Líbano/ El colapso: refugio, trabajo precario y marginación. [Jana Nakhal]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Mie Oct 6 22:51:26 UYT 2021
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Correspondencia de Prensa
6 de octubre 2021
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Líbano
El colapso: refugio, trabajo precario y marginación
Jana Nakhal *
Capire, 17-9-2021
https://capiremov.org/fr/
Traducción de Faustino Eguberri – Viento Sur
https://vientosur.info/
Hace un año y un mes, produjimos un informe titulado Líbano: Infierno en
julio, para analizar lo que estábamos experimentando entonces. Aparentemente
todavía no sabíamos qué era el infierno. Mientras países de todo el mundo se
enfrentaban a muchas crisis económicas y ambientales, como resultado de la
pandemia de COVID-19, el capitalismo y el calentamiento global, el Líbano se
vio afectado por otros dos desastres: el colapso económico y la explosión
del puerto de Beirut.
Cuando hablamos de colapso económico, este término difiere de la crisis
económica en el resto del mundo en que es un escenario resultante de las
destructivas políticas económicas neoliberales que asolaron la economía
libanesa después de la guerra civil de 1975-90, orientando al país hacia una
economía rentista improductiva que depende de los sectores de servicios
financieros, del turismo y del sector inmobiliario. Todas estas medidas se
tomaron con la aprobación, participación y disfrute de todos los partidos
políticos en el poder. Este contexto ha llevado, según el Banco Mundial, a
uno de los tres peores colapsos económicos jamás registrados en el mundo y
el peor en la historia del Líbano. Las políticas neoliberales y el sistema
económico rentista han reducido el valor de la libra libanesa más de diez
veces en un año: en 1.500 libras libanesas por dólar a alrededor de 20 mil.
Otro efecto de las políticas neoliberales ha sido la ruina de las
instituciones estatales, al reducir los subsidios proporcionados por el
Estado, la usurpación de su riqueza y el aumento de la concentración del
poder en manos de la clase dirigente, dejando solas a la clase obrera y a
las personas marginadas frente al problema de la Goule [criatura demoníaca
que come carne humana] del libre mercado y el capitalismo despiadado. En un
país donde el salario mínimo es ahora de unos quince dólares, la ya ex
Viceprimera Ministra Zeina Akar, los ministros y el actual gobernador del
Banco Central del Líbano se reunieron el mes pasado para discutir la
eliminación de las subvenciones a los combustibles, aumentando así el precio
del combustible a veinte dólares por galón.
El resultado de este colapso se puede ver en los medios de comunicación
locales e internacionales, que muestran las humillantes colas en las
gasolineras debidas a la interrupción del suministro de gasolina y diésel.
Además, la escasez de electricidad y medicamentos hace que la vida sea casi
insoportable y el trabajo imposible en el Líbano para quienes todavía tienen
un trabajo. Al mismo tiempo, los precios de los alimentos han aumentado en
más del 400% en solo un año. En un año, la clase trabajadora ha caído por
debajo del umbral de pobreza. Un informe de la Comisión Económica y Social
de las Naciones Unidas para Asia Occidental (CESPAP) advirtió que más del
55% de la población libanesa se ha vuelto pobre.
Mientras tanto, las y los refugiados se han visto obligados a depender cada
vez más de las instituciones y organizaciones internacionales. Las
condiciones de vida de la población siria y palestina se han deteriorado
drásticamente en el último año, ya que el colapso económico ha dificultado
la búsqueda de trabajo y ha contribuido a la creación de condiciones de
trabajo con aún más explotación. Además, un gran número de personas
refugiadas vive bajo presión en campamentos o barrios superpoblados sin
infraestructura básica, seguridad y saneamiento. En otro informe, de la
Agencia de las Naciones Unidas para la Asistencia a las Personas Refugiadas
de Palestina en Próximo Oriente (United Nations Relief and Works Agency for
Palestine Refugees in the Near East – UNRWA) resulta evidente que las y los
refugiados tienen tres opciones en el Líbano: morir de coronavirus, de
hambre o en el mar al tratar de buscar ilegalmente una vida mejor.
Mientras las mujeres están sufriendo el mayor impacto de la pandemia y el
colapso económico actual, las refugiadas y trabajadoras migrantes están
sufriendo aún más. Las refugiadas palestinas y sirias en el Líbano se han
visto privadas de sus derechos económicos fundamentales durante años y han
sufrido muchas otras formas de explotación y racismo, mientras que la ayuda
de las organizaciones internacionales se ha reducido a cupones de alimentos
sin valor. El país ha sido testigo de la inmensa injusticia que afecta a las
trabajadoras migrantes, especialmente a las que trabajan en tareas
domésticas. Además de sufrir las condiciones inhumanas del sistema
kafala[1], estas mujeres ahora son abandonadas a su suerte al sufrir
expulsiones ilegales con el pretexto de la crisis económica.
