Análisis/ La era de los imperialismos continúa: así lo demuestra Putin. [Claude Serfati}

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Abr 20 14:32:05 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

20 de abril 2022

https://correspondenciadeprensa.com/

redacción y suscripciones

germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>

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Análisis



La era de los imperialismos continúa: así lo demuestra Putin

Claude Serfati *

A l´encontre, 19-4-2022

http://alencontre.org/

Traducción de Faustino Eguberri (Viento Sur) y Ruben Navarro
(Correspondencia de Prensa)

La invasión rusa de Ucrania es una muestra de su imperialismo. Pero el
imperialismo es también una estructura del espacio mundial dominada por unos
pocos países que se apoyan de forma particular en su poder económico y en
sus capacidades militares. En este espacio mundial, la interacción entre el
nuevo ciclo de militarización y la intensificación de la competencia
económica es cada vez más intensa. La humanidad se enfrenta, como en las
anteriores coyunturas del imperialismo, a los más graves peligros.

La inserción de Rusia en la economía mundial: de Yeltsin a Putin

Rusia entró en una dinámica capitalista tras la desaparición de la URSS, y
desde el principio fue la integración en el mercado mundial la que guio las
reformas del gobierno de Yeltsin. El desarrollo del "capitalismo de los
oligarcas" fue diseñado por economistas estadounidenses y rusos y nunca
faltó el apoyo financiero del FMI. Los programas iniciados por el FMI y el
Banco Mundial fueron calificados de "terapia de choque" por el profesor de
Harvard Jeffrey Sachs, que fue uno de los promotores de la misma [1]. En los
países ex "socialistas", estas recetas dieron lugar a lo que Marx llamaba
una "acumulación primitiva de capital" basada en los métodos más brutales de
puesta en movimiento de la fuerza de trabajo.

La clase dirigente rusa, llamada "oligarquía" pero típicamente capitalista,
se formó durante las reformas (perestroika) iniciadas en la URSS por Mijaíl
Gorbachov en los años ochenta. Se sumaron a ella los directivos de las
fábricas privatizadas en el marco de la "terapia de choque". A finales de
los años 90, tres o cuatro grupos de oligarcas dominaban la economía y la
política rusas [2]. Habían integrado la economía rusa en la "globalización"
tras el ingreso de Rusia en el FMI en 1992. Sin embargo, las dramáticas
consecuencias sociales de la acumulación primitiva (disminución de la
esperanza de vida, pérdida de derechos sociales, caída de los ingresos,
etc.) -como atestiguan, por ejemplo, las huelgas de los mineros del carbón
en mayo de 1998, el saqueo organizado de los recursos naturales, el default
de la deuda pública rusa en 1998 y la sumisión del gobierno de Yeltsin a la
dominación del bloque transatlántico (ver más adelante)- hicieron que fuera
sustituido por Putin. La declaración conjunta de Bill Clinton y Boris
Yeltsin de 1993, en la que se afirmaba la "unidad dentro del área
euroatlántica desde Vancouver hasta Vladivostok", acabó provocando el
hundimiento de Rusia y la expansión de la OTAN, calificada ya de
"inaceptable" en un documento de seguridad nacional de 1997 [3].

Vladimir Putin llevó a cabo una seria reorganización/depuración del aparato
estatal ruso. Su política económica fue reconstruida en torno a un Estado
fuerte y se basó en el aparato militar-industrial, la definición de
objetivos planificados e incluso algunas renacionalizaciones. Uno de sus
asesores, que abandonó Rusia en 2013 en desacuerdo con él y que se convirtió
en economista jefe del Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD),
recuerda que el objetivo de las reformas de la década de 2000 consistía en
una mejora radical del clima de negocios con el objetivo de atraer a los
inversores extranjeros [4]. En 2011, Rusia se incorporó a la OMC.

Por ello, Vladimir Putin mantuvo el objetivo de integrar a Rusia en la
mundialización. No tenía ninguna intención de volver a una especie de
"capitalismo en un solo país", parafraseando la visión de Stalin. En 2008,
uno de los think tanks estadounidenses más influyentes se congratuló de ello
y subrayó que "Rusia forma parte intrínsecamente de la comunidad
internacional y utiliza su integración económica [con el mundo, C. S.] para
que su economía pueda alcanzar los objetivos fijados". [5] En 2019, el Banco
Mundial seguía situando a Rusia en el puesto 31 en su clasificación que
indicaba la facilidad para hacer negocios, un puesto por delante de Francia
[6]... Desde 2003, este informe anual, basado en 41 criterios y diseñado por
economistas neoclásicos reconocidos, ha sido utilizado para justificar la
necesidad de desregular y privatizar las infraestructuras y los servicios
públicos hasta que estalló el escándalo: algunas clasificaciones estaban
falseadas bajo la presión de los gobiernos (sin embargo, Rusia no fue
incriminada). ¡Qué descuido! El FMI no se aplicó a sí mismo ni a sus
dirigentes las recomendaciones de buena gobernanza que les impone a los
pueblos.

Las propias grandes empresas apreciaban las ambiciones económicas de Putin,
como afirma el ex director general de BP (la octava empresa del mundo):
"Lejos de ser visto como un aprendiz de dictador, Putin era visto como el
gran reformador, alguien que haría una buena limpieza. [7] Y por no hacer
una larga letanía, citemos al director general de BlackRock, el mayor fondo
de inversiones del mundo: "A principios de los años 90, la inserción de
Rusia en el sistema financiero mundial fue bien recibida [luego] se conectó
con el mercado mundial de capitales y se vinculó fuertemente con Europa
Occidental". [8]

En resumen, el gobierno de Putin respaldó íntegramente la expansión del
capitalismo en Rusia y su integración en el mercado mundial, pero con la
condición de mantener un estricto control sobre su economía y su población.

La política económica tuvo éxito durante algunos años. El PIB y los ingresos
de los hogares aumentaron, llegó la inversión extranjera y aumentaron los
ingresos por exportaciones. Este boom económico desapareció a finales de la
década de 2000. El fuerte crecimiento del PIB (+7% anual entre 1999 y 2008)
dio paso a un cuasi estancamiento: entre 2009 y 2020, la tasa de crecimiento
del PIB no superó el 1% anual. De hecho, el período de fuerte crecimiento
fue el resultado de la acumulación masiva de rentas de petróleo y de gas:
entre 1999 y 2008 la producción de petróleo y gas se quintuplicó y su precio
se duplicó con creces durante el mismo período. A falta de una amplia
diversificación industrial, la economía y las finanzas públicas siguen aún
hoy dependiendo estrechamente de las rentas de petróleo y de gas. En 2018,
el sector del petróleo y del gas representó el 39% de la producción
industrial, el 63% de las exportaciones y el 36% de los ingresos del Estado
ruso (fuente: OCDE). Esta adicción a las rentas es tanto más peligrosa
cuanto que los precios de estos recursos naturales y su evolución se
amplifican en los mercados de productos básicos (materias primas y productos
agrícolas) mayoritariamente dominados por la lógica financiera.

