América Latina/ "Los evangélicos se volvieron una parte importantísima del mundo popular al que el progresismo busca interpelar". [Pablo Semán - Entrevista]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Jue Sep 30 14:14:37 UYT 2021
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Correspondencia de Prensa
30 de septiembre 2021
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América Latina
Entrevista a Pablo Semán, antropólogo, autor de “Vivir la Fe”
“Los evangélicos se volvieron una parte importantísima del mundo popular al
que el progresismo busca interpelar”
Pablo Stefanoni *
ctxt, 24-9-2021
https://ctxt.es/es/
Pablo Semán (Buenos Aires, 1964) viene escribiendo hace años sobre el
crecimiento de los grupos evangélicos y pentecostales. Desde cuándo para las
capas medias urbanas argentinas este fenómeno se reducía a unos pastores que
seguían un modelo “electrónico”, primero el del Club 700 y luego el de unos
pastores con acento brasileño que, después de la medianoche, aparecerían en
las pantallas de la televisión con sus programas de curación, mostrando
iglesias llenas pero que parecían de otro país… Antropólogo dedicado a las
religiones, Semán también vivió en Brasil, donde pudo ver de cerca el papel
de la Iglesia Universal del Reino de Dios, la que logró mayor proyección
política en toda América Latina.
Recientemente publicó Vivir la fe. Entre el catolicismo y el
pentecostalismo, la religiosidad de los sectores populares en la Argentina
(Siglo XXI) y habló con CTXT sobre evangelismo y política en América Latina.
Él mismo progresista, al final interpela: “¿Qué piensa hacer el progresismo
con todo esto?”
-¿Hasta qué punto el crecimiento evangélico desafía la imagen establecida de
una América Latina católica?
En Centroamérica, por ejemplo, los evangélicos son una minoría muy
considerable que a veces está por encima del 40% y en algún caso ya están
por ser mayoría. La dinámica y el origen de la evangelización de los
evangélicos en Centroamérica es diferente a América del Sur. Pero en América
del Sur también hay países con porcentajes de evangélicos arriba del 25% y
no veo un techo inmediato. Esto, sumado al hecho de que los evangélicos son
mucho más practicantes que los católicos. Entonces, como militancia
religiosa van a ser la mayoría. Pero además, sus proyectos de evangelización
se centran en problemáticas y espacios importantes para el despliegue de la
vida social donde el catolicismo se muestra ineficaz –enraizamiento entre
los pobres, acciones frente a la violencia doméstica y las adicciones,
despliegue en las cárceles, en grupos de pequeños empresarios e incluso,
algo más lento, en las fuerzas de seguridad–. La imagen de una América
Latina católica ya es insostenible. La quiebra de la imagen católica también
se ve en la debilidad de la reivindicación de la imagen de la América Latina
católica.
-Cuando hablamos de evangélicos estamos hablando básicamente de evangélicos
pentecostales…
Sí. En el mundo evangélico, los pentecostales introdujeron dos grandes
modificaciones en toda la demografía evangélica del planeta. Por un lado, un
elemento cuantitativo: fueron el grupo que más creció. Y por el otro, a su
propio peso cuantitativo hay que agregarle un elemento cualitativo: su
predominio cultural. Antes, “evangélico” era un término analítico para
analizar los grupos surgidos de la Reforma pero no era la identidad de cada
uno de esos grupos (luteranos, metodistas, menonitas, etc.). Hoy
“evangélico” funciona como término transdenominacional que abarca como
mínimo al 80% de los descendientes de la Reforma protestante, que se han
avenido más o menos a los parámetros de “avivamiento” religioso desplegados
por los pentecostales. No es descabellado pensar un avance hacia una
identidad post-denominacional en la que los evangélicos de diferentes
denominaciones se asuman simplemente como “cristianos” en una zona de
disputa con la mayoría católica.
-Muy esquemáticamente: ¿qué es ser evangélico/pentecostal y cuáles son sus
atractivos respecto del catolicismo?
