Haití/ La migración haitiana a través del hemisferio occidental: un análisis de la (in)justicia social. [Priya Morley]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 31 12:35:37 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

31 de octubre 2021

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Haití



La migración haitiana a través del hemisferio occidental: la (in)justicia
racial



Este es un artículo de opinión de Priya Morley, asesora de políticas de
justicia racial en el Promise Institute for Human Rights de la Facultad de
Derecho de la estadounidense Universidad de California (Ucla), en Los
Ángeles.



Inter Press Service (IPS), 27-10-2021

https://ipsnoticias.net/



Los Ángeles, Estados Unidos. Muchas personas se conmocionaron por la
reciente “crisis” en la frontera entre Estados Unidos y México, cuando miles
de migrantes haitianos intentaron entrar en Estados Unidos y fueron
recibidos con violencia a manos de los agentes de la Patrulla de Aduanas y
Fronteras de Estados Unidos.



Pero desde entonces, más de 7500 haitianos han sido deportados de Estados
Unidos bajo el pretexto del Título 42, una medida de “salud pública”
ampliamente criticada, que probablemente viola el derecho internacional (en
particular el principio de no devolución) y que es perjudicial en especial
debido a la “violencia, anarquía e inestabilidad” en Haití en este momento.



Como muchos han señalado, esta respuesta forma parte de una larga historia
de leyes y políticas de inmigración estadounidenses anti-negras, y
específicamente antihaitianas. Sin embargo, lo que no recibe suficiente
atención es cómo el racismo y la xenofobia ya han afectado a estos haitianos
a lo largo de su ruta migratoria.



Es esencial aplicar un lente de justicia racial transnacional no sólo para
entender la reciente migración haitiana a través de las Américas, sino
también para desarrollar cualquier respuesta legal o política futura a la
migración en la región.



En varios países latinoamericanos, las leyes y políticas de inmigración al
principio fueron acogedoras para los haitianos, aunque sólo fuera para
facilitar la explotación temporal de la mano de obra “barata” haitiana.



Luego, a medida que las economías nacionales declinaban, los gobiernos de
derecha fomentaron el sentimiento racista y antiinmigrante y restringieron
la inmigración para excluir a los haitianos de la protección legal y de los
territorios nacionales.



Muchos haitianos emigraron primero a Brasil tras el terremoto que asoló
Haití en 2010, que exacerbó la inestabilidad política y económica del país y
provocó una mayor inseguridad y violencia. A partir de 2011, Brasil concedió
visas de trabajo a haitianos, en parte para utilizar su “mano de obra
barata” para preparar la Copa Mundial de la FIFA de 2014 y los Juegos
Olímpicos de 2016.



Entre 2010 y 2018, casi 130 000 haitianos entraron a Brasil, pero menos de
7000 obtuvieron el estatus de refugiados, en parte porque huir de un
desastre natural no era una justificación legal aceptada.



Cuando Brasil cayó en una recesión económica en 2014, muchos haitianos se
quedaron sin empleo, con menos vías para conseguir un estatus legal
permanente y con un aumento del racismo y la xenofobia en el país.



Es esencial aplicar un lente de justicia racial transnacional no sólo para
entender la reciente migración haitiana a través de las Américas, sino
también para desarrollar cualquier respuesta legal o política futura a la
migración en la región.



A partir de 2014, muchos haitianos comenzaron a emigrar a Chile desde Brasil
y Haití. La expresidenta chilena Michelle Bachelet, como parte de la
respuesta humanitaria de Chile al terremoto de 2010 en Haití, facilitó que
los haitianos que entraron en Chile con visas de turista obtuvieran unas de
trabajo una vez que encontraran empleo en el país. El número de haitianos
que residen en Chile creció exponencialmente a más de 185 000, a partir de
diciembre de 2019.



Pero con el aumento de la visibilidad llegó la discriminación generalizada
basada en la raza y el género que impactó la capacidad de los migrantes
haitianos para encontrar empleo, acceder a los servicios o integrarse de
otra manera en la sociedad chilena.



Según un estudio de 2018 que encuestó las condiciones de trabajo para los
migrantes haitianos, de los cuales 33,8 % de la muestra eran mujeres, 48 %
había experimentado discriminación y dijo que eso fue una barrera
significativa para obtener un empleo.



