Ecología/ COP26: Basta de blablablá, sólo la lucha pagará. [Daniel Tanuro]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Nov 1 16:20:42 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

1° de noviembre 2021

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>

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Ecología



Cumbre del clima en Glasgow



COP26: Basta de blablablá, sólo la lucha pagará



Daniel Tanuro

Viento Sur, 28-10-2021

https://vientosur.info/



El creciente número de catástrofes climáticas en todo el mundo es el
resultado de un calentamiento de apenas 1,1° a 1,2° C en comparación con la
era preindustrial. De la lectura del informe especial del IPCC (Grupo
Intergubernamental de Expertos sobre el Clima) sobre 1,5°C[1], cualquier
lector razonable concluirá que hay que hacer todo, absolutamente todo, para
mantener la Tierra muy por debajo de este nivel de calentamiento. Más allá
de eso, los riesgos aumentan muy rápidamente[2]. Existe incluso la
posibilidad creciente de que una cascada de retroalimentaciones positivas
provoque un cambio irreversible en el planeta hacia un régimen que acabe
provocando un incremento del nivel del mar en trece metros o incluso varias
decenas de metros más alto que el actual[3]. Una distopía inimaginable...
¡ciertamente incompatible con la existencia de siete mil millones de seres
humanos en la Tierra!



Dado el tiempo perdido desde la Cumbre de la Tierra (Río, 1992) -y desde
París-, no es seguro que el límite de 1,5°C pueda seguir respetándose: al
ritmo actual de emisiones, se superará en... ¡2030! Sin embargo, lo que es
absolutamente cierto es que la carrera hacia el abismo no puede detenerse
sin salir del productivismo inherente a la economía de mercado. Como bien
dijo Greta Thunberg, "la crisis climática y ecológica simplemente no puede
resolverse dentro de los sistemas políticos y económicos actuales. No es una
opinión, es simplemente una cuestión de matemáticas"[4]. Dado que la COP26
se mantiene "en el marco de los sistemas económicos y políticos actuales",
el pronóstico es claro: la conferencia de Glasgow no detendrá la catástrofe
más que las anteriores.



¿Significa esto que podemos ignorar lo que ocurrirá en Escocia? No, en la
agenda de la cumbre hay temas importantes. Por ejemplo: ¿cuántos países
aumentarán el nivel de sus ambiciones climáticas[5]?, ¿hasta qué punto se
reducirá la diferencia entre los compromisos de los países y lo que debería
hacerse a nivel mundial para salvar el clima?[6] en los compromisos de los
principales contaminadores, ¿cuál será la proporción respectiva de las
reducciones reales de emisiones nacionales, la "compensación de carbono"
mediante sumideros forestales, la captura y el secuestro, y las llamadas
inversiones limpias en el Sur?,  ¿se aplicará, y cómo, el "nuevo mecanismo
de mercado" para el carbono adoptado en la COP21[7]? ¿Se adoptará un precio
global para el carbono, o los países ricos lo impondrán de facto a través de
un impuesto sobre el carbono en las fronteras[8]? ¿Cumplirán por fin estos
países su promesa de pagar cien mil millones de dólares anuales al Fondo del
Clima, para ayudar al Sur global a afrontar el reto climático? Etc.



Estas cuestiones serán objeto de fuertes disputas entre los representantes
de los Estados, en función de sus intereses económicos y rivalidades
geoestratégicas. Todo esto tendrá que ser analizado en detalle para sacar
lecciones sobre el estado del capitalismo y la agudeza de su crisis
sistémica. Sin olvidar que, en ciertos puntos y hasta cierto punto, las
movilizaciones de los movimientos sociales pueden pesar en el resultado.
Esto no carece de importancia. Por ejemplo, no está de más poner obstáculos
a la "compensación de carbono", y si se pudiera prohibir este sistema, sería
una victoria importante. Sin embargo, no debemos hacernos ilusiones: en
general, la COP26 se mantendrá "dentro de los sistemas políticos y
económicos actuales", como dice Greta Thunberg. Así que podemos ser
categóricos: básicamente, Glasgow no resolverá NADA.



