Ucrania/ Granos, tinta y piedras. La historia del hambre en Ucrania. [Lia Dostlieva]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ago 21 14:50:42 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

21 de agosto 2022

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Ucrania



Granos, tinta y piedras



La historia del hambre en Ucrania



Lia Dostlieva *

Review, revista de libros, agosto de 2022

http://www.rdelibros.com/

Traducción de Leonel Livchits

Empiezo a trabajar en este texto en un café. El ruido de la máquina de café, el sonido de las voces, los golpes de los platos al chocar y la música se combinan en el fondo de mi día de trabajo. Hay otros clientes que también trabajan mientras toman un café. Otros conversan con amigos o comen una porción de torta. A veces es difícil darse cuenta de lo profundamente enraizados que están los alimentos y sus prácticas relacionadas con nuestras interacciones sociales. La comida es una parte integral de la cultura y la identidad humanas. Pero todos esos rituales basados en la comida dependen de que los alimentos sean fácilmente asequibles en las cantidades necesarias. La ausencia de alimento no solo amenaza la supervivencia humana como tal, sino que también altera los rituales culturales. El hambre reduce a la persona a su cuerpo, a la carne exhausta cuya existencia pasa a centrarse en satisfacer necesidades muy elementales. Esta experiencia es imposible de imaginar para quienes llevan una vida de relativo confort, pero según el Programa Mundial de Alimentos de la ONU, 276 millones de personas en todo el mundo ya enfrentaban una crisis grave de hambre a comienzos de 2022. [1]



A lo largo de diferentes períodos de la historia, diferentes sociedades han padecido la devastadora ausencia de alimento. Entre 1932 y 1933, la Ucrania dependiente de la Unión Soviética fue asolada por una terrible hambruna producida artificialmente por el gobierno soviético, que mató de hambre a unos cuatro millones de personas, en su mayoría campesinos. Brigadas organizadas y armadas confiscaron las cosechas que, junto con las restricciones en la movilidad de las poblaciones, condujeron a la inanición y muerte masivas. Los cuerpos se acumulaban en las calles y los cadáveres fueron enterrados en tumbas colectivas. Este período fue posteriormente denominado “Holodomor”, por la expresión ucraniana moryty holodom de llevar a alguien a morir de hambre. Prácticamente hasta el mismo final de la existencia de la Unión soviética, toda mención de la hambruna fue suprimida por el régimen totalitario, que fingía que nunca había ocurrido.



A pesar de los intentos de ocultar esta matanza (o quizás precisamente a causa de ello), la hambruna dejó una impresión profunda y traumática en la memoria colectiva de la sociedad ucraniana. Las experiencias de primera mano de quienes fueron testigos del Holodomor –sus víctimas y sobrevivientes– son el eje de Project MARIA, de la artista canadiense-ucraniana Lesia Maruschak. A través de una serie de instalaciones visuales, Maruschak cuenta la historia de una niña llamada María, que logró sobrevivir al Holodomor y emigrar a Canadá cuando otros millones de personas murieron. Maruschak edita y vuelve a trabajar sobre fotografías de archivo. Las imágenes resultantes son borrosas, fantasmáticas y poéticas. El lenguaje visual apela a las emociones, la empatía y la imaginación del espectador. Maruschak explica sobre su proyecto que “busca crear un memorial que facilite la construcción de la memoria colectiva”. Continúa: Construí un memorial móvil que evita el lenguaje y la forma físicos y monolíticos de los monumentos tradicionales mediante la creación de una obra móvil a través de la cual la participación activa del público de distintos lugares y culturas opera de modo de revelar el conocimiento sobre este evento. [2]



Si bien evita la monumentalidad de los memoriales tradicionales, Project MARIA repite de muchos modos el imaginario establecido que se utiliza en la conmemoración oficial de Holodomor.



La artista elige a una niña pequeña como la protagonista principal del proyecto. La edad y el género de la protagonista llevan implícita la incapacidad absoluta de resistir el daño infligido a un grupo más amplio de personas de diferentes edades y géneros.



Un niño –y más una niña– no puede luchar en su defensa, se convierte en una víctima pasiva y silenciosa del régimen totalitario. Un foco similar sobre el grupo más vulnerable de víctimas se puede observar, por ejemplo, en una escultura ubicada en el frente del Museo Nacional del Genocidio de Holodomor en Kiev: una niña exhausta y delgada, de pie, sosteniendo espigas de trigo en su pequeña mano. [3]



Es bastante frecuente en la tradición conmemorativa ucraniana encontrar la imagen de una mujer o una niña encarnando el sufrimiento de toda la nación. En los discursos académicos y periodísticos, los horrores del hambre suelen ilustrarse con historias estremecedoras sobre mujeres al borde de la desesperación e imágenes de mujeres o niñas extenuadas. [4] Las mujeres por tanto se representan en su mayoría como víctimas silenciosas de circunstancias históricas trágicas.



