Portugal/ La izquierda ante las elecciones. [Jorge Costa - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Nov 11 22:57:46 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

11 de noviembre 2021

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Portugal



Entrevista con Jorge Costa *



La izquierda ante las elecciones en Portugal



Brais Fernández **

Jacobin, 10-11-2021

https://jacobinlat.com/



Durante los últimos años, Portugal ha estado gobernado por el Partido
Socialista en solitario. Sin embargo, al no contar nunca con mayoría
absoluta, se ha visto obligado a llegar a acuerdos con la izquierda, en lo
que fue conocido popularmente como «geringonça». Un experiencia llena de
tensiones y conflictos, que ha terminado en ruptura al negarse el Partido
Socialista a pactar los presupuestos con el Bloco de Esquerda y el Partido
Comunista.



Eso aboca al país a nuevas elecciones en un panorama complicado, marcado por
la pandemia y el ascenso de la extrema derecha. Conversamos con Jorge Costa,
dirigente y diputado del Bloco de Esquerda portugués, sobre la coyuntura
electoral, las particularidades de la configuración política portuguesa, el
papel de los partidos y movimientos sociales y el ascenso de una nueva
extrema derecha en un país hasta ahora al margen de este fenómeno global.



-Tras años de gobierno del Partido Socialista, Portugal se precipita a unas
nuevas elecciones: ¿Que ha pasado? Cuéntanos un poco el panorama político,
social y económico general para la gente que no sigue día a día la política
portuguesa.



Las elecciones de 2015, tras la intervención de la troika, tuvieron un
resultado que creó una situación nueva. A pesar de ser la fuerza más votada,
la coalición de derechas quedó en minoría en el Parlamento. En ese momento,
el Bloco de Esquerda (Bloque de Izquierda) y el Partido Comunista se
declararon dispuestos a impedir un gobierno de derechas y a buscar las bases
de acuerdos políticos con el PS “en perspectiva de un acuerdo de
legislatura” , como escribieron entonces. Un acuerdo de legislatura es
diferente de un acuerdo de gobierno, no implica participación en el
Ejecutivo, sino una serie de consensos programáticos a cambio de votar la
investidura de un gobierno en minoría. Estos acuerdos establecieron medidas
y calendarios para la recuperación de ingresos -salarios por 35 horas de
trabajo para los empleados del Estado, aumento del salario mínimo,
desgravación fiscal del trabajo, descongelación y recuperación de las
pensiones más bajas-, además de bloquear nuevas privatizaciones. La
estabilización de este marco permitió a la izquierda durante la legislatura
conseguir algunos avances adicionales en ámbitos importantes, como la
regularización de los trabajadores precarios del Estado, la protección
social de los «autónomos», la reducción de las tasas universitarias, una
nueva ley básica de sanidad en sentido progresivo o el proceso de
despenalización de la muerte asistida, este último aún en marcha.



Este marco político, bautizado despectivamente por la derecha como
“geringonça” (apodo adoptado luego por los propios partidarios del acuerdo),
creó un nuevo marco de desahogo social y de voluntad reivindicativa,
especialmente entre los trabajadores del Estado y los sectores precarios que
emergieron a la escena pública. Fue también en este periodo cuando surgieron
nuevos movimientos de masas, con las mayores manifestaciones feministas y
antirracistas jamás registradas en Portugal, además de importantes
movilizaciones juveniles por la justicia climática, insertas en el
movimiento mundial que la pandemia luego interrumpiría.



Las limitaciones de este marco no tardaron en hacerse evidentes: el Partido
Socialista obedeció las órdenes de Bruselas en decisiones como la aplicación
de las normas de resolución bancaria en el caso del Banco Espírito Santo, la
contención de la inversión pública a niveles anémicos o la falta de una
respuesta de fondo en la recuperación de los servicios públicos afectados
por los recortes de la troika. Las leyes laborales mantuvieron intactos los
retrocesos del período en el que la derecha fue más allá de las imposiciones
del Memorándum de Entendimiento con la troika.



A pesar de estos bloqueos persistentes, la recuperación de los ingresos,
combinada con el aumento de la demanda turística y la caída de los tipos de
interés de la deuda gracias a la política del BCE, han permitido una rápida
recuperación del crecimiento y del empleo, que se refleja en el crecimiento
de la intención de voto al Partido Socialista.



