Chile/ "No espero que las élites estén de acuerdo conmigo, pero sí que dejen de tenernos miedo". [Gabriel Boric - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Ene 22 11:23:47 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

21 de enero 2022

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Chile



Gabriel Boric, presidente electo de Chile



"No espero que las élites estén de acuerdo conmigo, pero sí que dejen de
tenernos miedo"



Andrea Vial Herrera, Santiago de Chile

BBC Mundo, 21-1-2022

https://www.bbc.com/mundo/



Reconoce que él nunca pensó que estaría en este momento.



A punto de cumplir 36 años, edad que lo habilita para sentarse en el Palacio
de La Moneda a partir del 11 de marzo, Gabriel Boric Font fuma un cigarrillo
tras otro a pocas horas de dar a conocer su gabinete.



En su departamento ubicado en el centro de la capital chilena, el nuevo
presidente sabía que daría un golpe a la cátedra.



El equipo que lo va a acompañar para el gobierno que promete
transformaciones sociales profundas es probablemente el más diverso que se
ha visto en el país: más mujeres que hombres, la mitad formados en la
educación pública, miembros de partidos que salen de su coalición política;
son un símbolo de un Chile que se aleja de las élites sociales que han
gobernado el país desde la vuelta a la democracia.



"En un momento en que el mundo cambia vertiginosamente Chile también tiene
que cambiar y adaptarse. Representamos la fuerza de una época", le dice
contundente a BBC Mundo en la primera entrevista que concede a un medio
extranjero tras ganar las elecciones.



Acá lo resumimos.



-¿Qué piensa que representa usted y que finalmente le permite llegar a La
Moneda?



Creo que representamos una energía generacional de transformación que ha
aprendido en el camino a valorar la historia que nos constituye.
Representamos aire fresco, juventud, novedad, pero con conciencia del
encadenamiento histórico de los procesos. Representamos también que el statu
quo o el conservadurismo es lo que peor le puede venir a Chile en estos
momentos.



En un momento en que el mundo cambia vertiginosamente, Chile también tiene
que cambiar y adaptarse. Representamos la fuerza de una época.



Acaba de anunciar un gabinete desequilibrado en cuanto a género, 10 hombres
y 14 mujeres…



Qué alegría que se pueda decir eso en estos días. El que hayamos logrado
esto es la lucha de miles de mujeres que han empujado las barreras de lo que
se entendía posible durante mucho tiempo y ahora con la última ola feminista
más aún. Pero no somos los primeros que lo intentamos, la presidenta
Bachelet en su primer mandato hizo un esfuerzo por tener un gabinete
paritario y las fuerzas del conservadurismo se lo aserrucharon rápidamente.



-¿Por qué dice eso?



Porque tuvo que cambiar. El primer gabinete que presentó era paritario y
nadie se repite el plato, dijo; y al primer cambio de gabinete tuvo que
hacer cambios por presiones que iban más allá de lo que era su genuino
deseo. Y hoy día nosotros recogemos esa experiencia también. No quiero
presentarnos como pioneros, sino como que estamos recogiendo un legado que
va mucho más allá de nosotros.



-Y con ministros y ministras que provienen de distintas realidades
educacionales… ¿Cuál es la señal que quiere dar?



Que Chile es diverso, y esa diversidad también tiene que expresarse en sus
instituciones y en su política. Durante demasiado tiempo la élite chilena
era excesivamente endogámica y no lograba ver más allá de sus propias
narices y yo siendo parte de una élite creo que tenemos el deber y la
responsabilidad de salir de nuestros círculos de confort y pensar un Chile
más integral.



-Y entre sus ministros tiene un profesor para la cartera de Educación que se
formó en la educación pública…



Así es, en San Miguel, en el mismo colegio que Los Prisioneros. Y nos
parecía que ese era un gesto importante, además de las competencias
profesionales y la vocación de Marco Ávila yo creo que para el sector era un
gesto necesario.



Durante demasiado tiempo tuvimos académicos sin aula, ingenieros comerciales
dirigiendo la educación en nuestro país y creo que hacía falta un remezón
desde el aula que es donde se expresan de manera más clara las desigualdades
y los desafíos de la experiencia educativa. Esto no puede ser reforma sin
sala, sin los niños y las niñas, no puede ser reforma sin profesores.



-Y una mujer de 35 años, la expresidenta del Colegio Médico, Izkia Siches
-independiente- en el Ministerio del Interior…



Qué agallas tiene Izkia Siches, pero eso lo ha demostrado con creces durante
mucho rato. Es un liderazgo reconocido por la sociedad chilena del rol que
jugó en los momentos más difíciles que nos ha tocado con la pandemia.



