Argentina/ Cómo salir de la trampa de la deuda eterna. [Lucía Ortega]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Oct 31 12:08:15 UYT 2021


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Correspondencia de Prensa

31 de octubre 2021

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Argentina



Cómo salir de la trampa de la deuda eterna



Lucía Ortega *

Ideas de Izquierda, 31-10-2021

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A tan solo una semana de desembarcar de Washington, donde mantuvo reuniones
por la renegociación de la deuda con el Fondo Monetario Internacional, el
ministro de Economía, Martín Guzmán, participó el domingo pasado de una
charla llamada “Cómo salir de la trampa de la deuda eterna”, junto al ex
ministro de Finanzas griego Yanis Varoufakis, y al ex candidato a presidente
ecuatoriano Andrés Arauz. Allí, a diferencia de lo que sostiene Guzmán en
las reuniones con Kristalina Georgieva, el FMI fue tratado como parte del
problema, y no de la solución, de la carga de la deuda.



El funcionario argentino señaló que “lo que necesitamos es que Argentina
esté integrada, pero apropiadamente integrada” al orden internacional entre
los Estados nación. En este plano, encierra la vieja ilusión de alcanzar
(con una “buena negociación”) “acuerdos sustentables que permitan el
crecimiento y el pago de los compromisos”. En efecto, vale mirar la
experiencia del exministro griego en su paso por el gobierno de Syriza para
archivar cualquier conclusión semejante.



En el espejo de Grecia



Varoufakis había sido el encargado de llevar adelante las negociaciones por
la deuda externa griega a inicios de 2015. Syriza, la coalición de
centroizquierda que ganó las elecciones en 2015, llegó al gobierno con las
pancartas de la antiausteridad, pero a los seis meses terminó abrazando el
programa de ajuste al que venía a poner fin. El primer ministro Alexis
Tsipras se terminó arrodillando ante la “troika” (la Comisión Europea, el
Banco Central Europeo y el Fondo Monetario Internacional) con la firma del
Memorándum de entendimiento que implicaba un ajuste brutal sobre el pueblo
trabajador, contrariando el resultado del referéndum popular convocado por
el propio gobierno, que había arrojado un rotundo rechazo al programa de
austeridad. Esto motivó la renuncia de Varoufakis, impotente de alcanzar
siquiera un modesto programa de reestructuración de la deuda.



¿Qué falló? El fatal desenlace indica que no es suficiente la firmeza que
puedan tener los funcionarios en la negociación ni, como él admite, una
discusión de diagnóstico macroeconómico. A pesar de las más de 30 huelgas
generales contra los planes de austeridad que actuaron como catapulta para
su victoria electoral, la estrategia neorreformista de Syriza nunca estuvo
orientada a desarrollar la movilización, menos que menos a estimular un
norte de radicalización para enfrentar los duros planes de la Troika. Al
contrario, mientras que a la vista de Varoufakis y Tsipras el capital
financiero se volcaba a la “acción directa” a través de golpes de mercado y
fuga de capitales, el gobierno de Syriza llamaba a la concordia.



Mientras la fuga de capitales se desarrollaba sostenida a un ritmo de 200 y
300 millones de euros diarios con picos de más de 1.000 millones, el planteo
de Varoufakis siempre estuvo sujeto a lograr una reestructuración de la
deuda. La dureza del discurso, denunciando la responsabilidad de los
acreedores en la crisis de deuda griega para convertirla en una “colonia
deudora” (como la define en su libro Comportarse como adultos), no se
acompañó de medidas soberanas para preservar el ahorro nacional y los
recursos ante el saqueo y la especulación que continuaron llevando adelante
los fondos financieros y la banca privada agudizando la crisis y la
extorsión. Según relata Varoufakis en su libro, estuvo en elaboración como
parte de un “plan B”, que apuntaba, en caso de romperse las negociaciones
con la troika y entrar en un camino de salida forzada de la zona Euro, a la
creación de una moneda propia y tomar medidas contra el vaciamiento
financiero. Pero esto nunca pasó de un esbozo, torpedeado por la dirigencia
de Syriza. Para el propio Varoufakis, el mejor escenario siempre fue lograr
un acuerdo con la Troika para la reestructuración de la deuda, de forma de
volverla “pagable” cambiando el programa económico por uno con medidas
económicas expansivas, intención que se probó imposible no solo en Grecia,
sino también en Portugal, España, Italia, y el resto de la Eurozona.