Más energías renovables... y emisiones



A este punto de vista radical, a veces se objeta que la irrupción de las
renovables podría ofrecer una salida a la crisis. Este avance es realmente
real, principalmente en el sector de la generación de energía. En los
últimos veinte años, la proporción de las energías renovables en mix
energético mundial ha aumentado una media anual del 13,2%. El precio del kWh
verde se ha vuelto muy ventajoso (especialmente en la eólica terrestre y la
fotovoltaica). Según la AIE (Agencia Internacional de Energía), en la
próxima década, más del 80% de las inversiones en el sector eléctrico se
destinarán a las energías renovables. Pero es completamente erróneo concluir
que "el proceso mundial de abandono de los combustibles fósiles está muy
avanzado", como escribió recientemente la Comisión Europea[9]. De hecho,
esta afirmación es una gran mentira. En diez años, la cuota de los
combustibles fósiles en el mix energético mundial ha disminuido solo de
forma imperceptible: del 80,3% en 2009 al 80,2% en 2019[10]; en veinte años,
solo la cuota del carbón ha disminuido, pero muy ligeramente (-0,3% de media
anual); la del gas natural ha aumentado un 2,6% y la del petróleo un 1,5%
(de 2014 a 2019). ¡No existe el menor indicio de que se haya iniciado un
“proceso mundial para abandonar” los combustibles fósiles! Por ello, las
emisiones mundiales de CO2 siguen aumentando inexorablemente (salvo durante
la crisis de 2008 y la pandemia de 2020).



¿Por qué hay más renovables y más emisiones fósiles al mismo tiempo? Porque
las renovables no sustituyen a los combustibles fósiles: sólo cubren una
parte creciente del consumo energético mundial. Este consumo sigue creciendo
al mismo ritmo que la acumulación de capital (en particular, la creciente
digitalización y mayor complejidad de las cadenas de valor internacionales,
son dos dinámicas muy intensivas en energía[11]). Así pues,la política
climática burguesa tiene dos caras, como Jano. Por una parte, los gobiernos
capitalistas compiten entre sí con bonitas declaraciones sobre la transición
energética y la neutralidad del carbono inspirada en la mejor ciencia. Pero
sus compromisos están más orientados a favorecer a las empresas que se
lanzan al mercado de las tecnologías verdes que a salvar el clima. Por eso,
esta es la otra cara, estos mismos gobiernos tiran del freno de la
transición cada vez que es necesario para mantener el crecimiento del PIB.
Así, la ley del beneficio prevalece sobre las leyes de la mejor ciencia de
la física. Esto es lo que han puesto de manifiesto las tensiones sobre el
suministro energético de China.



Cuando los precios de la energía suben en el taller del mundo...



Conocemos el contexto: la naciente potencia china pretende imponerse como
líder geoestratégico mundial. Esta ambición se ha vuelto inseparable de una
política climática responsable, como es el capitalismo verde. Por eso Xi
Jiping prometió en Davos que las emisiones de su país empezarían a bajar
antes de 2030; un poco más tarde, incluso añadió que China dejaría de
construir centrales eléctricas de carbón en el extranjero. Hasta aquí lo que
se dice de cara a la galería. En la práctica, aún no se había secado la
tinta de los periódicos que informaban de estas declaraciones cuando Pekín
aumentó la producción de carbón en Mongolia Interior en un 10%. Esta
decisión es fruto de la combinación de unos objetivos climáticos más
ambiciosos y la recuperación posterior a la crisis del COVID. Los pedidos de
productos fabricados en China llegan a raudales, lo que provoca una relativa
escasez de electricidad. Las exportaciones rusas de combustibles fósiles
-especialmente de gas, que también es una carga para Europa- son
insuficientes para cubrir la escasez, así que los precios están subiendo...
lo que amenaza la recuperación mundial. La estanflación es una amenaza. Por
ello, Pekín está reactivando sus minas de carbón.