De opiniones firmes pero a la vez abierta a escuchar y convocar
transversalmente para un bien común por sobre los intereses personales; creo
que logró darle un sentido de propósito a un colegio médico que durante
mucho tiempo solo había defendido intereses de un sector muy reducido y
desde ahí le habló a la sociedad y no me cabe ninguna duda que va a cumplir
un excelente rol a cargo del Ministerio del Interior y Seguridad Pública,
que es un desafío tremendo, porque es un ministerio que tradicionalmente ha
sido ardiente.



-¿Qué criterios utilizó para elegir a su equipo?



Los criterios que tuvimos a la vista fueron, por un lado, que tenía que ser
un gabinete paritario o más mujeres que hombres; que incorporara diversidad
de realidades donde también tuviera presencia la educación publica, tanto a
nivel de formación escolar como universitaria; un gabinete que lograra ser
una síntesis de generaciones en donde por un lado está nuestra generación
que emerge en la vida pública el 2006 y que se ha fogueado a partir de
luchas sociales pero también otra que ha administrado el Estado durante
mucho tiempo y que tiene experiencias valiosas de las cuales queremos
aprender.



Y también un gabinete que represente la amplitud social que logramos
convocar en la victoria del 19 de diciembre que es Apruebo Dignidad como su
base, pero va más allá de Apruebo Dignidad, con los partidos políticos que
nos dieron su apoyo en la segunda vuelta y que tienen representación
parlamentaria y también, por cierto, de organizaciones sociales y personas
independientes que son las que más se movilizaron y marcaron la diferencia
junto con las mujeres.



-La señal de elegir al actual presidente del Banco Central para manejar el
Ministerio de Hacienda es aplaudida por los empresarios e inversionistas.
¿Cuánto le costó convencer al Partido Comunista (PC) de este nombramiento?



Los nombramientos, de ningún cargo, fueron discutidos en términos de
personas con los partidos. Ellos me entregaron plena libertad para designar
el gabinete, confinado en el criterio que yo tuviera para conformar nuestro
equipo de trabajo. Y en eso agradezco la altura de miras que tuvieron todos
los partidos.



-¿Fue una decisión colectiva?



Fue una decisión colectiva, yo lo conversé al comienzo del proceso con
Apruebo Dignidad, la posibilidad de incorporar a gente independiente y a
militantes de partidos políticos que no fueron parte de la coalición y me
dieron plena libertad para hacerlo y yo la ejercí como corresponde.



Además, creo que en el caso de Mario Marcel en particular, tiene una
trayectoria y una experiencia en el Estado, en la dirección de presupuesto,
en el Banco Central y también afuera, en el Banco Mundial, en la OCDE, y esa
trayectoria es incuestionable, y que además es una garantía de seriedad para
las reformas que tenemos que empujar y que van a ser difíciles y que van a
requerir de amplios consensos y que necesitaban, creo yo, esta garantía que
una persona como Mario Marcel le puede dar, además de sus firmes
convicciones progresistas, como él se define socialdemócrata.



-Usted siempre responde en plural, en circunstancias que todas las preguntas
se las he hecho a usted, probablemente porque usted toma sus decisiones
parlamentando con el resto de su equipo. Me refiero a esa lógica de asamblea
que utiliza su conglomerado para tomar las decisiones, que puede que sea muy
democrática, pero ¿le parece eficiente a la hora de tomar decisiones?



Hay harto mito en esto de las asambleas. Toda organización requiere de algún
tipo de orden. Y el desafío que nosotros tenemos como gobierno es generar un
nuevo orden.



Yo diría que el problema de Chile hoy día es que ese orden no existe. El
contrato social ha sido roto. Y desde mi punto de vista por las élites. Y,
por lo tanto, para poder recuperar el orden, se requieren nuevas formas y no
repetir lo mismo del pasado.



-¿En qué sentido dice que se ha roto el contrato social?



Cuando vemos que, durante la pandemia, por ejemplo, las principales riquezas
de Chile aumentaron de manera sustantiva su capital, mientras que la pobreza
y la extrema pobreza por primera vez en décadas crecieron.



Cuando vemos el nivel de precariedad y de vulnerabilidad que tiene la clase
media mientras para las personas más ricas de este país el lugar donde se
nace sigue determinando de manera muy sustantiva o predictiva el lugar donde
se morirá. Y por tanto la promesa de igualdad, más allá de que haya habido
sin lugar a dudas un mayor acceso a bienes básicos, ampliación de matrícula,
disminución de la pobreza; creo que la promesa de igualdad y de inclusión no
ha sido cumplida, y por lo tanto, ese pacto social está roto y necesitamos
construir uno nuevo.



-¿Puede definir ese "nuevo orden"?