La inversión directa del resto del mundo en Rusia (FDI entrante, eFDI,
Inversiones extranjeras directas entrantes, por sus siglas en inglés) y de
Rusia hacia el resto del mundo (FDI saliente, sFDI, por sus siglas en
inglés) a través de adquisiciones de empresas (fusiones y adquisiciones) así
como la construcción de nuevos centros de producción son cuidadosamente
analizadas por los economistas como emblema de la internacionalización del
capital. El gráfico 1 confirma los tres periodos de la IED y la IED rusa: de
1991 a 2000, su derrumbe bajo el mandato de Yeltsin, su fuerte crecimiento
entre 2000 y 2008 y desde 2008 su tendencia a la baja, a pesar de un repunte
momentáneo (2016-2018)

El objetivo central de Putin era restaurar el peso geopolítico de Rusia en
el mundo. Desde el principio de su mandato, reconstruyó una industria de
armamento que había quedado destrozada durante los años de Yeltsin. El
número de empresas de defensa había caído de 1.800 en 1991 a 500 en 1997 y
su producción (militar y civil) se había reducido en un 82% [9]. Putin
reorganizó la industria, creó estructuras de exportación centralizadas y
mantuvo un fuerte crecimiento del gasto militar tras la crisis de 2008,
aumentando mecánicamente su participación en el PIB hasta 2017 (ya que el
PIB estaba estancado). El gasto en sistemas de armamento representa
alrededor del 62-65% del presupuesto militar (que también incluye los gastos
de personal y de funcionamiento), una proporción mucho mayor que en los
países desarrollados [10]. Una idea de la sangría de riquezas que esto
provoca la da el indicador de gasto militar/PIB: la proporción de los gastos
de defensa con respecto al PIB se situaba entre el 4,2 y el 4,5% durante la
década de 2010, una cantidad ligeramente superior a la de Estados Unidos.

Putin reforzó así las dos fuerzas motrices -los oligarcas y el aparato
militar-industrial- que estructuraron la Rusia postsoviética para
restablecer su estatus internacional.

A finales de la década de 2000, la acumulación de dificultades económicas
fue acompañada de ambiciones militares cada vez mayores. Cuanto más
estancada se encuentra la economía, más caro resulta hacer la guerra.
Cuantas más guerras se libran, mayor es la sangría de los sectores
productivos, ya sea por la integración de las actividades civiles
(automóviles, compañías aéreas, etc.) en los conglomerados de defensa o por
la obligación de las empresas mineras y energéticas de comprar parte de sus
productos a las empresas de defensa [11]. Hay que añadir que cientos de
empresas de defensa rusas, a las que la industria ucraniana suministraba una
serie de subsistemas electrónicos hasta la anexión de Crimea en 2014, han
tenido que buscar otros proveedores. Por último, la proporción de las ventas
de armas rusas en el comercio mundial de armas ha disminuido
considerablemente desde 2014.

Resulta muy tentador establecer una relación causal lineal entre la
intensificación del militarismo ruso, por un lado, y sus dificultades
económicas y el continuo declive de la economía mundial, por otro, sin que
el sentido de la causalidad quede claro. De hecho, las interrelaciones
existen y se han ido construyendo a lo largo de las décadas anteriores. El
desmoronamiento del régimen soviético en la década de 1980 no destruyó el
aparato militar-industrial. Tampoco fue barrido por la privatización de
empresas decidida por los oligarcas del gobierno de Yeltsin. Putin le
devolvió al aparato militar-industrial el poder que había perdido
momentáneamente orientándolo hacia el objetivo de restaurar la 'posición de
Rusia en el mundo'.

La invasión de Ucrania es la culminación de un intervencionismo militar que
se aceleró durante la década de 2000. Se explica por las profundas
transformaciones internas que sufrió Rusia tras la llegada de Putin al
poder. Pero la ascensión militar de Rusia se vio también facilitada por las
convulsiones en el orden geopolítico y económico internacional que conforman
lo que denominé el "momento 2008" y que pusieron fin al período de
dominación estadounidense sin precedentes, iniciado con la desaparición de
la URSS en 1991. Cuatro grandes acontecimientos resumen estas
transformaciones: la crisis financiera de 2008, que debilitó las economías
de los países desarrollados y sobre todo de Estados Unidos y la UE; la
emergencia de China como potencia geoeconómica; el empantanamiento de los
ejércitos estadounidenses en Irak y Afganistán; y la explosión popular (las
"primaveras árabes") que sacudió el Magreb y el Oriente Medio. Estas
transformaciones del espacio mundial fueron aprovechadas en primer lugar por
el imperialismo ruso en su periferia. La guerra en Ucrania es el último
eslabón de una cadena de invasiones decididas por Vladimir Putin: en
Chechenia (1999-2000), en Georgia para apoyar la independencia de Osetia del
Sur y Abjasia (2008), en Ucrania para apoyar la independencia de las
regiones de Luhansk y Donetsk y unir Crimea a Rusia (2014) y el envío de
tropas para ayudar a reprimir las manifestaciones en Kazajistán (enero de
2022). Vladimir Putin también aprovechó esta nueva situación internacional
para consolidar sus posiciones militares en Oriente Medio mediante la
intervención del ejército ruso contra el pueblo sirio, que también vivía una
"primavera árabe" desde 2011. La intervención rusa se llevó a cabo en nombre
del lema consagrado de la "guerra contra el terrorismo".



¿Un imperialismo multisecular?

El término 'imperialismo' resurgió con la invasión rusa de Ucrania. Había
desaparecido prácticamente, salvo para los críticos radicales de la política
internacional de los Estados Unidos, que en su mayoría prefieren el término
'imperio'. Sin embargo, los nuevos pensadores del capitalismo ya lo habían
utilizado después de los atentados del 11 de septiembre. Robert Cooper,
asesor diplomático de Tony Blair y luego de Javier Solana, Alto
Representante de la UE para la Política de Defensa y Seguridad, resumió el
estado de ánimo imperante al hablar de la necesidad de un 'imperialismo
liberal' capaz de hacer la guerra a esa otra parte de la humanidad que él
llamaba los 'bárbaros'. El imperialismo 'liberal' y 'humanitario' era la
'misión del hombre occidental' en la era de la globalización. Las guerras de
Afganistán, Irak y Libia constituyen sus sangrientos estandartes.