El análisis del Financial Times sobre esta situación es claro: "China, al
igual que otros mercados energéticos que se enfrentan a la escasez, debe
realizar un acto de equilibrio: utilizar el carbón para mantener el negocio
y, al mismo tiempo, mostrar su compromiso con los objetivos de
descarbonización. En vísperas de la COP26, esto suena incómodo (¡sic!) pero
la realidad a corto plazo es que China y muchos otros no tienen más remedio
que aumentar el consumo de carbón para satisfacer la demanda eléctrica[12].



Cabe destacar que Estados Unidos y Europa se cuidaron de criticar la
decisión china. Por una razón obvia: una subida incontrolada del precio de
la energía en el taller del mundo capitalista tendría consecuencias en
cascada en todo el mundo. Los dirigentes chinos también son muy pragmáticos:
aunque han impuesto un embargo al carbón australiano -para castigar a
Canberra por su postura respecto a Taiwán, Hong Kong y otras cuestiones-,
hacen la vista gorda cuando los cargueros australianos descargan su carbón
en los puertos chinos... Conclusión: no te fíes de las promesas climáticas
de los políticos capitalistas, aunque se cubran con la bandera del
comunism". Al final, es el capital el que tendrá la última palabra, no el
clima. Tanto en la República Popular China, como en otros lugares.



... ¡se consumen más fósiles en nombre de la transición ecológica!



Estas tensiones en el mercado energético ponen de manifiesto las
contradicciones insolubles de la transición energética capitalista. De
hecho, China es el principal proveedor mundial de paneles fotovoltaicos (la
mayoría de los cuales se fabrican en Xinjiang, con trabajo forzado). También
es el principal productor de esas tierras raras cuya explotación y
transformación requieren grandes cantidades de energía y que son
indispensables para muchas tecnologías verdes... Mientras la humanidad está
al borde del abismo climático, la lógica capitalista del beneficio lleva así
a este absurdo evidente: hay que quemar más carbón, y por tanto emitir más
CO2... para mantener los beneficios... ¡de los que depende la transición a
las renovables!



Como China es el taller del mundo, el problema deviene global. ¿Cómo
afectará esto a la política climática en general? Se supone que la COP26
debe ser más ambiciosa. Esto puede hacerse sobre el papel, para convencer a
la gente de que la situación está bajo control, pero hay un largo camino por
recorrer. Sin ir más lejos, un reciente informe de la ONU señala que 15
países (entre ellos Estados Unidos, Noruega y Rusia) proyectan que la
producción de combustibles fósiles en 2030 ¡será más del doble del límite
compatible con el Acuerdo de París! En total, en 2030 se superaría el límite
en un 240% en el caso del carbón, un 57% en el del petróleo y un 71% en el
del gas. [13]



A preguntas del Financial Times, una experta no cree que "la escasez de
carbón y la subida de los precios de la energía sean un problema cíclico y a
corto plazo en China". Más bien, dice, este episodio pone de relieve "los
retos estructurales a largo plazo de la transición a sistemas energéticos
más limpios". La experta tiene razón. El reto estructural es el siguiente:
no hay más margen de maniobra, las emisiones tienen que reducirse
inmediatamente, de forma radical. Por tanto, no basta con decir que las
renovables podrían sustituir a los combustibles fósiles. Hay que decir cómo
se van a compensar las emisiones adicionales derivadas del hecho de que haya
que utilizar combustibles fósiles para fabricar los convertidores de energía
renovable, sobre todo al principio. Técnicamente, este reto sólo puede ser
superado reduciendo la producción y el transporte a nivel global[14].
Socialmente, esta solución técnica sólo puede plantearse si se reparte
masivamente el trabajo, el tiempo y la riqueza necesarios. Volveremos sobre
ello en la conclusión, pero está claro que las dos ramas -técnica y social-
de la solución son totalmente incompatibles con la lógica capitalista de la
competencia en el mercado. Es en este contexto donde hay que examinar las
promesas de neutralidad del carbono.