Hay dos rasgos que se complementan y crean un círculo virtuoso. Y los dos
están inscriptos en una teología que también está disponible en el mundo
católico y protestante, solo que los pentecostales la tomaron en serio y la
desplegaron al máximo. El primero es la actualidad de los dones del espíritu
santo, que reencanta a la religión porque permite activar genéricamente una
noción de milagro y de posibilidad de milagro en la vida cotidiana. Y hay un
segundo elemento que es la universalidad del sacerdocio. Que cualquier
creyente no solo es, sino que debe ser, pastor. Y para ser pastor, ese
creyente va a movilizar la actualidad de los dones del espíritu santo
creando un dialecto a la medida de su metro cuadrado, de su propio entorno.
Eso estira enormemente la presencia evangélica y al mismo tiempo la
diversifica. Se puede dialectizar ese lenguaje para adaptarse al minuto a
minuto de los cambios socioculturales, de manera mucho más eficiente que la
lenta burocracia celestial del catolicismo.
-Durante años, el progresismo latinoamericano ignoró el crecimiento de los
grupos evangélicos en el mundo popular (a excepción de sociólogos o
antropólogos de la religión) y de pronto aparece como una especie de comodín
analítico para explicar cualquier giro conservador o avance de la derecha…
¿Todos andan buscando evangélicos?
Los progresistas pusieron a los evangélicos en una agenda negativa o de los
enemigos pero sin ver el tamaño potencial. Y, al mismo tiempo, eso se
articuló con la teoría católica progre de las sectas, de la denuncia de las
sectas, y con la separación de la verdadera fe y la fe inauténtica. Hay
ateos que se ponen en el rol de religiones y objetivamente coinciden con el
camino ya trazado por el catolicismo hace 40 años. Y como el progresismo
tiene un contacto social débil con el mundo popular, no fue viendo paso a
paso cómo crecía. Yo publiqué ahora el libro Vivir la fe pero los datos
sobre el 20% de evangélicos en el mundo popular son de 1995, no de 2020. Eso
ya estaba ahí. La segunda cosa es que por ese contacto débil, sumado a las
teorías conspirativas sobre el avance evangélico, no pudieron ver qué tipo
de presencia constituía. Se actuaba como si eso fuera a dejar de existir.
Hoy no solo los evangélicos existen sino que existen cada vez más. Había
muchos mecanismos renegatorios, en términos freudianos, de desconocimiento
activo de la realidad para sostener certezas previas, para abordar este
fenómeno.
Además hoy hay un enfrentamiento más agudo entre evangélicos y progresistas
porque el progresismo latinoamericano puso en el centro una agenda de género
que, por otro lado, es bastante reciente. La verdad es que el matrimonio
igualitario, igualdad de género y el aborto son bastante recientes en las
izquierdas de la región, que además son en muchos casos izquierdas
populistas. No es que no existieran núcleos militantes de larga tradición,
pero no dominaban la agenda del progresismo, ni la del peronismo progresista
en el caso argentino, ni eran el marcador decisivo de la identidad. El
aborto muy pocos lo tenían como prioritario, la igualdad de género estaba
pero tampoco se la militaba mucho y la diversidad sexogenérica a muchos les
parecía una agenda sueca que sobraba. En 2015 hubo una performance
post-porno en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos
Aires y la izquierda se opuso. Yo escribí para intervenir en esa polémica en
favor de la performance pero mi posición era disruptiva.
Por otro lado, en el mundo evangélico hubo una deriva relativamente inversa:
los evangélicos en Argentina y en algunos países de América Latina en los 90
estaban delante del catolicismo en la agenda de igualdad de la mujer.
Estaban a favor del preservativo y la Iglesia católica no, contenían y les
daban a las mujeres un papel mucho más activo y central en la liturgia. No
había un planteo ideológico de igualdad pero había una práctica relativa de
igualdad. Había incluso facciones neopentecostales que se abrían a los temas
del hedonismo sexual. En Brasil había, por ejemplo, una exmodelo evangélica
que tenía una tienda de productos eróticos y aparecía en televisión.
