Madrid/ La izquierda derrotada. Crónica de urgencia. [Manuel Garí]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 7 10:23:18 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

7 de mayo 2021

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redacción y suscripciones

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4 de mayo en Madrid



La izquierda derrotada



Crónica de urgencia



Manuel Garí *

Viento Sur, 7-4-2021

https://vientosur.info/

A l’encontré, 7-5-2021

http://alencontre.org/



El resultado de las elecciones para el parlamento de la región de Madrid son
el “first round” de la disputa electoral en todo el Estado español y un
exponente de los problemas políticos de fondo que aquejan tanto a la
izquierda tradicional social liberal como a la nueva izquierda populista
surgida de la movilización de los indignados del 15 M. Pero también en el
Partido Popular (PP) crecen los problemas: ha surgido de la nada el
liderazgo de Isabel Díaz Ayuso frente al secretario general Pablo Casado
quien, a su vez, intenta sacar rédito de la victoria madrileña. Ayuso, como
se la conoce, es un producto de marketing político que ha cristalizado en
una “marca” que inclina la balanza interna del PP hacia posiciones más
neoliberales y derechistas, lo que puede suponer un inconveniente para
aspirar a gobernar el conjunto del país. Dicho lo anterior, los resultados
madrileños -dadas las características políticas, económicas y sociales
específicas de la región- no pueden extrapolarse mecánicamente al conjunto
del Estado español. Pero, sin duda, el “gobierno de progreso” formado por el
Partido Socialista Obrero Español (PSOE) y Podemos ha recibido un duro
varapalo.



Y, aún más grave, el resultado electoral supone una muy mala noticia para
las clases subalternas, para las y los trabajadores, en definitiva, para el
pueblo de izquierdas. El neoliberalismo trumpista madrileño ha revalidado y
mejorado su resultado electoral en un contexto social crítico. La situación
sanitaria y económica creada por la pandemia se ha sumado a los anteriores
factores que configuran un profundo “estado del malestar” que atraviesa a
toda la sociedad en el conjunto del Estado español, como ocurre en otros
muchos países.



Una situación dramática



En el caso español, ese malestar se agrava para una clase trabajadora que
sufre un desempleo -según los registros oficiales, aunque en realidad es
mayor- de 3,949.640 personas en marzo del presente año, lo que supone un
15,3% de la población activa que, en el tramo de edad de personas menores de
25 años alcanza el 37%. Al mismo tiempo, las y los trabajadores acogidas a
las medidas extraordinarias de Expediente de Regulación Temporal de Empleo
(ERTE) con cargo a las arcas públicas alcanzan la cifra de 638.283 personas
a finales de abril. Las “colas del hambre” ante los comedores asistenciales
públicos, privados y populares son una dolorosa realidad y las medidas de
“escudo social” del gobierno de Pedro Sánchez -como el mísero Ingreso Mínimo
Vital creado para casos extremos- no llegan, se retrasan y son
insuficientes. La estructura económica española con un sector de servicios
turísticos que supuso casi el 13% del PIB en 2019 antes del covid-19 y un
entramado de bares, tabernas y restaurantes desproporcionado para la
población autóctona, ha sufrido duramente los efectos de la pandemia.



En estas condiciones el gobierno español, con un aumento de la deuda pública
que se acerca al 130% del PIB, confía todas sus cartas a la llegada de los
Fondos Next Generation de la Unión Europea, lo que significa que pondrá en
manos de las grandes empresas esos préstamos y subvenciones sin que el
sector público de la economía se refuerce. El gobierno de coalición PSOE-UP
mantiene una política económica neoliberal gobernada por la ministra Nadia
Calviño, no aborda una reforma fiscal con voluntad redistributiva para dotar
a la vez al sector público de medios y afronta los problemas sociales desde
una lógica asistencialista que solo pretende paliar débilmente y sin
conseguirlo los aspectos más lacerantes de la pobreza.  En definitiva, las
clases populares no vislumbran una solución desde la izquierda en el
horizonte y, a la vez, aumentan las desigualdades entre capital y trabajo,
ricos y pobres, trabajadores con empleo digno y precarios, hombres y
mujeres, mayores de 35 años y menores, habitantes de los grandes centros
financieros y ciudadanía de las regiones deprimidas. Al igual que en los
países empobrecidos, salvando las distancias obviamente, hay amplias capas
de la población que se ha encontrado ante el dilema de enfermar del Covid o
enfermar por falta de ingresos. Esto es clave para comprender el estado de
ánimo y la conciencia popular.



