Brasil/ Para ganar hay que luchar. [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Jun 8 13:12:56 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

8 de junio 2021

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Brasil



Para ganar hay que luchar



Valerio Arcary

Jacobin, 1-6-2021

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La estrategia sin táctica es el camino más lento hacia la victoria. La
táctica sin estrategia es el ruido que precede a la derrota. (Sun Tsu)



En la izquierda existen tres evaluaciones diferentes sobre las decisiones
del STF (Supremo Tribunal Federal) sobre la anulación de las condenas a
Lula. La cuestión es de gran importancia, porque es central para la
interpretación del nuevo momento de la coyuntura. Lula encabeza las
preferencias en todos los sondeos de opinión disponibles. Si se mantienen
las las condiciones actuales —lo que es, evidentemente, imprevisible— Lula
estaría en una segunda vuelta contra Bolsonaro.



Es imprevisible porque nadie puede saber cuál será la situación a mediados
de 2022. ¿Cuál será el resultado de la CPI (Comisión Parlamentaria de
Investigación) de la pandemia en el Senado? ¿Cuál será la evolución del
gobierno de Bolsonaro y, tal vez, incluso su destino? ¿Cuál será el contexto
de la pandemia dentro de un año? ¿Cuál será la situación económica? ¿Cómo
evolucionarán las tasas de desempleo? ¿Cuál será la tasa de inflación? ¿Cuál
será la evolución del salario medio? ¿Cuáles serán los impactos sociales de
las privatizaciones de Eletrobrás, Correios, Cedae/RJ, previstas para el
segundo semestre de 2021, si no son detenidas? Y lo más importante, ¿cuál
será la relación de fuerzas social y política?



Estas y otras muchas variables, hoy impensables porque «mierdas ocurren»,
exigen la máxima prudencia. Pero no disminuyen la necesidad de sacar
lecciones de la campaña de Lula Livre, porque fue la mayor victoria
democrática de los últimos cinco años y quien disminuya su importancia está
totalmente equivocado.



La primera evaluación es ingenua y circular: ganamos porque la causa era
justa y se hizo justicia. Muchas causas justas no son reconocidas por la
justicia. No debemos hacernos ilusiones ni tener grandes expectativas en la
justicia. Recordemos que el impeachment a Dilma Rousseff fue avalado por la
justicia. Los juicios políticos se deciden en función de los intereses
políticos, es decir, de la lucha por el poder.



Esta interpretación, por tanto, remite el resultado de la votación de
incompetencia del 13º Tribunal de Curitiba y la sospecha de parcialidad
sobre Moro a la fuerza de la campaña nacional e internacional. Al talento de
la defensa legal de los abogados de Lula. A la unidad lograda en la mayoría
de la izquierda para la organización de las reuniones y, sobre todo, de la
vigilia frente al edificio de la Policía Federal. A la incansable actividad
de la red de juristas organizados en la ABJD, al apoyo de grandes artistas
populares que influyeron en el mundo de la cultura, a la solidaridad del ala
más izquierdista de la Iglesia católica, que abrió las puertas del Vaticano,
así como de otros religiosos.



También se refiere a la estabilidad en la formación del Comité Nacional Lula
Livre y su capilaridad en muchas ciudades, a la regularidad de los boletines
informativos, a la calidad de los materiales de agitación y propaganda, a la
iniciativa de los Festivales, a las actividades de calle y también a la
fuerza del compromiso del propio Lula, que perseveró sin miedo. Hay muchos
granos de verdad en esta valoración, pero es unilateral. En su versión más
extrema, prescinde de la división entre fuerzas sociales hostiles o incluso
enemigas: una versión ilusoria del voluntarismo.



La segunda es la que sostiene que una fracción de la clase dirigente ha
llegado a defender la libertad de Lula como respuesta a una nueva situación
política precipitada por la crisis sanitaria, económica y social del último
año debida a los desastres del gobierno de extrema derecha. El aislamiento
de Bolsonaro terminó favoreciendo a Lula. La presión burguesa sobre el STF
respondería, preventivamente, a la preocupación por el peligro de un
estallido social o a la necesidad de contar con Lula y el PT para preservar
la estabilidad institucional en caso de un impeachment.



En las corrientes más sectarias florecen ideas peligrosas e incluso,
curiosamente, contradictorias, cuando no paranoicas. Algunos sugieren que la
fracción más poderosa de la burguesía presionó por la libertad de Lula para
debilitar a Bolsonaro; otros, que Lula tendría interés en preservar a
Bolsonaro porque perdería el favoritismo en las elecciones de 2022 si
Bolsonaro fuera desplazado. También hay una pizca de verdad aquí, pero no
más que eso. En su versión más extrema, esta visión coquetea con las teorías
de la conspiración.



La tercera es mucho más compleja. La campaña de Lula Livre comenzó en
condiciones muy adversas. Cuando Lula fue detenido, en abril de 2018, era
imposible predecir que en noviembre de 2019 estaría libre, y mucho menos que
en marzo de 2021 habría recuperado sus derechos políticos. La evolución fue
muy rápida. Otras campañas similares, como la lucha por la libertad de
Mandela, fueron incomparablemente más largas y difíciles. Procesos como este
solo pueden explicarse teniendo en cuenta una multiplicidad de factores.



