Venezuela/ La maldición de los recursos naturales [Rubén Garrido-Yserte]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Mar 6 00:19:54 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

6 de marzo 2021

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Venezuela

 

La maldición de los recursos naturales

 

Rubén Garrido-Yserte, desde Madrid

Inter Press Service (IPS), 5-3-2021

http://www.ipsnoticias.net/

 

En Venezuela, a día de hoy, hay cinco millones de personas menos de las que
figuran en las últimas estadísticas oficiales. Esta es una de las
conclusiones de la edición 2019 de la encuesta sobre condiciones de vida,
Encovi (https://www.proyectoencovi.com/)  que elabora el Instituto de
Investigaciones y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

 

La migración, forzada por el colapso económico y acelerada desde 2015, el
aumento de la mortalidad infantil y la caída de la natalidad han mermado el
crecimiento demográfico de Venezuela y su potencial de desarrollo.

 

A finales de 2019 casi cinco millones de personas habían abandonado el país
por motivos económicos. Para muchas familias, la emigración, y su correlato
en las remesas recibidas por los que se quedan son hoy una de las
principales fuentes de supervivencia. Las proyecciones del FMI estiman que
la emigración venezolana podría llegar a los 10 millones a finales de 2023.

 

Para bien o para mal, la historia reciente de Venezuela ha estado ligada al
petróleo. El oro negro ha sido esencial como fuente de divisas y de
financiación de las políticas económicas y sociales. Su presencia, y ahora
ausencia, ha condicionado la economía, la política y la vida diaria de los
venezolanos.

 

País petrolero, país pobre

 

En la literatura económica hace tiempo que se acuñó el término la maldición
de los recursos naturales, también llamada la paradoja de la abundancia.

 

Esta paradoja hace alusión al hecho de que disponer de recursos valiosos
para los mercados internacionales no siempre desencadena procesos de
crecimiento y desarrollo económico. Más bien empuja a los países poseedores
a tener bajos niveles de desarrollo y una alta dependencia de un recurso
cuya rentabilidad, en la mayoría de los casos, está determinada por el
capricho de los mercados internacionales.

 

Por otra parte, la riqueza proveniente de la explotación de un recurso
natural hace obviar la aplicación de políticas de desarrollo del crecimiento
económico: la innovación y el capital humano o, lo que es lo mismo, la
educación y la ciencia. Y, sobre todo, puede socavar las instituciones
esenciales para un buen funcionamiento de la economía.

 

Desde 1914, con el comienzo de la explotación del pozo Zumaque I, el
petróleo ha sido la principal fuente de ingresos internacionales y gran
protagonista de la historia económica y política venezolana. En la década de
los 70 del siglo pasado, con la crisis del petróleo y la subida de precios
en los mercados internacionales, se produjo un gran desarrollo del sector y
un significativo aumento en los niveles de renta del país.

 

Pero también comenzaron a acumularse importantes desequilibrios: la
apreciación del tipo de cambio y las tensiones en los precios internos
derivados de un gasto (público en su mayoría) que se financiaba con las
regalías del crudo iban restando competitividad a la economía y condenándola
al monocultivo petrolero.

 

Petróleo, desigualdad y corrupción

 

Este titular podría resumir la evolución histórica de Venezuela desde
principios del siglo XX. Desde la economía política, la maldición de los
recursos naturales se encarna en muchas ocasiones en forma de corrupción,
desigualdad y en el macrodesarrollo de Estados rentistas. Aunque hay casos
de una gestión exitosa de los réditos del petróleo, como el de Noruega,
Venezuela no está entre los países en los que la explotación petrolera ha
venido acompañada de una correcta gestión de sus dividendos.

 

La desigualdad, la corrupción y el consecuente descontento social que estas
despiertan, auparon al poder al teniente coronel Hugo Chávez Frías en las
elecciones presidenciales de diciembre de 1998. Antes, había cumplido
condena en una cárcel militar de Caracas por el fallido intento de golpe de
Estado, el 4 de febrero de 1992, contra el Gobierno democrático de Carlos
Andrés Pérez.

 

Regeneración y justicia social fue el lema que llevó a Chávez a la
presidencia de la República de Venezuela: la corrupción, la pobreza, la
desigualdad y los desequilibrios macroeconómicos estaban en la raíz de la
victoria del chavismo.

 

La llegada de Chávez al poder coincidió con un periodo de subidas en los
precios internacionales del petróleo, el crecimiento económico de Venezuela
pareció recuperarse y la producción de crudo se mantuvo en volúmenes de 2,5
millones de barriles diarios.

 

Al igual que en los setenta, el petróleo sirvió para financiar las políticas
sociales del nuevo Gobierno, que se tradujeron en un importante aumento del
gasto social y en un mayor protagonismo del Estado en la economía.

 

Las empresas públicas financiaban el programa político-social de Chávez, y
las nacionalizaciones y expropiaciones acabaron por borrar del mapa de
Venezuela la iniciativa privada y la inversión internacional.

