Portugal/ "La salud pública es la gran conquista de la Revolución de los Claveles". [Francisco Louçã - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Abr 24 23:19:35 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

24 de abril 2022

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Portugal



Francisco Louçã: “La salud pública es la gran conquista de la Revolución de
los Claveles”



Albert Portillo *

Viento Sur, 23-4-2022

https://vientosur.info/



Lisboa es una ciudad excepcional, sus miradouros recuerdan los montes de
Roma y proporcionan al visitante una emotiva panorámica del conjunto de la
ciudad, además del río Tajo en su desembocadura al Atlántico. Una
gastronomía perfectamente a la altura, si no más, de la cocina mediterránea
puede terminar conquistando al visitante. Y si se aliña el oído con algún
fado nocturno difícilmente podrá evitarse que el visitante se rinda
completamente a la capital de Portugal. Ahora bien, si los aspectos
turísticos de Lisboa son mundialmente conocidos, no se puede decir lo mismo
de su situación política. Que esto pase en lejanos lugares se puede
entender, pero en el caso de los vecinos ibéricos de Portugal resulta, como
mínimo, llamativo. Y esto a pesar de que Portugal ha salido de vez en cuando
en la conversación mediática a raíz de la formación de un gobierno
progresista, el llamado gobierno de la geringonça.



Así pues, una vez terminado de visitar el Museo do Aljube –Resistência e
Liberdade, un museo de memoria democrática contra la dictadura que buena
falta que hace en el Estado español-, me dirijo a casa de Francisco Louçã
para conocer de primera mano qué se cuece en los debates políticos
portugueses; desde las últimas elecciones hasta la opinión sobre la invasión
de Ucrania pasando por el evanescente futuro del iberismo.



Louçã es el histórico líder del Bloco de Esquerda, ha sido diputado en
varias ocasiones, además de candidato presidenciable en las elecciones de
2006. De joven participó en la lucha contra la dictadura de Salazar y en
1999 fue uno de los fundadores del Bloco, una fuerza que hoy tiene 5
diputados y casi 245.000 votos después del traspié en las elecciones del 30
de enero de este año.



Economista de formación con una trayectoria académica brillante, Louçã
ejerce de profesor en la Universidad de Lisboa y ha relucido por una notable
actividad editorial que le ha llevado a publicar numerosos ensayos. Buena
parte de ellos dedicados a la Revolución de los Claveles, como por ejemplo
Ensaio para uma Revolução (1984), pero también sobre el republicanismo,
véase Herança Tricolor (1989). Otra de sus obras ha abordado uno de los
temas más peliagudos en el sur de Europa, ofreciendo una crítica radical del
funcionamiento de la Unión Europea y, por lo tanto, planteando una
alternativa al euro, como indica el título A solução Novo Escudo (Lua de
papel, 2014). Motivo por el cual, pese a terminar esta entrevista con una
conclusión escéptica sobre el papel del iberismo, soluciones como las
planteadas en su última obra necesariamente obligan a repensar el papel de
"la balsa de piedra" en esta Europa en crisis. Cabe mencionar también su
coautoría con Michael Ash de Sombras. El desorden financiero en la era de la
globalización, publicado por Sylone y viento sur en 2019



-La primera pregunta tiene que ver con ciertos debates estratégicos que se
han producido en el Estado español a raíz del llamado ejemplo portugués.
Viendo los resultados electorales en Portugal que, pese a sus giros a la
derecha,  han reforzado a la socialdemocracia portuguesa y debilitado al
Bloco de Esquerda y al Partido Comunista Portugués, ¿cuál es la valoración
que se puede hacer tras este desenlace?



Siempre he considerado que no había ningún modelo portugués por la sencilla
razón que los modelos son una ficción, una ficción instrumental para la
retórica política y con poca relación con la correlación de fuerzas
práctica. La utilización del ejemplo portugués como un indicador de la
política española tiene poco sentido. ¡Igual al revés! Utilizar la discusión
en España entre las izquierdas no tiene otro contexto que el de España, nada
más.