Por supuesto, es educativo comenzar la evaluación destacando la importancia
de la campaña unida de la izquierda para su liberación. Dejó una lección
inspiradora para los peligros del futuro. En la hora de las derrotas, ser
capaz de mantener la cabeza alta es esencial. Nada sustituye la firmeza y la
dignidad. Y las corrientes y grupos de izquierda que se negaron a defender a
Lula Livre quedaron muy mal en la foto de la historia.



Sin el incansable compromiso del MST en la construcción de la campaña, todo
habría sido mucho más difícil. Sin la apuesta que prevaleció en el PT de que
la influencia de Lula permitiría que la campaña tuviera una audiencia
masiva, no habría sido posible. Pero la unidad de los dos mayores partidos
de la izquierda brasileña, además del PT, el PSol y el PCdB, también fue
fundamental. Nunca fue una lucha solo del PT. La lucha por la libertad de
Lula comprometió, en mayor o menor medida, a la gran mayoría de la izquierda
brasileña, afortunadamente.



Pero sería ingenuo atribuir el resultado de la votación del STF a la fuerza
de la campaña. No fue posible organizar actos masivos para Lula Livre. Todos
los actos fueron, en mayor o menor medida, actos de vanguardia. Seamos
sinceros: actos de militancia. Es decir, reunieron al activismo más
consciente o ideológicamente politizado, especialmente a los «inoxidables»,
la «vieja guardia» de la izquierda brasileña que proviene de los años
ochenta y noventa.



Otros factores pesaron en el resultado de las votaciones del STF. Desde el
principio, el juicio a Lula siempre fue un proceso político indivisible del
golpe institucional de 2016 que desplazó a Dilma Rousseff de la presidencia.
Este fue el talón de Aquiles de la operación que culminó con la detención de
Lula: ningún sector importante de la burguesía se posicionó en contra del
golpe. Un golpe similar a lo que ocurrió en Honduras y Paraguay. Un golpe
que abrió el camino para que Bolsonaro llegara a la presidencia.



La persecución política enmascarada por la judicialización fue una operación
muy peligrosa, porque sentó un grave precedente de legitimación del lawfare.
Cuando Sergio Moro aceptó descaradamente el cargo de ministro de Justicia en
el gobierno de extrema derecha dirigido por un neofascista como Bolsonaro,
comenzaron las turbulencias, sobre todo en el extranjero.



La división en el mundo jurídico entre los llamados «garantistas» y
«lavajatistas» existió, por tanto, durante todo el proceso. El modelo de
acusaciones construidas sobre acuerdos de culpabilidad sin más pruebas que
los testimonios de los acusados interesados en la amnistía fue un escándalo.



Pero todo se aceleró en la medida en que la manipulación llevada a cabo por
el Lava-Jato fue desenmascarada por la publicación por parte de The
Intercept del intercambio de mensajes entre Sergio Moro y los fiscales, y
confirmada por los archivos de la Operación Spoofing. Cuando el Centrão dejó
de ser solo una base de apoyo parlamentario y se incorporó plenamente al
gobierno, los conflictos con la operación Lava-Jato comenzaron a expresarse
dentro del gobierno. No son pocos los parlamentarios del Centrão (incluyendo
a los del MDB, Demócratas e incluso del PSDB, nada menos que Aécio Neves,
candidato presidencial derrotado en 2014), partidos históricos de la
representación burguesa desde el final de la dictadura, que estaban siendo
investigados.



No menos importante fue el lento cambio de coyuntura debido a la hecatombe
sanitaria de la pandemia. El obtuso negacionismo de Bolsonaro ante la
tragedia humana del contagio masivo y el colapso del SUS, despreciando la
emergencia de contratar vacunas, defendiendo medicamentos imaginarios,
denunciando la necesidad de cuarentenas y amenazando constantemente con el
autogolpe resultó en un debilitamiento social y político. La derrota de
Trump cambió el lugar del gobierno de Bolsonaro en el mundo de manera
cualitativa.



Aunque Bolsonaro mantiene un apoyo mayoritario en la «masa de la burguesía»,
si consideramos el conjunto de los seis millones de empresarios, el desastre
en curso ha producido fisuras en el núcleo duro de la clase dominante.
Ningún sector defiende el impeachment, pero el manifiesto de los 500 fue una
alerta amarilla. La mayoría de la gran burguesía, unos cuantos miles de
multimillonarios, sigue apostando por la conservación del régimen
democrático-electoral. Las amenazas bonapartistas de Bolsonaro fracturan a
la clase dirigente. Y un régimen liberal-democrático no es posible sin la
izquierda en la legalidad.



Hemos ganado porque hemos luchado, pero también porque nuestros enemigos
estaban divididos. La lucha de clases nunca es en vano.



* Valerio Arcary, militante de Resistencia/PSOL, autor entre otros libros de
de O Martelo da História. Ensaios sobre a urgência da revolução
contemporânea (Sundermann, 2016).

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