Si bien para Varoufakis la amenaza de ruptura con el FMI, con la Comisión
Europea y con el Banco Central Europeo era central para tener poder de
negociación, lo cierto es que esta se volvió pólvora mojada ante la
evidencia de que la dirigencia de Syriza no estaba dispuesta a llevarlas
adelante a medida que el país se iba quedando “seco” de euros. Al igual que
ocurre con Guzmán, es desde estas condiciones que la "alternativa" del
default se muestra como una aventura, abonando así a los argumentos de los
apologistas del régimen de que la cesación de pagos solo puede traer el peor
de los males: una crisis aguda por escasez de dólares, una devaluación y el
aislamiento del resto del mundo. Se iguala así cualquier repudio al chantaje
de los acreedores con un escenario de “default” o cesación de pagos como las
varias que protagonizó la Argentina, por lo general de manera caótica. La
cesación de pagos que por lo general se impone como hecho consumado de los
gobiernos que intentan infructuosamente pagar hasta que no tienen con qué,
como ocurrió en la Argentina en 2001, y sin ir acompañada de otras medidas
defensivas, no tiene nada que ver con un verdadero desconocimiento soberano
de la deuda como el que propone la izquierda, que implica otras iniciativas
fundamentales como la nacionalización de los bancos y el monopolio estatal
del comercio exterior.



La tragedia griega es harto conocida: desde el primer “rescate” de la
“Troika” en el 2010 (préstamos para rescatar a los acreedores) pasando por
el tercero de ellos con Tsipras, fueron permanentes las misiones del FMI
para el monitoreo de la economía, feroces imposiciones de ajuste para
reducir el déficit en múltiples dimensiones: desde recortes de la planta
estatal, reducción del salario mínimo, privatizaciones, aumento del IVA,
hasta contrarreformas laboral, jubilatoria, sanitaria, entre otras, atacando
conquistas de los trabajadores, que mantuvieron hundido al país durante
años, envuelto en una crisis social sin precedentes con niveles de
desocupación en 20 puntos. Después de la capitulación de 2015, el martirio
siguió por varios años. Cuando el país entró otra vez en crisis por la
pandemia, todavía continuaban fuerte las secuelas de la catástrofe económica
y la austeridad.



En el espejo de Ecuador



Otro de los exponentes del convite en el CCK fue el ecuatoriano Andrés
Arauz, ex candidato a presidente por el correísmo en las recientes
elecciones de abril de este año. En su intervención vía remota destacó la
negociación de la deuda con los acreedores privados llevada adelante por
Rafael Correa que implicó una “quita” de capital, y propuso recrear un “club
de países deudores” para compensar las asimetrías que se enfrentan los
países dependientes en la negociación con los acreedores más poderosos del
mundo. Esta idea de conformar un club de deudores, que desde las crisis de
deuda que asolaron la región a comienzos de los años 1980 se planteó más de
una vez, nunca fue llevada adelante, para regocijo de los acreedores. La
renegociación de la deuda de Ecuador con los acreedores privados en el año
2008 fue presentada en su momento como una ruptura de los moldes que rigen
los patrones de endeudamiento y reestructuración. Si bien, a diferencia del
caso griego, el gobierno ecuatoriano se apoyó en ese momento en una
auditoría de la deuda que concluyó que una parte de la deuda era ilegítima,
este resultado fue aprovechado para declarar una cesación parcial del 70 %
de la deuda en bonos, mediante la cual el gobierno pudo recomprar sus
propios papeles devaluados y así obtener una “quita”.



