Debates/ La garantía de empleo en medio del vado. [Michel Husson]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Mayo 13 14:43:47 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

13 de mayo 2021

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Debates



La garantía de empleo en medio del vado



Michel Husson

A l´encontre, 3-5-2021

https://alencontre.org/

Traducción de Viento Sur

https://vientosur.info/



El objetivo de garantizar el empleo debe ser un elemento clave de un
proyecto de transformación social. A condición de asumir todas las
implicaciones.



El regreso del objetivo del pleno empleo



El proyecto de garantía del empleo (Job Guarantee) ha reaparecido
recientemente en Estados Unidos; se inscribe en una larga tradición abierta
por el New Deal de Roosevelt, luego abandonada[1]. En la actualidad es
defendido por los economistas post-keynesianos[2] que encuentran su
inspiración en el trabajo del economista Hyman Minsky. Este discípulo de
Keynes pensaba que la reactivación de la demanda no sería suficiente para
lograr el pleno empleo. Su idea central era que el Estado (en sentido
amplio) debería convertirse en el “empleador de última instancia”.



Minsky también propuso “tomar a los desempleados como son y adaptar los
trabajos públicos a sus habilidades”[3] con el fin de garantizar una
creación inmediata de empleos (on the spot). En lugar de esperar a que la
formación haga a los desempleados/as “empleables”, Minsky y sus seguidores
sugirieron invertir el calendario: crear puestos de trabajo primero, y
formar a trabajadores y trabajadoras en segundo lugar. Este es el principio
que encontramos hoy en Francia, en el corazón de la fascinante
experimentación de “Territorios cero desempleados de larga duración”[4].



El proyecto de garantía de empleo fue apoyado por Bernie Sanders durante su
campaña: proponía un plan que garantizase a cualquier trabajador y
trabajadora “que lo pida o lo necesite” un trabajo pagado a 15 dólares la
hora y que cubra el riesgo de enfermedad[5]. La presentación más completa de
este proyecto es hoy el libro de Pavlina Tcherneva, recientemente traducido
al francés[6]. Tiene muchos méritos, en particular el de echar abajo las
teorías dominantes sobre el desempleo, pero también presenta debilidades que
conviene identificar, si se quiere superarlas.



¿La garantía del empleo como termostato del capitalismo?



A pesar de las perspectivas que abre, el proyecto, tal como es presentado
por Pavlina R. Cherneva, es muy insatisfactorio. Es mejor citar extensamente
lo que escribe: “Al dar trabajo a los desempleados y desempleadas, la opción
pública mantiene el pleno empleo con un salario mínimo, garantizando un piso
mucho más sólido para la demanda total en declive que en una situación de
desempleo crónico. Cuando la economía se recupere y las empresas comiencen a
contratar nuevamente, los trabajadores pasarán del programa de garantía de
empleo al empleo en el sector privado. […] Al contrarrestar las
fluctuaciones en la demanda de trabajadores del sector privado, esta
naturaleza contracíclica del programa estabilizará al mismo tiempo las
fluctuaciones de la economía y los precios, y puede verse reforzada por la
formación, la cualificación y otras acciones, con el fin de permitir que los
trabajadores y trabajadoras con garantía de empleo accedan a ofertas de
trabajo mejor remuneradas. En otras palabras, la garantía de empleo
proporcionará un salario mínimo universal, permitirá un verdadero pleno
empleo y será un poderoso amortiguador para el conjunto de la economía”.



La primera crítica que se puede dirigir a esta presentación se refiere a la
naturaleza contracíclica del dispositivo: esto significa que se “hincha” en
tiempos de mala coyuntura y luego retrocede “cuando la economía se
recupera”. Bill Mitchell, otro promotor del proyecto, lo explicaba aún más
claramente: “El gobierno mantiene una reserva de puestos de trabajo para
absorber a los trabajadores que no encuentran empleo en el sector privado.
Este stock aumenta o disminuye dependiendo de si la actividad del sector
privado disminuye o aumenta […] Así, el gobierno absorbe a los trabajadores
desplazados del sector privado hacia el empleo. A los empleados del ‘stock
de reserva’ se les pagará el salario mínimo, que define un límite mínimo
salarial para la economía”[7].