Esta situación objetiva de la clase trabajadora se ve acompañada por un
factor muy negativo: la desmovilización y la pasividad ante la situación.
Las grandes centrales sindicales practican una política de concertación
social con las patronales que deteriora su correlación de fuerzas cada día y
pese a los discursos, los sindicatos no han forzado al gobierno a defender
el valor de las pensiones de jubilación, aumentar el salario mínimo
profesional prometido, ni a derogar la legislación laboral que ha dejado sin
gran parte de derechos a las y los trabajadores y a los mismos sindicatos
sin capacidad de negociación colectiva efectiva. Hay luchas defensivas y
dispersas en las empresas amenazadas por el cierre y focos de resistencia
social por el derecho a la vivienda o a la sanidad pública, pero estamos muy
lejos de la época de las movilizaciones de los años 2011 a 2015 con las
“mareas” (blanca de las y los sanitarios, verde del profesorado, etc.) que
sacaron a decenas de miles a las calles.



Gran parte de las gentes activistas de los movimientos sociales han orbitado
en torno a los gobiernos de izquierda regionales o sobre todo del gobierno
de coalición español y muchos de sus componentes han sido cooptados de una u
otra forma por el aparato gubernamental y las tareas institucionales. El
resultado es que una parte importante de las energías de movimientos
vecinales por la vivienda, el medio ambiente, la lucha de las mujeres o anti
racistas han mermado en beneficio de una espera atenta a la acción
legislativa gubernamental que se retrasa y no llega, incumpliendo promesas y
creando desánimos. A su vez, el ciclo de movilizaciones por sus derechos
nacionales en Cataluña ha entrado, de momento, en una fase de retroceso. La
primera conclusión que puede extraerse es que el ciclo político abierto tras
el 15 M del año 2011 ha finalizado, y nos encontramos ante una nueva fase de
la organización popular peor que antes de formarse el gobierno de coalición
PSOE-Unidas Podemos.



Votos y primeras consideraciones



Las elecciones del 4 de mayo han sido resultado de una convocatoria
anticipada antes de que se cumpliera el plazo de 4 años de vigencia, por
tanto, se ha elegido un parlamento para menos de 2 años de vida. La causa de
la disolución de la cámara por la presidenta Isabel Díaz Ayuso del PP es un
golpe de mano al tomar conciencia de su reforzado prestigio tras una
rocambolesca maniobra política del PSOE en otra región (Murcia) que no
merece ser ahora descrita, salvo para destacar que la política de Pedro
Sánchez, presidente del gobierno español y secretario general del partido
socialista actualmente basa sus operaciones políticas en los consejos de
Iván redondo un Rasputín del siglo XXI asesor electoral y de comunicación
mercenario que ha trabajado como “técnico” para diversos partidos.



El Partido Popular (PP) ha obtenido un excelente resultado con 65 de los 136
que componen la cámara y supera a todos los obtenidos por el conjunto de la
izquierda que suma 58, lo que unido a los 13 obtenidos por el
ultraderechista Vox significa que la derecha extrema y la extrema derecha
tienen 78 escaños, 20 más que la suma de la izquierda. Con una participación
récord en este tipo de elecciones, del 76,2% del electorado, como factor que
teóricamente iba a beneficiar a las opciones de izquierda, la derecha ha
obtenido el 57% del voto popular frente al 42% que ha ido a la izquierda.
Una catástrofe sin paliativos.