Tras la “negociación con firmeza” y el alcance de la “renegociación
sustentable”, se abrió paso al cantar de los pagos seriales. No muy distinto
a lo que terminó realizando Néstor Kirchner en la Argentina, así como en
Brasil, Bolivia y otros países, donde una porción significativa de los
recursos extraordinarios del boom de los precios de las commodities que gozó
la región entre 2003 y 2013 se fueron por la alcantarilla de los pagos de
esa deuda supuestamente "sustentable". Ese "desendeudamiento" por esos años
fue presentado como un acto "soberano", aunque terminó siendo parte de los
factores que, a fuerza de llevarse reservas, dejaron a los países más
frágiles cuando la coyuntura internacional cambió de signo fuertemente desde
2013. Dicho sea de paso, Arauz omitió que la reivindicada auditoria de la
deuda se interrumpió en lo sucesivo, como denuncia el especialista Olmos
Gaona.



Llama la atención que Arauz no haya hecho mención a la actual crisis de
deuda del país con el FMI. ¿Otra vez al FMI y al ajuste en casa? ¿Qué
sucedió con aquella exitosa renegociación que Arauz nos presenta como una
épica? En el caso de Ecuador, no hubo un “Macri”: fue el ex presidente Lenin
Moreno (delfín correísta que rompió con este a poco de asumir) quien cerró
un acuerdo con el organismo por U$S 6.500 millones en 2019, desembarcando un
nuevo paquete de medidas de ajuste. Esto originó un profundo rechazo popular
y un estallido de jornadas de protesta de los trabajadores y pueblos
originarios contra el FMI que, no por casualidad, ahora volvieron a emerger
justo dos días después de su exposición en la charla.



“Mientras tanto, juego con tus reglas”



“Grecia siempre cumplirá sus obligaciones con sus acreedores” planteó
Varoufakis en su traje de ministro, y en efecto no dejó de cancelar los
vencimientos con el FMI. Estos incluyeron un pago de U$S 750 millones cuando
no tenía claridad si el fisco iba a quedar con un resto para pagar los
sueldos públicos y jubilaciones a fin de mes. Nada que envidiarle tiene el
discípulo de Stiglitz por estos pagos, que aún en pandemia y con más del 40
% de la población en la pobreza desembolsó religiosamente cada uno de los
pagos previstos con el FMI mientras mantiene las negociaciones. Con los U$S
4.216 millones que ya el Gobierno del Frente de Todos destinó al Fondo,
podrían haberse cubierto 8,2 millones de ingresos de emergencia de $ 50.000,
o construido 177.300 viviendas. Hasta fin de año Guzmán tiene previsto
destinar otros U$S 2.300 millones más al pago de capital e intereses al
organismo.



Noemí Brenta apunta en su libro Historia de la deuda externa argentina que
“el propio FMI calcula que por cada $1 en que el gobierno corta su gasto, la
actividad se reduce entre $1,5 y $2. De ello resulta una base menor para
cobrar impuestos, por lo que el gobierno se ve impelido a redoblar los
aumentos de impuestos y la baja del gasto para hacer “espacio fiscal” que le
permita atender la deuda. Se produce así un perenne círculo vicioso”, y
agrega, “la austeridad es una herramienta para disciplinar y humillar a las
poblaciones”. Guzmán no solo pagó, sino que llevó adelante en 2021 uno de
los ajustes fiscales más elevados y rápidos de los últimos tiempos,
generando la envidia de Cavallo y Dujovne por el logrado casi “déficit cero”
en la primera mitad de año.



Con las manos vacías



El encuentro de Guzmán en el CCK junto a Varoufakis, así como las
“encendidas” declaraciones de Alberto Fernández [1] ocurrieron a tan solo
una semana del encuentro de la misión argentina en Washington para
renegociar la deuda con el FMI. Los trascendidos son pocos, la foto con
Kristalina, el tuit protocolar. Para no variar, las negociaciones siempre
son a espaldas del pueblo trabajador.