Este concepto de “stock de reserva” o “termostato", por utilizar un término
utilizado por Tcherneva[8], plantea dos problemas. Primero, sugiere que el
problema del desempleo no es estructural sino que varía según la situación
económica. Es cierto que las fluctuaciones del desempleo son mucho mayores
en los Estados Unidos que en los países europeos, pero es un hecho que
existe una tasa de desempleo estructural y permanente. Además, Tcherneva no
dice otra cosa: “el crecimiento, nos dicen, es como la marea: hace que todos
los barcos suban al mismo tiempo. Es en gran parte un mito. De hecho, las
recuperaciones sin empleo se han convertido en norma desde hace medio
siglo”. Sin embargo, eso es perfectamente contradictorio con lo que dice en
otra parte: “cuando la economía se recupere y las empresas comiencen a
contratar de nuevo, los trabajadores pasarán del programa de garantía del
empleo al empleo en el sector privado”, pero ¿se estará por lo tanto en
pleno empleo?



Tcherneva afirma que “la garantía del empleo sustituye al NAIRU por un
estabilizador automático poderoso que proporciona a la vez el pleno empleo y
la estabilidad de los precios”. Tiene completamente razón en la crítica a la
teoría del NAIRU que establece la tasa de paro por debajo de la cual no se
puede descender sin acelerar la inflación. Existiría pues, según los
economistas dominantes, un tasa de paro “de equilibrio”·, incluso natural,
de la que no debería ni podría apartarse y que está alejada del pleno
empleo. Se puede mostrar que, en realidad, se trata más bien de la tasa de
desempleo que no reduce la tasa de beneficio[9]. Pero, en este caso, no se
entiende como el capitalismo aceptaría que se reduzcan los beneficios
durante las fases de recesión. Y sobre todo, no se entiende como podría ser
mantenido este supuesto pleno empleo con la recuperación económica y la
“deshinchazón” de la esfera del empleo garantizado.



Se nos advierte, subraya Tcherneva, que “los 'capitanes de la industria' se
opondrán ferozmente al pleno empleo”[10]. De hecho, esta es la cuestión
central que ella evacua al señalar que todos los avances sociales han
encontrado la misma hostilidad: salario mínimo, reducción de la duración del
trabajo, puesta en marcha de la seguridad social, prohibición del trabajo
infantil, derechos de la mujer, etc. En este “largo proceso de garantía de
los derechos económicos universales”, la garantía del empleo solo es, a fin
de cuentas, “un paso más”. Pero no se establece el vínculo con la defensa
del beneficio que siempre ha estado, al final, en la raíz de la hostilidad
de los empresarios hacia el progreso social. ¿Es suficiente la creación
monetaria para sortear el obstáculo?



Este enfoque otorga a la garantía de empleo una función sustitutiva temporal
de la creación de empleo en el sector privado. Por otra parte, Tcherneva
hizo de la misma un argumento en contra de la renta universal, a la que
reprochaba conceder la misma prestación a todas y todos, “año tras año,
llueva o truene”[11]. Pero entonces nos encontramos con una nueva
contradicción: si la garantía de empleo es un medio para hacer que existan
empleos social (y ecológicamente) útiles, no se puede al mismo tiempo decir
que esta utilidad social estaría de alguna manera indexada sobre la
actividad económica general.



Henri Sterdyniak[12] ha planteado con razón esta cuestión: “El texto insiste
con razón en la importancia de los trabajos de cuidado, de proximidad, de
medio ambiente. Si los puestos de trabajo así definidos son esenciales,
difícilmente es concebible que desaparezcan durante un período de
recuperación de la actividad, que sean fuertemente contracíclicos. Los
trabajos de atención o de proximidad no pueden considerarse variables de
ajuste. Tomemos el caso de los cuidadores de niños y niñas discapacitados,
son necesarios cualquiera que sea la coyuntura”.



¿Convivencia pacífica con el sector privado?



La segunda gran crítica consiste en el estatus de los puestos de trabajo
creados. Está limitado a priori en virtud del principio de que no deben
“competir con actividades privadas”. El ya citado Bill Mitchell había
expresado este principio explícitamente: “Los empleos creados por la
garantía de empleo serían 'contratados a partir de abajo', en la medida en
que los salarios mínimos no compitan con la estructura salarial del sector
privado. Al no competir con el mercado privado, el empleo garantizado
evitaría las tendencias inflacionarias del keynesianismo anticuado”. Para
Tcherneva, la competencia iría más bien en sentido contrario ya que la
garantía de empleo obligaría a “las empresas a adoptar su salario de base”.