Para nosotros, este debate sobre modelos en sí mismo no es una referencia
política. En el mundo de la propaganda todo es muy sencillo, porque todo es
igual; en la política real, todo es distinto porque lo interesante es la
experiencia práctica. El acuerdo con el Partido Socialista, como también
hizo el Partido Comunista, lo decidimos en 2015 y fue muy importante hacerlo
porque era la única posibilidad parlamentaria de abrir un nuevo ciclo
político e impedir la extensión por un período de cuatro años de un gobierno
de derechas.



En 2019, el Partido Socialista ya no quería prolongar el acuerdo, ya había
planteado en la campaña electoral que prefería una mayoría absoluta para no
depender de las izquierdas. A pesar de eso, el Bloco salió de las elecciones
con la misma fuerza, el 10%, el Partido Comunista perdió un poco pero no
afectó a su capacidad política. Los dos años siguientes fueron mucho más
difíciles porque no había ningún acuerdo y la pandemia cambió el mapa
social. Eso implicaba que el Partido Socialista tenía como único punto de la
agenda provocar una crisis política para imponerse como partido mayoritario.



Cuando empezó la pandemia, la discusión sobre la salud se transformó en el
debate más importante. Por muchas razones. Una de ellas, se debe a que el
sistema de salud pública es la gran conquista democrática de la revolución
de abril, vinculada a la conquista de la democracia política, el pluralismo,
la libertad de prensa, el derecho de organización sindical, etc. Y por ello,
el sistema de salud es muy valorado por la gente. El problema es que, a
cuarenta años de la revolución del 25 de abril, hemos llegado a un
agotamiento: hay miles de personal médico y de enfermería que se están
jubilando; después de las huelgas masivas de las y los trabajadores
sanitarios, al final del primer año de pandemia teníamos menos médicos en el
servicio de salud que al inicio de la pandemia. ¡Y eso era un drama! Como no
se ha producido una reformulación del sistema de salud, el sector privado ha
crecido destruyendo los hospitales públicos porque contrata a sus médicos y
sus enfermeros.



Esta polémica, además de estratégica, es muy importante, porque entraña una
discusión sobre cómo se protege el bien público, cómo se organiza y cómo se
gestiona. En ese tema la diferencia entre el Bloco y el Partido Socialista
fue antagónica y no hubo ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo.



Cuando empezó la pandemia el asunto ya no era importante sino dramático. No
fue posible el acuerdo a pesar de que la propuesta que planteaba el Bloco la
había elaborado junto con el fundador del Partido Socialista, António
Arnaut, que justamente había sido el ministro de salud que había creado el
sistema nacional de salud en los años setenta. Era una propuesta de
convergencia, organizada en conjunto entre él y João Semedo, que ha sido
dirigente del Bloco, una iniciativa que no tenía precedente en Portugal.



A pesar de esto, el Partido Socialista la rechazó y eso hizo imposible el
acuerdo sobre los presupuestos que deberían financiar ese proyecto. De
hecho, el Partido Socialista lo rechazó por el impacto que tendría al
afectar al sector de la salud privada, con el que el Partido Socialista
tiene muchos vínculos, y porque no quería llegar a un acuerdo con la
izquierda. Por su parte, el Partido Comunista votó el presupuesto para 2021
pero ya no lo hizo para 2022 y eso provocó la crisis política.



El Partido Socialista planteó la situación a la población como una cuestión
de salvación nacional y ganó esa pelea; obtuvo la mayoría absoluta, la
izquierda perdió mucho. Además, presionaba al electorado de izquierdas el
hecho de que, por primera vez, la extrema derecha consiguiera una presencia
con relieve y la percepción de que el gran partido de la derecha, el PSD, se
aliaría con la extrema derecha si podía formar gobierno. Fue una tempestad
perfecta para el Partido Socialista y de ahí salió con una victoria
aplastante y con una derrota de la izquierda.



