Estados Unidos/ No todos están de fiesta. La precariedad alimentaria es mucho mayor que antes del Covid. [Sasha Abramsky]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Nov 29 23:03:10 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

29 de noviembre 2021

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Estados Unidos



La precariedad alimentaria es mucho mayor que antes del Covid



Sasha Abramsky *

A l’encontre, 27-11-2021

http://alencontre.org/

Traducción de Ruben Navarro – Correspondencia de Prensa



Cuando la pandemia de Covid-19 sacudió la economía en la primavera y el
verano de 2020, decenas de millones de estadounidenses perdieron su trabajo
y quedaron más expuestos al hambre. Como resultado de esa situación, el
recurso a la red de bancos de alimentos del país aumentó repentinamente.



Antes de la pandemia y al comienzo de la misma, los bancos de alimentos
distribuyeron 1.100 millones de libras [1 libra = 0,453 kg] de alimentos en
el primer trimestre de 2020. En el otoño [del hemisferio norte] del mismo
año, repartieron 1.700 millones de libras de alimentos.



Desde entonces, este aumento impresionante se estabilizó e incluso ha
disminuido un poco en muchos lugares, pero esto no significa que el país ya
no sufra una epidemia de inseguridad alimentaria. Al contrario: los
principales bancos de alimentos del país informan regularmente sobre los
niveles de necesidad -y de distribución de alimentos para tratar de
satisfacer esa necesidad- mucho más elevados que antes del Covid.



***



En Washington, por ejemplo, los principales bancos de alimentos registraron
un aumento en la frecuentación de más del 60% con respecto a 2019. En otros
términos, mientras se acerca Thanksgiving [Día de acción de gracias],
millones de estadounidenses luchan diariamente para alimentar a sus familias
y cuentan para ello con lo mínimo. Si logran preparar una buena comida, es
casi exclusivamente gracias a las organizaciones caritativas de alimentos, a
los voluntarios que trabajan en ellas y a los donantes.



Al mismo tiempo, la inscripción en el Programa de Asistencia Nutricional
Suplementaria (SNAP) aumentó en 7 millones desde hace dos años. Más de 42
millones de estadounidenses reciben actualmente bonos de alimentos. De
ellos, más de 4 de cada 10 son miembros de familias en las que al menos una
persona trabaja.



En una gran parte del Sur, más del 15% de la población recibe el SNAP. En
Nuevo México, el estado con el mayor uso de cupones de alimentos del país,
más de uno de cada cinco habitantes está inscrito en el SNAP. Para responder
al aumento del recurso al SNAP, la administración Biden implementó el mayor
aumento permanente del valor de los cupones a principios de 2021. Con ese
aumento, una familia de cuatro miembros puede recibir hasta 835 dólares al
mes de SNAP.



En alguna medida, estas cifras y la resistencia del SNAP ante la arraigada
hostilidad de los conservadores hacia el programa son un éxito: decenas de
millones de estadounidenses carecen de la suficiente seguridad económica
para alimentarse fácilmente a sí mismos y a sus familias. Y,
afortunadamente, el país no sufre una epidemia de hambre. Al contrario, las
redes de beneficencia funcionan a pleno, con mecanismos de distribución de
alimentos para combatir el hambre de la gran mayoría de los beneficiarios.
Al mismo tiempo, el SNAP se ha convertido en el éxito de facto de una red de
seguridad social que, por otra parte, está en declive.



***



Pero, desde otra perspectiva, estas cifras son una acusación devastadora del
actual modelo económico de Estados Unidos: en el país más rico del mundo,
con más multimillonarios que en cualquier otro lugar del planeta, un gran
porcentaje de la población no tiene la capacidad de dedicar los recursos
financieros necesarios para alimentarse y alimentar a sus hijos sin
problemas. En vez de eso, se ven obligados a recurrir a la caridad o a las
ayudas gubernamentales. Muchas personas que dependen de la ayuda alimentaria
tienen trabajo, pero no un trabajo que les permita comprar los alimentos que
sus familias necesitan.



En el Sur, en particular, donde en pocos lugares el salario mínimo local
supera el mínimo federal de 7,25 dólares por hora (menos de la mitad que en
ciudades y estados que han apostado por el "salario digno" de 15 dólares en
los últimos años), el escándalo de la inseguridad alimentaria de los
trabajadores pobres sigue estando omnipresente.



Se trata de una crisis -ampliada, pero en ningún caso creada, por la
pandemia- que no se debe a fallos en la producción de alimentos, sino al
aumento de las desigualdades. Está claro que no hay escasez de alimentos en
EE.UU., pero sí hay escasez de ingresos disponibles para un porcentaje
creciente de personas que se encuentran en la parte más baja de la escala
económica. En nuestra sociedad, nos hemos acostumbrado a la terrible
realidad de las familias que sufren la escasez de alimentos en un contexto
de superabundancia de alimentos básicos.



Mientras el país se prepara para celebrar, este 25 de noviembre la fiesta de
Thanksgiving que para muchos supone un gran festín con la familia y los
amigos, esta crisis se ve agravada por meses de alta inflación, sobre todo
en sectores clave de la economía, como los carburantes y los alimentos. El
precio de algunos tipos de carne ha subido casi un 10% en el último año. Lo
más preocupante es que este verano, en varias categorías de alimentos, como
los huevos, los precios empezaron a subir un ritmo de 3% por mes.



Si la situación se prolonga, tendrá un enorme impacto en el poder
adquisitivo de los estadounidenses pobres, que ya gastan una parte
desproporcionada de sus limitados ingresos en alimentos. Mientras que la
cantidad media del ingreso personal disponible que los estadounidenses
gastan en comida (para prepararla en sus casas) se redujo del 13,7% en 1960
al 5,7% en 2000, a medida que los ingresos aumentaban y el costo de los
alimentos disminuía, para los estadounidenses pobres nunca fue así. Según
las estimaciones (de hace cinco años) del departamento de agricultura [USDA]
, la quinta parte más pobre de los estadounidenses seguía gastando entre el
28% y el 42% de sus ingresos brutos en alimentos.



Dado que los estadounidenses de bajos ingresos también se ven especialmente
afectados por el aumento de los precios de la vivienda, del combustible y de
una serie de bienes de consumo como los coches usados, las presiones
inflacionistas dentro de la industria alimentaria amenazan con hacer aún más
peligrosa la cuerda floja económica en la que se encuentran.



Por ello, aunque la tasa de desempleo general haya vuelto a situarse a
niveles cercanos a los de antes de la pandemia -los últimos datos del Bureau
of Labor Statistics [Oficina de estadísticas laborales] muestran una tasa de
desempleo del 4,6%-, aunque los índices de pobreza general hayan caído a
niveles históricamente bajos gracias a la intervención masiva del gobierno
en la economía, la inseguridad alimentaria sigue siendo un fenómeno
generalizado en Estados Unidos. (Publicado en Truthout, 25-11-2021, con el
título Not Everyone Is Feasting. Food Insecurity Is Much Higher Than Before
COVID: https://truthout.org/)



* Sasha Abramsky es profesora de la Universidad de California y periodista
independiente.

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