En 2018/19 empezaron a ser evidentes los movimientos del PS hacia una
confrontación política que, en vísperas de las elecciones, le permitiera
escenificar una petición de mayoría absoluta. El presidente del partido,
Carlos César, llegó a referirse entonces a las fuerzas de la izquierda como
«impedimento» para el buen gobierno de los socialistas. Pero el recurso
fracasó. En octubre de 2019, los partidos de izquierda mantuvieron
esencialmente sus posiciones (Bloco 9,5% con el mismo número de diputados,
PCP 6,3%) y el PS eligió 108 diputados, superando a los partidos de derecha,
pero todavía a siete escaños de la mayoría absoluta. Inmediatamente, se
iniciaron nuevas negociaciones, pero ahora sin ese «estado de necesidad» en
el que el PS negoció en 2015.



Mientras que el PCP sólo estaba dispuesto a entablar negociaciones puntuales
pero sin la base de un acuerdo político inicial, el Bloco de Esquerda
propuso negociar dicho acuerdo, pero con una condición previa: la
eliminación de las regresiones introducidas por la troika en la legislación
laboral (desvalorización de las horas extras, reducción del número de días
de vacaciones, reducción de la base de cálculo de la indemnización por
despido de 30 a 12 días por cada año de trabajo y otras medidas). Al día
siguiente de la reunión con el Bloco, António Costa se reunió con las
confederaciones patronales. También es importante señalar que el nuevo
gobierno no ha sido capaz de llegar a un acuerdo sobre la reforma del Código
Laboral. El gobierno en minoría pasó a navegar a vista, presupuesto a
presupuesto, enunciando cada vez más abiertamente su chantaje de crisis
política y elecciones anticipadas y mostrando actitudes contrastantes hacia
los partidos de la izquierda: hostilidad hacia el Bloco, condescendencia e
intento de subordinación del PCP.



-En concreto, ¿Cuáles son las demandas que el Bloco de Esquerda y el Partido
Comunista ponían encima de la mesa?



Semanas después de las elecciones de 2019, el presupuesto para 2020 todavía
fue viabilizado por medio de la abstención de los diputados del Bloco y del
PCP (y de los tres electos del partido animalista, PAN) mediante un
importante refuerzo de la inversión en salud. Pero el presupuesto para 2021
ya ha sido votado en contra por el Bloco de Esquerda, después de una
negociación en la que volvimos a centrarnos en la eliminación de las normas
de derecho laboral de la troika y otras políticas sociales estructurales.



A partir de las lecciones de la pandemia, también planteamos propuestas para
modificar las prestaciones extraordinarias creadas para la respuesta de
emergencia y la preparación de una nueva prestación social contra la pobreza
que fortaleciera la dotación preexistente con mayor amplitud y sin
exclusiones arbitrarias.



Ante la vulnerabilidad que la pandemia puso de manifiesto en el Servicio
Nacional de Salud, el Bloco propuso un esquema retributivo para la
dedicación exclusiva de los profesionales sanitarios con el fin de combatir
la promiscuidad público/privada y atraer y retener en el SNS a los
profesionales que hoy son drenados por los hospitales privados mediante
mejores ofertas (médicos y enfermeras en particular).



A todo esto el gobierno se negó, y el presupuesto para 2021 se aprobó sólo
con las abstenciones del PCP (cuya principal conquista fue la garantía del
pago del salario básico al 100% de los trabajadores en despido
extraordinario) y del PAN. En esta etapa, los comunistas seguían defendiendo
que las leyes laborales, al no ser cuestiones estrictamente presupuestarias,
debían ser negociadas por el gobierno con los sindicatos.



El PCP cambió esta posición en la negociación de los Presupuestos para 2022,
momento en el que el partido empezó a asumir en la negociación la retirada
de la troika de las leyes laborales -como ya venía haciendo el Bloco con
fuerza, desde la propuesta de acuerdo postelectoral de 2019- y también la
aceleración de la subida del salario mínimo. Y eso fue suficiente para que
pasara a votar en contra.



Ante el rechazo de los presupuestos, António Costa, que nunca ha renunciado
a liberarse de la negociación con la izquierda, se apresuró a pedir, todavía
durante el debate presupuestario, nuevas elecciones para intentar una
mayoría absoluta.



-El PS se ha fortalecido electoralmente, pero según indican las encuestas no
lo suficiente como para lograr la mayoría absoluta. ¿Por qué ha decidido
forzar elecciones? ¿Cómo caracterizan su política y su gobierno?