Pero la historia real de Holodomor incluye numerosos casos de resistencia activa a la colectivización forzada, donde las mujeres jugaron un papel crucial. Fue precisamente a causa de la predominancia numérica de las mujeres entre los participantes de algunas de estas revueltas campesinas que se las llamó Bab’i bunty (protestas de mujeres campesinas) en los documentos oficiales. [5]



Pero la historia de María puede ser leída también de un modo diferente: si bien el proyecto tiene una clara intención conmemorativa, su protagonista femenina sobrevivió. Para las mujeres y ninas, la supervivencia en estas condiciones inhumanas significó una victoria existencial sobre el régimen. María no solo logró sobrevivir: emigró a Canadá y se construyó allí una vida nueva.



Los traumas colectivos –las guerras, los genocidios, las hambrunas– no permanecen confinados dentro de la experiencia de la generación que padece estos traumas de forma directa. Se transforman y son transmitidos –oralmente a través de relatos, a través de hábitos y comportamientos– a las generaciones posteriores, que los absorben a menudo sin darse cuenta de que lo hacen. Marianne Hirsch llama a esta memoria traumática indirecta “posmemoria”. [6] Las huellas de la memoria traumática de Holodomor todavía están presentes en las prácticas cotidianas de mi propia generación, la tercera desde el acontecimiento donde se originó. Estas huellas son el eje de un proyecto en el que trabajé con Andrei Dostliev llamado Todavía me da pena tirar la comida – La abuela solía contarme historias sobre Holodomor.



Los rastros traumáticos de Holodomor se pueden encontrar en ciertas actitudes hacia la comida en Ucrania, en especial en la fuerte renuencia a desechar incluso mínimos restos de alimento. A pesar del hecho de que los ucranianos del siglo veintiuno, incluso en los peores momentos, siempre han tenido algo para comer, desechar restos de comida todavía produce un fuerte sentimiento de vergüenza y culpa.



Para analizar mejor estos sentimientos, durante meses Andrei y yo mantuvimos una suerte de diario visual comida desechada. Antes de arrojar los restos de comida, los cubrimos de tinta negra e hicimos una impresión sobre papel. También escribimos en el papel la fecha, el tipo de alimento y en ocasiones el motivo por el que nos deshicimos del alimento. Cada imagen contiene también un pequeño fragmento de una fotografía de un paisaje, muy pequeño, para identificar el lugar. Los agregamos para recordar a los espectadores que Holodomor prácticamente no ha dejado rastros sobre el paisaje, a diferencia de muchos traumas colectivos que tienen ubicaciones geográficas exactas y están presentes bajo la forma de “lugares de memoria”.



El título de la obra busca enfatizar que la transmisión de esta experiencia traumática a través de las generaciones tiene una marca de género. Tradicionalmente las mujeres ancianas cuidaban a sus nietos y eran las responsables de alimentarlos. Compartían sus recuerdos y ayudaron a dar forma a los hábitos alimentarios de sus nietos, por ejemplo, presionándolos para que comieran todo lo que tuvieran en su plato. Los hombres pasaban menos tiempo con los ninos y también eran más reacios a compartir sus experiencias traumáticas personales. Una de las razones de esto puede ser que la identificación con el rol de la víctima pasiva de una hambruna producida por el hombre no encaja con la imagen masculina tradicional del guerrero y protector capaz de resistir valientemente cualquier circunstancia externa.



El proyecto de Zhanna Kadyrova Palianytsia (realizado junto con Denis Ruban) hace referencia a una nueva fase en la guerra en curso de Rusia contra Ucrania. La instalación consiste en piedras que se parecen mucho a hogazas de pan. “Palianytsia” es una palabra ucraniana que remite a un pan de trigo redondo cocido en un horno. La palabra también es un shibboleth, o rasgo distintivo, ya que solo los hablantes ucranianos pueden pronunciar cada sonido de la palabra correctamente. (Si bien una cantidad importante de ucranianos considera el ruso su primera lengua, ningún ucraniano rusófono tendría problemas para pasar esta prueba).



