Brasil/ "La Amazonia se convirtió en tierra de nadie". [Luciana Gatti - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 23 11:08:53 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

23 de julio 2021

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Brasil



Con la científica brasileña Luciana Gatti, sobre las consecuencias del
desmonte



“La Amazonia se convirtió en tierra de nadie”



Según un nuevo estudio publicado en Nature y liderado por Gatti, hoy la
selva amazónica libera más gases de efecto invernadero de los que puede
absorber. En diálogo con Brecha, la investigadora desmenuza los alcances de
este hallazgo y explica cómo se llegó a esto.



Marcelo Aguilar, desde San Pablo

Brecha, 23-7-2021

https://brecha.com.uy



Luciana Gatti es doctora en Ciencias, especialista en Química Atmosférica y
coordinadora del Laboratorio de Gases de Efecto Invernadero del Instituto
Nacional de Investigación Espacial de Brasil, conocido como INPE por sus
siglas en portugués. En un estudio publicado en Nature la semana pasada,(1)
el equipo de 18 científicos que ella lidera concluye que entre 2010 y 2018,
y a consecuencia de la deforestación, la Amazonia empezó a liberar a la
atmósfera más dióxido de carbono del que absorbe. Con base en las medidas
tomadas en los últimos dos años y en los recientes datos de desmonte
discutidos en esta entrevista, afirma que ese fenómeno está empeorando a un
ritmo vertiginoso.



—Vamos primero al dato: ustedes comprobaron que la Amazonia hoy está
emitiendo más carbono del que puede absorber. ¿Qué significa esto y cómo lo
descubrieron?



Lo que constatamos es que la Amazonia ahora emite más de lo que absorbe, por
culpa del desmonte y las quemas. No es que la selva dejó de absorber y pasó
a emitir, sino que continúa absorbiendo, pero menos que antes. Se está
calentando y están muriendo más árboles. En nuestro estudio, medimos la
concentración atmosférica de dióxido de carbono (CO2) en cuatro regiones,
por medio de aviones, durante nueve años, dos veces por mes. A través del
uso de monóxido de carbono, conseguimos separar el CO2 que viene del fuego y
analizar el resto. Esa metodología nos permite ver todos los procesos que
están ocurriendo en la Amazonia: emisiones por desmonte, quemas y mortalidad
de árboles. Al sumar, por ejemplo, muestras de dos de las áreas amazónicas
referenciadas, Pará y el norte de Mato Grosso –que son dos regiones que
representan un total de 2 millones de quilómetros cuadrados y tienen un
desmonte superior al 30 por ciento de su superficie–, vimos que emiten diez
veces más carbono que la región oeste, que tiene un desmonte promedio del 11
por ciento. También hay zonas bastante deforestadas en los estados de
Rondonia, Acre y en el sudoeste del estado de Amazonas, pero en esa región
se concentra la mayor parte de áreas preservadas. A nivel total, la Amazonia
libera en promedio 300 millones de toneladas de carbono por año: las
emisiones por las quemas son de 400 millones de toneladas y la selva
consigue remover 100 millones de toneladas. Esa liberación enorme de carbono
resultante ocurre en buena medida porque el desmonteestá muy concentrado,
sobre todo en regiones donde existen más facilidades para sacar la
producción, como rutas y puertos. A eso se suma el problema de que esas
regiones que concentran una mayor emisión no estaban contando con una buena
densidad de estudios científicos, porque la mayoría de los lugares
estudiados estaban en las regiones que todavía están bien preservadas.



—¿Cómo se llega a la situación actual?



Las masas de aire que vienen del océano entran a la Amazonia por el
nordeste, traen humedad y generan precipitaciones. Pero luego se precisa una
reposición de agua a la atmósfera. La evapotranspiración de los árboles
tiene aquí un papel importante: se calcula que representa entre el 25 y el
50 por ciento de la reposición de agua. Por tanto, al deforestar provocamos
que en ese lugar haya menos precipitaciones. Y hacemos que aumente la
temperatura: para convertirse en vapor, el agua absorbe energía, lo que
enfría el entorno. Si faltan árboles, sube la temperatura y, al mismo
tiempo, bajan las lluvias. Esto hace que los árboles típicos de la selva
tropical húmeda pasen ahora por un estrés muy grande, lo que reduce su
fotosíntesis y aumenta su mortalidad. En la región estudiada que presentó el
mayor aumento de temperatura mensual, la mortalidad de los árboles es
muchísimo mayor que en las otras regiones.



—Entonces, los árboles no solamente mueren por el desmonte en sí mismo, sino
también como consecuencia indirecta de ese proceso…



Exacto. El desmonte representa una fuente directa e indirecta de emisión.
Hace que el clima sea muy estresante para los árboles de la selva que aún no
fueron talados o quemados, principalmente durante ese pico de la estación
seca que es agosto, setiembre y octubre. Nosotros estudiamos 40 años de
lluvia, mes a mes. Lo que nos sorprendió fue cuánto han cambiado esos meses.
Vimos que la cantidad de lluvia que se pierde se corresponde aproximadamente
con la extensión del desmonte. El nordeste de la selva tiene un promedio de
37 por ciento de desmonte, lo que provocó una reducción de lluvias en esos
tres meses de un 34 por ciento. En la parte sudeste, que está deforestada en
un 28 por ciento, la pérdida de lluvias en este período fue de 24 por
ciento. Esa fue la región donde la temperatura aumentó más: dos grados y
medio. Además de la emisión por el desmonte y las quemas, que ya es muy
superior a lo que la Amazonia es capaz de absorber, en la región sudeste hay
ahora más árboles muriendo que creciendo. Toda esa materia sigue emitiendo
carbono, pero la absorción ya es menor. En el resto de las regiones, la
selva todavía absorbe más de lo que emite por sí misma, pero sigue siendo
insuficiente cuando se toma en cuenta la emisión de las quemas y el
desmonte.