La mayor parte de los comentaristas utilizan hoy el término imperialismo en
un sentido completamente diferente al de hace veinte años para justificar el
comportamiento de los Estados Unidos y de Occidente. Hoy, el imperialismo
ruso describe una invasión que reactiva el uso directo de la fuerza armada
para conquistar nuevos territorios y, según estos mismos comentaristas, la
guerra en Ucrania forma parte de una tradición rusa multisecular. Un
influyente think-tank estadounidense cita una declaración de Catalina II,
hecha en 1772, para establecer una "continuidad directa con los dos imperios
rusos: el primero bajo los zares Romanov (1727-1917) y el segundo con la
URSS" [12]. Un comentarista francés experimentado señala que "su actual zar,
Vladimir Putin" persigue las ambiciones imperiales del Imperio ruso y lanza
la siguiente pregunta: "Vladimir Putin, ¿hacia un nuevo imperialismo ruso?"
[13].

Estos atajos transhistóricos tienen muy poca importancia analítica. Por
supuesto, la historia es esencial para explicar el presente, pero no es
suficiente. ¿Quién podría conformarse con un análisis que explicara el
redespliegue del ejército francés en el Sahel tras su salida de Malí en 2022
a través de la promulgación por Luis XIV del Código Negro [Code Noir] que
legalizaba la esclavitud en 1685? Y lo que es más importante, la afirmación
de la inmutabilidad del imperialismo ruso no menciona la ruptura, muy
temporal pero profunda, que tuvo lugar al principio del régimen soviético
[14]. El presidente ruso también reprocha violentamente a la "Rusia
bolchevique y comunista" el hecho de haber apoyado el derecho del pueblo
ucraniano (pero también el de los pueblos de Armenia, Azerbaiyán,
Bielorrusia, Georgia, etc.) a la autodeterminación. Es cierto que ya en
1914, Lenin había declarado: "Ucrania se ha convertido para Rusia en lo que
Irlanda era para Inglaterra: explotada hasta el extremo, no recibe nada a
cambio. Así, los intereses del proletariado mundial en general y del
proletariado ruso en particular exigen que Ucrania recupere su independencia
estatal." [15] A Lenin le preocupaba sobremanera el comportamiento de Stalin
en la cuestión de las nacionalidades, y entendió lo que podía poner en
práctica. Uno de sus últimos escritos antes de su muerte lo advertía: "Una
cosa es la necesidad de un frente, todos juntos, contra los imperialistas
occidentales, defensores del mundo capitalista. [...] Otra cosa es
comprometernos, incluso en cuestiones de detalle, en las relaciones
imperialistas con respecto a las nacionalidades oprimidas, despertando así
la sospecha sobre la sinceridad de nuestros principios, sobre nuestra
justificación de principios de la lucha contra el imperialismo [16]. Trotsky
también se enfrentó al exterminio del pueblo ucraniano por parte de Stalin,
exigiendo "el derecho a la autodeterminación nacional [que] es, por
supuesto, un principio democrático y no socialista" y reivindicó una Ucrania
independiente contra "el saqueo y el dominio arbitrario de la
burocracia"[17].



Sin dudas, el recurso a la historia es algo útil, pero con la condición de
que no sustituya al análisis concreto [18].

Los imperialismos contemporáneos

El planeta no se parece al 'gran mercado' imaginado por las teorías
económicas dominantes. Constituye un espacio global en el que la dinámica de
la acumulación de capital interactúa permanentemente con la organización del
sistema internacional de los Estados. Una vez más, debemos recordar que el
capital es una relación social que se construye políticamente en torno a los
Estados 'soberanos' y que se despliega en territorios definidos por las
fronteras nacionales. Es cierto que las medidas de desregulación han
permitido que el capital monetario de préstamo circule en los mercados
financieros internacionales, pero su valorización depredadora depende, en
última instancia, de la acumulación productiva que sigue siendo la base de
la creación de valor y que, por definición, está territorializada. La
tendencia del 'capital a crear el mercado mundial' que Marx y Engels ya
analizaron a mediados del siglo XIX no ha abolido las fronteras nacionales,
y menos aún las rivalidades económicas y políticas que resultan de ellas.

En consecuencia, el espacio mundial es muy desigual y está jerarquizado
según el peso de los países. El estatus internacional de un país depende de
los resultados de su economía -lo que los economistas llaman su
competitividad internacional- y de sus capacidades militares. En regla
general, los mismos países se encuentran en las jerarquías mundiales de las
potencias económicas y militares. Podemos entonces definir como
imperialistas a aquellos pocos países que dirigen el funcionamiento del
sistema internacional de Estados en su beneficio -en el seno de las
instituciones internacionales y a través de acuerdos bi o multilaterales- y
que capturan parte del valor creado en otros países. Los economistas
marxistas proponen, con diferentes métodos de cálculo, una evaluación de la
cantidad de transferencias de valor a los países dominantes. Por ejemplo,
Guglielmo Carchedi y Michael Roberts calculan que estas transferencias han
pasado de 100.000 millones de dólares (constantes) al año en la década de
1970 a 540.000 millones (constantes) en la actualidad [19].



Sin embargo, el comportamiento de los países imperialistas no es uniforme y
las diferencias radican en la forma en que combinan sus resultados
económicos con sus capacidades militares. Rusia moviliza sus capacidades
militares de forma masiva para defender su estatus global frente a EE.UU. y
la OTAN, y lo hace tanto más cuanto más se deterioran sus resultados
económicos (véase más arriba). Sus guerras de conquista territorial
recuerdan a las guerras de colonización de los países europeos antes de
1914. Sin embargo, los efectos positivos que tuvieron en los países
capitalistas europeos no se ven hoy en día, aunque algunos sostienen que el
objetivo de Vladimir Putin es permitir que Rusia se quede con los recursos
naturales de Ucrania (gas, petróleo, hierro, uranio, cereales, algunos
materiales esenciales para la fabricación de componentes electrónicos) [20]
y la ampliación de su acceso al Mar Negro.

Sin embargo, el imperialismo contemporáneo no puede ya reducirse en la
actualidad a la conquista armada y la colonización que antes de 1914. La
capacidad de un país para captar una parte del valor creado en el mundo
revela también una estructura del espacio mundial dominada por los
imperialismos. Alemania es un claro ejemplo de ello y está en el extremo
opuesto a Rusia. El país tiene todo para ganar a través de la expansión y
apertura de la economía mundial, de la que obtiene grandes ingresos,
comportamiento que se resume en la fórmula que suele utilizar el personal
político de ese país: 'cambio (de régimen) a través del comercio'.