Las próximas elecciones se convierten en un plebiscito del Primer Ministro.
Costa se enfrentará a una dura prueba de supervivencia si no consigue la
mayoría absoluta tras provocar las elecciones anticipadas. Su apuesta, sin
la cual está lejos de la mayoría, es la penalización de los partidos de
izquierda, por el rechazo a los presupuestos, y el fracaso de la derecha,
ahora atravesada por disputas internas por el liderazgo y acechada por la
presión de la extrema derecha. Esta es la razón por la que muchos votantes
moderados, a pesar de estar descontentos, pueden preferir la continuidad a
la alternancia. Todos estos cálculos quedan por demostrar…



Como ya he mencionado, una característica del gobierno del PS es la
subordinación al canon europeo. Incluso en una situación excepcional, en la
que se suspenden las normas del tratado presupuestario, Portugal se
encuentra entre los últimos países desarrollados en cuanto a inversión
pública en respuesta a la crisis. Y esto a pesar de tener margen
presupuestario para seguir avanzando. Esta alineación también bloquea
cualquier medida desfavorable para el gran capital, ya sea en el sector
inmobiliario, en el rentismo de las compañías eléctricas o en la sanidad
privada.



-Creo que la experiencia portuguesa pone sobre la mesa la complejidad de la
relación con los partidos socialistas en Europa. Por una parte, son partidos
socio-liberales o neoliberales progresistas, según el caso. Por otro lado,
en un contexto de ascenso de la extrema derecha o de consolidación de la
derecha tradicional, aparecen como una opción para buena parte del pueblo de
izquierdas, a pesar de que siguen inmersos en una crisis de carácter
histórico. ¿Qué tipo de relación planteáis con el PS?



La relación del Bloco de Esquerda con el PS siempre ha estado marcada por un
intenso conflicto político. El Partido Socialista es, al igual que el PSD,
el principal protagonista del modelo de modernización conservadora que
explica los persistentes retrasos del país, desde la privatización de
sectores estratégicos de la economía hasta la autoría y consolidación de
medidas para amordazar a los trabajadores en la producción. A lo largo de
dos décadas, este conflicto cedió lugar a convergencias importantes
(despenalización del consumo de drogas, derechos de los LGBT), pero ha
persistido en áreas clave de las políticas sociales y financieras.



Si en 2015 el Bloco hubiera creído erróneamente en la existencia de
condiciones programáticas y de confianza suficientes para colocar los
ministros propios de un gobierno de coalición, dicho gobierno habría durado
solo unas semanas: en diciembre de 2015, solo dos meses después de las
elecciones, el Partido Socialista estaba vendiendo al Santander un banco
intervenido por el Estado, el Banif, con pérdidas de 3 000 millones de euros
para el Estado portugués. Ningún ministro de izquierdas podría aprobar un
decreto así.



La experiencia de la «geringonça» (acuerdos 2015-2019) se ha tratado a veces
en el debate internacional como si fuera un «modelo». Para nosotros, no
representa un modelo listo para ser aplicado, ya que es fruto de
circunstancias nacionales muy particulares. Era un gobierno minoritario de
un partido de centro, no un gobierno de izquierdas. Su base parlamentaria
fue el resultado de importantes compromisos sobre un cambio político: el fin
de la austeridad y la recuperación de los ingresos de la población. Esta
plataforma se agotó entonces y el Partido Socialista se negó a aceptar las
exigencias de la izquierda de que su apoyo al gobierno se correspondiera con
la recuperación de los derechos laborales perdidos (imprescindible para
corregir el prolongado estancamiento de los salarios medios) y la creación
de condiciones para la continuidad del SNS (degradado por la depredación
privada).



-Por otro lado, Portugal parecía uno de los últimos países de Europa sin una
extrema derecha relevante, pero ya ha irrumpido el fenómeno de Chega, algo
que puede parecer sorprendente en un país cuya Constitución nace como
producto del derrocamiento de una dictadura por parte de una alianza entre
sectores del ejército y las clases populares ¿Cómo es la extrema derecha
portuguesa y cuáles son las causas de su ascenso?



En la actual reorganización de la derecha portuguesa destacan dos nuevos
polos, uno de extrema derecha y otro ultraliberal, que comparten el mismo
programa económico, basado en los beneficios fiscales para los ricos y la
privatización de los servicios públicos. La radicalización del conjunto de
la derecha, heredera de la troika, hostil al Estado social y, en el caso del
partido Chega, abiertamente racista, es un proceso de dimensión
internacional. El mandato de Trump en Estados Unidos ha aportado cultura y
recursos a la corriente que dinamiza esta radicalización. Fue sobre todo
esta dinámica internacional la que impulsó el lanzamiento de Chega.