A medida que la visibilidad de los migrantes haitianos crecía en los centros
urbanos de Chile, el tema de la inmigración se situó en el primer plano del
debate público. El entonces candidato presidencial Sebastián Piñera fomentó
el sentimiento antiinmigrante en su carrera electoral y, tras asumir el
cargo en marzo de 2018, suspendió rápidamente las visas que habían permitido
que los haitianos trabajaran en Chile.



Entre octubre de 2018 y mayo de 2019, su administración “devolvió
voluntariamente” a unos 1400 haitianos a Haití. No hay constancia de que
ningún haitiano haya obtenido el estatus de refugiado entre 2010 y 2019.



Muchos de estos migrantes haitianos, a menudo con sus hijos pequeños nacidos
en Chile o Brasil, tuvieron que abandonar Sudamérica y buscar seguridad en
Estados Unidos.



La ruta migratoria atraviesa aproximadamente 7000 millas y once países, y
sus horrores, en particular en los más de 150 kilómetros del Tapón del
Darién entre Colombia y Panamá, están bien documentados. Cuando estos
migrantes llegaron a la frontera sur de México, se encontraron con el “muro
mexicano”.



Desde 2019, debido en gran parte a la presión económica que ejerce Estados
Unidos sobre México, las autoridades mexicanas han dejado de expedir los
“permisos de salida” que antes permitían a los migrantes haitianos (y
africanos) transitar hasta la frontera entre México y Estados Unidos para
solicitar asilo en el país.



En su lugar, los haitianos y sus hijos han estado entrando en el sistema de
inmigración mexicano en mayor número: en agosto de 2021, los haitianos eran
el segundo grupo más grande de solicitantes de asilo en México después de
los hondureños.



Como se documenta en nuestro reciente informe, los haitianos se enfrentan a
numerosos obstáculos en México, entre ellos: barreras lingüísticas; abusos
racistas por parte de funcionarios de inmigración, otros migrantes y
ciudadanos mexicanos; discriminación en el empleo y la vivienda; y exclusión
y aislamiento social.



Las mujeres haitianas se enfrentan a formas de discriminación por razón de
género, incluso cuando buscan atención sanitaria reproductiva. Como describe
una de las mujeres haitianas entrevistadas en el informe, “es como si la
sangre que corre por sus venas no fuera la misma que la de nuestras venas.
Te miran como si no fueras nada porque eres negra”.



Los migrantes haitianos y otros afrodescendientes, junto con los
afromexicanos y los indígenas mexicanos, también sufren el impacto negativo
del racismo generalizado y la discriminación por el color de piel en México.



Es en este contexto, después de esperar durante meses o años para ser
procesados por un sistema de inmigración mexicano carente de recursos y
sobrecargado, que miles de haitianos llegaron recientemente a la frontera
entre Estados Unidos y México.



No se trata de una “crisis” temporal: todavía hay miles de haitianos en
México, y otros miles en la ruta migratoria, a los que es poco probable que
se disuada de solicitar asilo en Estados Unidos.



Como señalé antes, un análisis de justicia racial de la migración haitiana
en las Américas no sólo ilustra las violaciones de derechos humanos con base
en la discriminación racial a las que se enfrentan, sino que también
descubre cómo el racismo estructural contra las personas negras impregna la
región y las sucesivas leyes y políticas de inmigración de los países.



Más aún, un análisis de justicia racial también ilumina los límites del
derecho internacional de los refugiados.



La definición de “refugiado” articulada en el derecho internacional de los
refugiados a menudo excluye a las personas negras, indígenas y otras
personas racializadas que se ven cada vez más obligadas a migrar debido a la
desigualdad mundial (“migrantes económicos”) y, en relación con ello, a los
impactos ambientales y humanos del cambio climático en las naciones y
poblaciones más marginadas (“migrantes climáticos”).



Estos fenómenos son las manifestaciones actuales de las historias del
colonialismo (de poblamiento) y la esclavitud, el imperialismo
(estadounidense) y la explotación (actual) de los recursos naturales en toda
la región, incluido Haití, y deben entenderse como cuestiones de justicia
racial tanto a nivel nacional como transnacional.



La respuesta a estos fenómenos, y específicamente a la migración haitiana
que se está produciendo como resultado, requiere no sólo una respuesta
regional basada en los derechos humanos, sino también una respuesta
racialmente justa. (Este artículo se publicó originalmente en
OpenGlobalRights: https://www.openglobalrights.org/spanish/)

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