Argentina/ La parábola de Cristina: el bloqueo por izquierda termina con Massa como capitán del giro promercado. [Sebastián Lacunza]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Ago 1 11:57:41 UYT 2022


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1 °de agosto 2022

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Argentina



La parábola de Cristina: el bloqueo por izquierda termina con Massa como
capitán del giro promercado



Tras el fin de la temporada de “revoleo de ministros”, la vicepresidenta se
reencuentra con el arte de lo posible.

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Sebastián Lacunza

el DiarioAR, 31-7-2022

https://www.eldiarioar.com/



Cristina Fernández se dio a sí misma y al Gobierno que diseñó un primer año
de discreción. Le siguió un año y medio de oficialismo opositor hasta que, a
comienzos de este mes, declaró el fin de la temporada de “revoleo de
ministros”. Con la llegada de Sergio Massa en calidad de premier, Cristina
abrió, cabe suponer, una tercera etapa.



Durante 2020, año de pandemia y renegociación de una deuda monumental, sus
expresiones públicas fueron contadas, aunque dejaron dos huellas. El 26 de
octubre, la vicepresidenta alertó que había funcionarios que no funcionaban,
y el 18 de diciembre, ante la plana mayor del Frente de Todos reunida en el
Estadio Único de La Plata, instó a los que tuvieran “miedo de ser ministros,
que vayan a buscar otro laburo”, y previó que la recuperación económica que
se avecinaba tras la caída abismal por el coronavirus debía “alinear
salarios y jubilaciones, precios y tarifas”, para que el crecimiento no se
lo llevaran “cuatro vivos”.



Esa Cristina que sacudía a los suyos sintonizaba con aquélla de la “jugada
maestra” que le propuso la candidatura presidencial a Alberto Fernández para
unificar al peronismo y vencer al macrismo. Al cabo del primer año del
Frente de Todos en la Casa Rosada, la vicepresidenta ponía en palabras una
percepción hasta entonces expandida en los despachos oficiales, pero
transmitida en sordina: la mala praxis, la desidia y un internismo de vuelo
corto atravesaban el Gobierno del Frente de Todos. Una vez más, Cristina
leía un escenario que otros no veían o verían tarde, capacidad que en
momentos clave de la historia la puso un escalón por encima del resto de la
dirigencia.



Temporada de caza



La carta que la vicepresidenta ocultó en sus pinceladas de 2020 fue que
entre los funcionarios que no funcionaban estaban los propios y, se
demostraría luego con creces, ella misma. ¿Alguien puede mencionar un área
de Gobierno en manos de La Cámpora o del cristinismo que se haya destacado
sobre la mediocridad general desde diciembre de 2019? ¿Alguno de los
reemplazos que empujó para desplazar a albertistas cambió el escenario?
Claro que hay funcionarios honestos y probos en todas las fracciones del
oficialismo, pero buena parte de los logros quedaron diluidos en un
Ejecutivo que no funcionó, más allá de individuos, como sistema.



La franqueza de diciembre de 2020 dio lugar a la torpeza de enero de 2021.
En un doble movimiento que resultó lacerante, primero Cristina bloqueó el
acuerdo con el FMI que estaba próximo a ser alcanzado, por razones
electorales que se demostraron vanas. La derrota se consumó y no pudo ser
peor. Acto seguido, trabó el aumento de tarifas para que la clase media y
alta pagaran (bastante menos de) lo que correspondía según sus ingresos, de
manera de liberar recursos para sostener a los pobres. El dogma de Cristina
tomó prestada la procrastinación de Alberto, se extendió el congelamiento de
tarifas iniciado por Macri en el invierno de 2019 y los subsidios se
dispararon hasta 2,3% del PBI, en un país en el que Cambiemos había llevado
la pobreza hasta 35% y la pandemia la extendió hasta 42%.



Martín Guzmán expone los trazos de la renegociación de la deuda por US$
44.500 millones con el Fondo Monetario Internacional en el Museo del
Bicentenario, el 30 de agosto de 2020. Lo escuchan Cristina Fernández de
Kirchner y Alberto Fernández. Presidencia



Se ha dicho a diestra y siniestra, con razón, que un acuerdo con el FMI en
los mismos términos alcanzados en febrero de 2022, si hubiera sido negociado
por, por ejemplo, Axel Kicillof, habría terminado con un festival
multitudinario en Plaza de Mayo para celebrar que se le había torcido el
brazo al opresor. El negociador fue otro y el acuerdo pasó a ser un simple
“programa de ajuste” impuesto sin resistencia.



En las últimas semanas, Cristina y Alberto filtraron un relato inverosímil
hasta el asombro para dos personas que frecuentan el primer piso de la Casa
Rosada hace dos décadas y que llevan negociados dos defaults pergeñados por
sus predecesores. La versión dice que Martín Guzmán los engañó durante dos
años y no les avisó que estaba discutiendo una refinanciación con el FMI
para extender plazos en lugar de una reestructuración con quita en el monto
adeudado y vencimiento a dos décadas.



