Cuba/ Un alarido. [Leonardo Padura]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jul 17 14:25:04 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

17 de julio 2021

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Cuba



Un alarido



Leonardo Padura, en Mantilla, 15 de julio de 2021

La Joven Cuba, 16-7-2021

https://jovencuba.com/



Parece muy posible que todo lo ocurrido en Cuba a partir del pasado domingo
11 de julio lo hayan alentado un número mayor o menor de personas opuestas
al sistema, pagadas incluso algunas de ellas, con intenciones de
desestabilizar el país y provocar una situación de caos e inseguridad.
También es cierto que luego, como suele suceder en estos eventos, ocurrieron
oportunistas y lamentables actos de vandalismo. Pero pienso que ni una ni
otra evidencia le quitan un ápice de razón al alarido que hemos escuchado.
Un grito que es también el resultado de la desesperación de una sociedad que
atraviesa no solo una larga crisis económica y una puntual crisis sanitaria,
sino también una crisis de confianza y una pérdida de expectativas.



A ese reclamo desesperado, las autoridades cubanas no deberían responder con
las habituales consignas, repetidas durante años, y con las respuestas que
esas autoridades quieren escuchar. Ni siquiera con explicaciones, por
convincentes y necesarias que sean. Lo que se impone son las soluciones que
muchos ciudadanos esperan o reclaman, unos manifestándose en la calle, otros
opinando en las redes sociales y expresando su desencanto o inconformidad,
muchos contando los pocos y devaluados pesos que tienen en sus empobrecidos
bolsillos y muchos, muchos más, haciendo en resignado silencio colas de
varias horas bajo el sol o la lluvia, con pandemia incluida, colas en los
mercados para comprar alimentos, colas en las farmacias para comprar
medicinas, colas para alcanzar el pan nuestro de cada día y para todo lo
imaginable y necesario.



Creo que nadie con un mínimo de sentimiento de pertenencia, con un sentido
de la soberanía, con una responsabilidad cívica puede querer (ni siquiera
creer) que la solución de esos problemas venga de cualquier tipo de
intervención extranjera, mucho menos de carácter militar, como han llegado a
pedir algunos, y que, también es cierto, representa una amenaza que no deja
de ser un escenario posible.



Creo además que cualquier cubano dentro o fuera de la isla sabe que el
bloqueo o embargo comercial y financiero estadounidense, como quieran
llamarlo, es real y se ha internacionalizado y recrudecido en los últimos
años y que es un fardo demasiado pesado para la economía cubana (como lo
sería para cualquier otra economía). Los que viven fuera de la isla y hoy
mismo quieren ayudar a sus familiares en medio de una situación crítica, han
podido comprobar que existe y cuánto existe al verse prácticamente
imposibilitados de enviar una remesa a sus allegados, por solo citar una
situación que afecta a muchos. Se trata de una vieja política que, por
cierto (a veces algunos lo olvidan) prácticamente todo el mundo ha condenado
por muchos años en sucesivas asambleas de Naciones Unidas.



Y creo que tampoco nadie puede negar que también se ha desatado una campaña
mediática en la que, hasta de las formas más burdas, se han lanzado
informaciones falsas que al principio y al final solo sirven para restar
credibilidad a sus gestores.



Pero creo, junto con todo lo anterior, que los cubanos necesitan recuperar
la esperanza y tener una imagen posible de su futuro. Si se pierde la
esperanza se pierde el sentido de cualquier proyecto social humanista. Y la
esperanza no se recupera con la fuerza. Se le rescata y alimenta con esas
soluciones y los cambios y los diálogos sociales, que, por no llegar, han
causado, entre otros muchos efectos devastadores, las ansias migratorias de
tantos cubanos y ahora provocaron el grito de desesperación de gentes entre
las que seguramente hubo personas pagadas y delincuentes oportunistas,
aunque me niego a creer que en mi país, a estas alturas, pueda haber tanta
gente, tantas personas nacidas y educadas entre nosotros que se vendan o
delincan. Porque si así fuera, sería el resultado de la sociedad que los ha
fomentado.



La manera espontánea, sin la atadura a ningún liderazgo, sin recibir nada a
cambio ni robar nada en el camino, con que también una cantidad notable de
personas se ha manifestado en las calles y en las redes, debe ser una
advertencia y pienso que es una muestra alarmante de las distancias que se
han abierto entre las esferas políticas dirigentes y la calle (y así lo han
reconocido incluso dirigentes cubanos). Y es que solo así se explica que
haya ocurrido lo que ha ocurrido, más en un país donde casi todo se sabe
cuándo quiere saberse, como todos también sabemos.



Para convencer y calmar a esos desesperados el método no puede ser las
soluciones de fuerza y oscuridad, como imponer el apagón digital que ha
cortado por días las comunicaciones de muchos, pero que sin embargo no ha
impedido las conexiones de los que quieren decir algo, a favor o en contra.
Mucho menos puede emplearse como argumento de convencimiento la respuesta
violenta, en especial contra los no violentos. Y ya se sabe que la violencia
puede ser no solo física.



Muchas cosas parecen estar hoy en juego. Quizás incluso si tras la tempestad
regresa la calma. Tal vez los extremistas y fundamentalistas no logren
imponer sus soluciones extremistas y fundamentalistas, y no se enraíce un
peligroso estado de odio que ha ido creciendo en los últimos años.



Pero, en cualquier caso, resulta necesario que lleguen las soluciones, unas
respuestas que no solo deberían ser de índole material sino también de
carácter político, y así una Cuba inclusiva y mejor pueda atender las
razones de este grito de desesperación y extravío de las esperanza que, en
silencio pero con fuerza, desde antes del 11 de julio, venían dando muchos
de nuestros compatriotas, esos lamentos que no fueron oídos y de cuyas
lluvias surgieron estos lodos.



Como cubano que vive en Cuba y trabaja y crea en Cuba, asumo que es mi
derecho pensar y opinar sobre el país en que vivo, trabajo y donde creo. Ya
sé que en tiempos como este y por intentar decir una opinión, suele suceder
que «Siempre se es reaccionario para alguien y rojo para alguien», como
alguna vez dijera Claudio Sánchez Albornoz. También asumo ese riesgo, como
hombre que pretende ser libre, que espera ser cada vez más libre.

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