-A nivel económico, la crisis de la Covid se ha saldado con un mayor
endeudamiento de los países del Sur de Europa. Según los datos del Eurostat,
la deuda pública española ha aumentado un 26% entre 2019 y 2021, alcanzando
el 122% del PIB, casi tanto como la deuda de Portugal que supera el 130% del
PIB. Sin embargo, la denuncia del coste de la deuda ya no está tan presente
en las izquierdas del Sur de Europa, ¿por qué?



Claro, es natural. Porque el nivel de stock de la deuda tiene importancia,
pero no es el factor decisivo. Lo importante es la tasa de interés sobre ese
stock. Una parte importante de ese crecimiento reciente de la deuda es por
emisiones compradas por el Banco Central Europeo, con una tasa muy baja y
además presionando sobre la tasa de mercado, permitiendo que Portugal, y
España también, hicieran emisiones de deuda a medio plazo con una tasa
negativa. Lo que importa realmente es el peso que la deuda pública tiene
sobre los flujos de una economía. Y la deuda privada, que puede ser mucho
mayor que la deuda pública.



El Quantitative Easing practicado desde 2014 con la compra de emisiones por
parte del Banco Central Europeo no sólo conducía a un interés mucho más
bajo, sino también a una presión mayor sobre los mercados financieros que
dejaban de poder cobrar una tasa tan especulativa, como hicieron en 2011.
Eso explica por qué la presión ha sido mucho menor.



Además, que el Banco Central Europeo salvara el euro utilizando otros
mecanismos, llamados no convencionales, que rompían con el dogma tradicional
del monetarismo, probó que era posible no depender completamente del mercado
financiero. Es una situación aún muy inestable porque se encuentra en los
límites de interpretación de los tratados europeos. Unos tratados que tienen
una concepción tradicional monetarista que presiona a los Estados endeudados
a privatizar y a endeudarse aún más.



Por eso, el problema de la deuda es un problema político a nivel europeo, si
bien su presión ahora es menor; pero puede volver. Si el Banco Central
Europeo, como la Reserva Federal de los Estados Unidos, cambia de
orientación y empieza a subir las tasas de interés o a reducir la compra de
emisiones de deuda, este problema volverá a entrar por la puerta como un
bulldozer.



-La negociación de los Fondos Europeos Next Generation ha dejado de lado
temas como este, además del fraude fiscal de los paraísos fiscales del norte
de Europa, y en cambio ha impuesto fuertes contrapartidas. En España lo
hemos visto con la reforma laboral condicionada para la adquisición de
dichos fondos. En Portugal, ¿se han impuesto condiciones semejantes para
obtener los fondos?



Fue algo distinto, porque en Portugal el gobierno rechazó cambiar la ley del
trabajo y eso fue, además de la salud, el gran punto de confrontación con el
Bloco. El gobierno rechazó cambiar la ley incluso en los puntos en que el
Partido Socialista había votado en contra cuando la Troika impuso su reforma
laboral. Las instituciones europeas, además de la OCDE, presionan mucho en
favor de la flexibilización laboral y la posición del gobierno portugués
garantizaba la continuidad neoliberal.



-Respecto a la invasión de Ucrania, se puede constatar una oleada belicista
en Europa mientras que las críticas al militarismo han quedado aparcadas.
Llamativa omisión, porque el Instituto Internacional de Estudios para la Paz
de Estocolmo (SIPRI en sus siglas en inglés) señala a España y a Portugal
como séptima y vigésimo quinta economías exportadoras de armas. ¿Se ha
tenido en cuenta este aspecto en los debates en Portugal? ¿El Sur de Europa
podría jugar un rol diferente?



Esta guerra tiene la misma crueldad de todas las guerras. Además, Putin la
justificó de una forma totalmente límpida, argumentando que Ucrania no tiene
derecho a ser independiente, no es un pueblo, ni una nación y, por lo tanto,
debe ser incorporada al imperio ruso. No había ninguna máscara en la
justificación de la invasión. Pero hay una diferencia con guerras
anteriores: esta es la primera guerra que vemos en prime time a la gente que
sufre la invasión. Eso no pasó cuando Israel bombardeó el Líbano o cuando
los estadounidenses invadieron Irak. Veíamos la guerra filmada por el
ocupante, por el invasor.