Se ve que la vicepresidenta no sólo no leyó los diarios ni los estatutos del
FMI, sino que tampoco escuchó al ministro el 31 de agosto de 2020. Raro,
porque estaba a dos metros. El Gobierno presentaba en el Museo del
Bicentenario la reestructuración de los bonos internacionales por US$ 66.100
millones, con un ahorro en los pagos de US$ 37.000 millones. En el estrado
principal se alineaban Guzmán, Cristina (primera visita a Casa Rosada ese
año), Alberto, Sergio Massa y Santiago Cafiero; a izquierda y derecha,
escuchaban los gobernadores, Horacio Rodríguez Larreta y Máximo Kirchner. A
partir del minuto 18.30, se escucha con claridad que el entonces ministro de
Economía anunció que encararía un acuerdo para, “básicamente, refinanciar
esas deudas (con el Fondo) y así poder tener más tiempo para ir recuperando
la economía”. Habló de “refinanciación” y “tiempo”, no mencionó
reestructuraciones, ni quitas, ni rebaja de intereses, ni plazos de dos
décadas.



La escalada opoficialista se maceró durante todo 2021 y se desató tras la
derrota en las elecciones de medio término. A partir de allí, Cristina y La
Cámpora emprendieron un camino desquiciante que combinó a la perfección con
la exasperante dilación de Alberto Fernández como forma de conducción. Su
actuación como opositores de facto no impidió que los cristinistas
continuaran en sus cargos al mando de las principales cajas presupuestarias.
También presentaron proyectos para expandir el gasto hasta el infinito
(entre “zonas frías” para dos tercios del país, ingresos universales y
moratorias jubilatorias) desentendiéndose de la forma de financiarlos, y
trabaron toda acción legislativa, salvo para tratar de crear una inédita
Corte Suprema de 25 miembros repartidos entre provincias.



“No voy a revolear a ningún ministro, quédense tranquilos”, ironizó la
vicepresidenta el 8 de julio pasado durante la inauguración de un teatro en
Calafate. Risas. Había transcurrido un año de acusaciones de entreguismo a
su propio Gobierno, fuera con el FMI o con Techint. A esa altura, ya habían
caído Marcela Losardo, Matías Kulfas y Guzmán, y Santiago Cafiero había sido
desplazado de la Jefatura de Gabinete, por citar sólo a los de mayor volumen
entre los próximos a Alberto. Los propios, todos, seguían en sus puestos.



Las últimas noticias indican que Cristina volvió a ser la estratega que
organiza apariciones pulidas en medio de largos silencios. Valorar ese giro
hacia la líder que mide los tiempos y tiende puentes para superar límites
que ella ve antes que ninguno obliga a fingir demencia para omitir el largo
período que actuó de opositora de su propio Gobierno.



Ideas, ¿no personas?



Silvina Batakis, con credenciales peronistas más sólidas que las de Guzmán,
transitó durante 25 días el credo exacto de su predecesor en cuanto al
equilibrio fiscal y las metas comprometidas con el FMI. Le agregó el
objetivo de operar bajo el modo “déficit cero”. Poco antes de su injusto
despido, Batakis le planteó a Alberto Fernández que había que forjar un
pacto político para renegociar las transferencias a las provincias, todas
ellas superavitarias, frente a un Estado nacional compelido a cortar gastos
tras haberles cedido recursos. Esa misma línea había comenzado a explorar
Guzmán antes de su inaudito tuit de renuncia.



A Batakis, Cristina le regaló el silencio, pero dejó que sus exégetas
transmitieran que autorizaba el curso emprendido. ¿Si la receta era la misma
que la de Guzmán, su lima contra éste no había sido cuestión de programas ni
de ideas, sino un asunto personal?



Las definiciones de Massa para el último tercio del Gobierno están por
llegar. Los antecedentes del presidente de la Cámara de Diputados validan
tanto hipótesis de intervencionismo controlado y pacto con sectores
económicos como políticas de nítido corte market friendly. Es cierto que los
comercializadores de dólares blue, los fondos con los que Massa habla hace
años y el hombre de Donald Trump en el BID, Mauricio Claver-Carone, parecen
intuir lo segundo, tanto como que el proyecto presidencial de Massa implica
contener los votos de Cristina, que las encuestas ubican en torno al 30% del
electorado.



Todo puede pasar: o bien Massa pone orden, tiende un puente hasta el futuro
promisorio que indican algunas variables de la economía y es electo
presidente, o Cristina vuelve a cantar falta envido con 25 y gana, o la
crisis se acelera y se pulverizan el Frente de Todos y el Gobierno en los
próximos meses.



Sin embargo, lo más probable parece que alguien de Juntos por el Cambio, con
Macri en la lista de candidateables, gane las elecciones del año próximo.
Esa instancia marcaría el rotundo fracaso de la alianza peronista, cuya
promesa esencial, en una retórica que abusó de la significación histórica,
era sentar un “nunca más” a experimentos de falsa apertura destinados a
beneficiar a poderes concentrados y despliegue desinhibido de las “cloacas
de la democracia”.



Si ese fracaso se da, la rúbrica de Cristina no será la única, pero estará
presente.

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