Nicaragua/ El Chipote: La mazmorra más oscura de la dictadura. [Wilfredo Miranda]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Ene 9 14:39:31 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

9 de enero 2022

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Nicaragua



La mazmorra más oscura de Daniel Ortega



El presidente de Nicaragua jura este lunes por cuarta vez consecutiva su
cargo tras unas elecciones sin competencia después de encarcelar a sus
potenciales oponentes. La mayoría de ellos está en El Chipote, prisión que
ha convertido en piedra angular de una represión que suma 170 presos
políticos



Wilfredo Miranda, desde San José, Costa Rica

El País, 8-1-2022

https://elpais.com/internacional/



Violeta Granera ha perdido varios dientes porque la comida que le
proporcionan en prisión es muy dura. La lideresa opositora lleva más de 210
días sumida en una celda oscura y la falta de sol le ha provocado manchas
rojas en su rostro. El maltrato constante golpea su cuerpo de 70 años y el
frío del recién llegado enero torna más angustiante el encierro. No tiene ni
una frazada en la que refugiarse sobre la marqueta de concreto desnudo que
mal le sirve de cama. Los centinelas policiales también se burlan de los
presos políticos como ella en estos primeros días de 2022. Su “jefe
supremo”, quien dio la orden de detenerlos, Daniel Ortega, se impondrá este
lunes la banda presidencial de Nicaragua tras unas elecciones en las que no
tuvo ningún tipo de competencia después de detener a sus principales
oponentes.



Con su nuevo mandato, al que llega sin el reconocimiento internacional y de
la mano de su esposa y “copresidenta”, Rosario Murillo, sella una etapa de
represión y persecución por la que mantiene a 170 presos políticos. 36 de
ellos —las principales figuras opositoras de Nicaragua— están encerrados en
El Chipote, una cárcel donde, según las denuncias de familiares que han
conseguido visitarlos muy esporádicamente, están sufriendo desnutrición,
malos tratos y apenas tienen acceso a sus abogados.



En el área de las celdas de castigo de esta prisión llamada formalmente
Dirección de Auxilio Judicial (DAJ), Roger Reyes es devorado por una
psicosis transitoria. El 22 de noviembre de 2021, el abogado crítico con la
pareja presidencial nicaragüense fue arrojado a una celda de confinamiento
sellada. Los dos metros de largo por dos de ancho con solo un agujero en el
techo en los que está recluido se han vuelto un laberinto de depresión y
ansiedad. “Estoy perdiendo la memoria”, le dijo el preso político a su
esposa durante una inédita visita que autorizaron a sus familiares este Año
Nuevo, tras una denuncia pública de maltrato en contra de la activista
política Ana Margarita Vijil.



El pecado de Reyes, además de estar afiliado a la Unidad Nacional Azul y
Blanco (UNAB), es que fue abogado defensor de Félix Maradiaga, uno de los
siete precandidatos presidenciales apresados a partir de junio de 2021,
cuando Ortega ejecutó una cacería de 46 líderes opositores para eliminar
toda competencia en las elecciones generales del pasado 7 de noviembre.
Ortega y Murillo se declararon ganadores de esos comicios marcados por una
apabullante abstención del 85%, según la organización Urnas Abiertas, que
interpretó la poca participación como el repudio ciudadano a lo que muchos
consideraban un “circo electoral” del sandinismo.



La primera visita permitida a algunos presos políticos ocurrió 80 días
después de las capturas. Estaban demacrados, con pérdidas de peso de entre
13 y 36 libras (entre 6 y 16 kilos) por la mala alimentación; extenuados por
interrogatorios perpetuos y sobremedicados. “Se ven salidos como de campos
de concentración”, dijeron en ese momento los familiares. Con el paso del
tiempo, la situación solo ha empeorado.



El exdiputado José Pallais, de 68 años, ha perdido 90 libras (más de 40
kilos). Está tan débil que se ha desmayado en dos ocasiones. Tiene llagas y
abscesos en la espalda porque los custodios le quitaron la colchoneta en la
que descansaba. Padece diabetes y lleva un par de meses durmiendo en una
silla que le llevaron sus familiares por la apnea del sueño que lo aqueja.
La activista Ana Margarita Vijil, delgada de naturaleza, está tan raquítica
que les pidió a sus familiares anteojos de niña porque los suyos se le caían
del rostro. Como Pallais, 12 de los 36 encerrados en El Chipote son adultos
de la tercera edad y los que más alarman: sus enfermedades preexistentes y
crónicas se han descontrolado ante la falta de atención médica. El
exembajador ante la Organización de Estados Americanos (OEA) Edgar Parrales,
de 79 años, carece de intestino grueso y perdió 12 libras (más de 5 kilos)
en 40 días.



El Chipote se ha convertido en la mazmorra más oscura de la pareja
presidencial, pero también en una piedra angular de la represión que
permitirá que este lunes 10 de enero Ortega jure por cuarta vez consecutiva
como presidente de Nicaragua en la vieja plaza de la Revolución Sandinista
en Managua.



