Brasil/ La democracia asustada por los generales. [Mario Osava]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 23 20:38:52 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

23 de julio 2021

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Brasil



La democracia de Brasil asustada por los generales



Prohibir las elecciones que no utilicen el voto impreso es la nueva amenaza
militar a la democracia en Brasil, tras dos años de movilizaciones de los
adeptos al gobierno de extrema derecha en demanda del cierre del legislativo
Congreso Nacional y el Supremo Tribunal Federal.



Mario Osava, desde Río de Janeiro

Inter Press Service, 23-7-2021

https://ipsnoticias.net/



El presidente Jair Bolsonaro denuncia reiteradamente la supuesta existencia
de fraudes en los comicios brasileños, incluso en los que le dieron el
triunfo en octubre de 2018. La Justicia decidió ahora exigirle que presente
las pruebas que dijo poseer contra el voto electrónico, que a su juicio no
es suficientemente auditable.



El temor es que su intento de desacreditar a las elecciones, en una
imitación más del expresidente estadounidense Donald Trump, culmine también
con algún ataque similar a la invasión del Capitolio, la sede del Congreso
de Estados Unidos, por fanáticos trumpistas el 6 de enero.



Pero los procesos son muy distintos.



En Brasil la matriz de la extrema derecha es militar, no un partido como el
Republicano estadounidense. Los activistas civiles de esa corriente
brasileña reclaman siempre “intervención militar” para imponer sus políticas
y, si necesario, someter los poderes legislativo y judicial.



Una ruptura institucional en Brasil involucraría a tropas armadas, ya que al
contrario de Trump, Bolsonaro cuenta con el apoyo castrense y de buena parte
de las fuerzas policiales.



Por ello, las manifestaciones autoritarias del presidente mantienen en
alarma la vida política desde su toma de posesión el 1 de enero de 2019.
Ahora se suman los sobresaltos desatados por algunos generales, en
declaraciones que resultan graves porque sugieren una posición de las
Fuerzas Armadas.



Los generales alzan su voz



Sin sustituir la votación electrónica, adoptada en 1996, por el sufragio
“impreso y auditable”, no habrá los comicios fijados para octubre de 2022,
habría comunicado el general Walter Braga Netto, ministro de Defensa, al
presidente de la Cámara de Diputados, el bolsonarista Arthur Lira, informó
el diario O Estado de São Paulo el jueves 22.



El ultimátum partió de una reunión del ministro con los comandantes de las
tres ramas de las Fuerzas Armadas, que habría ocurrido el 8 de julio, aunque
solo trascendió ahora.



Es “desinformación”, una “invención” del diario, reaccionó Braga. Pero Lira
difundió una desmentido ambiguo, que parece confirmar la presión, incluso
porque la Cámara de Diputados debate actualmente un proyecto de ley para
restablecer la votación en papel.



De hecho, el general Braga solo habría repetido declaraciones de Bolsonaro,
que ha reiterado varias veces que las próximas elecciones solo tendrán lugar
si se aprueba el voto impreso, un cambio que depende del Congreso.



En Brasil, el sistema electoral es totalmente electrónico desde 2000, tras
aplicarse en forma parcial desde cuatro años antes, y es auditable en las
varias fases, aunque no mediante el uso de papel.



El modelo, elogiado y replicado internacionalmente, no ha tenido ninguna
denuncia de posible fraude, subrayan las autoridades electorales, que
precisan que introducir auditorias impresas sería costoso, promovería
acciones de los perdedores, demoraría el proceso y socavaría al secreto del
voto, lo que haría volver la compra de votos.



Pero Bolsonaro y sus generales demandan alguna forma de impresión para
auditar, aunque sin detallar formula alguna y sin pruebas de la fragilidad
del sistema 100 por ciento electrónico.



El gobierno envió un proyecto para retroceder al voto impreso, pero ya una
mayoría de 11 partidos rechazó la propuesta y el propio Bolsonaro reconoció
su derrota, si bien sus partidarios detuvieron la tramitación de la
iniciativa para demorar el máximo tiempo posible su “sepultura”.



Sea como sea, es evidente que los generales brasileños decidieron ser más
activos en la política actual en las últimas semanas.



Poder castrense versus Poder Legislativo



El ministro de Defensa y los tres jefes de las Fuerzas Armadas atacaron
duramente el presidente de la Comisión Parlamentaria de Investigación (CPI)
sobre la gestión de la pandemia de covid-19, el senador Omar Aziz, por haber
señalado que oficiales de una “banda podrida” de los militares participaron
en la presunta corrupción en el Ministerio de Salud.