A las desempleadas y desempleados se les ofrecería “una lista de trabajos de
servicio público local pagados con un salario mínimo decente (digamos a 15
dólares la hora)” que garantizarían beneficiarse de la Social Security y de
mejores pensiones. Pero, ¿qué pasaría con los desempleados que perdieran un
trabajo remunerado por encima del salario mínimo y, por lo tanto, pudieran
reclamarlo? Aquí podemos ver la diferencia entre los modelos sociales
estadounidense y europeo: es poco probable que un proyecto de este tipo sea
popular en un país donde las prestaciones por desempleo dependen de los
salarios anteriores.



Pero la pregunta también surge en Estados Unidos: no es consistente proponer
la creación de empleos que satisfagan necesidades sociales insatisfechas y
postular que solo merecen el salario mínimo. ¿Por qué los trabajos de
cuidado, de proximidad y de medio ambiente deben clasificarse en la parte
inferior de la escala de salarios y calificaciones?



¿Financiación y/o valorización?



La cuestión de la financiación es casi un problema falso para Tcherneva,
quien invoca el principio de la “teoría monetaria moderna”, según el cual
“cualquier gobierno con soberanía monetaria, como el de Estados Unidos,
puede carecer de recursos humanos o naturales, pero nunca podrá estar sin
dinero”. A continuación, presenta los resultados de una simulación en la que
la garantía de empleo afectaría a alrededor del 10% del empleo total en los
Estados Unidos. El coste de este programa representaría como máximo el 1,5%
del PIB y conduciría, gracias a los efectos de relanzamiento, a un aumento
del PIB del 2,8% y a un empleo adicional del 2,6%, incluso en el sector
privado[13].



Pero Tcherneva agrega otro argumento: “pagar por la garantía del empleo”,
escribe, “significa que la moneda puesta en circulación a través del
programa siempre estará unida a un trabajo concreto y socialmente útil”.
Este punto es muy discutible y plantea un problema de fondo: si los trabajos
concretos en cuestión son ciertamente útiles socialmente, no crean, en
cualquier caso no todos, valor de mercado.



La garantía de empleo así concebida tiene, por tanto, la ventaja de
“desmercantilizar” un cierto número de productos de la actividad humana.
Pero esto entra en conflicto con la lógica capitalista de la mercancía. Sin
embargo, Tcherneva, con su fórmula, elude o evacua la contradicción entre
estas dos lógicas. Esto es lo que muy bien explica Clément Carbonnier en su
reseña[14] del libro de Tcherneva: las actividades creadas gracias a la
garantía del empleo “no aumentan la cantidad de mercancías. Sin embargo, la
creación monetaria para financiar estos empleos aumenta el poder de compra
de mercancías de los beneficiarios del programa. Así […] es necesario que
esta ganancia de poder adquisitivo de mercancías hacia los beneficiarios se
haga al menos parcialmente por transferencia y no solo por creación, es
decir por una reorientación presupuestaria o fiscal. No obstante, el efecto
global es muy positivo para el conjunto de la sociedad […] pero no genera
sin embargo mercancías adicionales, por lo que es necesario redistribuir el
poder adquisitivo de las mercancías”. Este conflicto entre dos formas de
cálculo económico orientadas, una hacia el beneficio, otra hacia la utilidad
social, aparece aquí claramente, pero no se extraen las implicaciones, como
si Tcherneva considerase una coexistencia pacífica entre las dos.



Garantía de empleo y Green New Deal



El proyecto de empleo garantizado se suma al del Green New Deal, del que
sería el “arma social”, como indica el subtítulo del libro de Tcherneva.
Cita un proyecto de resolución presentado por Alexandria Ocasio-Cortez[15]
que fija el objetivo de crear “empleos de calidad remunerados con los
salarios vigentes […] y garantizar la paridad de salarios y prestaciones
sociales para los trabajadores afectados por la transición”. Pero Tcherneva
se siente más próxima de otra recomendación tendente a “garantizar a todos y
todas los habitantes de Estados Unidos un empleo con un nivel salarial que
les permita hacer vivir una vida familiar, permisos parentales, bajas de
enfermedad, vacaciones pagas y la jubilación”.