Cuando comenzó la invasión rusa de forma manifiesta, esta prueba se convirtió en un modo rápido y práctico de comprobar quién era un ucraniano nativo y quién no: se la utilizó para descubrir grupos de sabotaje y reconocimiento rusos que intentaban infiltrarse en ciudades ucranianas con ropa de civil pretendiendo ser nativos mientras hacían inteligencia. También hay que recordar que la denominada “cuestión lingüística” ha sido utilizada durante décadas por distintos partidos políticos, y que una justificación oficial para la agresión rusa a Ucrania en 2014 fue “la protección de la población rusófona”, incluso a pesar de que a menudo se sostuvo que, en el contexto ucraniano, la lengua no podía usarse como medio para identificar una visión política o una identidad pro rusa. [7]



Palianytsia se convierte así en una referencia a nociones de cultura e identidad tradicionales, pero también a estereotipos existentes. A Ucrania se la suele llamar “el granero de Europa”, lo que puede leerse tanto como un reconocimiento de la importancia de este territorio como una expresión de la mirada colonial que considera estas tierras como un mero recurso y proveedor interminable de cereales. Al mismo tiempo, los habitantes muchas veces son vistos exclusivamente como una fuerza de trabajo sin ningún tipo de agencia o voz propia. [8]



Es importante observar que estas “hogazas de pan” no fueron realizadas a mano por los artistas; las piedras fueron encontradas por Zhanna y Denis en la orilla de un río en Transcarpatia mientras estaban deambulando por el pueblo en busca de un lugar donde alojarse y trabajar (después de que tuvieran que mudarse de Kiev en el comienzo de la invasión). Este origen natural de las hogazas vincula la obra con las nociones de naturaleza y paisaje. Ningún ser humano –ni un artista ni un panadero– hizo este pan.



Existía simplemente en un paisaje y fue recontextualizado por un gesto artístico que lo transfirió a un espacio de exhibición. Así nos encontramos con una hogaza de pan de piedra que se asemeja a un pan real y tiene una apariencia estéticamente placentera, pero es imposible de consumir. Parece haber sido hecho deliberadamente, pero de hecho fue encontrado simplemente a la vera de un río.



Ninguna guerra, en especial una moderna, puede ser entendida solo como actos de violencia cometidos por unos seres humanos contra otros. La categoría de víctimas de guerra es más amplia, incluye también a entidades no humanas, animales, plantas y la naturaleza en sí, todos interconectados e interdependientes. La guerra debe ser analizada también como un acto de violencia ambiental y ecocidio. [9]



En este caso, los alimentos vinculan a los seres humanos con los seres y entes no humanos afectados por la guerra en un sistema de dependencia mutua. Recordemos una historia que apareció en los medios en los primeros días de la guerra. En una ciudad ocupada poco tiempo atrás por el ejército ruso, una valiente mujer local que estaba hablando con un soldado ruso armado le ofreció semillas de girasol: “Coloca semillas de girasol en tu bolsillo, así crecen cuando mueras”. [10] Este gesto inicia una serie de transformaciones: un ofrecimiento de alimento en lugar de hospitalidad se convierte en una advertencia de muerte inminente; la comida (las semillas de girasol son populares en Ucrania como snack) se convierte en semillas que regresarán a la tierra; y un conquistador se convierte en una parte integral de la tierra que viene a conquistar.



Pero la historia sobre las semillas ucranianas en los bolsillos rusos tiene una dimensión más sombría. Desde el comienzo de la invasión ha habido numerosos informes en regiones ocupadas sobre reservas de granos robadas o destruidas. Según el informe de una administración local, en el óblast de Lugansk los rusos destruyeron o robaron reservas de granos acopiados durante tres años. [11] En Melitopol (en el óblast de Zaporiyia), un testigo registró en video docenas de camiones rusos llevándose granos fuera de la ciudad. [12] Aparecieron videos similares de otros lugares, como en el óblast de Zaporiyia [13] y en otras regiones. Según la inteligencia ucraniana, los cereales robados son trasladados a Rusia, a la Crimea ocupada y a Siria. [14] También hubo intentos de comercializar estos granos a otros países. [15]



Al comentar uno de estos videos, Sergei Sumleny señaló que “evoca fuertemente a Holodomor”. [16] De hecho, al comparar las dos imágenes que aparecen a continuación17 –una que muestra la colectivización forzada y las expropiaciones de granos en la década de 1930, la otra que muestra una ciudad que fue recuperada de las fuerzas rusas– es difícil ignorar la similitud trágica entre los dos acontecimientos. La historia parece repetirse.

Pero sería un gran error creer que esta guerra es enteramente local, puramente un problema ucraniano. Desde los primeros días de la invasión, los expertos han advertido que la guerra en Ucrania podría provocar un tipo de crisis alimentaria global nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial, debido a la alteración en las cadenas de suministro globales, en especial la exportación de granos. [18] Estiman que al menos cuarenta millones de personas en el mundo serán llevadas a la pobreza extrema, lo que a su vez provocará una nueva ola mundial de migraciones forzadas en regiones remotas al conflicto. [19]

Y si en efecto esto sucede, la humanidad deberá enfrentar un nuevo conjunto de desafíos que todavía resultan inimaginables.



