Brasil/ 2 de octubre, una encrucijada. [Valerio Arcary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Oct 6 01:10:16 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

5 de octubre 2021

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Brasil



2 de octubre, una encrucijada



Valerio Arcary *

Esquerda Online, 5-10-2021


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Traducción de Correspondencia de Prensa



1. En las movilizaciones callejeras del 2 de octubre acumulamos fuerza, y
una esperanza permanece viva en el movimiento, pero no superamos los límites
que la campaña Fuera Bolsonaro ha conocido hasta ahora, lo que nos deja en
una encrucijada. El balance merece destacar tres elementos:



(a) las protestas alcanzaron una capilaridad de 300 municipios, con
manifestaciones en todas las capitales, que movilizaron, sumadas, a unos
cientos de miles. La campaña de Fuera Bolsonaro tiene una audiencia masiva,
pero no ha logrado llevar a millones a las calles. Hay una constancia, una
perseverancia, un compromiso en el activismo. Incluso en un contexto menos
peligroso de la pandemia, en el que el peligro de contagio sigue estando
presente, pero es un poco menor debido al avance de la vacunación, no hubo
ningún cambio en la calidad, sólo alguna variación cuantitativa para un poco
más o un poco menos. Fueron actos que pueden caracterizarse como la
movilización de una vanguardia ampliada del área de influencia de los
movimientos sociales y partidos de izquierda más organizados.



(b) en la superestructura, lo que prevaleció fue un reposicionamiento de la
oposición liberal de derecha, después de la sorprendente carta de disculpa
de Michel Temer en nombre de Bolsonaro. Aun así, se produjo una ampliación
del arco de alianzas políticas, pero no en las calles, incluso después de
las provocaciones fascistas de Bolsonaro el 7 de septiembre. La inmensa
mayoría de los actos eran de gente de izquierdas. La incorporación de una
veintena de partidos, tanto de centro-izquierda como PDT, PSB, Rede,
Solidaridad, disidentes de partidos liberales de centro-derecha como
Ciudadanía, DEM, MDB, PSD, PSDB, e incluso de la extrema derecha en ruptura
con el bolsonarismo como PL, Podemos y Novo no sumó adhesiones. Lo más
importante, por desgracia, fue el descuido de Ciro Gomes, que, abordado por
los abucheos mientras pronunciaba un discurso, un riesgo previsible, decidió
denunciar que el "fascismo rojo" sería igual al fascismo verde-amarillo, una
aberración. A continuación, fue víctima de un intento de agresión física, en
un episodio grotesco y lamentable. No hay razón para esperar que un próximo
acto, incluso con una ampliación de los liderazgos que representan a
sectores de la burguesía para el impeachment, pueda atraer a los sectores
medios conservadores descontentos.



(c) si sólo se consideran las condiciones objetivas para salir a la calle
contra Bolsonaro, están más que maduras, incluso podridas. Los límites de
las movilizaciones son las condiciones subjetivas. Las secuelas de la
pandemia seguían siendo agudas en septiembre, con una tasa diaria de
contagios superior a 15.000, sin tener en cuenta el subregistro, y de
muertes superior a 500, con cierta desaceleración. El desempleo tuvo una
oscilación en el margen del 1%, pero sigue castigando a unos 14 millones,
con sólo 30 millones de trabajadores del sector privado, menos de un tercio
de la población económicamente activa. La inflación se ha disparado al 10%
anual, pero supera el 20% si se considera la cesta de la compra de la clase
trabajadora.



2. Los análisis no deben ser ni optimistas ni pesimistas. El método del
marxismo es el realismo revolucionario. Somos la mayoría social, pero la
presencia en los actos sigue estancada. Una forma de ver esta dinámica es
subrayar sus límites. Otra es destacar que la fatiga no se impuso, algo
notable después de un cierto desgaste tras cuatro meses. Ambas cosas son
ciertas. ¿Hemos llegado al límite? ¿Cuál es la dinámica que prevalecerá? En
realidad, una campaña para intentar desplazar a un gobierno como el de
Bolsonaro debe ser vista como un proceso, con oscilaciones, y requiere
perseverancia. No se acaba hasta que se acaba, y aún nos queda este año el
reto del 15N (15 de noviembre) y, a continuación, el 20N (20 de noviembre)
organizado por el movimiento negro. Pero es inevitable que no haya una
situación explosiva de ánimo de lucha. No debemos refunfuñar, es inútil. La
cuestión es comprender esta subjetividad de las masas populares. ¿Por qué,
después de todo? Tres factores, por desgracia, parecen principales:



(a) la primera es la incredulidad. La tendencia que se viene imponiendo en
la base social de los movimientos sindicales, feministas, negros, juveniles
y populares es que el impeachment no es posible. La gente no se lo cree. Las
masas sólo salen a la calle por millones cuando creen en la inminencia de la
victoria. Y Bolsonaro parece blindado en el Congreso Nacional. Una angustia
y un rencor enormes pueden permanecer contenidos durante un largo período, y
explican por qué el "reloj de la historia" es lento. Los motivos de esta
duda o inseguridad son variados.