—¿Si el escenario no cambia, la tendencia es que todas terminen como la
región sudeste?



Exacto. En la naturaleza todo está interligado, y aunque a veces no
entendamos sus procesos, ocurren. A mí me gusta usar la analogía del dominó:
el tipo que está allá prendiendo fuego ve aquella cantidad de árboles y
piensa: «Voy a quemar y agarrar acá un pedacito de tierra para mí; con
tantos árboles, ¿qué problema va a haber?». Él es quien ve la primera ficha
del dominó: va y corta. El otro que está ahí hace mucho tiempo sabe que las
regiones con más tala tienen menos lluvia. Este, a pesar de no ser un
científico, observa la naturaleza y ya entiende la segunda ficha. Los y las
especialistas que estudian el asunto están viendo la tercera ficha, y
nosotros acabamos de descubrir una ficha más, una que la propia comunidad
científica no conocía. Lo que muestran nuestros estudios es que la región
con más desmonte registra una emisión de dióxido de carbono diez veces mayor
que la que sufre menos desmonte. Esto va a tener muchas consecuencias,
algunas no somos capaces ni de imaginarlas.



—¿Cuáles podrían ser algunas de esas consecuencias para el continente y el
mundo?



La Amazonia está contribuyendo con la aceleración de los cambios climáticos
no solamente al emitir carbono a la atmósfera, sino también a través de la
reducción de las precipitaciones y el aumento de la temperatura. Estamos
dejando la vegetación más susceptible al fuego, más inflamable, y esto
empeora cada año. Son dos procesos que ocurren simultáneamente: la
deforestación regional y el cambio climático global. La Amazonia podría ser
nuestra protección climática: un climate buffer que podría amenizar todos
esos cambios al emitir cantidades enormes de agua hacia la atmósfera y con
eso ayudar a enfriar el planeta. Pero estamos haciendo al revés e impedimos
ese proceso. El primero en sentir los efectos negativos es Brasil, pero los
impactos llegarán a toda América del Sur. Están y estarán llegando también a
Uruguay. La naturaleza no tiene límites, paredes ni fronteras. En los
últimos tres años hemos visto cómo se superan una y otra vez los récords de
desmonte y de quemas, cómo se alcanzan nuevos récords de falta de lluvias y
de altas temperaturas, con incendios incontrolables. Estos factores se
potencian en un círculo vicioso. Hoy en Brasil, a nivel de políticas
ambientales, estamos haciendo exactamente lo opuesto a lo que deberíamos
hacer.



—Esta semana se publicaron algunos datos: según el instituto Imazon, de
Belém, el ritmo de desmonte creció 51 por ciento en los últimos 11 meses, y
un estudio de la Universidad Federal de Minas Gerais reveló que, durante los
dos primeros años del gobierno de Jair Bolsonaro, un 93 por ciento de las
multas ambientales no se pagaron. ¿Cuál es el impacto de esto?



El agronegocio quiere más tierra para plantar y por ello deforesta la selva.
Pero se da un tiro en el pie. En el futuro, va a ser el primer afectado por
las decisiones equivocadas que se están tomando ahora. La mayoría de ese
desmonte, por otro lado, es ilegal. Como el mensaje que viene de arriba es
que no hay multas o no hay por qué pagarlas, todo lo que habíamos avanzado
en protección ambiental se está perdiendo y unos pocos criminales están
lucrando y haciéndose una fiesta. La Amazonia se convirtió en tierra de
nadie. Es la máxima expresión del capitalismo salvaje: en nombre del lucro
todo vale, destruir el medio ambiente, acabar con especies silvestres y
animales, ecosistemas ricos en biodiversidad. Es un retroceso civilizatorio
y toda la sociedad termina pagando la cuenta. No podemos desvincular el
desmonte de la crisis hídrica que atravesamos este año, por ejemplo. Y,
encima, la gran solución que viene para la crisis energética, empeorada por
la crisis hídrica, es privatizar el sistema de producción de energía y
obligar por ley a construir un porcentaje mínimo de termoeléctricas a gas
(véase «Pagar para vender», Brecha, 25-VI-21). El mundo entero está pensando
en cómo va a dejar de usar combustibles fósiles y Brasil va en sentido
contrario. Quieren que este país sea la gran hacienda del mundo, exportadora
de carne y granos, pero se olvidan de que este país tiene una productividad
maravillosa en ese rubro porque tiene un clima maravilloso. Y, si tenemos un
clima maravilloso, es porque tenemos la Amazonia. Estamos matando a la
gallina de los huevos de oro por ignorar a la ciencia.



—¿Esta situación es reversible?



Es difícil decir que sí y es difícil decir que no. Por aquello del dominó.
Ahora que sabemos lo que ocurre, imaginemos lo contrario: soñemos con que
serán prohibidas las quemas de julio a noviembre, que se impondrá una
moratoria de por lo menos cinco años con desmonte cero y un control feroz, y
que habrá proyectos de recuperación forestal en las áreas más afectadas.
Basta con que paremos de quemarla y desmontarla para que la Amazonia ya
empiece a absorber más carbono. Ahí la situación al menos dejaría de
empeorar. La selva se regeneraría, y con la reforestación tendríamos más
árboles para evapotranspirar y ayudar a reducir la temperatura. Año a año
iríamos teniendo condiciones más favorables para que la selva creciera. Pero
se trata de empujar el dominó hacia el otro lado. No podemos no intentarlo.
No podemos dejar que continúe la actual destrucción.



Nota



1). «Amazonia as a carbon source linked to deforestation and climate
change», disponible en nature.com.

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