* Lia Dostlieva es una artista visual y antropóloga cultural que trabaja con conceptos de trauma, memoria, identidad y grupos vulnerables. Este artículo fue publicado originalmente como “Grain, Ink, and Stone: The Story of Ukrainian Hunger”, en e-flux journal #128, junio de 2022, y se reproduce gracias a la gentileza de la autora y de la revista: Disponible en: https://bit.ly/3vwVeiW



Notas



1] “WFP Calls for Urgent Opening of Ukrainian Ports to Help Rein in Global Hunger Crisis”, en World Food Program USA, 6 de mayo, 2022. Disponible en: https://www.wfpusa.org/news-release/wfp-calls-for-urgent-opening-ukrainian-portshelp-rein-global-hunger-crisis/

2] Sitio web personal de Lesia Maruschak: https://lesiamaruschak.com/maruschak-works#/projectmaria-f/

3] Para otros ejemplos, vease Igor Pykhalov, “Закон о пяти колосках” (Ley de las cinco espiguillas), en Terrra Humana, N. 4, 2011.

4] Оксана Кісь, “Українські жінки в умовах Голодомору: безправність vs дієздатність”, en Україна Модерна, 4 de noviembre, 2018. Disponible en: https://uamoderna.com/md/kiswomen-holodomor

5] Lynne Viola, “Bab’i Bunty and Peasant Women’s Protest during Collectivization”, en Russian Review 45, N. 1, enero de 1986.

6] Marianne Hirsch, The Generation of Postmemory: Writing and Visual Culture After the Holocaust, Nueva York, Columbia University Press, 2012. [En español: La generación de la posmemoria. Escritura y cultura visual después del Holocausto, Madrid, Carpe Noctem, 2021].

7] Véase, por ejemplo, Andrei Portnov, “Post-Maidan Europe and the New Ukrainian Studies”, en Slavic Review, vol. 74, no. 4, invierno 2015.

8] Asia Bazdyrieva, “No Milk, No Love”, en e-flux journal, no. 127, mayo 2022. Disponible en: https://www.e-flux.com/journal/127/465214/nomilk-no-love/

9] Vease Jurgen Zimmerer, “Climate Change, Environmental Violence and Genocide”, en International Journal of Human Rights, Vol. 18, N. 3, 2014; y Kubra Kalkandelen y Darren O’Byrne, “On Ecocide: Toward a Conceptual Framework”, en Distinktion

18, N. 3, 2017.

10] Shweta Sharma, “Brave Ukrainian Woman Tells Russian Soldier: ‘Put Sunflower Seeds in Your Pocket So They Grow When You Die’”, en The Independent, 25 de febrero, 2022. Disponible en: https://www.independent.co.uk/news/world/europe/ukraine-russia-soldier-woman-confrontationb2022993.html

11] “На Луганщині росіяни знищили або вкрали трирічний запас зерна”, en Новинарня, 4 de mayo de 2022. Disponible en: https://bit.ly/3PUnl3M

12] Disponible en: https://twitter.com/sumlenny/status/1518536520952651781 

13] Disponible en: https://twitter.com/ukraine_world/status/1520638099847794688

14] Disponible en: https://novynarnia.com/2022/05/10/vkradene-v-ukrayini-zerno/

15] Tristan Bove, “Russia Is Stealing Ukraine’s Grain and Trying to Sell It to Other Countries”, en Fortune,

12 de mayo de 2022. Disponible en: https://bit.ly/3Bzlj4L

16] Disponible en: https://mobile.twitter.com/sumlenny/status/1518536520952651781

17] Vease https://www.e-flux.com/journal/128/473737/grain-ink-and-stones-the-story-of-ukrainian-hunger/

18] Jack Nicas, “Ukraine War Threatens to Cause a Global Food Crisis”, en New York Times, 20 de marzo de 2022. Disponible en: https://nyti.ms/3zrR65e; y David Simchi-Levi y Pierre Haren, “How the War in Ukraine Is Further Disrupting Global Supply Chains”, en Harvard Business Review, 17 de marzo de 2022. Disponible en: https://bit.ly/3vtJjT1 

19] Olga Oleinikova, “Food Shortages, Millions of Refugees, and Global Price Spikes: The Knock-On Effects of Russia’s Ukraine Invasion”, en The Conversation, 5 de mayo de 2022. Disponible en: https://bit.ly/3vy2NWF

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