Sin embargo, la función de la garantía de empleo se limita, nuevamente, a la
de “una red de seguridad indispensable para quienes son más vulnerables a
los estragos del cambio climático y que también sufrirán más por los
despidos masivos durante el proceso de transición”. Eso es tomar la cuestión
por el extremo del prismático. Según Tcherneva, los empleos verdes que se
verían afectados por la garantía de empleo estarían relacionados con las
siguientes actividades: “control de las inundaciones, monitoreo de las
especies, estudios ambientales, plantación de árboles, mantenimiento y
renovación de parques, destrucción de plantas invasoras, construcción de
pesquerías locales, climatización de las viviendas, etc.”. Estos son
ciertamente trabajos útiles, pero están lejos de abarcar todos los trabajos
asociados a una transición ecológica global. Esta visión estrecha también
subraya la ausencia de una cuestión fundamental, a saber, el lugar de la
inversión pública y su papel en la creación de empleo en esta transición.
Por último, la garantía de empleo afecta principalmente a las personas “que
se quedarán de lado durante la transición” y se limita al “salario mínimo de
la garantía de empleo”, que será una “red de seguridad vital”.



Si se quiere llevar la crítica hasta el final, se podría decir que el
proyecto de garantía de empleo no se diferencia realmente de una
generalización de la experiencia francesa de “cero territorios desempleados
y desempleadas de larga duración”. Henri Sterdyniak, en su reseña ya citada,
no se equivoca al decir que “la garantía de empleo, tal como la describe el
trabajo, solo puede ser un sector específico, un no mercantil subvencionado,
de calidad mediocre, con un funcionamiento en acordeón, que no podría
satisfacer las necesidades reales de los hogares”. En consecuencia, “sólo se
puede considerar una situación en la que una parte significativa de los
activos estaría empleada por el empleo garantizado, en trabajos atípicos, no
correspondientes a su formación, al salario mínimo, como una situación de
pleno empleo”. Incluso Romaric Godin, en el epílogo de la edición francesa
del libro de Tcherneva[16], advierte: “Por lo tanto, se debe tener cuidado
en no crear funcionarios de segunda clase o trabajadores con estatus
debilitado en el marco de esta garantía”. Él propone una lectura mucho más
radical.



La curiosa crítica del PCF



Los diputados de France insoumise [Plataforma política creada en el 2016,
cuyo líder es Jean-Luc Mélenchon y que tuvo el 19,5% de votos en la elección
presidencial de 2017, ndt] presentaron el pasado mes de marzo una propuesta
de ley que “establece la garantía del empleo por parte del Estado como
empleador de última instancia[17]. Establece que “el Estado se compromete a
ofrecer o financiar un trabajo a cualquier desempleado y desempleada de
larga duración que desee trabajar, con el salario base del sector público o
más”. El contrato propuesto sería un contrato de duración determinada de, al
menos, 12 meses pero renovable dos veces, con una duración de al menos 20
horas semanales. Debe tener en cuenta las calificaciones, la formación y los
antecedentes profesionales de la persona que lo solicita. La financiación
pasaría por la creación de impuestos y cotizaciones adicionales.



Este proyecto de ley fue denunciado por Fabien Roussel, secretario del PCF:
“los insumisos”, dijo, “acaban de presentar un proyecto de ley sobre la
garantía del empleo. Creen que todo el mundo debería tener un trabajo y que
si alguien no puede encontrar uno, el Estado debería ser el empleador de
último recurso. No compartimos esa filosofía en absoluto, esa es la era
soviética, el koljós [los koljoses fueron las granjas colectivas promovidas
por Lenin en 1917, ndt]”. El argumento es curioso y corresponde al análisis
de los economistas del PCF que cuestionan la noción misma de pleno empleo
que necesariamente implica trabajos ocasionales y precariedad. Propusieron
un proyecto de Seguridad-Empleo-Formación del que no se sabe si hay que
leerlo empleo y formación o empleo o formación.



¿Un potencial revolucionario?



En su epílogo, Romaric Godin presenta la garantía de empleo como “una
herramienta con potencial revolucionario”. Pero Godin añade esta cláusula
significativa: “aunque no guste a sus promotores”. Para ello hay que
apartarse de la versión de Tcherneva. Tampoco Romaric Godin está satisfecho
con la idea de una garantía de empleo que sirva de “colchón protector”
contra el paro que se reduciría con la mejora de la coyuntura “a fin de los
empleos que proporcionan las empresas puedan ser ocupados. Esta concepción
encaja, explica Godin, “en la más pura tradición keynesiana, la que quiere
de alguna manera ‘salvar al capitalismo de sí mismo’ resguardándolo de sus
propias derivas”.