La verdadera cara de la neutralidad de carbono y los acuerdos verdes



Desde que Trump cedió el testigo a Biden, los principales contaminadores del
mundo declararon su intención de lograr la neutralidad de carbono para 2050
(2060 para Rusia y China) aplicando distintas variantes de acuerdos verdes.
Pero, en la práctica, esta neutralidad de carbono es un señuelo. En teoría,
el concepto se basa en la idea de que es imposible eliminar por completo
todas las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero, por lo
que habrá que compensar el remanente eliminando el carbono de la atmósfera.
Pero en la práctica, los capitalistas y sus representantes políticos llegan
a la conclusión de que pueden enviar al infierno las drásticas reducciones
de emisiones que se necesitan urgentemente, porque un día en el futuro, un
deus ex machina tecnológico eliminará cada año de la atmósfera no un
remanente sino 5, 10, incluso 20Gt de CO2. En consecuencia, mientras que la
Unión Europea y Estados Unidos deberían reducir sus emisiones al menos en un
65% en 2030 (para mantenerse por debajo de 1,5°C y cumplir con sus
responsabilidades históricas), sus compromisos en el marco de la neutralidad
de carbono sólo consisten en reducirlas en un 55% y en un 50 o 52%
respectivamente[15].



En esta estrategia subyace un escenario completamente descabellado, el
llamado "rebasamiento temporal. Un escenario que contempla que el mercurio
suba por encima de 1,5ºC y se aposta a que, más tarde, la Ciencia enfriará
la Tierra con "tecnologías de emisiones negativas" (TNE)[16]. Sin embargo,
(1) la mayoría de estos TEN sólo están en fase de prototipo o prueba; (2)
estamos muy cerca del punto de inflexión de la capa de hielo de Groenlandia,
que contiene suficiente hielo como para elevar el nivel del mar en siete
metros[17]; y (3) por lo tanto, suponiendo que los TEN funcionen, es muy
posible que se desplieguen después de que haya comenzado un proceso masivo
deshielo. En ese caso, el daño será evidente: el rebasamiento temporal habrá
provocado un cataclismo permanente...



Supongamos, sin embargo, que el rebasamiento temporal sigue siendo muy
limitado (lo que exigiría, en cualquier caso, reducciones de emisiones mucho
más severas que las que se están discutiendo): en ese caso, cataclismo
aparte, ¿cómo sería el mundo sometido a una estrategia de crecimiento basada
en la neutralidad de carbono?



Podemos hacernos una idea de ello a partir de las propuestas de la Agencia
Internacional de la Energía (AIE)[18]. Son edificantes. De hecho, según la
AIE, para poder alcanzar cero emisiones netas en 2050 necesitaríamos
duplicar el número de centrales nucleares; aceptar que una quinta parte de
la energía mundial siga procediendo de la combustión de combustibles fósiles
(que emiten 7,6Gt de CO2/año); capturar y almacenar esas 7,6Gt de CO bajo
tierra cada 2año en depósitos geológicos (cuya estanqueidad no puede
garantizarse); dedicar 410 millones de hectáreas a monocultivos industriales
de biomasa energética (¡esto representa un tercio de la superficie agrícola
en cultivo permanente!); utilizar esta biomasa en lugar de combustibles
fósiles en las centrales eléctricas y otras instalaciones de combustión (de
nuevo capturando el CO2 emitido y almacenándolo bajo tierra); producir
hidrógeno azul a partir del carbón (¡de nuevo capturando el CO2!) esperando
que más adelante la electrólisis industrial del agua permita producir
hidrógeno verde a un precio competitivo; duplicar el número de grandes
presas; y... seguir destruyendo todo -incluso la Luna- para acaparar las
tierras raras indispensables para las gigantescas inversiones que se harán
en tecnologías verdes" ¿Quién quiere vivir en ese mundo?



