Nicaragua/ El gran capital después del 7 de noviembre. [Oscar-René Vargas]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Oct 27 13:08:04 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

27 de octubre 2021

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Nicaragua



El gran capital después del 7 de noviembre



Observar con cuidado, esconder nuestras capacidades, esperar nuestro tiempo,
debe ser la síntesis de la estrategia en la lucha en contra de la dictadura
Ortega-Murillo.



Oscar-René Vargas

100% Noticias, 27-10-2021

https://100noticias.com.ni/



Después de 43 meses de crisis, el pacto Ortega-Murillo con gran capital se
mantiene y por extensión su subordinación política a la dictadura, lo que
constituyó una puñalada trapera a la rebelión de Abril-2018; a la concreta
el régimen mantiene vigentes todos los beneficios que permite las ganancias
extraordinarias de las elites empresariales y financieras.



El poder tiene completa claridad de sus intereses. El poder está a la vista:
la dictadura, el capital, las empresas trasnacionales, los banqueros y el
ejército. Ortega impuso el capitalismo neoliberal de compadrazgo y se
produjo un paso libre a la confusión, la mentira, el fraude y la corrupción.



El escenario post farsa electoral pone en la picota la cohesividad futura
del COSEP y, más que nada, obliga a un replanteamiento estratégico de la
política del gran capital que tiene un pie en el pacto económico-político
con el régimen Ortega-Murillo y otro pie económico-estratégico con Estados
Unidos/CAFTA, contradicción que ha puesto en riesgo de fractura a su propio
cóccix. El COSEP trata de resolver esa contradicción con el silencio
protector de la sociedad de caretas, pero no puede esconder su pasado
colaboracionista.



El devenir del COSEP dependerá de la correlación de fuerza nacional e
internacional que prevalecerá después de la farsa electoral. Después del 7
de noviembre el gran capital tendrá que definir su destino, aunque mantenga
su política que en boca cerrada no entran moscas. No se trata solamente de
miedo, sino de voltear a ver hacia otro lugar cuando la violencia la viven,
de una manera u otra, todos los sectores de la sociedad nicaragüense. Con su
silencio solapa cualquier acto de violencia perpetrado desde el régimen que,
con sus tentáculos represivos criminaliza cualquier manifestación de
denuncia y resistencia que lleven a cabo la población.



Ni los empresarios ni los banqueros desean tomar partido en el proceso de
deslegitimidad cada vez más ascendente que sufre Ortega-Murillo guardando
silencio sobre el tema de la represión contra la población y la farsa
electoral, debido a su enorme dependencia e intercambio económico/comercial
que mantiene con los miembros de la “nueva oligarquía”; mientras tanto,
prefieren ceder cómodamente, a la dictadura, la cobertura de su seguridad
empresarial.



¿Cómo quedará la nueva estrategia de cooperación entre el empresariado con
la dictadura, de doble carácter tanto económico como política/represiva?
Pareciera que están apostando todo a la permanencia del “orteguismo con
Ortega” en el poder en el período 2022-2026. La “familia” se ha convertido
en una pieza clave para los sectores más influyentes del gran capital.



Todo parece indicar que los poderes fácticos bancario y empresarial buscarán
fortalecer su posición económica comercial demostrando su falta de una
autonomía estratégica y su ausencia de una estrategia de desarrollo. No se
puede soslayar su dependencia del pacto y el peligro que corren ante el
posible descarrilamiento del régimen por la notable ausencia de vientos
favorables para la economía nicaragüense, lesionándose a sí mismo al
proseguir con una agenda que no tendrá un efecto favorable, en el mediano
plazo, a sus intereses ni utilización óptima del recurso potencial del país,
es decir, sin despilfarrar ni malbaratar.



Sea como se quiera observar, el aislamiento internacional del régimen y la
pérdida de base social, ha hecho que algunos analistas señalan una acelerada
crisis de su hegemonía, especialmente cuando en el horizonte se expresa que
la farsa electoral incrementa su ilegitimidad. La dictadura y la democracia
son incompatibles. Esta situación, sin embargo, no se puede catalogar que su
caída sea algo inminente, dado el apoyo de los poderes fácticos internos
(ejército, policía, sectores de la cúpula del gran capital y políticos
comparsas), pese a ello, tal declive es irreversible.