Los Estados Unidos son un caso especial y único en muchos sentidos. Después
de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos, junto con los países de Europa
Occidental, creó un "bloque transatlántico" contra la URSS y China, basado
en un trípode sólido: una creciente integración económica del capital
financiero e industrial, una alianza militar (OTAN) y una comunidad de
valores que combina economía de mercado, democracia y paz. Estados Unidos ha
formado alianzas en la región de Asia-Pacífico basadas en el mismo trípode
(Japón y ANZUS, que reúne a Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos). Así,
el bloque transatlántico puede considerarse no sólo como América del Norte y
Europa, sino como un espacio geoeconómico que incluye algunos países de la
zona Asia-Pacífico.

La superioridad militar de Estados Unidos es innegable. Estados Unidos
representa el 40% del gasto militar mundial, lo que representa un poco más
que el total combinado de los 9 países que le siguen. Un investigador
estadounidense calcula que hay cerca de 800 bases militares en más de 70
países, con un costo de 85.000 a 100.000 millones de dólares al año
(aproximadamente el doble de todo el presupuesto anual de defensa de
Francia) [21]. Esta supremacía militar, que tiene su origen en la Segunda
Guerra Mundial, ha descartado de manera definitiva la transformación de la
competencia económica en conflicto armado dentro del bloque transatlántico.
La brecha en las capacidades militares entre Estados Unidos y los demás
países aumentará aún más como resultado de la guerra en Ucrania. La
administración Biden anunció un aumento del presupuesto militar nunca visto
en varias décadas, que alcanzará los 813.000 millones de dólares en 2023.

Francia, al igual que Estados Unidos, se caracteriza por un posicionamiento
internacional que combina estrechamente la presencia económica y las
capacidades militares, pero se entiende que no compite en la misma división
que Estados Unidos. Su condición de potencia nuclear la mantiene como
potencia mundial, pero en el nuevo entorno internacional posterior a 2008,
las intervenciones de sus cuerpos expedicionarios en África -cuyo
estancamiento es cada vez más evidente- ya no son suficientes para ocultar
el debilitamiento de su peso económico en el mundo.

La mundialización armada

La invasión rusa de Ucrania echó por tierra el mito de la 'mundialización
pacífica' que parecía respaldada por la integración de Rusia en la economía
mundial tras la desaparición de la URSS. Este mito del capitalismo pacífico
fue difundido por los economistas dominantes que explicaban que la paz sería
el resultado de la extensión de la economía de mercado, ya que el mercado
logra la síntesis de las voluntades individuales de agentes libres y
soberanos. Agregaban también que la paz saldría reforzada con el crecimiento
del comercio y de los intercambios financieros entre las naciones, ya que la
interdependencia económica reduce los impulsos bélicos [22].  Los
politólogos de la corriente dominante complementaron la nueva ortodoxia
añadiendo que la difusión de la democracia tras la desaparición de la URSS
mejoraría la paz entre las naciones. Thomas Friedman, un reputado columnista
del New York Times, tradujo la nueva ortodoxia en términos populares: "dos
países que tienen restaurantes McDonald's no van a la guerra" [23] porque
comparten una visión común. ¿Se habrá traducido al ruso su libro? En
cualquier caso, la presencia en 2022 de 850 restaurantes en Rusia que
emplean a 65.000 personas no fue suficiente para convencer a Putin [24].



Había llegado la hora del "fin de la historia" anunciado por Francis
Fukuyama, y los economistas y politólogos nos proponían una economía
política de la globalización en formato PDF (Peace-Democracy-Free markets:
Paz-Democracia-Libertad de Mercados). En realidad, el periodo abierto por la
destrucción del Muro de Berlín tenía todos los ingredientes de una
mundialización armada [25]. Sin duda, la atención puesta actualmente en
Europa respecto a la guerra de Rusia contra Ucrania no debería esconder el
panorama general. Desde 1991, los conflictos armados han proliferado: en
2020, el Instituto UDCP/PRIO contabilizó 34 conflictos armados en el mundo.
Se calcula que el 90% de los muertos en las guerras de los años 90 fueron
civiles. En el año 2000, las Naciones Unidas contabilizaron 18 millones de
refugiados y desplazados internos, pero en 2020 fueron 67 millones. La
mayoría de esos conflictos armados tienen lugar en África y, dado que se
producen entre facciones dentro de los países, han sido calificados como
'guerras civiles', 'guerras étnicas', etc. Por ello, los principales
pensadores, especialmente los del Banco Mundial, los atribuían a la mala
gobernanza interna de estos países. Pero es todo lo contrario. Las guerras
'locales' no son enclaves en un mundo conectado, sino que se integran a
través de múltiples canales en la 'globalización-realmente existente' [26].
El saqueo de los recursos que enriquece a las élites locales y a los
'señores de la guerra' alimenta las cadenas de suministro globales
construidas por los grandes grupos industriales. Un ejemplo que se cita a
menudo es el del coltán/tántalo en la República Democrática del Congo,
comprado por las grandes empresas de la economía digital. Otros canales
vinculan estas guerras a los mercados de los países desarrollados. Las
élites gubernamentales, generalmente apoyadas por los gobiernos de los
países desarrollados, que las legitiman como miembros de la 'comunidad
internacional' (ONU), reciclan a través de las instituciones financieras
europeas y los paraísos fiscales sus inmensas fortunas acumuladas en estas
guerras y mediante la opresión de sus pueblos.

También ha habido guerras en nombre del 'imperialismo liberal'. Estados
Unidos se encargó de dirigir las operaciones con el apoyo de la OTAN. Por lo
general, obtuvo una autorización del Consejo de Seguridad de la ONU -una
excepción notoria fue la de la guerra en Irak en 2003-, si bien ha ido más
allá de lo permitido por el mandato, como en Serbia (1999) y Libia (2011).
Por último, siguen existiendo conflictos a gran escala en zonas donde hay
países que aspiran a un papel regional (India, Pakistán) y en Oriente Medio
(Irán, Israel, monarquías petroleras, Turquía).

El mundo contemporáneo se enfrenta así a cuatro tipos de guerras: las
guerras de Putin, las 'guerras por los recursos', las guerras del
'imperialismo liberal' y los conflictos armados regionales. En conjunto,
confirman que el espacio mundial está fracturado por rivalidades económicas
y político-militares que involucran en primer lugar a las grandes potencias.

La economía, continuación de la guerra por otros medios

Las guerras no son la única característica del período contemporáneo. Desde
2008, las interferencias entre la competencia económica y las rivalidades
geopolíticas son más intensas. Los grandes países no solo movilizan medios
'civiles', como los medios de comunicación y el ciberespacio con fines
militares en las llamadas guerras 'híbridas'. Transforman los intercambios
económicos en un terreno de confrontaciones geopolíticas, lo que conduce a
una “militarización del comercio internacional” (weaponization of trade)
[27]. Por tanto, podríamos invertir la fórmula de Clausewitz diciendo que,
más que nunca, "la competencia económica es la continuación de la guerra por
otros medios". En concreto, los países del G20 que son los más poderosos han
incrementado seriamente las barreras proteccionistas y, para aparentar no
derogar las reglas liberales controladas por la OMC, lo hacen invocando
razones de seguridad nacional que siguen siendo en principio un asunto
soberano. de las naciones [28]. La pandemia ha ampliado esta militarización
del comercio internacional.