Bajo este impulso, un puñado de militantes de grupos de extrema derecha y
otros desafectos al PSD (que se alejaron del partido tras el fin del mandato
del ex Primer Ministro Passos Coelho) se lanzaron a crear el nuevo partido.
Los segmentos conservadores de los partidos tradicionales (PSD y CDS)
pensaron que había llegado el momento de afirmar un programa
ultrarreaccionario y ultraliberal y lograron reunir a su alrededor al
lumpenaje político suficiente para conseguir en poco tiempo una presencia
territorial significativa y absorber el electorado del moribundo CDS,
logrando resultados electorales relevantes en los municipios. Una parte del
electorado de Chega está en las periferias desfavorecidas y proviene de la
abstención, pero otra parte es antiguo electorado ultraconservador o
salazarista que se ha cobijado durante años bajo las banderas de la derecha
tradicional. Veremos cómo resistirá la apelación al voto útil al PSD, pero
es una fuerza que ya ha ganado su propio espacio.



La inmensa mayoría del electorado portugués no tiene un recuerdo directo de
la dictadura y de la guerra, que terminó hace casi medio siglo. Chega tiene
un electorado muy masculino y mayor, aunque el lado nostálgico de su
discurso está mucho menos asumido que el de Vox, por ejemplo. Es una derecha
de machismo agresivo, que explota la tensión en las periferias, el odio a
los gitanos y a los musulmanes, y en general a los pobres, a los que llama
«subsidiodependientes».



En los sectores juveniles, ha sido más importante el crecimiento de la
Iniciativa Liberal, una derecha de retórica brutalmente individualista y
«meritocrática», libertaria en las costumbres y anticomunista, procedente
también de segmentos del PSD y del CDS. En 2019 se presentó por primera vez
y sólo eligió un diputado, pero tiene perspectivas de crecimiento.



El Bloco enfrenta a la derecha fragmentada partiendo de su patrimonio común
-la política de la troika- y su furor privatista, que el marco pandémico
quedó en evidencia como una amenaza para el bienestar de la mayoría de la
población, cuando el papel del Estado en la salud, en la educación o en el
sostenimiento del empleo relegó al silencio la propaganda de la derecha.



En cuanto a la lucha contra Chega, además de exponer los vínculos del
partido con sectores de la élite económica altamente indeseables o con el
negacionismo más fanático y peligroso, el Bloco ha mantenido en la agenda
los temas de la migración y los refugiados, el racismo y la memoria
histórica, que nos negamos a disminuir bajo la presión de un sentido común
emergente, violento y revisionista. Es importante la presencia social de un
nuevo movimiento negro, muy juvenil e inspirado en el Black Lives Matter
norteamericano, con el que el Bloco mantiene relaciones muy estrechas.



-¿Cómo afrontan el Partido Social Demócrata (nombre del principal partido de
centroderecha en Portugal) y el resto de la derecha las elecciones?



Hoy la derecha atraviesa un periodo de fragmentación, con la disputa por el
liderazgo del PSD, la desaparición del CDS, la aparición de un nuevo partido
ultraliberal y la fuerte afirmación de Chega, liderado por un tránsfuga del
PSD y que tendrá en Vox al partido del que se inspira más directamente. Así
es como, desde la intervención de la troika, la derecha no ha podido superar
el umbral de un tercio de los votos.



Así, las ambiciones de poder de la derecha siguen siendo improbables y el
ascenso de Chega agrava aún más este contexto, ya que, por muy definitivas
que sean las garantías de los líderes de la derecha de que los racistas no
formarán parte de sus gobiernos, una parte del electorado de «centro», que
oscila entre el PS y el PSD, teme que un voto a la derecha tradicional acabe
por llevar a la extrema derecha a la esfera de decisión. Por ahora, las
perspectivas electorales de la derecha son escasas.



-Portugal es un caso excepcional en donde dos izquierdas, una mas
filo-soviética (PCP) y otra más vinculada a las tradiciones radicales que
reemergen en el pos 68 (BE), son capaces de consolidarse en pleno
neoliberalismo. ¿Cómo son las relaciones entre ellas?