Godin propone otra interpretación, que no es realmente la de Tcherneva, y en
cualquier caso representa su superación. Describe los diferentes momentos de
una transición a un nuevo modo de producción:



•se lleva al poder público a “definir democráticamente las necesidades de
interés general, que deben escapar al orden comercial y que, en
consecuencia, deben organizarse fuera de ese orden”;



•“lo que hace el objeto de la garantía del empleo es abrir la puerta a una
reflexión sobre lo que comúnmente se denomina los “comunes” así como sobre
la planificación de las necesidades y su organización. Además, la garantía
del empleo, cuya gestión es descentralizada y democrática, abre el camino a
una nueva gestión de estos bienes comunes y de esta planificación”;



•“liberados del imperativo del beneficio, los trabajadores, usuarios y
electos podrán poner en marcha en conjunto respuestas centradas en
satisfacer las necesidades de sus territorios en múltiples niveles [...] El
empleo ya no se sufre, creado por las necesidades de la dinámica de capital,
se crea por las necesidades comunes y por un acto democrático”;



•“progresivamente, el agotamiento de la dinámica capitalista da paso, bajo
la influencia de la inversión de la relación de fuerzas en el trabajo, a
otra forma de modo de producción. Un modo de producción en el que los
intercambios comerciales no desaparecen, pero donde ya no están en el centro
de la organización social […] Las prioridades se invierten. El medio
ambiente, el bienestar común, la salud pueden convertirse en los pilares de
la organización social. La sociedad se libera de su dependencia de la
obligación de acumulación de capital”.



En su reseña, Henri Sterdyniak considera que esta “visión revolucionaria” le
parece “totalmente irrealista”. La garantía del empleo le aparece “como un
instrumento mágico que permitiría evitar la lucha sindical y política contra
la precariedad del empleo, la lucha en las empresas por mejores condiciones
laborales”. Este argumento no es realmente convincente, en la medida en que
nunca se postula que la perspectiva de la garantía del empleo sustituya a
estas luchas más “tradicionales” con las que además se puede combinar
fácilmente.



Pero la presentación de Romaric Godin plantea otros problemas. La primera es
que minimiza las diferencias que existen entre dos concepciones de la
garantía del empleo, la de Pavlina Tcherneva y la suya propia, no solo
porque sus objetivos divergen (corregir o superar el capitalismo), sino
también porque se basan en diferentes análisis de las raíces del desempleo.
Al fin y al cabo, sin duda Sterdyniak tiene razón al decir que “la garantía
de empleo, tal como la describe el trabajo, solo puede ser un sector
específico, un no mercantil subvencionado, de calidad mediocre, con un
funcionamiento en acordeón”. El otro problema del diagrama esbozado por
Godin es más bien su carácter un tanto incorpóreo, demasiado armonioso y
automático, que deja de lado la cuestión del necesario cambio en la relación
de fuerzas sociales para encadenar el proceso que describe.



Por una estrategia de transición



Quizás resulte útil mencionar aquí cuestiones que tienen medio siglo de
antigüedad pero que merecen una actualización. Ernest Mandel propugnaba una
“estrategia de reformas estructurales anticapitalistas” cuya función era
operar la integración “entre las aspiraciones inmediatas de las masas y los
objetivos de lucha que cuestionan objetivamente el funcionamiento del propio
régimen capitalista. No significa de ninguna forma que el movimiento obrero
esté abandonando sus objetivos tradicionales. Pero significa que el
movimiento no se limita ni a estos objetivos inmediatos, ni a una
combinación entre la lucha por estos objetivos inmediatos y una propaganda
general a favor de la “revolución socialista”, la “socialización de los
medios de producción”, incluso la “dictadura del proletariado”, que, en la
medida en que no forma parte de la lucha diaria, no influye en el desarrollo
práctico de la lucha de clases. Significa que el movimiento obrero combina
en la lucha diaria la lucha por objetivos inmediatos con el combate por
objetivos transitorios que, partiendo de las preocupaciones inmediatas de
las masas, cuestionan objetivamente el funcionamiento del régimen
capitalista”[18].



Al mismo tiempo, André Gorz[19] mostró que una reforma “no es necesariamente
reformista” si se afirma “de acuerdo con las necesidades y exigencias
humanas”. La lucha por estas reformas -que Gorz califica a su vez de “no
reformistas”, “anticapitalistas” o “revolucionarias” - define una estrategia
que “no hace depender la vigencia y el derecho de ciudadanía de los
criterios de la racionalidad capitalista. No se determina en función de lo
que puede ser, sino de lo que debe ser”. Además, la reforma estructural es,
por definición, “una reforma aplicada o controlada por quienes la exigen.
Siempre implica el nacimiento de nuevos centros democráticos de poder”.