Al parecer, Guzmán no consiguió traer ni la promesa de quitar los
sobrecargos que cobra el Fondo a la Argentina por haber contraído un volumen
de préstamo extraordinario. Al final, no había FMI bueno; ni siquiera la
supervivencia de Georgieva al frente de la entidad terminó jugando a favor
del ministro. No sorprende, entonces, que ante un panorama más sombrío para
el acuerdo, el Gobierno argentino intente posar de “duro” en campaña
electoral. Quizás lo único que termine pudiendo mostrar a su favor en unos
meses es que logre firmar un acuerdo con el FMI, ya importando cada vez
menos si lo puede edulcorar de “sustentable”.



Se blanquea lo que el FMI nunca dejó de ser: una entidad que representa al
capital financiero internacional y va a presionar por imponer sus
condiciones de más ajuste y reformas estructurales. Para reafirmar su rol,
el organismo publicó un informe para la cumbre del G-20 donde se pide a las
economías que realicen reformas laborales y tributarias y reduzcan las
regulaciones. En particular, para la Argentina se “recomienda”: “políticas
activas sobre el mercado laboral”, aumentar los impuestos jerarquizando al
consumo y a la propiedad, y flexibilizar las regulaciones para los mercados;
y también otras medidas como “reducir la carga tributaria sobre el empleo”,
la liberalización del comercio y aliviar la "protección" de la legislación
laboral.



“Convalidar y pagar”



En el CCK, Guzmán afirmó que “el uso de los fondos [del préstamo de Macri,
NdR] fue absurdo: de esos U$S 45 mil millones de dólares, U$S 21 mil
millones se usaron para pagar deuda insostenible a acreedores privados en
deuda extranjera, y U$S 24 mil millones financiaron salidas de dólares”, y a
continuación sentenció que “el pueblo argentino pagó la campaña de Macri”.
Pero a pesar de la ilegitimidad de esa deuda, el Gobierno insiste con
reconocerla.



En el 2022 Argentina tiene pautados vencimientos por unos U$S 19.000
millones con el FMI, y otros U$S 2.000 millones con el Club de París, una
cifra que supera las reservas de libre disponibilidad del Banco Central. El
Frente de Todos, al descartar de su radar la posibilidad de un
desconocimiento soberano de esa deuda, está obligado a llegar a un acuerdo
con el Fondo para patear vencimientos, o dirigirse inexorablemente hacia un
default que se descargará sobre los sectores populares. En cualquiera de
estos dos casos, a la larga lleva a pagar sobre el sudor y el hambre del
pueblo trabajador, sin romper con los condicionamientos del imperialismo.



Es por ello que, a continuidad de su afirmación, Guzmán aclaró “estamos
intentando refinanciarla en cuotas que no impidan el desarrollo de nuestro
pueblo", buscando recrear otra vez la ilusión de que ambos objetivos son
compatibles. Refinanciar el Stand By con un acuerdo de Facilidades
Extendidas a 10 años implica no solo convalidar el fraude de la deuda
anterior, sino una hipoteca insalvable para el país. Suponiendo un acuerdo
con el Fondo que implique vencimientos a razón de U$S 5.000 millones
anuales, los servicios totales de la deuda externa se llevarán al menos U$S
12.500 a 15.000 millones por año a partir de 2025. Lo maquiavélico del caso
es que Guzmán, previendo de antemano este nuevo fraude, le aseguró al FMI
una ley para que el acuerdo sea votado en el Congreso para otorgarle un
manto de legitimidad al pacto de ajuste.



Solo dos veces en la historia nuestro país firmó acuerdos de facilidades
extendidas: uno en 1992 bajo la gestión de Domingo Cavallo; otro en 1998 con
el Chicago Boy, Roque Fernández. Después de aplicar profundas
contrarreformas estructurales, la década terminó con nuestra propia tragedia
griega: la crisis de 2001.



