Estados Unidos/ Los sindicatos de Silicon Valley no van al paraíso. [Sabrina Keßler]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Mar 15 14:11:51 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

15 de marzo 2021

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Estados Unidos

 

Los sindicatos de Silicon Valley no van al paraíso 

 

La creación del Sindicato de Trabajadores de Alphabet rompe la lógica
antisindical de los gigantes tecnológicos como Microsoft, Apple y Google.
Pero además, agrega un elemento novedoso: no se trata tanto de un sindicato
que luche por las mejoras salariales, sino de uno que además busca torcer
las prácticas de la empresa y llevarlas a una mayor responsabilidad social,
además de poner sobre el tapete diversas consecuencias de los usos
represivos de la inteligencia artificial.

 

Sabrina Keßler * 

Nueva Sociedad, marzo 2021 

https://nuso.org/

Traducción de Carlos Díaz Rocca

 

Poco después de Año Nuevo, Chewy Shaw hizo explotar la bomba. En un artículo
de opinión para el New York Times, el experimentado desarrollador de
software de la empresa de motores de búsqueda Google anunció que había
fundado el sindicato Alphabet Workers Union (Sindicato de Trabajadores de
Alphabet) junto con otros 400 colegas. «Durante demasiado tiempo, miles de
nosotros en Google, pero también en la empresa matriz Alphabet, no hemos
recibido respuesta a nuestros reclamos», escribe en su comentario Shaw,
vicepresidente de la organización de trabajadores recién formada. Google,
que una vez tuvo como eslogan «Don’t be evil» («No seas malo»), ya no se
toma ese lema en serio.

 

La creación del órgano de representación laboral es un punto de inflexión
inesperado y, sobre todo, histórico en el antisindical Silicon Valley.
Empresas como Microsoft, Apple, Google y otras siempre habían resistido con
éxito los esfuerzos de sus principales trabajadores por organizarse en un
sindicato. Si bien el personal de seguridad, los trabajadores de la
cafetería o el personal de limpieza estaban representados por sindicatos
hace ya tiempo, los desarrolladores de software y los empleados de
tecnología fracasaron una y otra vez en el intento de crear su propia
representación sindical. Por lo tanto, el Alphabet Workers Union es aquí una
excepción absoluta. 

 

Shaw y sus colegas no están interesados en lograr más dinero, más
bonificaciones o una jornada de trabajo más corta. Quieren, sobre todo, que
sus empleadores asuman una mayor responsabilidad social y política.
«Nuestros patrones han trabajado con gobiernos represivos en todo el mundo.
Han desarrollado una tecnología de inteligencia artificial que es utilizada
por el Departamento de Estado, y obtienen ingresos por publicidad de grupos
de derecha», escribe Shaw, quien ha denunciado a Google varias veces, pero
nunca obtuvo respuesta. «Cada vez que los trabajadores se organizan para
exigir cambios, los ejecutivos simplemente formulan promesas simbólicas y
hacen solo lo mínimo, con la esperanza de calmarlos». 

 

Los trabajadores y las trabajadoras presionan cada vez más por una mayor
responsabilidad social también en otros gigantes del Silicon Valley. Hace
unos años, cuando se supo que precisamente esas empresas habían firmado
miles de contratos con el Departamento de Estado estadounidense, las
autoridades migratorias, las autoridades antidrogas y el FBI, cada vez más
empleados criticaron a sus empleadores. Cientos de empleados de Microsoft
protestaron en 2018 contra el contrato del gigante tecnológico con el
Servicio de Ciudadanía e Inmigración estadounidense (ICE, por sus siglas en
inglés). Los empleados de Amazon, a su vez, instaron a su jefe, Jeff Bezos,
a dejar de vender el software de reconocimiento facial de Palantir al ICE y
al Servicio de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP), ya que esa tecnología
se usaría para finalmente «dañar a los más marginados». 

 

Pero en ningún lugar estas voces se alzaron más fuerte que en Google. En
2018, por ejemplo, más de 20.000 empleados hicieron abandono de tareas para
protestar contra la manera en que la empresa encaraba el tema del acoso
sexual. Otros se resistieron a decisiones comerciales que consideraban
reñidas con la ética, como proporcionar tecnología a la guardia fronteriza o
colaborar con el gobierno chino en el desarrollo de un motor de búsqueda que
ejercía la censura. «Google y compañía reclutaron a personas como Shaw con
la promesa de que eran un tipo diferente de empresa, sobre todo
transparente, y con la misión de hacer del mundo un lugar mejor», dice
Margaret O’Mara, profesora e historiadora de Silicon Valley en la
Universidad de Washington. «Estos empleados ahora les están pidiendo a las
empresas que cumplan con lo prometido». 

 

Sin embargo, hasta ahora, las protestas no han permitido a los sindicatos de
Silicon Valley ganar terreno, al contrario. Los gigantes tecnológicos de
Estados Unidos han luchado durante décadas para que sus empleados no se
organicen. «Hubo una fuerte tendencia utopista en las primeras etapas de
Silicon Valley», dice O’Mara. A diferencia de las empresas de la costa Este,
donde los empleados se enfrentaron a la gerencia, en este caso se buscó
evitar una animosidad semejante.

 

«En ese momento, la sola existencia de sindicatos significaba que la
dirección de la empresa estaba haciendo las cosas mal». Así que las empresas
hicieron todo lo posible para mantener conformes a sus empleados. Para
defenderse de los sindicatos, las empresas ofrecían salarios competitivos,
generosos paquetes de acciones y beneficios sociales, incluso a aquellos
trabajadores que producían chips y dispositivos en las fábricas. La
esperanza era mantenerlos contentos y sin poder. 