Por otro lado, la infraestructura estatal, responsable de garantizar una
vida decente, con educación, vivienda y salud para la población más
marginada, se está derrumbando. En su investigación "La vivienda como
cuestión feminista", el Public Works Studio mostró el alcance de la
disminución de la seguridad de la vivienda para las mujeres en el Líbano y
la invisibilidad del derecho a la vivienda, especialmente para las mujeres
mayores, las trabajadores migrantes y las refugiadas que viven en las zonas
más afectadas por la explosión del puerto de Beirut. Un informe de Housing
Monitor reveló que, durante los meses de mayo y junio, de 110 amenazas de
secuestro, 33 fueron registradas contra mujeres que vivían solas.
En el campo de la salud, además del miedo a una nueva ola de casos de
covid-19 y a una posible incapacidad de los hospitales para satisfacer la
creciente demanda, la salud sexual y reproductiva de las mujeres también se
ve afectada. Este área ha sido desmantelada debido a la falta de inversión y
la renuencia del Estado a cubrir cirugías y apoyo con medicamentos,
compresas higiénicas y anticonceptivos. De hecho, los anticonceptivos han
desaparecido del mercado y las compresas han multiplicado su precio por 20
en el último año. Como muestran las investigaciones, el colapso económico,
la explosión del puerto de Beirut y la pandemia de covid-19 se combinan con
otras muchas crisis, como los incendios forestales de 2019 y los conflictos
ocasionales marcados por el racismo, el sectarismo y la discriminación por
región y clase.
Este escenario ha llevado a un deterioro significativo de la psicología de
la población, y aún más la de las mujeres refugiadas. El colapso de la
infraestructura y la escasez de diésel también han afectado la
infraestructura necesaria para la atención a la salud mental: el servicio de
apoyo telefónico para la prevención del suicidio, esencial para evitar
perder más vidas, ahora está amenazado debido a la crisis energética.
En línea con la crisis económica, la clase dominante, representada por las y
los ministros y diputados, líderes de partidos, banqueros y el gobernador
del Banco Central del Líbano, se niega a cambiar las políticas económicas y
liberar dinero de la población, confiscado por los bancos. En un momento en
que la libra libanesa está extremadamente devaluada frente al dólar, las
autoridades interpretan la realidad con mentiras y análisis surrealistas,
con argumentos basados en información distorsionada: acusan a las personas
refugiadas de ser responsables de la crisis, acusan a la población de
"guardarse los dólares" en casa e inventan la existencia de una conspiración
global contra el Líbano.
Aunque parezca ser una victoria para la clase obrera, las mujeres y las
comunidades marginadas, el fracaso de las negociaciones con el Fondo
Monetario Internacional (FMI) no es una buena noticia: la clase dominante no
ofrece mejores soluciones.
Al adherirse al modelo capitalista neoliberal, la clase dominante está
tratando de sacrificar a más grupos para preservar sus bienes y privilegios,
preparando nuevas mentiras todos los días, movilizando a su base de una
manera sectaria, racista y clasista.
No hay una solución inmediata para el Líbano, y quienes más sufrirán son
quienes ya han sufrido todas las formas de explotación. Esto significa que
el colapso actual es una crisis sentida por la sociedad en su conjunto en el
Líbano, pero son la clase trabajadora, las mujeres, la población marginada y
las personas refugiadas quienes sienten sus efectos de muchas maneras y a un
nivel superior. Es un colapso que destruye las formas y redes de protección,
cooperación, solidaridad y permanencia que estas comunidades han construido
durante años con muchas luchas.
Hoy en día, todas estas comunidades se enfrentan a desafíos hasta ahora
desconocidos, y el Estado ha desaparecido en el momento en que era más
necesario, empujando a la población más afectada en una dirección: la
explotación mutua. El Estado es el que ha provocado todo a lo que nos
enfrentamos hoy, principalmente para destruir la unidad y la solidaridad
entre la clase trabajadora, las mujeres, la población marginada y las
personas refugiadas.
* Jana Nakhal es urbanista, activista de la Marcha Mundial de las Mujeres en
el Líbano y miembro del Partido Comunista Libanés.
Nota
[1] Kafala es un contrato de trabajo abusivo según el cual las trabajadoras
migrantes deben ser patrocinadas por un ciudadano libanés para permanecer en
el país, sometiéndolas al control total de las personas que las contratan.
La o el empleador tiene derecho a confiscar su visado y se hace responsable
del mantenimiento legal de la persona en el país, eximiéndola de la garantía
de derechos laborales como el salario mínimo, la jornada laboral máxima, las
vacaciones y las horas extras.
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