(b) La segunda es la expectativa electoral de que Bolsonaro pueda ser
derrocado en 2022. A medida que pasa el tiempo, y se multiplican los sondeos
de opinión, parece imponerse la apuesta por derrotar a la ultraderecha en
las urnas. El cálculo se basa en la experiencia de los últimos treinta y
cinco años de elecciones ininterrumpidas. Pero también se alimenta del miedo
a que las movilizaciones radicales contra los fascistas despierten
reacciones aún más radicales del bolsonarismo que, como todo el mundo sabe,
tiene gran influencia en la oficialidad de las Fuerzas Armadas y de los
cuerpos policiales del Estado.



(c) La última es el peso de la experiencia acumulada tras tantas derrotas en
los últimos cinco años. Pasó el golpe institucional contra Dilma Rousseff,
Temer asumió y cumplió su mandato, Lula fue condenado y encarcelado,
Bolsonaro fue elegido, se aprobaron las contrarreformas laborales y de la
seguridad social, se vitoreó la Ley de Techo de Gasto, continuaron las
privatizaciones con Eletrobrás y Correos. La gente está, políticamente,
dolida. Las heridas hacen retroceder la conciencia.



3. Muchos en la izquierda más combativa también han alertado que la ausencia
de Lula no puede ser ignorada. No se equivocan. Hacen bien en criticar
porque es inexplicable, o incluso imperdonable, que el principal  liderazgo
popular opte por no acudir a los actos, ni siquiera enviar un vídeo grabado
para que se proyecte en la gran pantalla, incluso después de la apoteosis
fascista de Bolsonaro el 7 de septiembre. Una difusión sistemática de los
actos a través de videos en sus redes sociales, y la expectativa de su
presencia habrían fortalecido mucho la campaña de Fuera Bolsonaro. Es un
argumento serio que todavía estamos en estado de alerta sanitaria, y Lula
tiene 75 años, ha tenido cáncer, estuvo en prisión más de un año, y debe
protegerse. No era imposible sortear los peligros de contagio organizando un
servicio de seguridad riguroso. Pero no es razonable exagerar el papel de
Lula. El núcleo duro de la dirección del PT ha apostado por la estrategia
del desgaste, el quietismo, evitando provocar a los fascistas con un palo
corto, favoreciendo la ocupación de espacios para que Lula se imponga como
catalizador del malestar social para 2022. Pero hay que ser lúcido a la hora
de evaluar la relación social de fuerzas, y reconocer que no depende de la
voluntad de la dirección del PT derrocar a Bolsonaro este año. La valoración
que atribuye a Lula toda la responsabilidad de la encrucijada en la que se
encuentra la campaña de Fuera Bolsonaro no es correcta. Los contrahechos son
legítimos, porque en la lucha social y política siempre hay un campo abierto
de posibilidades. Pero no todo es posible. Incluso si Lula se hubiera
comprometido, sigue siendo una hipótesis poco probable que millones de
personas hubieran respondido. El PT es el mayor partido de izquierda, pero
no tiene la misma fuerza que hace dos décadas. Tampoco tienen razón quienes
insisten en la propuesta de avanzar hacia la preparación de una huelga
general para derribar al gobierno. Desgraciadamente, no hay condiciones para
construir una jornada de huelga general. Una convocatoria, aun suponiendo el
movimiento de un aparato de cientos de coches sonoros, y miles de
funcionarios sindicales a las puertas de las grandes empresas, resultaría,
ineludiblemente, en este momento, un rotundo fracaso. No basta con que las
condiciones objetivas sean terribles. Es indispensable que los subjetivos
también estén presentes. Finalmente, se han hecho otras dos críticas:



(a) algunos consideran que existe un problema político. Sostienen que hay un
error en el programa de agitación de los Frentes Brasil Popular y Pueblo sin
Miedo. Sostienen que la prioridad de la convocatoria deben ser las demandas
más sentidas y no el lema "Fuera Bolsonaro". Hay una pizca de verdad en esta
crítica. Pero también es cierto que la vacuna en el brazo y la comida en el
brazo estaban siempre presentes en todos los mensajes. En la lucha política
no hay atajo, eslogan "mágico" o abracadabra. No es izquierdismo político
que el eje de la campaña sea "abajo el gobierno". Todas las encuestas y
opiniones disponibles confirman que, especialmente entre la gente pobre de
las ciudades, hay una mayoría que considera al gobierno un desastre.



(b) algunos observan que el formato de actos-concentración, sin marchas y
con dos horas y media de discursos es poco atractivo. Pero no es razonable
imaginar que un formato más combativo, con marchas, o más lúdico, con más
música, sea suficiente para atraer a millones.



Reconocer que estamos en una encrucijada es admitir que tenemos un dilema
ante nosotros. Un dilema es una elección difícil. Pero hay que mantener la
campaña de Fuera Bolsonaro, e insistir en la preparación de los actos de
noviembre, sin descanso, sin aristas. Nada es más importante. La lucha
contra los neofascistas será larga y dura.



* Historiador, militante de la corriente Resistencia/PSOL, columnista de
Esquerda Online.

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