 

Esta práctica todavía está profundamente arraigada en Silicon Valley. Además
de la gran cantidad de acciones que poseen, los trabajadores y trabajadoras
de la tecnología ganan un promedio anual de 200.000 dólares, siete veces el
promedio de los estadounidenses. Esta es otra razón por la cual empresas
como Google y otras argumentan que las representaciones laborales no son
necesarias: después de todo –aducen–, los salarios y las condiciones
laborales ya son más que justos. 

 

Sin embargo, hay motivos completamente diferentes detrás de la hostilidad
hacia los sindicatos, dice O’Mara. Existe una gran preocupación de que el
exceso de derechos de los trabajadores pueda ralentizar el rápido
crecimiento de los gigantes tecnológicos. «Los trabajadores sindicalizados
simplemente no dan a las empresas de tecnología la flexibilidad que estas
necesitan». Después de todo, la industria depende de contrataciones rápidas
y recortes drásticos en caso de que cambie la demanda. Hace décadas, Robert
Noyce, cofundador del fabricante de chips Intel, argumentó de manera
bastante similar: «La no sindicalización es vital para la mayoría de
nuestras empresas». Noyce y sus colegas vieron el baluarte tecnológico como
una oportunidad para romper con el modelo de trabajo tradicional, lo que
facilitó la construcción de automóviles y la extracción de minerales. «Si
tuviéramos las reglas laborales que observan las empresas sindicalizadas,
todos estaríamos en la ruina».

 

El hecho de que empresas como Google y Microsoft hayan podido defenderse con
tanto éxito contra la organización de sus empleados también se debe a la
legislación laboral estadounidense. Las leyes facilitan que las empresas
despidan a empleados demasiado críticos, dice Nelson Lichtenstein, profesor
del Centro para el Estudio del Trabajo, los Trabajadores y la Democracia de
la Universidad de California en Santa Bárbara. Despedir empleados porque
están sindicalizados también es ilegal en Estados Unidos. «Eso no impide que
las empresas de tecnología encuentren otras razones para rescindir
contratos», dice Lichtenstein, quien ha estado investigando este tema como
historiador del trabajo durante décadas. 

 

Hace solo un mes, los funcionarios federales descubrieron que Google
posiblemente había despedido injustamente a dos empleados que protestaron
por la cooperación de la empresa con las autoridades de migraciones en 2019.
Timni Gebru, una reputada especialista en ética aplicada a la tecnología,
vivió algo similar a fines del año pasado, cuando fue despedida por Google
durante sus vacaciones. En un artículo de investigación, había criticado que
la inteligencia artificial se estuviera volviendo cada vez más difícil de
controlar y que las minorías estuvieran siendo discriminadas sin que esto
llamara la atención de los desarrolladores, incluso en Google. Jeff Dean,
director del Departamento de Inteligencia Artificial, justificó su partida
alegando que el artículo de Gebru «no había cumplido con nuestros estándares
de publicación» e «ignoró demasiadas investigaciones relevantes» sobre las
recientes mejoras positivas de la tecnología. 

 

Estos incidentes no son aislados, subraya Liechtenstein, principalmente
porque las consecuencias para las empresas son ínfimas. «Las sanciones por
despedir a un sindicalista son absolutamente ridículas», dice Lichtenstein.
De ser descubiertas, las empresas solo tendrían que ofrecerle nuevamente su
puesto al despedido y pagar todos los salarios perdidos por el empleado
desde el despido. «Pero la mayoría de ellos no tiene ninguna intención de
regresar». 

 

Queda por ver cuánto de esta realidad podrá cambiar el recién formado
Alphabet Workers Union. Porque, a diferencia de los representantes
tradicionales de los trabajadores, que representan la mayoría de la fuerza
laboral, el Alphabet Workers Union se ve a sí mismo solo como un sindicato
minoritario. Los sindicatos minoritarios son menos poderosos y no tienen
derecho a negociar convenios colectivos. Sin embargo, ofrecen cierta
protección y pueden servir como estructura de base para acciones conjuntas.
Actualmente, el colectivo reúne a solo 800 de los más de 120.000 empleados
de todo el grupo empresario. El poder del sindicato es, no obstante, enorme,
dice el profesor Lichtenstein. «No hay nada más poderoso que cuando los
empleados se pronuncian en contra de su propia empresa y ejercen presión».
Por lo tanto, esta unión envía sobre todo una señal.

 

En el ámbito de las empresas tecnológicas en particular, la cuestión de la
imagen es esencial. «El valor de la empresa se basa en el conocimiento
tecnológico. Pero la marca y la imagen hacen una contribución importante»,
dice Lichtenstein. Si los empleados llamasen a una acción concertada contra
la empresa, esto pondría en peligro la reputación de esta. Principalmente
porque cuando esos sindicatos salen deliberadamente a la opinión pública, lo
hacen para ventilar ciertas irregularidades internas. 

 

El tiempo dirá si Alphabet Workers Union se convertirá en un modelo para
otros sindicatos del ámbito tecnológico. «Organizar a los trabajadores del
sector privado siempre ha sido difícil. Y las empresas tecnológicas más
grandes tienen mucho dinero para presionar a los legisladores y hacer
retroceder los esfuerzos sindicales», dice la profesora O’Mara. Cientos de
personas ya se han unido al sindicato de Google, pero miles más aún no lo
han hecho. «No sabemos cómo terminará todo. Pero sin dudas se trata de algo
histórico». 

 

* Sabrina Keßler es periodista especializada en economía y trabaja en
Estados Unidos como corresponsal para diversos medios alemanes. Sus informes
suelen enfocarse en los acontecimientos de Wall Street.

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