Cultura/ "Walden" o el verdadero arte de vivir. [Antonio Fernández Vicente]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mar Feb 15 21:51:45 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

15 de febrero 2022

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Cultura



“Walden” o el verdadero arte de vivir



Podría escribir un artículo al uso, repleto de citas textuales y frases
concebidas para llamar la atención. En lugar de esto, seré más libre y
espontáneo. Tan sólo leerá usted aquí algunos recuerdos de lo que para mí
significó la lectura de Walden, escrito por Henry David Thoreau.



Antonio Fernández Vicente *

Infobae, 15-2-2022

https://www.infobae.com/



Henry David Thoreau eligió una vida austera, cerca de la naturaleza y
rodeado de libros, en un intento de alejarse de la incesante vida social de
la ciudad. En el bosque escribió el libro en el que celebra la vida contra
todo aquello que nos transforma en meras piezas de una maquinaria infernal.



Dos años, dos meses, dos días



Thoreau pasó nueve largos años ocupado en escribir Walden. Trató de relatar
la experiencia que vivió al retirarse durante dos años, dos meses y dos días
a la laguna Walden. No fue una huida a los bosques, alejado totalmente de la
civilización. De hecho, Walden distaba poco más de dos kilómetros de
Concord, la ciudad natal de Thoreau. Era algo más sencillo: la tentativa de
escapar del incesante ajetreo de la vida social, sin ninguna otra
pretensión.



El propio Thoreau taló los pinos con cuya madera construyó una cabaña de 3 x
4,5 metros. Era una pieza austera, con tres sillas, una para él y dos para
las visitas, que no rehuía, aunque no más de dos al mismo tiempo. No era
amigo de las multitudes.



Walden no es un libro corriente. En sus minuciosas y hermosas descripciones
de la naturaleza, de los sonidos de un amanecer en la laguna, de un grévol
engolado o del colimbo, se perciben con claridad las imágenes de parsimonia
que con mucho esmero Thoreau trató de plasmar en palabras. ¡Es un libro
vivo! ¡El testimonio del “lenguaje sin metáforas que hablan todas las
cosas”!



Thoreau decía que para encontrarse a uno mismo hay que perderse por caminos
inciertos. Solía dividir el día, no sólo en su estancia en Walden sino
siempre que pudiese, en dos partes: cuatro horas diarias, las de la mañana,
para la lectura y la escritura; y otras cuatro para larguísimas caminatas
durante la tarde.



Vivir y sobrevivir



Mientras leía Walden, recordaba otro de sus libros, éste muy corto, titulado
Caminar. Thoreau observaba que “todo lo bueno es libre y salvaje”. Se sentía
encarcelado por los rígidos moldes de la civilización. Lo civilizado puede
transformarse en barbarie. Lo salvaje no se deja domesticar y por eso es
imprevisible y voluntarioso. La docilidad hace que seamos meros seres
reactivos y nos dejemos llevar por la inercia de los tiempos. Vivir no puede
ser sino un esfuerzo consciente.



Y durante toda la lectura de Walden, no dejaba de sentir la impresión de que
el tema central del libro era celebrar la vida contra todo aquello que nos
transforma en meras piezas de una maquinaria infernal. ¡Cuántas
distracciones nos alejan de la tarea de vivir! De vivir por el simple placer
de vivir. Poco tiene que ver la historia de Walden con una aventura de
supervivencia. Thoreau no sobrevivía: ¡vivía en el más intenso de los
sentidos!



Thoreau proclamó que había ido a los bosques para “vivir deliberadamente”.
No para estudiar la naturaleza, tan indómita, bella y cruel al mismo tiempo,
sino para percibirla directamente, sin imágenes preconcebidas. Ocurre un
poco como señalaba Thoreau al decir que los estudiantes harían mejor en
vivir la vida que en estudiarla en el aula. Y lo decía quien se había
formado en la Universidad de Harvard. La mejor de las pedagogías es la de
aprender por uno mismo y, sobre todo, hacer por uno mismo. Y la mejor
biblioteca es el mundo.

Vivir deliberadamente no puede reducirse a que nos adaptemos a lo que las
reglas sociales o económicas exigen de cada uno de nosotros. Para Thoreau
nuestro deber primero es el de escoger nuestra forma de vida.



Sencillez y libros



Thoreau escogió una vida austera. Decía que se es rico por la cantidad de
cosas de las que puede uno prescindir. Si esto lo escribía a mediados del
siglo XIX, no alcanzo a imaginar lo que pensaría de nuestra época. Dejemos
aquí la crítica a la sociedad actual, tan frívola y trivial en sus
aspiraciones.



Thoreau escogió una vida placentera y sencilla. Se sentía entusiasmado por
la naturaleza y los libros. Nunca se aburría porque siempre le espoleaba la
curiosidad de conocer algo más de sí mismo y del mundo. Eran pequeños
placeres de quien no ha sido estandarizado por el trabajo que se suele
llamar “productivo”.



Hay trabajos que ennoblecen y otros que degradan; unos que causan
frustración y angustia, porque no dejan tiempo para vivir, y otros trabajos
que son poéticos. Trabajos que embrutecen y trabajos que dignifican, como
las miles y miles de páginas que Thoreau escribió en su diario personal por
el placer de hacerlo.



Thoreau siempre me ha parecido un ejemplo de dedicación y humildad. Se
mantuvo indiferente al prestigio y la reputación. Nunca codició la fama o el
éxito. ¡Qué asfixia tener que concurrir contra los demás continuamente en el
mercado de la notoriedad! Thoreau preguntaba si usted era uno de los noventa
y siete que fracasan o de los tres que triunfan. ¿Y si no entramos en el
juego? ¿Merece la pena sacrificar la vida para ser considerado un
triunfador?



Al leer Walden, y al releerlo al cabo de unos años desde la primera vez que
lo leí, hago mía la urgencia que planteaba Thoreau en el final del libro:
“Sólo amanece el día para el que estamos despiertos”. No vaya a ser que
cuando nos quede poca vida, hagamos balance y nos desespere la trágica
sensación de que hemos pasado nuestros días viviendo el sueño de otros. O
incluso podríamos llegar a la fatal certeza de que hemos vivido una
existencia vacía hermoseada por vanas ilusiones.



Walden es un arte de vivir. Es un fantástico paisaje de palabras por el que
estoy profundamente agradecido. Es el arte de despertar cuando nos limitamos
a sobrevivir. Es el arte de encarar la propia vida como si fuera el poema
que tenemos la obligación de escribir, con nuestros actos y decisiones. Y me
gusta imaginar que ese poema será tan bello como la naturaleza que admiraba
Thoreau. (Publicado originalmente en The Conversation, 6-2-2022:
https://theconversation.com/walden-el-arte-de-vivir-174314)



* Antonio Fernández Vicente es profesor de Teoría de la Comunicación,
Universidad de Castilla-La Mancha.

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