Políticas de mercado, catástrofes sociales y ecológicas aseguradas



La AIE tiene un plan, otros también tienen planes, pero nadie se plantea la
planificación. El neoliberalismo dicta que el mercado debe coordinar la
evolución hacia la neutralidad de carbono mediante impuestos, incentivos y
un sistema generalizado de derechos de emisión intercambiables. La Unión
Europea está en primera línea con su plan Fit for 55. Pionera en la
aplicación de los derechos de emisión en sus principales sectores
industriales, la UE los extenderá a los sectores de la construcción, la
agricultura y la movilidad. Cuanto peor aislada esté la vivienda o más
contaminante sea el vehículo, mayor será el aumento de precio para los
consumidores. Las rentas bajas se verán penalizadas. Las economías del Sur
también se verán penalizadas -y a través de ellas, sus poblaciones- mediante
la compensación de carbono y los impuestos fronterizos sobre el carbono[19].
Y todo ello por un plan que (a no ser que hagamos trampas) ni siquiera
alcanzará su objetivo insuficiente, que no se puede alcanzar por los
mecanismos del mercado.



Reducir las emisiones en un 52% o 55% es mejor que nada, dirán ustedes.
Pero, en contra de lo que dicen incluso algunos expertos[20], planes como
Fit for 55 no "van por el buen camino". Desde el punto de vista climático,
no nos sitúan en la senda de permanecer por debajo de los 1,5 grados de
calentamiento: hay una brecha importante entre la senda del 55% y la del 65%
de reducción para 2030, y esta brecha no puede cerrarse después, ya que el
CO2 se acumula en la atmósfera. Socialmente, planes como Fit for 55 tampoco
van en la buena dirección, ya que suponen una acentuación de los mecanismos
coloniales de dominación, la mercantilización de la naturaleza y políticas
neoliberales a costa de las clases trabajadoras. Así pues, no hay tiempo
para cometer el mínimo de los errores. Para ir por el buen camino", tenemos
que fijar el rumbo correcto desde el primer paso.



Sí, es una simple cuestión de matemáticas



Volvamos a la cita de Greta Thunberg al principio de este artículo. La joven
activista sueca tiene mucha razón al decir que es "una simple cuestión de
matemáticas". Las cifras de la ecuación climática son perfectamente claras:
1°) mantenerse por debajo de 1,5°C requiere una reducción de las emisiones
globales netas de CO2  del 59% para 2030 y del 100% para 2050[21]; 2°) el
80,2% de estas emisiones se deben a la quema de combustibles fósiles; 3°) en
2019, los combustibles fósiles seguían cubriendo el 84,3% de las necesidades
energéticas de la humanidad (se sabe desde hace años que 9/10 partes de las
reservas se deberían quedar en el subsuelo, ¡pero la explotación y la
exploración continúan como si nada!); 4°) las infraestructuras fósiles
(minas, oleoductos, refinerías, terminales de gas, centrales eléctricas,
etc.), cuya construcción no se ralentiza, ¡o apenas!, constituyen
inversiones a largo plazo (40, 50 años) del capital; 5°) el valor del
sistema energético de los combustibles fósiles se evalúa en 1/5 del PIB
mundial, pero, amortizado o no, este sistema debe ser desechado, ya que las
renovables requieren otro.



Así pues, con tres mil millones de personas que carecen de lo básico y el
10% más rico de la población que emite más del 50% del CO2 mundial, la
"simple cuestión matemática" conduce a una serie de implicaciones políticas
sucesivas:



•Dejar los fósiles bajo tierra y cambiar el sistema energético manteniéndose
por debajo de 1,5°C y dedicando más energía a satisfacer los derechos
legítimos de los pobres es estrictamente incompatible con la perpetuación de
la acumulación capitalista;



•La catástrofe sólo se puede ser detener por un doble movimiento
planificado, que reduzca la producción mundial y la reoriente al servicio de
las necesidades humanas reales y democráticamente determinadas, respetando
los límites naturales;



•Este doble movimiento pasa necesariamente por la supresión de la producción
inútil o nociva y del transporte superfluo, y por la expropiación de los
monopolios de la energía, las finanzas y la agroindustria;



•Obviamente, los capitalistas no lo quieren: según ellos, es criminal
destruir el capital, incluso para evitar un monstruoso cataclismo humano y
ecológico;



•Así pues, la alternativa es dramáticamente sencilla: o bien una revolución
permite a la humanidad liquidar el capitalismo para reapropiarse de las
condiciones de producción de su existencia, o bien el capitalismo liquidará
a millones de inocentes para seguir su curso bárbaro en un planeta mutilado
y tal vez invivible.