Las sanciones económicas, a menudo utilizadas por los países occidentales,
especialmente contra Rusia desde la anexión de Crimea en 2014, pero también
por las administraciones de Trump y Biden contra China, acentúan igualmente
la “militarización del comercio internacional”. Se invocan preocupaciones
militares y de seguridad nacional, mientras que muy a menudo el objetivo de
las sanciones adoptadas por los gobiernos de los países occidentales es
apoyar a sus grupos principales y proteger sus industrias, incluso contra
otros países occidentales.

Las sanciones que ahora se están tomando contra Rusia, y que además se
presentan como un sustituto de una imposible intervención militar directa de
la OTAN, constituyen sin embargo un salto cualitativo. Son de una amplitud
sin precedentes ya que, según Joe Biden, están "destinadas a poner de
rodillas a Rusia por muchos años". Su objetivo es reenfocar la economía
mundial en el bloque transatlántico con consecuencias más que inciertas (ver
más abajo).

Las guerras y la “militarización del comercio” conviven así hoy con la
interdependencia económica que produce la globalización. No es realmente una
cosa nueva. La corta distancia que separaba la economía de la geopolítica ya
era una característica importante del mundo de antes de 1914 y los marxistas
la convirtieron en un elemento clave del imperialismo [29]. Menos conocida
que la dada por Lenin en El imperialismo, la etapa suprema del capitalismo
[30], la definición de Rosa Luxemburg "El imperialismo es la expresión
política del proceso de acumulación capitalista" [31] enfatiza esta
interacción entre economía y política, la disociación imposible entre la
competencia entre capitales y las rivalidades militares. Los marxistas ya
analizaban el imperialismo como una estructura global de cooperación y
rivalidad entre capitales y entre Estados. Una ilusión retrospectiva hace
olvidar que antes de 1914, las economías de los países europeos ya estaban
profundamente integradas, y esto era incluso el caso de Francia y Alemania,
que sin embargo se preparaban para ir a la guerra [32]. Hoy, su cooperación
pasa por la existencia de organismos económicos internacionales como el FMI
y el Banco Mundial que coordinan y apoyan medidas favorables al capital (las
políticas “neoliberales”). La convergencia de las políticas gubernamentales
contra las y los explotados de los países imperialistas tiene como trasfondo
común el hecho de que “los burgueses de todos los países confraternizan y se
unen contra los proletarios de todos los países, a pesar de sus luchas
mutuas y de su competencia en el mercado mundial” [33].

Podemos incluso aplicar esta dialéctica cooperación/rivalidad al dominio
geopolítico. Al día siguiente de la adopción del Tratado para la
Proscripción de las Armas Nucleares en 2017 en la ONU por una imponente
mayoría de países, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad
-China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia- emitieron una
declaración conjunta: “Nuestros países nunca firmarán ni ratificarán este
tratado, que no establece nuevas normas”. Así, los gobiernos de estos
países, que por otra parte exhiben una peligrosa rivalidad para los pueblos,
presentan un frente unido para mantener sus mortíferos privilegios.

El certificado de defunción de los análisis marxistas del imperialismo como
un espacio global de interdependencia económica y rivalidad geopolítica ha
sido proclamado a menudo desde 1945 debido al fin de la guerra entre las
grandes potencias. Es cierto que dos factores modificaron profundamente la
relación entre economía y guerra después de la Segunda Guerra Mundial. Por
un lado, el arma nuclear ha disuadido a los países que la poseen, desde su
uso contra el pueblo japonés, de convertir sus rivalidades económicas y
geopolíticas en confrontaciones armadas. El riesgo de una conflagración
nuclear también ha sido un argumento utilizado por Estados Unidos y la UE
para rechazar cualquier intervención directa en Ucrania. Por otro lado, la
supremacía económica y militar de Estados Unidos sobre los demás países
capitalistas desarrollados de Europa y Asia ha prohibido cualquier uso de la
herramienta militar como solución de disputas dentro del mundo “occidental”.
Este término suele utilizarse como sinónimo de 'mundo libre', por lo que
también incluye países asiáticos.

Estas dos grandes características son ciertamente parte de la coyuntura
histórica resultante de la Segunda Guerra Mundial, pero más bien nos invitan
a actualizar los aportes de las teorías del imperialismo que a decretar su
obsolescencia.

La fragmentación geopolítica del mercado mundial en el orden del día

La guerra en Ucrania ya tiene dos consecuencias principales: el deseo de los
Estados Unidos de fortalecer la cohesión del bloque transatlántico en su
beneficio y la fragmentación del espacio mundial bajo los efectos combinados
y potencialmente devastadores del proteccionismo económico y los conflictos
armados. Durante una intervención sobre la guerra en Ucrania ante la
asociación de líderes de los principales grupos estadounidenses, el
presidente Biden recordó que "todos somos capitalistas en esta sala". Dijo
que la guerra en Ucrania marca un "punto de inflexión en la economía global,
e incluso en el mundo, como sucede cada tres o cuatro generaciones". Añadió
que "Estados Unidos debe liderar el nuevo orden mundial uniendo al mundo
libre", en otras palabras, soldar el bloque transatlántico con más
fuerza.[34]

No cabe duda de que el nuevo orden mundial está dirigido contra China, que
sigue siendo la principal amenaza geopolítica y económica para los Estados
Unidos. Por lo tanto, la Administración Biden sigue esencialmente la
política de Donald Trump contra China. Los países europeos ya habían
expresado su acuerdo con la posición de los Estados Unidos en un documento
publicado en 2020 "Una nueva agenda transatlántica para una cooperación
mundial basada en valores comunes, intereses (sic) e influencia mundial". El
documento europeo designa a China como "un rival sistémico" y observa que
"Estados Unidos y la UE, como sociedades democráticas y economías de
mercado, están de acuerdo en el desafío estratégico lanzado por China,
aunque no siempre estén de acuerdo en la mejor manera de abordarlo" [35]. La
OTAN también declaró a finales de marzo de 2022 que China plantea "un
desafío sistémico" al negarse a cumplir con las normas de derecho que
sustentan el orden internacional.

La Administración Biden tiene la intención de consolidar la dominación
estadounidense sobre el bloque transatlántico que el mandato de Trump había
más bien debilitado. En el plano militar, no hay duda de ello. En esta
guerra que tiene lugar en Europa, se demuestra que los avances en defensa de
los países de la UE solo pueden tener lugar bajo la dominación
estadounidense. Por el momento, la OTAN está fortaleciendo su unidad,
desmintiendo el comentario de Emmanuel Macron sobre su "estado de muerte
cerebral".