Respecto de la diversidad sexual, había una cosa muy interesante que era que
evangélicos y disidentes sexuales tenían en común una experiencia que
discutían que era la del rechazo. Incluso en la prensa evangélica salían
entrevistas o diálogos entre un pastor y un disidente sexual. No era en un
sentido de avanzar hacia la igualdad pero era darle un lugar bajo la
premisa: “ellos son rechazados, nosotros también”. Todo eso, en estos
últimos veinte años, fue desapareciendo. No tanto lo de la mujer, pero sí la
apertura a elementos a la agenda de género que se intensificaron en la
izquierda y desaparecieron en el mundo evangélico.
Esto demuestra que hay cuestiones históricamente constituidas e incluso
contingentes. Hoy los evangélicos tienden a beneficiarse, y por eso hacen
ese giro, de la reacción cristiana generalizada contra esa agenda
progresista que incluye a los católicos. A veces la izquierda cree que el
problema para la agenda de género son los evangélicos y no los cristianos en
general, que capitalizan la imposibilidad de los católicos de poner la cara
en estas cuestiones dada su trayectoria de abusos. Esta tensión se procesa
de una manera diferente en los sectores populares.
-Cuando se piensa evangelismo y política se suele transferir el modelo
brasileño a toda América Latina. Pero en verdad, en Brasil la iglesia
exitosa fue la Iglesia Universal del Reino de Dios que para muchos
evangélicos es la “menos evangélica” del subcontinente y si bien ahora es
bolsonarista también fue muy pragmática en el pasado reciente. ¿Cómo pensar
la articulación entre evangelismo y política?
En principio no hay un traslado inmediato de la identidad religiosa al campo
político. En segundo lugar, cuando hay una activación política de una
sensibilidad evangélica mayoritaria en favor de una opción política, eso
ocurre siempre de una forma contingente, transitoria y variable.
Mayoritariamente, los evangélicos votaron a Lula en Brasil y el Partido de
los Trabajadores (PT) le dio dos veces las vicepresidencias de Lula a los
evangélicos que también votaron a con Dilma Rousseff; en Perú hay un
componente evangélico en la candidatura de Pedro Castillo (su mujer e hija
son de la Iglesia del Nazareno y él se suma a menudo a las oraciones). En
Centroamérica sí han apoyado más a la derecha pero esos proyectos
conservadores se configuraron de manera tal que no todos los evangélicos los
apoyan y hay católicos que los votan como reacción cristiana. Aparecen
trasladando más “caudal religioso” del que en realidad trasladan. En el caso
argentino, los evangélicos de sectores populares siguen votando al peronismo
aunque viabilice agendas progresistas porque siguen dinámicas de voto de los
sectores populares. Otros votan al macrismo por antiperonismo más que por
conservadurismo o elementos religiosos. Y el crecimiento de una agenda de
derecha es un fenómeno mucho más grande que el crecimiento evangélico. A la
ultraderecha también se la vota contra “la catedral” (la religión, el
atavismo y el estatismo) o con curiosos motivos neopaganos.
Por otro lado, la Iglesia Universal es en efecto un caso verdaderamente
excepcional en Brasil. No hay un partido político evangélico con tanta
eficacia electoral como el Partido Republicano (que fundaron los pastores de
esa iglesia) ni siquiera en sociedades con muchos más evangélicos que en
Brasil. Y eso tiene que ver con la particularidad de la situación brasileña:
un sistema de identidades políticas bastante débil, donde pesan mucho las
novedades anticorrupción y el propio sistema electoral uninominal que
permite maximizar minorías movilizadas. Y en tercer lugar, un sistema
parlamentario hiperfragmentado donde los pequeños bloques consiguen una
eficacia política sobredimensionada.