 

Todo esto se pudo mantener mientras fue sostenido por los pilares
petroleros: la producciones constantes y los precios internacionales altos.

 

Los datos socioeconómicos del país mejoraron significativamente con el
desarrollo de programas sociales para la reducción de la pobreza y el acceso
generalizado a la educación y la sanidad públicas.

 

Pero lo que podría haber sido una gran política de justicia social para los
venezolanos menos favorecidos, viró con el mismo ímpetu hacia un populista
culto al líder y un manejo económico cada vez más deficiente, con graves
problemas de gestión y corrupción.

 

Con Chávez, el modelo de Estado rentista, lejos de corregirse, aumentó
significativamente.

 

Cae la producción y bajan los precios

 

El aumento del gasto público, la caída de la inversión extranjera y la
inflación desbocada son, desde hace décadas, características del desempeño
macroeconómico venezolano.

 

Pero el verdadero colapso económico comenzó con Chávez todavía en el
gobierno. Tras su muerte, el 5 de marzo de 2013, Nicolás Maduro le sustituye
en el cargo y hereda esa situación que desde entonces ha ido empeorando muy
significativamente.

 

El petróleo dejó de ser el maná que cae del cielo por dos razones: la
incapacidad técnica de la petrolera nacional, Petróleos de Venezuela (PDVSA)
para mantener los niveles de producción y la caída de los precios del crudo
a nivel internacional. La paradoja está en que esta compañía pública fue
considerada en 1994 la segunda petrolera estatal más grande del mundo.

 

Con el desplome de los precios y de la producción, los ingresos públicos se
vieron reducidos de manera drástica, lo que desequilibró aún más las cuentas
y comprometió la política caudillista de líderes visionarios, basada en
transferencias hacia los sectores de la población que mejor podían
garantizar la permanencia de un régimen que, además, les prometía la
revolución.

 

Poniendo a funcionar la máquina de fabricar billetes

 

Lo que sí se revolucionó fue la cantidad de dinero en circulación. La
creación de bolívares y la monetización del déficit han sido la respuesta a
la caída de la producción y de los ingresos en divisas (y a la desconexión
con el resto del mundo que esto supone).

 

La economía venezolana cada vez más estrangulada por la restricción
económica exterior –a la que se han sumado luego las sanciones
internacionales–, lo es también por la muy deficiente gestión económica,
liderada por una burocracia estatal que impone controles de precios y
gestiona los recursos de forma inapropiada.

 

La inflación es un mal que genera costes: mina los ahorros, resta
competitividad, empobrece a la población y a los sectores sometidos a la
competencia internacional, cala en las vidas diarias y hace malvivir a los
ciudadanos para cubrir sus efectos.

 

Además, genera escasez y divide a la sociedad entre los que pueden tener
acceso a una moneda estable (dólares) frente a la inmensa mayoría de la
población que recibe sus salarios, pensiones y ayudas del Gobierno en una
moneda cuyo valor ha dejado de existir.

 

El salario de un profesor universitario en Venezuela es de poco más de un
dólar al cambio, lo que muestra el enorme empobrecimiento de la población.

 

La inflación como impuesto para el pueblo no es un fenómeno nuevo, las
hiperinflaciones tampoco lo son. Y casi siempre acaban igual: colapsando la
economía.

 

La economía menguante

 

Esta es la situación de la Venezuela actual, con unos niveles de renta y
riqueza que no han parado de decrecer desde que Maduro fue investido
presidente en 2013.

 

La máquina de fabricar dinero ha sido su política macroeconómica principal,
lo que ha llevado al colapso de la economía y a un retroceso en los niveles
de desarrollo humano de los venezolanos sin precedentes, al punto de que en
la actualidad ocupa el puesto 113 a nivel mundial.

 

Ya no existen los avances en el índice de desarrollo humano alcanzados en la
primera etapa del chavismo. La falta de datos oficiales sobre la situación
real del país dificulta enormemente el análisis del (más que seguro) enorme
impacto que estos años de carencias han tenido sobre la población.

 

Desabastecimiento, pobreza, inseguridad, deterioro de la salud y diáspora
son los signos del colapso de un país cuyos dirigentes han devastado la
iniciativa privada, han hecho al país más dependiente del petróleo y han
polarizado a la población. Han conseguido crear una sociedad convulsa y
enfrentada entre partidarios y detractores de un régimen que se guía por el
canto sobrenatural de los pajaritos (como encarnación del fallecido
comandante eterno).

 

La existencia de enemigos externos que, con sanciones formuladas como
castigo colectivo, inflige un gran daño a la población venezolana, afectando
a sus vidas y su salud y bloqueando la recuperación económica, lejos de
acabar con el modelo caudillista-populista, sirve a este como excusa
perfecta para justificar un drama humano que tiene su base en su
incompetencia y corrupción. (Este artículo fue publicado originalmente en
The Conversation: https://theconversation.com/us)  

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