Es decir, ahora vemos el sufrimiento de los invadidos y lo vemos en directo
todos los días. Eso es mejor así, es mejor que cada guerra se vea por la
gente que sufre, habrá más razones para uno de oponerse al exterminio. A
pesar de toda la manipulación de la información, se impone la verdad de que
hay gente que sufre, que la guerra es la destrucción de la humanidad. Si lo
hubiéramos visto en Irak la protesta contra la guerra aún habría sido mayor.
Porque eso cambia mucho la percepción que tenemos sobre la guerra, así como
el debate político sobre la guerra.



En Portugal, hay una fuerte división. Hay gente que dice que ahora es el
momento de la OTAN. Pero hace seis meses la OTAN estaba en la peor situación
de su historia, el ejército norteamericano había sufrido su segunda derrota.
Sólo en Vietnam y en Afganistán se había visto el ejército estadounidense
obligado a retirarse. Esta derrota, y el fracaso político que implica,
representó un paso atrás para la OTAN. Pero ahora la invasión de Ucrania les
permite recuperar todo: autoridad política y estratégica, así como capacidad
de plantar sus fuerzas al este de Europa. Es decir, la OTAN, sin un tiro, ya
se ha convertido en el gran vencedor de esta guerra.



Putin es un oligarca, es un conservador religioso, quiere un imperio, tiene
las mejores relaciones con la extrema derecha europea, ha favorecido la
victoria de Donald Trump… No tiene ningún sentido pensar que ahí hay alguna
contraposición estratégica o política al imperialismo de Washington. Tiene
razones de potencia regional y eso favorece mucho la compra de armas. No es
sorpresa que la prensa internacional haya revelado que Francia, Alemania y
otros países vendieron armas a Putin hasta 2021, aun cuando estaba prohibido
tras la ocupación de Crimea.



Se puede analizar lo que sea sobre provocaciones o el cambio de actitud de
la OTAN a la hora de expandirse, contrariando los acuerdos establecidos,
pero hay una invasión de Ucrania por Rusia, no hay ninguna forma de
ocultarlo. Y la invasión es para destruir un país, hay que rechazar la
invasión, los rusos deben salir, Ucrania tiene derecho a ser independiente.



-En España y Catalunya el envío de armas ha generado enconadas polémicas.
Por un lado, hay quien defiende el apoyo al pueblo ucraniano desde un punto
de vista exclusivamente militar y belicista y, por el otro lado, quien
defiende la solidaridad con Ucrania con una salida diplomática y pacifista.
Pero, aunque Europa podría plantear esta última opción, los países
mediadores están siendo otros, ¿cuál es la razón?



Macron, más por razones electorales que por convicciones políticas, lo
intentó hacer al comienzo, incluso anunció una conferencia que nunca se
realizó entre los distintos países; Ucrania, Rusia, Estados Unidos, Francia,
etc. Nadie se lo tomó en serio, ni los países en guerra ni Estados Unidos.
En el caso de Estados Unidos, porque no quieren que Francia tenga ningún
papel, ni siquiera en Europa. De hecho, cuanto más se prolonga la guerra,
más gana la OTAN, porque Estados Unidos han impuesto a Europa un cambio de
estrategia energética y económica.



El razonamiento de Merkel, que hace dos meses era presentada como la gran
figura del siglo XXI en Europa y ahora es prácticamente tratada de traidora,
tenía lógica económica, pero fracasó. Para Alemania es más barato importar
gas de Rusia que importar gas a través del Atlántico desde Estados Unidos.
Esa lógica económica estaba basada en la posibilidad de un acuerdo político.
Eso fracasó a causa de la invasión. Si bien el problema de Europa sigue
siendo que su seguridad implica paz, implica un acuerdo con Rusia que, por
supuesto, conlleva que Rusia no puede invadir Ucrania. Europa debería tomar
parte de diálogos para interrumpir la guerra, pero no hay ninguna indicación
que lo quiera hacer.