Lo que hizo la Iglesia Universal fue, más que movilizar el voto evangélico,
armar una fuerte superestructura política que le permite subordinar a todas
las otras tentativas de politización evangélica. De esa forma, por ejemplo,
la Unión de las Asambleas de Dios termina a remolque de la Iglesia Universal
en política, lo que nadie admitiría en la Unión de las Asambleas de Dios de
ningún país de América Latina. Esa superestructura política tiene eficacia
política propia, pero tampoco tanta si tenemos en cuenta que la Iglesia
Universal finalmente llamó a votar a Bolsonaro pero quince días antes estaba
negociando con Marina Silva, una evangélica de izquierda (ex ministra de
Lula). Votaron a Bolsonaro porque los fieles estaban llamando a votar a
Bolsonaro. Y los fieles estaban votando a Bolsonaro porque una parte
importante de los sectores populares que habían sido lulistas se habían
transformado en antilulistas por el tema de la corrupción.
Es posible que los pastores de la Iglesia Universal se sientan más cómodos
con ese rumbo ultraderechista, pero no lo trabajaron tanto como se podría
pensar. Y ahora ocurre al revés. Están viendo que muchos de sus fieles se
están distanciando de Bolsonaro mientras los jerarcas de la iglesia tienen
que defender intereses creados en el Estado. La dirigencia de la Iglesia
Universal seguramente no tendrá opciones al golpismo. Pero los fieles no
necesariamente acompañarán.
-Antes se pensaban siempre las identidades católica y evangélica en
competencia, ahora vemos personajes como el propio Bolsonaro, también
Castillo y otros, que mantienen cierta ambigüedad entre catolicismo y
evangelismo. Por ejemplo Bolsonaro se fue a bautizar al río Jordán con un
pastor pero se identifica católico… ¿Hay cambio ahí?
Yo creo que los evangélicos están conscientes del rol que algunos de ellos
llaman catalizador de una reacción cristiana antiprogresista. Esta involucra
porcentualmente más a los evangélicos que a los católicos pero en números
absolutos tal vez convoque a más católicos, pero bajo la centralidad
evangélica. Esto ocurre por lo que pasa con los evangélicos pero también con
los católicos. ¿Con qué cara los obispos católicos van a salir a defender a
la familia, a los niños…? Entonces hay una suerte de pacto implícito en la
cual el catolicismo le cede la iniciativa en eso y hay colaboración en la
superestructura pero a la vez una convergencia de intereses en las bases
católicas y evangélicas. Pero también hay que ver las prácticas. Hay mucha
gente “en pecado” en las iglesias evangélicas y conviven con eso.
-¿Algo más que dejamos en el tintero?
Yo me pregunto qué piensa hacer el progresismo con todo esto. Los
evangélicos se volvieron una parte importantísima del mundo popular al que
el progresismo busca interpelar. ¿Va a haber zonas de cooperación? ¿Esas
zonas de cooperación son posibles? En las organizaciones populares
argentinas conviven evangélicos, católicos y progresistas. Incluso verdes
(pro legalización del aborto) y celestes (“pro vida”) sin llamarse asesinas
o antiderechos. Plantean sus agendas sin confrontar todo el tiempo. Hay
mujeres evangélicas militando agendas progresistas en el plano económico y
mujeres de sectores populares abrazando una agenda feminista a su modo, con
un lenguaje propio. Ahora bien, por ejemplo, ¿no hay una convergencia cuando
grupos de mujeres van a rezar en solidaridad con una mujer agredida por su
pareja a su casa y rompen el círculo de agresiones, ¿qué se genera ahí?,
¿hay o no sororidad? Claramente intervienen sobre una situación de violencia
para pararla. Y así. Hay que salir del círculo de reactividad y mala
sociología. No es fácil, no es lo soñado para el progresismo, pero dividir a
los sectores populares es peor.
* Pablo Stefanoni, periodista e historiador. Coautor de 'Todo lo que
necesitás saber sobre la Revolución rusa' (Paidós, 2017) y autor de '¿La
rebeldía se volvió de derecha?' (Siglo Veintiuno, 2021).
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