Las relaciones entre el Bloque y el PCP son distantes. El PCP tiene una
lectura profundamente «campista» de la situación mundial, que lleva al
partido a defender regímenes que van desde el PC chino hasta el putinismo,
desde la dinastía siria Al Assad hasta la parte de la oligarquía angoleña
caída en desgracia. En materia de derechos y libertades, pongo algunos
ejemplos de divergencias: el PCP está en contra de la eutanasia o de la
legalización del cannabis, rechaza la paridad de género en las listas
electorales, niega la existencia de un problema de racismo estructural en el
país y sólo tardíamente ha adoptado un amplio programa sobre cuestiones
LGBT.



A pesar de estas diferencias, coincidimos en la inmensa mayoría de las
votaciones parlamentarias de carácter económico o social. Esto podría haber
planteado la posibilidad de una articulación política en los últimos años,
pero lamentablemente el PCP siempre se ha negado, no sólo a reuniones
tripartitas con el PS durante la vigencia de los acuerdos, sino incluso a
formas de articulación bilateral periódica que permitieran aunar esfuerzos y
agendas de negociación y movimiento. Por otra parte, los dirigentes
sindicales del PCP se han ocupado en los últimos años de excluir de sus
responsabilidades a los militantes vinculados al Bloco y a otras corrientes
sindicales, hasta el punto de negarse a llevar a cabo debates propuestos por
las minorías de la dirección de la CGTP.



-¿Cuál es el panorama en el ámbito de la movilización social? ¿Qué luchas y
sectores están actualmente a la vanguardia de la recomposición de un campo
antagónico en Portugal, a través del cual la izquierda puede recomponer una
alternativa a la derecha pero también al social-liberalismo?



La pandemia tuvo un impacto muy fuerte en los movimientos y luchas sociales.
Los sucesivos confinamientos y el aislamiento social condujeron a una
desmovilización generalizada y a la ruptura de los vínculos con los
activistas.



Ha habido luchas puntuales en la sanidad, los servicios públicos o en
profesiones vulnerables como la seguridad y la limpieza. En los servicios
públicos, en particular, se suspendieron varias huelgas previstas en el
marco de la preparación de las elecciones. Todavía es pronto para valorar la
profundidad del efecto de la pandemia en el agravamiento de un largo ciclo
de desertificación sindical y de débil conflictividad social, que plantea
cuestiones difíciles para una izquierda antagonista que depende de la
organización de confrontaciones articulando en los planos parlamentario y
social propuestas movilizadas y con vocación mayoritaria en la sociedad.



En los últimos meses hay algunos signos de recuperación en el movimiento por
la justicia climática y en la lucha antirracista y afrodescendiente (que
produjo la mayor manifestación durante el período de la pandemia, asociada a
las protestas mundiales contra el asesinato de George Floyd el 6 de junio de
2020), pero el movimiento feminista no ha logrado aún retomar el ciclo
ascendente que tuvo en el período inmediatamente anterior al Covid, con una
expresión callejera sin precedentes.



-Por último, el debate sobre la cuestión europea ha cobrado una nueva
vigencia en la pandemia. ¿Cómo evalúas la situación a escala europea?



La crisis pandémica profundiza las asimetrías entre los Estados de la moneda
única. Los fondos para la recuperación económica aparecen tarde, son
insuficientes y, en su mayoría, generan nueva deuda. Hay que reconocer que
el tabú alemán sobre la mutualización de la deuda se ha roto parcialmente.
Pero mientras la economía alemana se beneficia de ayudas estatales masivas,
los gobiernos de los países más endeudados se someten voluntariamente al
estrangulamiento presupuestario porque prevén que los déficits ahora
autorizados desencadenarán medidas de austeridad en un futuro próximo. No
fue quebrado el tabú del financiamiento directo del BCE a los Estados, ni
las normas presupuestarias que, crisis tras crisis, se han revelado
contraproducentes. Con estas normas, los recursos financieros ahora
movilizados pueden incluso agravar las asimetrías que ya existen en la
Unión, como demuestra la disparidad entre los planes nacionales de respuesta
a la crisis.



Ningún programa de reconstrucción tendrá suficiente alcance si no incluye la
reestructuración de las deudas soberanas (en particular la deuda en manos
del Banco Central Europeo) y la ruptura con los tratados neoliberales que
atacan los servicios públicos y la inversión estatal.



* Jorge Costa, dirigente y diputado del Bloco de Esquerda de Portugal.



** Brais Fernández es militante de Anticapitalistas en el Estado español y
parte de la redacción de la revista Viento Sur.

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