¿Se puede patear el tablero, decir “chau FMI”?



Una de las moderadoras de la charla, Luci Cavallero, destacó en Página/12
que “la discusión sobre la negociación de la deuda externa estuvo casi
ausente durante todo el debate electoral”. Efectivamente, las dos opciones
de “acuerdo o default” a las que el Gobierno y la oposición quieren reducir
el debate, están íntimamente asociadas entre sí. Estas “opciones” solo
responden al objetivo de preservar los negocios de los grandes capitalistas
a costa de descargar las crisis sobre los trabajadores y el pueblo pobre.



La única voz disonante que alerta (en cuanto debate u oportunidad se
presenta) las profundas consecuencias que trae el acuerdo con el FMI es el
Frente de Izquierda y de los Trabajadores - Unidad, que plantea una salida
para terminar con la “deuda eterna”. Desde la dictadura hasta esta parte se
pagaron más de USD 600 mil millones pero la deuda argentina se multiplicó
por 43 [2]. Hay que “patear el tablero”. El desconocimiento soberano de la
deuda externa y la expulsión del FMI del país, basados en la movilización
obrera y popular, constituyen un primer paso esencial para poner fin a la
decadencia infinita a que somete la clase capitalista a las mayorías
populares.



El no pago de la deuda es inseparable de un conjunto de medidas de defensa
nacional y de resguardo de los recursos, que impidan los golpes de mercado
que buscarán imponer los grandes capitalistas así como la fuga de capitales.
Está comprobado que los bancos privados son los principales vehículos de la
“fuga” así como de la transferencia hacia “guaridas fiscales” de los activos
financieros (en lo fundamental aquellos no declarados) de las familias ricas
y grandes empresas, que se agudiza en tiempos de crisis. Su nacionalización
para formar una banca estatal única, bajo control de los trabajadores, es
una poderosa herramienta para discutir democráticamente los criterios y
prioridades del crédito, para poder canalizarlo hacia inversiones que
respondan a las necesidades sociales, de infraestructura y vivienda que
vienen largamente postergadas, así como preservar el ahorro nacional y los
depósitos de los pequeños ahorristas, generando crédito barato para el
pequeño comercio, talleres y pequeñas firmas.



También la perspectiva de un desconocimiento soberano de la deuda implica
poner en cuestión quién controla los dólares generados gracias a la
explotación de nuestros recursos naturales y el trabajo cotidiano de
millones de personas al servicio de los patrones. Solo 50 empresas controlan
el 60 % de las exportaciones. Las divisas son claves para el
desenvolvimiento de la economía y el control de los precios internos,
afectados permanentemente por el poder que tienen las agroexportadoras y las
alimenticias de imponer condiciones, afectando el poder de compra y
deteriorando los salarios. Junto con la expropiación de los grandes
terratenientes, el monopolio del comercio exterior permitiría apropiar la
renta agraria que hoy se lleva el agropower, controlar las divisas de las
exportaciones y definir las prioridades de importaciones de acuerdo a las
necesidades de la producción y las inversiones en infraestructura más
urgentes.



A contramano de la cultura de la resignación, este camino propone conquistar
una sociedad organizada y planificada según las necesidades sociales y no
según las ganancias de una minoría. La lucha por este programa implicará
para la clase trabajadora tomar conciencia de la necesidad de una
organización propia con una política independiente, echando a la burocracia
de los sindicatos, y avanzar hacia el objetivo de conquistar un gobierno de
los trabajadores en ruptura con el capitalismo.



* Economista de la UBA (Universidad de Buenos Aires). Coeditora de la
sección de Economía de La Izquierda Diario.



Notas



[1] El acto homenaje por el aniversario de la muerte de Néstor Kirchner se
convocó con el lema del expresidente “primero se crece, después se paga”
(con un “se paga” en mayúsculas).

[2] Actualizado al II trimestre 2021, según datos de Oficina Nacional de
Crédito Público, Secretaría de Finanzas, Ministerio de Economía.

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