Cultura/ No hay raza, hay racismo. [Frei Betto]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Nov 14 00:18:36 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

14 de noviembre 2021

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Cultura



No hay raza, hay racismo



Frei Betto *

Correio da Cidadania, 11-11-2021

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Traducción de Correspondencia de Prensa



Las razas no existen, dice el antropólogo italiano Marino Niola. Sólo
existen como "mito político". La palabra raza debe ser excluida del
vocabulario de la ciencia, del marketing y de la Constitución brasileña,
cuyo artículo 3, apartado XLI, dice: "Los objetivos fundamentales de la
República Federativa de Brasil son promover el bienestar de todos, sin
prejuicio de origen, raza, sexo, color, edad y cualquier otra forma de
discriminación".



La raza es una palabra maldita, una patología del lenguaje. Sólo hay dos
"razas": los que tienen y los que no tienen. En el capítulo VIII del clásico
"Don Quijote", el héroe advierte a su fiel escudero: "Mira allí, amigo
Sancho Panza, donde se descubren treinta o más desaforados gigantes, con los
cuales pienso hacer batalla, y quitarles la vida, y con cuyos despojos
empezaremos a enriquecer; ésta es una buena guerra, y se hace un buen
servicio a Dios que quita de la faz de la tierra tan mala raza." Escéptico,
Sancho Panza pregunta: "¿Qué gigantes?" El escudero se esfuerza por devolver
al Quijote a la realidad. Vale preguntar: ¿Cuáles razas?



La resistencia del término "raza" en nuestra cultura, hasta el punto de que
un gobierno progresista como el PT creó la Secretaría de Políticas de
Promoción de la Igualdad Racial, se debe a que el racismo pretende asignar
bases científicas a su execrable postura. Nuestras diferencias de actitud no
tienen nada que ver con la Madre Naturaleza; son hijas de la Madre Cultura.
Nuestros prejuicios y comportamientos discriminatorios son el resultado de
la educación que hemos recibido, las influencias que hemos tenido, las
experiencias que hemos vivido.



Mi generación, nacida en los años 40, es tributaria de las películas de
Hollywood, en las que los buenos eran siempre hombres rubios y de ojos
claros, y los malos se parecían a los latinoamericanos o a los indios. Lo
mismo en los cómics de Disney, como el Pato Donald, en los que los
aborígenes eran retratados como inferiores e ignorantes.



La "biblia" de los racistas es el libro del francés J.A. Gobineau, publicado
en 1853, "Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas". En él, el
filósofo francés aplica a las personas los parámetros utilizados en zoología
para clasificar las especies animales.



El primero en denunciar esta falacia fue otro francés, Claude Lévi-Strauss,
en 1952, en su libro "Raza e Historia", una reacción al uso y abuso del
término por parte de los nazistas. El antropólogo francés retomó el tema en
1971 en "El color de las ideas", en el que refutaba los silogismos raciales
basados en la ciencia.



La genética demuestra que el ADN es común a todos los seres humanos. Y las
diferencias no provienen de los genes, sino de la convivencia con otras
personas que nos transmiten la herencia inmaterial: lenguas, tradiciones,
costumbres, valores, gustos. Somos de diferentes etnias, que resultan de la
cultura, no de las razas, que supuestamente resultan de la constitución
biológica.



Conviene recordar que no hay nadie más culto que otro. Existen distintas
culturas socialmente complementarias. Es un error confundir los niveles de
escolaridad con los niveles de cultura. El físico nuclear que no sabe
cocinar depende de la cultura culinaria de su cocinero para sobrevivir.



La humanidad siempre se ha dividido en seres "superiores" e "inferiores". La
supuesta superioridad no se deriva del color de la piel, como afirman los
blancos racistas. Se deriva de herramientas de poder, como el dinero y los
recursos bélicos, que forjan la ideología de que las características del
dominador legitiman su superioridad sobre el dominado. Así, los romanos de
la época del imperio trataban a los extranjeros como "bárbaros" y los
colonizadores europeos se atribuían derechos y privilegios negados a los
pueblos colonizados.



Para los españoles y portugueses que invadieron América Latina, los pueblos
originarios eran ignorantes. Los ibéricos nunca tuvieron ojos para reconocer
la inmensa riqueza cultural de las naciones indígenas, como los mayas, que
utilizaron el cero antes que los europeos e hicieron predicciones
meteorológicas tan precisas que, aún hoy, intrigan a los científicos.



Jorge Luis Borges, en el cuento "El lenguaje analítico de John Wilkins",
escribe que "no hay clasificación del universo que no sea arbitraria y
conjetural". Y cita como ejemplo la enciclopedia china titulada "Emporio
Celestial del Conocimiento Benévolo", donde dice que los animales se dividen
en 14 categorías. La última es la de aquellos que "de lejos parecen moscas".



Vistos desde la distancia, desde la altura de la arrogancia y la
prepotencia, los demás seres humanos "parecen moscas". Esto se aplica a la
visión americana prejuiciosa de los africanos; a la visión blanca de los
negros; a la visión cristiana de los musulmanes; a la visión masculina de
las mujeres; a la visión citadina de los indígenas. Por eso la categoría
"raza" es tan conveniente para legitimar los prejuicios y la discriminación.



Todos sabemos que los recursos del planeta están cerca del límite. Excepto
uno: el ser humano. Somos el único recurso abundante sobre la faz de la
Tierra, entre otras cosas porque nuestra reproducción requiere pocas
calorías y nos proporciona un inmenso placer. De ahí el esfuerzo por tratar
de naturalizar las diferencias para justificar la explotación, la sumisión y
la exclusión.



Admitir que todos estamos dotados de las mismas características biológicas y
de la misma dignidad supone una amenaza para quienes detentan los medios de
control de unos sobre otros, de la riqueza de las élites sobre los pobres, e
incluso de la fuerza física del hombre sobre la mujer.



Hay que eliminar definitivamente ciertas palabras del vocabulario. No hay
raza, sino racismo, que debe ser desterrado de la convivencia humana.



* Frei Betto es asesor de movimientos sociales. Autor de 53 libros,
publicados en Brasil y en el extranjero, ganó dos veces el premio Jabuti
(1982, con "Batismo de Sangue", y 2005, con "Típicos Tipos").

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