El PP venía gobernando desde hace más de dos décadas el gobierno madrileño,
pero ayer fue el partido más votado en todos los pueblos y ciudades (salvo
en dos pequeños y marginales municipios) de la región y en todos los
distritos electorales de la ciudad de Madrid, incluyendo los barrios y
pueblos del “cinturón rojo”. El siguiente cuadro con los datos provisionales
es significativo:

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Partido Votos año 2021                                Escaños 2021
Escaños 2019

Partido Popular    1.620.213 (45%)                      65
30

Partido Socialista  610.190 (16,9%)                     24
37

Unidas Podemos  261.010 (7,2%)                      10
7

Más Madrid          614.660 (17,1%)                     24
20

Vox                      30.669 (9,2%)                       13
12

Ciudadanos          129.216 (3,57%)                     0
26

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Es evidente que el discurso trumpista “a la tejana” de la presidenta Díaz
Ayuso en el que se ha primado la ganancia empresarial sobre la salud de las
personas, se apoya en amplios sectores de la sociedad. Hay sectores
patronales que se ven beneficiados, pero, a su vez, hay clases medias en las
que ha avanzado una concepción insolidaria de la libertad de consumo y
movimiento; y lo que es más grave, hay muchos trabajadores y trabajadoras
con empleos muy precarios e ingresos en riesgo que se han visto ante el
dilema de escoger entre dos riesgos: salud o hambre.



Fue sorprendente que comenzara su campaña planteando el dilema “Socialismo o
Libertad” que luego convirtió en la dicotomía entre Comunismo o Ayuso. Fue
sorprendente escuchar a miles de personas gritar la palabra “Libertad” ante
la sede del PP tras conocer el triunfo en las urnas. Es una expresión
políticamente vacía pero que manifiesta un sentimiento individualista que
identifica la libertad con el negocio y el ocio privados. Como en todo buen
“momento” trumpista no importan las cifras reales de la economía y la salud,
Ayuso ha generado una realidad paralela que ha calado en sectores populares.
Con una gestión económica y de la pandemia muy negativas, Ayuso ha logrado
tres objetivos, ayudada por la mayor parte de los medios de comunicación y
apoyándose en un partido muy organizado y en sus bases sociales de la
Iglesia Católica, la escuela privada subvencionada con dinero público y las
empresas beneficiarias de la privatización de la sanidad. En primer lugar,
ha colocado sus “verdades” mediante mentiras y contra todo atisbo de
veracidad. En segundo lugar, ha creado la sensación de la existencia de una
“forma de vida” a la madrileña (por grotesco que parezca) cuya identidad es
atacada por el gobierno español (sic). En tercer lugar, y los más
importante, ha determinado el marco en el que se iba a realizar el debate
político, la campaña y los temas clave, logrando que la misma no fuera de
ámbito regional sino español. Cierto es que ello oculta la realidad de una
región en la que las empresas de la construcción (tanto de obras públicas
como de inmuebles) han recibido importantes privilegios e inyecciones de
dinero desde el poder político, se ha creado un entramado de intereses en
torno a la enseñanza y la sanidad privadas, muy apoyadas en detrimento de
sus homólogas públicas en franco proceso de deterioro y destrucción.



El triunfo del PP se complementa con un resultado importante de la extrema
derecha de Vox dirigida por un parásito de las subvenciones públicas,
Santiago Abascal, al que no se le conoce empleo anterior y Rocío Monasterio,
una empresaria con antecedentes de fraude en el ejercicio de su profesión.
Vox es un discípulo avanzado de Bannon y está formado por un combinado
explosivo de neoliberales autoritarios, nostálgicos del franquismo, clases
rentistas parasitarias, miembros de la policía y del ejército y matones de
gimnasio.



