trazar cuadrantes; que
si el problema que les argumentan siempre es el tiempo, ahora el tiempo
sobra. Acabamos de empezar la jornada. Se agacha y empieza a abrir las matas
de pasto como si lo peinara. Señala que, al igual que ella, la antropóloga
de la comisión de búsqueda se especializó en la rama social de la
disciplina, no en la forense. A ella nunca le gustó hacer esta tarea,
incluso cuando fue parte de la carrera. Dice que su hermana le insistía en
que lo intentara, que en esta área iba a tener más oportunidades de trabajo.
No pasan muchos minutos antes de que se haga un nuevo hallazgo: tres
costillas en un radio de un metro y medio del descubrimiento de ayer. Esto
indigna a la gente, que critica a los peritos del día anterior.
Evidentemente, se dedicaron a recoger el hallazgo de las familias y no
revisaron más. Cuando ciernen la tierra con una criba, siguen saliendo: dos
dientes, más cabello y una cadenita con una virgencita. Es una mujer, pero
no ha salido ninguno de sus huesos grandes: ni el cráneo, ni la cadera, ni
el fémur. «¿Adónde está la flor de los lindos campos?»



Fue tal la presión que el sábado y el domingo los peritos tuvieron que
regresar a culminar el trabajo que habían dejado por la mitad. Los policías
de investigación recogieron a regañadientes la ropa hallada en la zona, ya
que la criminóloga argumentó que no se estaba frente a un contexto forense
que le diera relevancia. Si este no es un contexto forense, nada lo es,
argumentaron las familias. «Yo la busco en la ciudad y se aparece en el
campo».

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