El fortalecimiento del liderazgo económico sobre sus aliados es un objetivo
aún más importante de la Administración de los Estados Unidos. Pues la
guerra no eliminará la competencia económica dentro del propio bloque
transatlántico, más bien la exacerbará. Las sanciones económicas contra
Rusia provocan efectos negativos menos violentos en los Estados Unidos que
en Europa, donde Alemania sigue siendo el principal competidor de los
Estados Unidos. Donald Trump incluso lo había convertido en un objetivo casi
tan importante como China. El presidente Biden procede de otra forma, pero
ha obtenido de Alemania lo que ha estado pidiendo en vano desde su elección:
el freno definitivo del funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2 y el fin
del aprovisionamiento de gas ruso, lo que plantea un desafío a corto y tal
vez a medio plazo para Alemania.

La fragmentación del espacio mundial ya está muy avanzada con las medidas
contra Rusia adoptadas por los Estados Unidos y sus aliados. Se han tomado
dos medidas muy importantes: la exclusión de parte de los bancos rusos del
sistema de pago internacional SWIFT, al que pertenecen más de 11 000
instituciones financieras y cuyo centro de datos se encuentra en Virginia
(Estados Unidos), y la prohibición de aceptar dólares en poder del Banco
Central de Rusia. Por lo tanto, los Estados Unidos utilizan una vez más el
activo político que constituye la emisión de la moneda internacional
utilizada en los pagos internacionales y que en 2022 representa alrededor
del 60 % (en comparación con el 70 % en 2000) de las reservas en poder del
conjunto de los bancos centrales.

Sin embargo, esta medida es de doble filo: debilita la capacidad financiera
de Rusia, pero también presenta un riesgo para los Estados Unidos. En primer
lugar, a nivel técnico, los economistas observan que la tenencia de dólares
se basa en las garantías ofrecidas por la Reserva Federal (el banco central
de los Estados Unidos) y, por lo tanto, en la confianza en una posibilidad
ilimitada de utilizar la moneda estadounidense como medio de pago. Sin
embargo, la Administración de los Estados Unidos confirma al congelar los
activos en dólares en poder del Banco Central de Rusia que sus propios
intereses estratégicos prevalecen sobre el respeto del correcto
funcionamiento de la moneda internacional. Luego, en el plano político, esta
medida unilateral acelerará la búsqueda de soluciones alternativas al dólar.
China estableció un sistema de pago internacional basado en el renminbi en
2015, que sigue siendo de uso limitado, pero podría utilizarse para eludir
el dólar. En resumen, la "militarización del dólar", según la expresión del
Financial Times [36], va a amplificar los enfrentamientos geopolíticos.
Porque Estados Unidos ya no se encuentra en la situación hegemónica de
posguerra que le permitió imponer, incluso a sus aliados europeos, un
sistema monetario internacional, materializado en los Acuerdos de Bretton
Woods en 1944, en el que "el dólar es tan bueno como el oro". El "momento
2008" reveló una configuración de las relaciones de poder económico
completamente diferente a la de la de la posguerra. La guerra en Ucrania ya
revela los juegos geopolíticos que están funcionando. Los esfuerzos de la
Administración Biden por constituir un frente común del "mundo libre"
erigido contra los regímenes autoritarios se enfrentan a dificultades ya que
la India, "la democracia más grande del mundo", e Israel, a la que los
medios de comunicación occidentales llaman la "única democracia en Oriente
Medio" [37], mantienen sus relaciones con Rusia.

Un analista financiero muy escuchado explica que "las guerras a menudo ponen
fin a la dominación de una moneda y dan lugar a un nuevo sistema monetario".
En consecuencia, augura un nuevo sistema de Bretton Woods porque "cuando la
crisis (y la guerra) terminen, el dólar estadounidense debería ser más débil
y, por otro lado, el renminbi, apoyado por una cesta de divisas, podría ser
más poderoso". [38]

La guerra en Ucrania y el deseo de la Administración Biden de consolidar el
bloque transatlántico amplificarán la fragmentación del espacio global, y
los discursos sobre la "desglobalización" que han surgido desde la crisis de
2008 se están multiplicando [39]. Tras la crisis financiera de 2008, el
comercio internacional se estancó. Luego, la crisis sanitaria puso de
relieve la fragilidad de la forma en que se internacionaliza el capital. Ha
causado un aumento del proteccionismo que ha llevado a interrupciones del
suministro dentro de las cadenas de valor construidas por los principales
grupos mundiales, así como a la reubicación de las actividades de producción
basadas en criterios geopolíticos y la seguridad del acceso a los recursos.
Sin embargo, el capital necesita el espacio mundial más que nunca para
aumentar la masa de valor producida, pero sobre todo la parte que es
apropiada por el capital, a la que Marx llama plusvalía. Desde este punto de
vista, la crisis que comenzó en 2008 no se ha superado realmente y lo es
tanto menos, ya que las sangrías operadas sobre el valor por el capital
financiero nunca han sido más fuertes.

Por lo tanto, los impulsos que impulsan la dinámica del capital para abrirse
constantemente nuevos mercados están muy presentes, pero están enredados con
las rivalidades nacionales, que resultan de la competencia entre los
capitales controlados por grandes grupos financiero-industriales. Sin
embargo estos siguen siendo, a pesar de todos los discursos radicales sobre
el "capitalismo global" y la emergencia de una "clase capitalista
transnacional", adosados a su territorio de origen, del que siguen
obteniendo una gran parte de sus ganancias gracias a las instituciones
estatales que les garantizan las condiciones sociopolíticas para la
acumulación exitosa de su capital.

La agresión imperialista de Rusia actúa como un precipitado químico porque
acelera las tendencias que ya están funcionando. La competencia económica
entre los capitales de los bloques y las alianzas de países se transforma
por un deslizamiento continuo en un enfrentamiento armado. Y ya está
produciendo consecuencias sociales mortíferas en docenas de países del sur
que son dependientes de las grandes potencias.

Los pretextos

Algunos análisis críticos del capitalismo todavía reservan el término
imperialismo solo a los Estados Unidos. Sus autores no parecen saber contar
más allá del número uno y exoneran a la Rusia de Putin de este calificativo.
La fijación en el "monoimperialismo" estadounidense no puede justificarse
por el hecho de que "los enemigos de mis enemigos son mis amigos".