Tanto Vox como el PP han expresado su intención de colaborar. Con la
desaparición de Ciudadanos -un partido neoliberal que presumía de centrista-
del parlamento madrileño cuyos exvotantes han nutrido el resultado del PP,
la derecha nacionalista española se ha reconfigurado, lo que tendrá efectos
en otras regiones como es el caso de Andalucía donde el PP y Ciudadanos
cogobiernan. Pero no cabe duda de que, si bien Vox representa un peligro
potencial que ya condiciona los debates culturales y las políticas en
algunas cuestiones, el peligro explosivo y tóxico real lo supone ya en el
presente le neoliberalismo autoritario (“libertarista”) del PP madrileño.
Al igual que en una jauría de caza, los hay que ladran y los hay que
muerden: Monasterio vocifera y Ayuso, entre frase tonta y frase estúpida,
impulsa políticas reaccionarias efectivas, materiales e ideológicas.



Capítulo especial merece el constatar que desde hace años todo el espectro
de la derecha españolista en sus diferentes versiones y desde los medios de
comunicación afines han focalizado en la persona de Pablo Iglesias todo su
odio como clase dirigente guerracivilista, convirtiéndolo en objeto de acoso
personal, familiar, mediático y judicial. Acoso que, durante la campaña
electoral ha llegado a las amenazas de muerte mafiosas, que han ido
extendiéndose a otros miembros del gobierno español.  Campaña que sólo puede
ser calificada de abominable y peligrosa.



Reconfiguración en el seno de la izquierda



El partido socialista ha tenido sus peores resultados electorales en Madrid
desde 1977. Carente de proyecto, su candidato Ángel Gabilondo, ha hecho
afirmaciones suicidas como que no iba a aumentar los impuestos, en una
región cuyos ingresos fiscales mermaron en decenas de miles de millones de
euros a causa de los gobiernos del PP, o que en la lucha contra la pandemia
no habría adoptado medidas preventivas como el cierre de la hostelería
diferentes a las adoptadas por Ayuso. Con ello Gabilondo y su jefe Pedro
Sánchez intentaban ganar al electorado de centro, propósito en el que han
fracasado.



Más Madrid, un grupo procedente de lo que fue inicialmente Podemos, que se
define como verde y feminista pero que estaba dispuesto incluso a gobernar
con un partido como Ciudadanos, y que cuenta con la experiencia de un
trabajo municipal de cuatro años con muchas sombras en cuestiones de planes
urbanísticos, ha logrado superar al partido socialista en 4.000 votos, lo
que lo sitúa como el primer partido de la izquierda convencional. Su campaña
ha sido inteligente y su candidata Mónica García, una médica que sigue
trabajando en su hospital y que ha sido casi la única voz de oposición en
los dos años anteriores en la cámara madrileña ha dado un mensaje claro
sobre cuestiones concretas en torno a la salud y la sanidad pública por
ejemplo que han logrado calar en el electorado de izquierdas. Pero su misma
orientación política y programática -verde socialdemócrata liberal que se
mira en el espejo del alemán Die Grünen- también señala los límites de Más
Madrid para configurarse como una izquierda alternativa ecologista y
socialista capaz de modificar sustantivamente la situación popular.