En sus últimos actos públicos, Ortega y Murillo han justificado de todas
maneras el encierro de los opositores. Para ellos han usado el calificativo
de golpistas, del que llevan echando mano desde las protestas de 2018, y
también los han llamado apátridas . “Se los deberían llevar a Estados
Unidos, no son nicaragüenses, dejaron de serlo. No tienen patria”, dijo
Ortega el 8 de noviembre, un día después de las cuestionadas elecciones.
“Para avanzar hay que desterrar la falta de amor y cualquier asomo de
indiferencia o de servidumbre y servilismo a intereses apátridas”, insistió
la pareja presidencial en un inusual mensaje de Nochevieja, en un momento en
que las denuncias por malos tratos en El Chipote salían a borbollones. Uno
de los exguerrilleros históricos del sandinismo, el general en retiro Hugo
Torres, de 73 años, fue conducido a mediados de diciembre de El Chipote a un
hospital de Managua “en una condición delicada de salud”. Torres, junto a la
exguerrillera Dora María Téllez, dirigió el mítico asalto al palacio
somocista en 1978. Téllez es la que más fuerte está física y emocionalmente
en comparación a sus viejos colegas disidentes sandinistas, según han dicho
los familiares de los reos de conciencia. Hace ejercicio, pero está muy
flaca en aislamiento, ya que los custodios no permiten que los familiares le
pasen comida a los presos políticos.



Algunos detenidos de la tercera edad solo piden leche Ensure (un suplemento
alimenticio líquido) para paliar el hambre. En algunas ocasiones, han
conseguido meterles algunos botecitos en las celdas y son compartidos por
reos políticos de diferentes ideologías y sectores que no están en celdas de
aislamiento. Pero lo tienen que hacer en silencio, porque los custodios
permanentes les impiden con amenazas comunicarse entre ellos, relatan las
familias. Aunque en su momento discrepaban sobre cómo combatir a Ortega, en
El Chipote comparten celdas empresarios con exguerrilleros sandinistas o
políticos de derecha con activistas que enarbolan causas como el feminismo y
la socialdemocracia.



La vorágine represiva de la pareja presidencial nicaragüense no ha
distinguido de orígenes y creencias y una posible liberación con motivo de
la investidura presidencial se ve lejos ante la radicalización de un régimen
aislado internacionalmente, y cuyo mandato nace entre el desconocimiento de
muchos países, como Estados Unidos y España. Madrid fue la primera capital
en anunciar que no enviaría a nadie a la toma de posesión en Managua. Aunque
la vicepresidenta ha dicho que “unas 300 personas” de diferentes
delegaciones los acompañarán en la investidura, solo México ha confirmado la
presencia de sus representantes.



Se ensañan con las mujeres



Los familiares de los presos políticos han denunciado que, en el caso de las
mujeres recluidas en El Chipote, a los malos tratos se le suman los ataques
machistas. Las activistas Támara Dávila y Suyén Barahona están aisladas y
siendo víctimas de maltrato psicológico: los policías les repiten son “malas
madres por abandonar a sus hijos por andar en protestas contra el Gobierno”.



Las madres y esposas de los presos políticos también sufren acoso durante
las visitas a El Chipote. Las revisiones a las que son sometidas incluyen
“tocamientos, retiro de vestimentas y ropa interior”. Ana Chamorro de
Holman, de 94 años, relató que cuando acudió a visitar a su hijo Juan
Lorenzo Holmann, gerente general del diario La Prensa, los custodios la
obligaron a bajarse el pantalón y quitarse el brasier. Pese a esta revisión
invasiva, la mujer siguió con el proceso y encontró a su hijo con un conato
de ceguera y problemas cardíacos. Algunos presos políticos son mantenidos en
celdas con luz las 24 horas del día, mientras que otros viven en penumbra.
Sin embargo, los reos no pueden relatar con tranquilidad a sus familiares lo
que les sucede, porque las visitas siempre están vigiladas por policías.
Incluso, denuncian, los oficiales toman fotos y videos de los encuentros sin
consentimiento.



Los abogados de los presos políticos tampoco pueden ejercer una defensa
efectiva. No solo porque no tienen apenas acceso a sus clientes, sino porque
las causas de los supuestos delitos de los que les acusan —traición a la
patria, lavado de dinero, ciberdelitos— responden a leyes hechas a medida
por la Asamblea Nacional afín a Ortega para criminalizar a la oposición y no
aparecen aún reflejadas en el sistema del Poder Judicial. “El objetivo es
invisibilizar y mantener la indefensión”, aseguraron en un comunicado los
familiares de los detenidos. “Continúan los interrogatorios en ausencia de
los abogados y todas las peticiones presentadas son denegadas o no
resueltas. No se ha respetado el debido proceso y sus tramitaciones han sido
suspendidas de facto, alegando carga laboral, vacaciones o decisiones de
fuerza mayor de los jueces”, agrega el comunicado.



Incluso, las primeras audiencias de juicio fueron celebradas en la misma
prisión de El Chipote y los abogados defensores ni siquiera tenían
expedientes de los casos. “Reafirmamos nuestra profunda preocupación por las
condiciones en las que los mantienen y que están provocando daños
irreversibles físicos como psicológicos”, insisten los parientes de los
presos políticos. Algunos prefieren no denunciar públicamente para no perder
las pocas concesiones que los centinelas admiten, como permitir el ingreso a
la prisión de botellas de agua.



La presidenta del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh), Vilma
Núñez, dijo que “no se le puede seguir llamando Dirección de Auxilio
Judicial (DAJ), sino centro de tortura” después de escuchar los relatos de
los familiares de los secuestrados políticos. “Hay una exposición macabra
dentro de Él Chipote para que los presos colapsen y los que estamos afuera,
los acompañantes y familiares, colapsemos”, enfatizó Núñez. Colapsos como el
de Lesther Alemán, el líder estudiantil que, con apenas 20 años, encaró y
pidió la “rendición” a Ortega en el diálogo nacional de 2018. El
universitario no podía ni sostenerse en pie en una audiencia de juicio y,
desorientado, decía: “Tengo hambre”. Actualmente, Alemán sufre desnutrición
y cojea de un pie en El Chipote, mientras su captor celebrará “un nuevo
mandato del pueblo presidente”, como ha llamado Rosario Murillo a nueva
juramentación de Ortega de este lunes.

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