Observar la existencia de una arquitectura internacional basada en
rivalidades interimperialistas, como ha hecho este artículo, no exime de un
análisis concreto de la guerra en Ucrania, y menos aún justifica la
intervención del ejército ruso. El derecho de los pueblos a su libre
disposición debería ser el hilo conductor de todas las personas que se
reclaman del antiimperialismo [40]. El apoyo al pueblo ucraniano se
convierte entonces en una demanda obvia, sin tener que limitar las críticas
a la invasión rusa con consignas como "no a la guerra" ni hablar de "guerra
ruso-ucraniana", formulaciones que en realidad enmascaran la diferencia
entre el país agresor y el país atacado. El pueblo ucraniano es una víctima
y la solidaridad internacional es esencial [41].

Quienes en las filas de la izquierda se niegan a condenar la agresión rusa
afirman que Rusia está amenazada por los ejércitos de la OTAN estacionados
en sus fronteras y que está librando una "guerra defensiva". Es indiscutible
que la OTAN amplió su base después de la desaparición de la URSS e integró a
la mayoría de los países de Europa Central y Oriental en este bloque
económico-militar. Hay que lamentarlo, pero esta extensión se vio facilitada
por el efecto repulsivo ejercido sobre los pueblos de los países orientales
por los regímenes sometidos a Moscú que combinan la opresión económica y la
represión de las libertades. Estos pueblos experimentaron el "socialismo de
los tanques" que la URSS neoestalinista y sus satélites implementaron en
Berlín Oriental (1953), Budapest (1956) y Praga (1968) y Polonia (1981).

Además, el argumento de la amenaza de la OTAN es obviamente reversible: los
países cercanos a Rusia pueden temer las armas rusas. El óblast ruso de
Kaliningrado (un millón de habitantes, anteriormente la ciudad alemana de
Königsberg), situada en el Mar Báltico y a varios cientos de kilómetros de
Rusia, tiene fronteras comunes con Polonia y Lituania. Este exclave ruso es
el hogar de grandes fuerzas armadas, equipadas con misiles nucleares
tácticos, misiles tierra-mar y tierra-aire.

Por lo tanto, no podemos detenernos ante las amenazas recíprocas entre las
grandes potencias, ya que han sido desde finales del siglo XIX la base del
militarismo y su "carrera de armamentos". En el contexto de sus rivalidades
interimperialistas, algunos países eran agresores y otros estaban en
posición defensiva. Los roles también eran intercambiables, lo que explicaba
por qué quienes se reclamaban del internacionalismo se negaban a apoyar a
uno de los dos bandos opuestos. Sin embargo, la guerra en Ucrania no es una
guerra entre potencias imperialistas, sino que es librada por el
imperialismo contra un pueblo soberano. Es la negación absoluta del derecho
de los pueblos a la autodeterminación, a menos que, por supuesto, consideren
que el pueblo ucraniano no existe.

El abandono de un análisis basado en la soberanía popular conduce a una
reificación del estado y, en la situación actual, a considerar que Vladimir
Putin tiene razón, ya que se siente amenazado, incluso "humillado" por la
extensión de la OTAN. Esta posición legitima el establecimiento por parte de
Rusia de un "cordón sanitario" que pasa por la anexión de Ucrania,
considerada, siguiendo a Stalin y Putin, como una provincia de la Gran
Rusia. Esta posición, bajo el disfraz del antiimperialismo estadounidense,
se une a la llamada corriente "realista" de las relaciones internacionales.
Ésta analiza el mundo a través del prisma de los estados racionales que
defienden sus intereses, de ahí el hecho de que "en un mundo ideal, sería
maravilloso que los ucranianos fueran libres de elegir su propio sistema
político y política exterior", pero que "cuando tienes una gran potencia
como Rusia a tu puerta, debes tener cuidado" [42]. En el mundo de estas
teorías "realistas", no existen las "realidades" del derecho de los pueblos
a la autodeterminación o la solidaridad internacional de las clases
explotadas y oprimidas.

A la espera del advenimiento del "mundo ideal", la tarea inmediata es
denunciar la guerra de Rusia en Ucrania y los peligros extremos que la
prosecución de las rivalidades interimperialistas hace correr a la
humanidad.



* Claude Serfati, economista, investigador del IRES (Instituto de
Investigación Económica y Social). Su próximo libro,  L’Etat radicalisé. La
France à l’ère de la mondialisation armée (El estado radicalizado. Francia
en la era de la globalización armada) será publicada por las ediciones La
Fabrique a principios de octubre de 2022.

Notas

[1]
https://www.jeffsachs.org/newspaper-articles/zw4rmjwsy4hb9ygw37npgs97bmn9b9

[2]  Nesvetailova Anastasia (2005), « Globalization and Post-Soviet
Capitalism: Internalizing Neoliberalism in Russia”, In Internalizing
Globalization. Palgrave Macmillan, London, 2005. p. 238-254.

[3] Jakob Hedenskog and Gudrun Persson, “Russian security policy”, en FOI
Russian Military Capability in a Ten-Year Perspective – 2019, diciembre
2019, Stockholm.

[4] Sergey Guriyev, “20 Years of Vladimir Putin: The Transformation of the
Economy”, Moscow Times, 16 de agosto de 2019.

[5]
https://www.csis.org/analysis/russias-2020-strategic-economic-goals-and-role
-international-integration

[6]
https://www.doingbusiness.org/content/dam/doingBusiness/media/Annual-Reports
/English/DB2019-report_web-version.pdf

[7] Tom Wilson, “Oligarchs, power and profits: the history of BP in Russia”,
Financial Times, 24 ars 2022.

[8]  “To our shareholders”,  24 de marzo de 2022.

[9] Alexei G. Arbatov, “Military Reform in Russia: Dilemmas, Obstacles, and
Prospects,” International Security, vol. 22, no. 4 (1998).

[10] Westerlund Fredrik Oxenstierna Susanne (Sous la direction de), “Russian
Military Capability in a Ten-Year Perspective – 2019”, FOI-R–4758—SE,
diciembre 2019.

[11] Pavel Luzin, 1 avril, 2019,
https://www.wilsoncenter.org/blog-post/the-inner-workings-rostec-russias-mil
itary-industrial-behemoth

[12] Lukasz Adamski, “Vladimir Putin’s Ukraine playbook echoes the
traditional tactics of Russian imperialism”, 3 de febrero de 2022,
https://www.atlanticcouncil.org/blogs/ukrainealert/vladimir-putins-ukraine-p
laybook-echoes-the-traditional-tactics-of-russian-imperialism/

[13] Dominique Moïsi,
https://www.institutmontaigne.org/blog/vladimir-poutine-en-marche-vers-un-no
uvel-imperialisme-russe?_wrapper_format=html

[14] Sobre la distancia entre los objetivos fijados por Lenín y la
realización de la “sovietización” de los países no rusos, ver  Zbigniew
Marcin Kowalewski, “Impérialisme russe”,  Inprecor, N° 609-610
octobre-décembre 2014,
http://www.inprecor.fr/~1750c9878d8be84a4d7fb58c~/article-Imp%C3%A9rialisme-
russe?id=1686

[15] Citado por Rohini Hensman en Les cahiers de l’antidote, « Spécial
Ukraine », n°1, 1° de marzo de 2022, Edition Syllepse.