Luego, hay los debates nacionales que son muy distintos en cada país sobre
la cuestión de las armas. España tiene una historia concreta, la del
movimiento antimilitarista y antiOTAN, tiene historias brillantes de lucha
popular por la paz y toda una izquierda influida por esta cultura. Pero el
debate es distinto en Portugal. En Portugal no hay debate sobre si se deben
enviar o no armas a Ucrania.



-En Catalunya, y en menor medida, pero también en el conjunto de España, se
ha producido un revival del republicanismo de cuño popular. En el caso de
Portugal, ¿es posible encontrar unas tradiciones semejantes, y anteriores, a
la Revolución de los Claveles?



La historia de la República portuguesa es muy distinta de la del Estado
español porque una vez derrocada la monarquía en 1910, nunca más ha sido
restablecida. El republicanismo tiene cien años como régimen en Portugal. La
monarquía estaba tan aislada en ese tiempo, era tan detestada, que la
reacción pro-monárquica en los años siguientes fue muy débil. Hubo algunos
intentos militares, pero muy marginales. El Ejército, toda la estructura
política, de izquierdas y de derechas, estaba de acuerdo con la solución
republicana.



La Primera República, que va de 1910 hasta 1926, cuando empieza la
Dictadura, fue muy conflictiva desde el punto de vista social y se basó en
un republicanismo popular, pero también en un republicanismo institucional
de las elites y la burguesía. Incluso durante la Dictadura, al contrario de
Franco que mantiene la monarquía a modo de reserva, Salazar nunca quiso que
los débiles herederos de la monarquía tuvieran algún rol político. La
República se estructuró como una institución a lo largo de ciento doce años
como un hecho de la vida, no tiene ninguna posibilidad de retroceso. El
monarquismo en Portugal es una ficción.



-El iberismo parece ahora mismo un tema secundario en el radar de las
izquierdas del conjunto de la península. A nivel estratégico, ¿el iberismo
podría tener un futuro?



No, en la historia política portuguesa sólo recientemente hay algunas
expresiones de un iberismo de izquierdas. Saramago, por ejemplo, escribió
una novela, La balsa de piedra (1986), una ficción sobre una península que
se separa de Europa, sobre un iberismo en contra de la hegemonía de la Unión
Europea. Pero eso es una cultura localizada.



Hay que tener en cuenta que Portugal es la única nación de la península
ibérica que se independizó del poder de la corte de Madrid. La única
frontera terrestre y la amenaza militar de toda la vida es España, no hay
otra. Por eso en Portugal la formación de la identidad nacional, y de
Estado, se ha forjado mirando con suspicacia a España.



No olvidemos que el trabajo de final de curso de Franco consistía en un plan
militar para invadir Portugal. Salazar, que se encontró dos veces en su vida
con Franco, tenía miedo de Franco. ¡Y eso en la dictadura! Por supuesto, en
la democracia es distinto. Por otra parte, la relación histórica y emocional
con Catalunya es muy fuerte porque cuando hubo la ocupación española de
Portugal, entre 1580 y 1640, la posibilidad militar de lograr de nuevo la
independencia la dio Catalunya con su revuelta simultánea con la portuguesa.
Y, por supuesto, Catalunya era más rica y las fuerzas militares del rey
fueron hacia Barcelona y no hacia Lisboa. Así se estableció la independencia
casi sin guerra. Comprenderás que en esa historia España es un Estado
gigante y, por eso, el iberismo no tiene impacto en Portugal, la diferencia
es muy marcada entre el pequeño y el grande.



Por eso, el iberismo tiene muy poca capacidad organizadora del pensamiento
político portugués. No está presente. Otra cosa es que bajo la dictadura
hubiera relaciones políticas, por supuesto, con Comisiones Obreras, con la
lucha antifranquista… Pero para la cultura nacional, como sentido común de
la vida pública portuguesa, España tan sólo es el otro lado de la frontera.



* Albert Portillo es historiador y colaborador de Viento Sur.

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