Por lo menos ocho oficiales del Ejército están bajo investigación de la CPI,
a causa de intentos de compra de vacunas anticovid, en condiciones
sospechosas.



Las Fuerzas Armadas no tolerarán “ataques livianos” a sus instituciones,
destaca el comunicado divulgado el 7 de julio, interpretado por los
legisladores como un veto o presión contra la investigación de los militares
que asumieron funciones claves en el Ministerio de Salud, sin conocimientos
para lidiar con la pandemia.



Dos días después el comandante de la Fuerza Aérea Brasileña, el brigadier
Carlos Batista, insistió en atacar la investigación parlamentaria,
atribuyéndola juicios “prematuros”, y defendió la actuación de los
militares, incluso en su participación masiva en el actual gobierno, en una
entrevista con el diario O Globo, de Río de Janeiro.



El brigadier empeoró todo al decir que “el hombre armado no amenaza”, para
negar interpretaciones de que los militares estarían haciéndolo con un golpe
de Estado. Es decir, la ruptura puede ocurrir sin aviso.



El gobierno de Bolsonaro, un excapitán del Ejército, es militar porque un
tercio de sus ministros tienen ese origen y lo mismo sucede con más de 6000
funcionarios, la mayoría oficiales ya retirados y situados en cargos de
confianza.



El presidente se presentó a las elecciones como representante de las Fuerzas
Armadas y de la dictadura militar de 1964-1985, lo que suena un
contrasentido pero tiene su lógica.



La avalancha de 57,8 millones de votos que conquistó no se debió a hazañas o
carisma personales, visiblemente ausentes. Tras inviabilizar su carrera
militar por actos de indisciplina, fue un diputado anodino, del llamado
“bajo clero”, durante 28 años durante las que solo logró la aprobación de
dos leyes.



Pero mantuvo siempre su identidad militar y una terca defensa de la
dictadura. Alabó como héroe a un conocido torturador de presos políticos y
lamentó que no se hubiera eliminado por lo menos 30 000 izquierdistas,
opositores del régimen militar.



Esa imagen castrense y el discurso antidemocrático lo convirtieron en la
deseada alternativa a la política practicada tras el fin de la dictadura en
1985, en un proceso de redemocratización que acumuló escándalos de
corrupción.



El colapso de la llamada “Nueva República”, a los 30 años de la nueva
Constitución democrática de 1988, se dio con la economía arruinada, la
mayoría de los líderes políticos acusados corrupción y el principal líder de
la izquierda, el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, detenido.



El cuadro favorecía el rescate del período militar, en que Brasil vivió una
acelerada industrialización y urbanización, con fuerte crecimiento
económico, a excepción de sus últimos años.



Las Fuerzas Armadas nunca dejaron de ser una de las instituciones más
confiables para la población, según todas las encuestas. El pecado
dictatorial poco afecta su imagen en la mayoría de la población, beneficiada
por los avances económicos y no golpeada por la represión política.



Los dictadores brasileños no sufrieron adversidades demoledoras, como el
fracasado intento de recuperar en una guerra las islas Malvinas en
Argentina, el escándalo de corrupción del general Augusto Pinochet en Chile.



Todo eso permitió a Bolsonaro apropiarse de la reputación militar, del
imaginario que quedó del “milagro brasileño”, el crecimiento económico de
más de 10 por ciento en varios años de la década de  los 70, y conquistar
algunos sectores que deben su expansión al período dictatorial, como la gran
agricultura del monocultivo de la soja.



En resumen, la repentina popularidad de Bolsonaro se debió a su simbiosis
con las Fuerzas Armadas y su historia reciente. Ese núcleo de extrema
derecha, de bolsonaristas incondicionales, posibilitó agregar corrientes
conservadoras, como las religiosas, especialmente los evangélicos,
empresarios y policías.



En contrapartida, su triunfo representó el rescate de los militares,
“condenados” por la narrativa democrática y recluidos en los cuarteles,
inhabilitados para la política y la administración pública. Eso explica la
fidelidad de los generales a Bolsonaro, después del desastre de la gestión
de la pandemia y otros desatinos en el gobierno.



Esa simbiosis une los destinos de Bolsonaro y los militares. Los errores y
atentados a la democracia, inevitables en un gobierno que tiene como
referencia el período dictatorial pero actúa en una institucionalidad
democrática, cobrarán su precio a los dos.

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