Estas implicaciones estratégicas no significan que podamos repetir
simplemente la solución, la revolución. Quieren decir que no hay nada que
esperar de los gobiernos neoliberales, de sus COP, de su sistema y de sus
leyes. Durante más de treinta años, los responsables políticos vienen
afirmando haber comprendido la amenaza ecológica, pero no han hecho casi
nada. O, mejor dicho, han hecho mucho: sus políticas de austeridad,
privatización, desregulación, ayudas para maximizar los beneficios de las
multinacionales y apoyo al agronegocio han fragmentado las conciencias,
erosionado la solidaridad, arruinado la biodiversidad y desfigurado los
ecosistemas, al tiempo que nos han empujado al borde del abismo climático.
Estos políticos no son más que gestores al servicio de la lógica mortuoria
del capital. Es inútil esperar convencerlos de otra política: en el mejor de
los casos, sólo pueden retroceder en función de la relación de fuerzas.



La esperanza está en las luchas



Es necesaria una alternativa y, por tanto, un programa reivindicativo. No
existe una solución llave en mano, sino que hay que elaborarla paso a paso,
partiendo del movimiento real. Para lograrlo, no debemos preocuparnos
principalmente por el nivel de conciencia de las clases trabajadoras, sino
por proponer (el inicio de) una respuesta global coherente con la situación
objetiva diagnosticada por la física del clima. En resumen: necesitamos un
plan para mantenernos por debajo de 1,5°C de calentamiento dejando los
fósiles en el suelo, sin rebasamiento temporal, sin compensación de carbono
y salvando la biodiversidad; un plan que excluya las tecnologías peligrosas
como la BECCS y la nuclear; un plan que desarrolle la democracia, difunda la
paz, respete la justicia social y climática (principio de responsabilidades
y capacidades diferenciadas); un plan que fortalezca el sector público; un
plan que haga que el 1% pague por producir menos, transportar menos y
compartir más: trabajo, riqueza y recursos. Este plan debe eliminar la
producción innecesaria y perjudicial, garantizando al mismo tiempo la
reconversión colectiva de los trabajadores en actividades útiles, sin
pérdida de salario; debe, en particular, sacarnos de la agroindustria y de
la industria cárnica y llevarnos a la agroecología. Es evidente que se trata
de un plan anticapitalista. Pero su fuerza radica en que es vital, en el
sentido literal de la palabra: es esencial para salvar la vida.



No tiene sentido negarlo: hoy estamos lejos de ese plan. Se necesitará mucha
determinación y empeño para convencer, superando la dificultad de las
derrotas sufridas por nuestro campo social. Por desgracia, los obstáculos a
superar son numerosos. En una situación así, no se puede descartar el riesgo
de una desesperación masiva. Pero la estupefacción melancólica no resuelve
nada. Como decía Gramsci, sólo se puede predecir la lucha, no su resultado.
No olvidemos las terribles lecciones del siglo XX: bajo el capitalismo, lo
peor siempre es posible. Así que debemos seguir repitiendo: sólo la lucha
colectiva puede invertir la tendencia y nunca es demasiado tarde para
luchar. Por supuesto, lo que se pierde se pierde, y las especies extinguidas
no volverán. Pero por mucho que nos adentremos en la catástrofe, la lucha
siempre puede reabrir el camino de la esperanza.



Para luchar, debemos ser conscientes no sólo de los terribles peligros, sino
también de lo que puede reforzar la alternativa. La mera magnitud del
peligro puede fortalecernos, siempre que veamos en él la posibilidad de un
cambio revolucionario necesario. La asombrosa crisis de legitimidad del
sistema y de sus representantes nos refuerza: han dejado crecer la
catástrofe ecológica sin hacer nada, aunque estaban informados. Los
diagnósticos de la ciencia del cambio climático nos refuerzan: argumentan
objetivamente a favor de un plan como el expuesto. La creciente movilización
de la juventud internacional nos fortalece: se levantan contra la
destrucción del mundo en el que tendrán que vivir mañana. La nueva ola
feminista nos fortalece: su lucha contra la violencia difunde una cultura
del cuidado, lo contrario de la mercantilización de los humanos. La
admirable resistencia de los pueblos indígenas nos fortalece: su visión del
mundo puede ayudarnos a establecer otras relaciones con la naturaleza. Las
luchas de los campesinos nos fortalecen: al decir no al agronegocio, ponen
en práctica cada día modos de producción alternativos. Podemos ganar la
batalla ética y levantar montañas.