Por tanto, la cuestión que se plantea hoy es definir un sistema de
“reivindicaciones transitorias”. En materia de empleo, la garantía de empleo
debe ocupar un lugar esencial, combinado con la reducción del tiempo de
trabajo. En ambos casos, estas reivindicaciones son portadoras de una
inversión de la lógica económica dominante. Pero eso supone deshacer la
garantía de empleo de su ganga keynesiana.



Esto supone, por tanto, hacer de la garantía del empleo un “objetivo
transitorio”, por usar el término de Mandel, apoyándose en una aspiración
popular, la del derecho al empleo como condición esencial para la seguridad
de la existencia. También hay una dimensión ideológica en esta lucha, que
consiste en mostrar que esta aspiración es legítima y que es la lógica
capitalista la que se interpone en el camino de su realización. Y también es
una aspiración racional, porque es absurdo que una sociedad pueda considerar
a una fracción de sus miembros como tantos “supernumerarios”. Keynes no
decía otra cosa cuando escribió en 1929 que “la idea de que existe una ley
natural que impide que los seres humanos tengan un empleo, que sería
‘imprudente’ emplear seres humanos, y que sería financieramente ‘saludable’
mantener indefinidamente en la ociosidad a una décima parte de la población,
es increíblemente absurda. Nadie puede creerlo si no se ha llenado la cabeza
de tonterías durante años[20].



Notas



[1] William Mitchell y Joan Muysken, Full Employment Abandoned: Shifting
Sands and Policy Failures, 2008.

[2] Trabajan en varias instituciones, incluido el Levy Economics Institute y
el Center on Budget and Policy Priorities.

[3] Hyman Minsky, “The Strategy of Economic Policy and Income Distribution”,
Annals of the American Academy of Political and Social Science, vol. 409,
1973.

[4] Camille Dorival, “Zéro chômeur de longue durée ? Chiche !”, Alternatives
économiques, 7 avril 2017.

[5] Harold Meyerson, “Why the Cause of Full Employment Is Back from the
Dead”, The American Prospect, April 25, 2018.

[6] Pavlina Tcherneva, La garantie d’emploi. L’arme sociale du Green New
Deal, 2021.

[7] Bill Mitchell, “What is a Job Guarantee?”, May 5, 2013.

[8] Pavlina Tcherneva, “The High Costs of UBI are not Financial: They are
Real”, Eastern Economic Journal, 17 December 2018.

[9] Michel Husson, “La explicación del desempleo por los economistas
dominantes”, 2018.

[10] Tcherneva cita este artíclo clásico del economista marxista-keynesiano
Michael Kalecki: “Political Aspects of Full Employment”, Political
Quarterly, 1943. Traducción en castellano: “Aspectos políticos del pleno
empleo”.

[11] Pavlina Tcherneva, “The High Costs of UBI are not Financial: They are
Real”, Eastern Economic Journal, 17 December 2018.

[12] Henri Sterdyniak, “A propos du livre de Pavlina R. Tcherneva : La
garantie de l’emploi”, 20 avril 2021.

[13] L. Randall Wray et al., “Public service employment: A path to full
employment”, Levy Economics Institute of Bard College, April 2018.

[14] Clément Carbonnier, “La garantie de l’emploi, l’arme sociale du Green
New Deal”, Le Grand Continent, 11 avril 2021.

[15] Alexandria Ocasio-Cortez et al., Resolution recognizing the duty of the
Federal Government to create a Green New Deal, House of Representatives,
February 7, 2019.

[16] Romaric Godin, “La garantie d’emploi, un outil au potentiel
révolutionnaire”, postfacio al libro de Pavlina Tcherneva, Contretemps, 30
mars 2021.

[17] Proposition de loi établissant la garantie d’emploi par l’État
employeur en dernier ressort, mars 2021.

[18] Ernest Mandel, “La stratégie des réformes de structure”, Revue
internationale du socialisme, mai-juin 1965, (extractos).

[19] André Gorz, Estrategia obrera y neocapitalismo, 1964.

[20] Keynes, en Can Lloyd George Do It? , folleto escrito en 1929 con Hubert
Henderson.

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