Especial importancia tiene el caso de Unidas Podemos porque representa lo
que queda del aliento renovador e ilusionante que supuso el primer Podemos
del año 2015 en cuya creación contribuyó decisivamente Anticapitalistas y en
la que trabajó hasta que las condiciones internas antidemocráticas se lo
impidieron. La coalición UP que en las anteriores elecciones obtuvo 7
escaños y esta vez ha logrado 10, sin embargo, ha obtenido un resultado que
desde el punto de vista político ha significado un nuevo fracaso. Ello ha
llevado a su líder Pablo Iglesias a presentar su dimisión de todos sus
cargos internos e institucionales. Iglesias fue la figura caudillista
fulgurante que irrumpió en 2015 en el panorama político español, pero en su
fuerza residía su debilidad. Carente de un proyecto político con un
horizonte estratégico configuró un partido, Podemos, en el que la primera y
última palabra la tenía él; lo que significó que realizó una exclusión
sistemática de cualquier posición diferente, pero también imposibilitó crear
una estructura partidista democrática y participativa dotada de lazos
orgánicos firmes con la clase obrera. Apostó con todas sus fuerzas por
entrar en el gobierno con Sánchez y lejos de reforzar su posición, Podemos
ha vivido un proceso de subordinación a las políticas social liberales y
desde una impugnación al régimen nacido en 1978 ha acabado siendo un
defensor de la Constitución española, dejando sus reparos con la monarquía
para las declaraciones y los discursos.



Tras su fracaso en el gobierno, Iglesias, temeroso de que su partido no
superara la barrera del 5% de votos en Madrid, dimitió como ministro del
gobierno español y vicepresidente de Sánchez y encabezó la candidatura de
Unidas Podemos en las elecciones con la intención de remontar las malas
expectativas demoscópicas y poder determinar la política de la izquierda en
Madrid formando parte de un gobierno regional. Durante la campaña centró su
esfuerzo en polarizar el debate con Ayuso y Vox planteando el dilema
“Fascismo o Democracia”, con un enfoque frente populista que escondía una
orientación eurocomunista envuelta en una búsqueda de la vieja identidad
estalinista de la guerra civil española y una retórica que no se
correspondía con las preocupaciones y dilemas de la mayoría social ni con la
situación real absolutamente ajena a la Europa de los años treinta. Y, lo
que es más ridículo, es basar la respuesta antifascista en la vieja
Constitución de 1978 producto del pacto entre franquistas y reformistas que
asegura la jefatura de estado a un rey heredero del nombrado por Franco,
blinda la economía de mercado, facilita los privilegios educativos y
económicos de la Iglesia Católica, impide el derecho a la determinación y
soberanía de las naciones y le confiere al ejército el papel de garante de
la unidad de España.



Podemos, Izquierda Unida y el Partido Comunista de España (PCE) forman
actualmente una confusa amalgama “poscomunista” con la marca UP liderada
absolutamente por Iglesias, vacía de músculo militante y carente de proyecto
político propio frente al PSOE. Este último episodio de la dimisión de todos
sus cargos por parte de Iglesias deja a su partido, Podemos, en una profunda
crisis interna de gran alcance e imprevisibles luchas cainitas y
consecuencias. Crisis que, sin duda se trasladará al conjunto de UP. Pero la
dimisión es, sobre todo, la expresión del fracaso de una orientación
populista sin programa ni propuesta de sociedad, de una actuación basada en
el hiperliderazgo caudillista y de un modelo de partido antidemocrático. Y
ante todo muestra el fracaso del gobernismo, esa vieja obsesión del
eurocomunismo de entrar a formar parte de los gabinetes ministeriales como
condición sine qua non de supervivencia.



Una última consideración. La izquierda marxista revolucionaria también tiene
importantes problemas que resolver y el primero de ellos y no menor es su
escasa influencia social, política y electoral. Ante si tiene la obligación
de reinventarse. Acabó un ciclo político pero las tareas que tiene por
delante son más complejas que al inicio del mismo porque deberán combinar un
trabajo paciente de reconstrucción de las organizaciones populares y la
resistencia social, la elaboración de un nuevo programa ecosocialista, la
construcción de un sólido polo político anticapitalista y la puesta en pie
de nuevas alianzas sociales y políticas, incluyendo experiencias electorales
que le permitan jugar un papel activo en la recomposición del movimiento y
eviten que caiga en la irrelevancia. Pero esta cuestión la podemos dejar
para otro artículo que reflexione sobre el futuro.



* Miembro del consejo asesor de Viento Sur y militante de Anticapitalistas.

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