Se trata de articular y hacer converger las luchas contra todas las formas
de explotación y opresión y de hacer circular los conocimientos que las
acompañan. Esta confluencia es decisiva. Es la única manera de poner en
marcha un movimiento tan masivo que permita vislumbrar de nuevo la
posibilidad concreta de un cambio profundo en la sociedad, que sea a la vez
ecológico, social, feminista y ético. Sin duda, en el contexto actual, será
indispensable una poderosa corriente social para que el mundo del trabajo y
sus organizaciones rompan el compromiso productivista con el crecimiento
capitalista, que les está mutilando. En cualquier caso, esta ruptura es un
reto importante: no ganaremos la batalla por la Tierra si las y los
productores no se levantan contra el productivismo. Tenemos que prepararnos
para este levantamiento. A través de discursos y reivindicaciones que
combinen lo rojo y lo verde (en particular la reducción masiva de la jornada
laboral sin pérdida de salario), pero esto no es suficiente: hay que
multiplicar las iniciativas concretas para reunir y poner en red a las
izquierdas sindicales, ecologistas, feministas, campesinas e indígenas.



En este contexto, hay que prestar especial atención a las luchas
territoriales contra los megaproyectos productivistas que destruyen la
naturaleza y las personas. Es aquí donde lo social y lo medioambiental se
enfrentan al reto de superar las barreras que el capital levanta entre
ellos. Naomi Klein, en su libro sobre la crisis climática, ha propuesto
llamar a estas luchas con el término general de Blockadia[22]. Es en el
crisol de esta Blockadia ecológica, y en su convergencia con una Blockadia
social del tipo de los Chalecos Amarillos, donde surgirá una alternativa a
la apisonadora del Capital: un proyecto ecosocialista para vivir bien en
esta Tierra, limpiarla de las manchas del capital, y nosotros con ella.



Publicado en
https://puntodevistainternacional.org/cop26-basta-de-blablabla-solo-la-lucha
-pagara/



Escrita para el sitio web de la IV Internacional, esta contribución incluye
algunos extractos de la introducción del libro Luttes écologiques et
sociales dans le monde. Le rouge s’allie au vert, editado por Daniel Tanuro
y Michael Löwy, a publicar por Textuel.



Notas



[1] IPCC, Informe Especial 1,5°C, https://www.ipcc.ch/sr15

[2] Entre ellos: el riesgo de fenómenos meteorológicos extremos, el riesgo
de que grandes ciudades de la civilización desaparezcan bajo el mar y el
riesgo de que grandes zonas queden inhabitables por una combinación de calor
y humedad.

[3] STEFFEN, Will et al, "Trajectories of the Earth System in the
Anthropocene", PNAS, agosto de 2018

[4] https://twitter.com/gretathunberg/status/1274618877247455233?lang=en

[5] En la actualidad, diecisiete países, además de la Unión Europea, han
aumentado sus ambiciones.
https://www.nytimes.com/article/what-is-cop26-climate-change-summit.html#lin
k-67cd21b3

[6] Sobre la base de las "contribuciones determinadas a nivel nacional"
(planes climáticos de los países), el calentamiento será de entre 2,7 y
3,5°C en 2100.

[7] Este "nuevo mecanismo de mercado" sustituirá y englobará los distintos
sistemas aplicados anteriormente en el marco del Protocolo de Kioto. Sus
modalidades determinarán en gran medida las posibilidades de eludir las
obligaciones nacionales de reducción de emisiones. Las negociaciones sobre
este tema condujeron al fracaso de la COP25.

[8] La tasa fronteriza forma parte de la estrategia "Fit for 55" propuesta
por la Comisión Europea.