Nicaragua ha dejado de ser un lugar atractivo para la inversión extranjera y
empresarios locales y centroamericanos por la radicalización de la dictadura
y ausencia de respeto a las leyes, al debido proceso legal y a los derechos
humanos. Es decir, se vive una decadencia de los valores de la libertad y la
democracia.



Se avecina un tiempo nuevo. La farsa electoral marcará un punto de inflexión
simbólico con los años precedentes. El mayor aislamiento internacional y la
pérdida paulatina de su base social serán factores claves que moldearán la
política futura del país, todo apunta que el período 2022-2026 será agitado,
peligroso y muy poco propicio para la consolidación de la dictadura.



La elite empresarial nicaragüense parece no haber despertado de la realidad
de que Ortega-Murillo no se acomodará a los valores democráticos. No se
trata de algo coyuntural, sus raíces son profundas. El deseo de mantener su
hegemonía es el principal combustible de su política y prevalece sobre
cualquier otra consideración. En lo sustancial, Ortega-Murillo y los poderes
fácticos comparten diagnóstico sobre el contexto actual y en lo sucedido en
los últimos años, que vistos en perspectivas, conforman la base de
sustentación de la estrategia de “el poder o la muerte”.



La permanencia de Ortega en el poder, más de tres años después de
Abril-2018, no se explica sin el concurso del gran capital. Desde mayo de
2018, el gran capital ha sido un socio comercial, económico, político y
estratégico clave para que la dictadura se mantuviera en el poder. Hasta
hace bien poco, este proceso era percibido como mutuamente beneficioso y se
asumió que el crecimiento económico conduciría de forma casi natural y
mecánica a una nueva correlación de fuerza favorable a las elites
empresariales.



Hoy, resulta evidente que Ortega camina en otra dirección. Conviene tener
presente que para Ortega la alianza con el gran capital siempre ha sido un
medio para garantizar la supervivencia del régimen, no el preludio de una
transición democrática, en ningún caso la desaparición de la dictadura. En
el diálogo convocado por la dictadura, Ortega va a ofrecer mucho y cumplir
poco.



De ahí que las protestas de Abril-2018 actuaron como advertencia para Ortega
de los riesgos existenciales que acompañaban dicha alianza por el incremento
de la desigualdad social acompañada con la represión política. Asimismo, del
aplastante aislamiento internacional y de la pérdida de base social, Ortega
extrajo lecciones inquietantes: no detenerse, no retroceder en incrementar
el control dictatorial sobre la sociedad y los grupos de poder, léase gran
capital, lo explicaría la presidencia del César Zamora en el COSEP con el
beneplácito de Ortega.



Influenciado por el análisis cubano-venezolano, Ortega considera que el
afronta un período de cambio histórico y profundo, coincidiendo el declive
de la hegemonía unipolar de los Estados Unidos y de su capacidad de
proyectarse globalmente. Análisis que le da confianza a Ortega, de que el
nuevo orden mundial tripolar le da un margen de maniobra y que ni las
sanciones de la Unión Europea ni de los Estados Unidos lo pueden derrocar.



De igualmente, piensa que producto de las derrotas de Estados Unidos en
Afganistán, Siria e Irak y por la crisis interna de la sociedad
norteamericana limita la posibilidad de una mayor injerencia efectiva
estadounidense en la política nicaragüense; por lo tanto, sin capacidad de
cambiar drásticamente la correlación de fuerzas internas en Nicaragua.
Conviene no perder de vista que tanto la Unión Europea como Estados Unidos
han actuado, en el caso de Nicaragua, de manera reactiva la política sin
reglas que ejecuta Ortega.



La estrategia de Ortega es que quiere ser considerado, por los Estados
Unidos, como un actor estratégico a nivel centroamericano. Su estrategia es
transformarse, para los norteamericanos en un factor importante y necesario
en el tablero político centroamericano. Ortega ya no esconde que su
estrategia es “el poder o la muerte”, pero esto no es sinónimo de
transparencia.

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