Nicaragua/ Los juicios de Managua y las purgas estalinistas. [Sergio Ramírez]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Feb 19 19:00:29 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

19 de febrero 2022

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Nicaragua



Los juicios de Managua



La farsa procesal contra los presos políticos nicaragüenses orquestada por
el régimen de Daniel Ortega recuerda vivamente a las purgas estalinistas de
Moscú en los años treinta



Sergio Ramírez *

El País, 15-2-2022

https://elpais.com/



En Managua se están celebrando juicios para condenar a los prisioneros
políticos encarcelados desde mayo del año pasado, cuando el régimen quiso
eliminar cualquier riesgo en contra del fraude electoral que ya estaba
montando y que culminó con la cuarta reelección de Daniel Ortega en
noviembre.



Los juicios de Managua recuerdan en muchos sentidos a los juicios de Moscú,
que se celebraron entre 1936 y 1938 en contra de figuras políticas
relevantes que representaban algún tipo de amenaza para el poder de Stalin;
unos juicios que le sirvieron también para imponer el terror entre aquellos
que abrigaran algún mal pensamiento y quisieran de alguna manera rebelarse.
Mejor el silencio que el tiro en la nuca.



Se parecen en cuanto al siniestro catálogo de delitos. El famoso artículo 58
del Código Penal de Stalin estaba diseñado para eliminar adversarios,
disidentes y potenciales enemigos y sacarlos del juego. Traición a la
patria, traición a la revolución, atentados contra la soberanía nacional,
colaboración con potencias extranjeras; un artículo que se iba reformando de
acuerdo a las necesidades de la represión.



Parecidos delitos están contenidos en las leyes que fueron dictadas en
Nicaragua de manera expresa antes de que comenzaran las redadas de
prisioneros; solo que ahora, además de la traición y el menoscabo de la
soberanía, esas leyes contemplan los ciberdelitos, y se castigan los chats
que contengan palabras ofensivas contra la familia en el poder y hasta los
memes; ya no se diga la difusión de noticias “que promuevan el odio y la
disensión social”.



En los juicios de Moscú, los prisioneros comparecían delante del tribunal
con el ánimo quebrado tras largas sesiones de tortura, la luz siempre
ardiendo en sus celdas, sacados constantemente a medianoche para ser
interrogados. En los juicios de Managua hay prisioneros que, tras meses sin
ver la luz del sol, y sin saber si es de día o de noche, han empezado a
perder la memoria y a olvidar el nombre de sus hijos; a otros se les está
cayendo la dentadura o se han convertido en esqueletos de tanto peso que han
perdido, y también son levantados a cualquier hora de la madrugada para
llevarlos a interrogatorio y preguntarles siempre lo mismo.



Pero a ninguno han logrado doblegar. Ana Margarita Vijil, a quien se le
impidió hablar durante el juicio, solo tenía derecho a poner su firma al pie
del acta de condena. Y debajo de la firma escribió: “Prisionera política”.
Fue sentenciada a 10 años de prisión por “conspirar para cometer menoscabo a
la integridad nacional”.



Y si los juicios de Moscú se celebraban en una sala de la Corte Suprema de
muchos dorados y cortinajes, en cambio, los juicios de Managua tienen lugar
en secreto dentro de la propia prisión, sin acceso de la prensa. Y los reos
no tienen derecho a la palabra, que escasamente se concede a sus abogados.



Pero en ambos casos se trata de condenas dictadas de antemano. Jueces y
fiscales no son más que comparsas de una puesta en escena. Y si los juicios
de Moscú podían durar semanas, con desfile de testigos y confesiones
públicas de los acusados, los juicios de Managua no duran más de dos o tres
horas, y no hay más testigos que los propios policías. Y los jueces tampoco
deciden las penas. Eso ya está resuelto desde más arriba de sus cabezas.



Tampoco los prisioneros que sufren enfermedades graves, o los de edad
avanzada, de los que hay varios, son apartados de los rigores del régimen
carcelario, que tiene mucho de crueldad vengativa. El comandante Hugo
Torres, héroe de la lucha guerrillera contra Somoza, acaba de morir a los 73
años, víctima de una enfermedad terminal a la que sus carceleros hicieron
poco caso. Aun muerto, en las redes oficialistas siguen llamándolo traidor.
En diciembre de 1974, había sido parte del comando armado que tomó en
Managua la casa de un alto funcionario de Somoza mientras se celebraba una
fiesta, y el comando logró canjear a los invitados por los presos políticos,
que pudieron volar hacia Cuba, entre ellos Daniel Ortega. Triste y terrible.
Habiendo liberado a Ortega de la prisión, ahora Hugo Torres ha muerto en una
prisión de Ortega.



Y, al tiempo que se celebran los juicios de Managua, decenas de
organizaciones no gubernamentales están siendo ilegalizadas, entre ellas
universidades privadas que sufren el despojo de sus instalaciones, y miles
de estudiantes son dejados a la deriva. Universidades obedientes, o nada.



Cuando los juicios de Moscú se celebraron, en el mundo hubo poco eco de
aquel bárbaro montaje. La opinión pública y los periódicos tenían entonces
cosas distintas de qué ocuparse: la amenaza del nazismo, el cerco de Madrid.



Hoy también, cuando se llevan a cabo los juicios de Managua, el mundo tiene
otras cosas de que ocuparse: la impávida cara de jugador de póker de
Vladímir Putin negando que quiera invadir Ucrania, y el presidente Joe Biden
insistiendo en que la invasión es inminente.



Mientras tanto, el martillo de los comparsas de Ortega disfrazados de
jueces, que golpea al dictarse una condena tras otra dentro de los muros de
la cárcel convertida en tribunal, no se escucha. Nadie lo escucha.



* Sergio Ramírez, escritor y Premio Miguel de Cervantes (2013), fue
vicepresidente de Nicaragua entre 1984-1990 en el gobierno sandinista
presidido por Daniel Ortega. Actualmente se encuentra exiliado en España.
(Redacción de Correspondencia de Prensa)

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