[9] Comisión Europea, Comunicación "Fit for 55".

[10]
https://www.reuters.com/business/environment/global-fossil-fuel-use-similar-
decade-ago-energy-mix-report-says-2021-06-14/?fbclid=IwAR15kFNSqXJwwGhq-DRb0
NxE63mywyNp0L9Y5nPxP-c00W6BbLb_kCTdlQU

[11] Como  recordatorio: las emisiones de la aviación y el transporte
marítimo se disparan, pero no se atribuyen a ningún estado

[12] Financial Times, 8/10/2021.

[13]¿https://www.nytimes.com/2021/10/20/climate/fossil-fuel-drilling-pledges
html?campaign_id=51&emc=edit_mbe_20211021&instance_id=43401&nl=morning-brief
ing%3A-europe-
edition&regi_id=85183110&segment_id=72245&te=1&user_id=2144565f4536aa0319f5e
cec544291d4&fbclid=IwAR2vps6dZIGD516Iw5tF7TYFeJXwis-acimoYRyzKqstG9FhTLqUP3Q
6H54

[14] Ya lo señalé en El imposible capitalismo verde  (La Oveja Roja-viento
sur, 2011). Como dice Smil Vaclav en "Energía y civilización, una historia"
(Rústica, 2018), es una "ley fundamental": "toda transición a una nueva
forma de suministro de energía debe ser alimentada por el despliegue
intensivo de las energías existentes y los motores clave...": la transición
de la madera al carbón tuvo que ser energizada por el músculo humano, la
quema de carbón alimentó el desarrollo del petróleo, y las células solares
fotovoltaicas y las turbinas eólicas actuales son encarnaciones de los
combustibles fósiles necesarios para fundir los metales requeridos,
sintetizar los plásticos necesarios y procesar otros materiales que
requieren altos insumos de energía. »

[15] "El término reducir se utiliza en cursiva, ya que los acuerdos verdes
de Europa y Estados Unidos hacen un amplio uso de mecanismos alternativos a
la reducción de emisiones nacionales, como la plantación de árboles y la
compra de créditos de carbono'

[16] Las RTE eliminan el CO2 de la atmósfera, la geoingeniería (hasta ahora
desaconsejada por el IPCC) devuelve al espacio una fracción de la radiación
solar. el uso de la energía nuclear ("tecnología de bajo carbono", como se
denomina ahora).

[17] Según el informe del IPCC sobre los 1,5 °C, el punto de inflexión para
la capa de hielo de Groenlandia se sitúa entre 1,5 y 2 °C más caliente que
en el periodo preindustrial.

[18] https://www.iea.org/reports/net-zero-by-2050

[19] Se presta muy poca atención al hecho de que el impuesto fronterizo
impondrá el precio del carbono en el Norte a los países del Sur global. Por
tanto, contraviene el principio de responsabilidades y capacidades
diferenciadas consagrado en la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre
el Cambio Climático.

[20] Por ejemplo, François Gemenne (profesor de la Universidad de Lieja y de
Sciences Po, entrevista en Le Soir, 18 de julio de 2021) y Jean-Pascal van
Ypersele (antiguo vicepresidente del IPCC, profesor de la Universidad
Católica de Lovaina, entrevista en RTBF):
https://www.rtbf.be/info/societe/detail_
des-inondations-extremes-le-giec-les-annoncait-en-1990-rappelle-jean-pascal-
van-ypersele?id=10804972

[21]  IPCC, informe sobre 1,5°C. Las emisiones netas se obtienen deduciendo
de las emisiones de CO2 los aumentos de las eliminaciones por parte de los
bosques y los suelos, siempre que estos aumentos sean inducidos
deliberadamente. El 59% es un objetivo global. Teniendo en cuenta las
diferentes responsabilidades del Norte y del Sur, los países desarrollados
deberían reducir sus emisiones de forma mucho más drástica (en el caso de la
UE: al menos un 65%) para 2030, y alcanzar las "emisiones netas cero" mucho
antes de 2050.

[22] Naomi Klein, Esto lo cambia todo. El capitalismo contra el clima,
Paidós, 2015.

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