[16] La cuestión de las nacionalidades o de la “autonomía”, 31 de diciembre
de 1922,
https://www.marxists.org/francais/lenin/works/1922/12/vil19221231.htm#note1


[17] La independiencia de Ucrania y los borradores sectarios, 30 de julio de
1939,
https://www.marxists.org/francais/trotsky/oeuvres/1939/07/lt19390730.htm#sdf
ootnote8anc

[18] Sobre la toma en cuenta de esta dimensión, ver el artículo de Denis
Paillard, Legado imperial: Putin y el nacionalismo de una gran Rusia.
https://vientosur.info/legado-imperial-putin-y-el-nacionalismo-de-una-gran-r
usia/

[19]
https://thenextrecession.wordpress.com/2021/09/30/iippe-2021-imperialism-chi
na-and-finance/ Los autores se interesan solo por las dimensiones económicas
del imperialismo.

[20] Jason Kirby, “In taking Ukraine, Putin would gain a strategic
commodities powerhouse” (La toma de Ucrania ofrecería a Putin recursos de
materias primas estratégicas). Globe And Mail, 25 de febrero de 2022.

[21] David Vine, Base Nation: How U.S. Military Bases Abroad Harm America
and the World,2015, Metropolitan Books, New York.
http://www.amazon.com/Base-Nation-Military-America-American/dp/1627791698

[22] En su “Discurso sobre la cuestión del libre-cambio” (1848), Marx
satirizaba ya esta tesis: “Designar con el nombre de fraternidad universal
la explotación en su estado cosmopolita, es una idea que solo puede tener su
origen en el seno de la burguesía”,
https://www.marxists.org/francais/marx/works/1848/01/km18480107.htm

[23] Friedman Thomas, The Lexus and the Olive Tree, Harper Collins, Londres,
2000. Es cierto que añadía inmediatamente después que “McDonald no puede
prosperar sin McDonell Douglas”. Mc Donnell Douglas era entonces uno de los
principales productores americanos de aviones de combate.

[24]
https://corporate.mcdonalds.com/corpmcd/en-us/our-stories/article/ourstories
.Russia-update.html

[25] Serfati Claude, La mondialisation armée. Le déséquilibre de la terreur,
Editions Textuel, Paris, 2001.

[26] Aknin Audrey, Serfati Claude, « Guerres pour les ressources, rente et
mondialisation », Mondes en développement, 2008/3 (n° 143).

[27] Véase, por ejemplo, J. Pisani-Ferry, “Europe’s economic response to the
Russia-Ukraine war will redefine its priorities and future”, Peterson
Institute for International Economics”, 10 de marzo de 2022.

[28] Discutí el impacto de estas medidas en la economía mundial en el
artículo “La sécurité nationale s’invite dans les échanges économiques
internationaux”, Chronique Internationale de l’IRES, 2020/1-2.

[29] Claude Serfati (2018) “Un guide de lecture des théories marxistes de
l’impérialisme”
http://revueperiode.net/guide-de-lecture-les-theories-marxistes-de-limperial
isme/

[30] "Era de dominación del capital financiero monopolista", el imperialismo
tiene, según Lenin, las siguientes características: "formación de
monopolios, nuevo papel de los bancos, capital financiero y oligarquía
financiera, exportaciones de capital, división del mundo entre grupos
capitalistas , división del mundo entre grandes potencias”. Lo menos que
podemos decir es que no están obsoletos.

[31] Luxemburgo Rosa, La acumulación de capital, cap 31.
https://www.marxists.org/espanol/luxem/1913/1913-lal-acumulacion-del-capital
.pdf

[32] Véase, por ejemplo, en el caso de las industrias metalúrgicas –
industrias esenciales para el armamento – Strikwerda, C. (1993).  “The
Troubled Origins of European Economic Integration: International Iron and
Steel and Labor Migration in the Era of World War I”. The American
Historical Review, 98(4).

[33] Marx Karl, “Discours sur le parti chartiste, l’Allemagne et la
Pologne”, 9 de diciembre de 1847,
https://www.marxists.org/francais/marx/works/1847/12/18471209.htm.

[34] Comentarios del presidente Biden antes de la reunión trimestral de
directores ejecutivos de Business Roundtable, 21 de marzo de 2022.

[35] "Joint Communication: A new EU-US agenda for global change”, 2 de
diciembre de 2020.

[36] Valentina Pop, Sam Fleming y James Politi, "Weaponization of finance:
how the west unleashed ‘shock and awe’ on Russia", Financial Times, 6 de
abril de 2022.

[37] Sobre este tema, véase Thrall Nathan: " Israël est-il une démocratie ?
Les illusions de la gauche sioniste", Orient XXI, 24 de febrero de 2021,
https://orientxxi.info/magazine/israel-est-il-une-democratie-les-illusions-d
e-la-gauche-sioniste,4551

[38] Zoltan Pozsar: "We are witnessing the birth of a new world monetary
order", 21 de marzo de 2022,
https://www.credit-suisse.com/about-us-news/en/articles/news-and-expertise/w
e-are-witnessing-the-birth-of-a-new-world-monetary-order-202203.html

[39] Véase, por ejemplo, la declaración a los accionistas del CEO de
BlackRock, el mayor fondo de inversión del mundo,
https://www.blackrock.com/corporate/investor-relations/larry-fink-chairmans-
letter .

[40] Véase la entrevista de Yuliya Yurchenko con Ashley Smith, "La lutte
pour l’autodétermination de l’Ukraine ", 12 y 13 de abril de 2022,
https://alencontre.org/europe/russia/the-fight-for-Lself-determination-of-lu
kraine-i.html

[41] Rousset Pierre y Johnson Mark "En esta hora de grave peligro, en
solidaridad con la resistencia ucraniana, reconstruyamos el movimiento
antiguerra internacional", 11 de abril de 2022,
https://vientosur.info/en-esta-hora-de-grave-peligro-en-solidaridad-con-la-r
esistencia-ucraniana-reconstruyamos-el-movimiento-antiguerra-internacional/
https://www.contretemps.eu/ukraine-invasion-russe-mouvement-anti-guerre-rous
set-johnson/

[42] Mersheimer, entrevistado por Isaac Chotiner, "Why John Mearsheimer
Blames the U.S. for the Crisis in Ukraine", The New Yorker, 1 de marzo de
2022.

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