A lo que nosotros aspiramos es a poder construir una sociedad colaborativa,
en donde parte de sus integrantes no queden abandonados ni discriminados por
las condiciones de vida que les haya tocado vivir, y en donde además el
Estado sea capaz de garantizar derechos sociales de manera universal sin
importar el lugar donde se nace, la etnia de la que se proviene o el color
de la piel. Y eso requiere reformas estructurales.



Sabemos que estas cosas no se logran de la noche a la mañana, sabemos que
seguramente nuestro gobierno va a construir sobre lo que se ha construido en
Chile en los últimos 30 años, pero además vamos a tener un giro de timón
respecto a la lógica neoliberal del sálvese quien pueda en la sociedad, que
es algo con lo que tenemos que terminar.



No podemos pasar del "no lo vimos venir" al "aquí no ha pasado nada". En
Chile sigue existiendo un profundo malestar que no ha sido resuelto en
términos sociales todavía. Hay mucha precariedad.



-¿Usted es un hombre de dudas o de certezas?



Yo soy un hombre más de dudas que de certezas. Es importante acompañar a las
convicciones que tengo de la posibilidad de dudar sobre ellas, para ir
mejorando. Las personas que son demasiado seguras de sí mismas me provocan
más bien lejanía y distancia.



-No serán pocas las veces en que tendrá que tomar decisiones duras y en
soledad, ¿qué tanto le estresan esas circunstancias?



Es súper difícil, no va a ser la primera vez, uno tiene que tener muy claras
sus convicciones y principios y actuar siempre en coherencia con ellos y a
veces eso implica ir en contra de lo que puede ser más popular en un momento
o de lo que te digan tus más cercanos y ahí hay algo que es imposible de
medir que es la intuición en política, cuando uno tiene convicciones firmes
no anda zigzagueando por la vida y eso te permite tener una trayectoria que
sea predecible en ese sentido.



-¿Cuáles son las habilidades y competencias que debe tener hoy un
presidente?



Yo me he ido formando la convicción de que un buen presidente no es el que
está más ocupado, no es el que tiene más papeles a su alrededor. Un buen
presidente es el que tiene la capacidad de escuchar, de abrirse a nuevas
ideas aunque no provengan de su círculo más íntimo, un presidente que tenga
la capacidad de reflexionar y de convocar.



Siempre he dicho que la radicalidad de nuestra propuesta no está dada por
cuán fuerte uno las diga, por cuántas esdrújulas ocupe en sus
intervenciones, sino en la capacidad de convocatoria y por el sentido que le
hagan a la gente.



Uno es primero clase dominante antes que clase dirigente. Primero uno hace
cambios culturales antes de tener la oportunidad de dirigirlos. Y yo creo
que nuestra generación ha sido justamente eso.



-Usted ha practicado una nueva forma de relación con las personas, muy
horizontal, cercano, cariñoso, la gente le cuenta sus problemas, usted los
escucha y anota, ¿no teme generar expectativas imposibles de cumplir?



Es una preocupación, pero yo también siempre le digo a la gente en esas
conversaciones que yo no voy a poder cumplir todo. Y hay una sabiduría
popular que es mayor de la que se presume en las élites.



La gente sabe que esto va a ser difícil, sabe que los cambios no van a venir
de la noche a la mañana, pero quiere que lo intentemos, que seamos honestos
en intentarlo. Y una de las cosas que me importa es ir contándoles cuáles
son los obstáculos que vamos enfrentando y por qué hay ciertas cosas que
hacemos y otras que no podemos hacer.



Y también ir involucrándolos en el proceso de gobierno, que se sientan
parte, y ahí vamos a ir en conjunto, moldeando las expectativas en función
de la realidad. La realidad es más porfiada que cualquier ideología.



-¿Y cuáles son sus expectativas?



Mi expectativa es que al final de nuestro mandato tengamos un Chile que se
encuentre, donde colaboremos más que compitamos; un Chile que se escuche, y
por sobre todo un Chile más justo en el sentido de que las tremendas
desigualdades que hoy marcan a fuego el lugar de origen y el lugar de muerte
vayan diluyéndose en función de la trayectoria vital y las posibilidades que
tenga cada persona. Y que esas posibilidades sean cada vez más igualitarias.



-No es fácil echarse al hombro este país… ¿qué está dispuesto a perder?



Es buena esa pregunta porque en política siempre te preguntan qué es lo que
quieres hacer pero no a lo que estás dispuesto a renunciar. Y a mí lo que me
importa es mejorar las condiciones de vida de manera sustentable y
sostenible en el tiempo de quienes habitan nuestra patria y por lo tanto en
eso uno tiene que tener lindes más que fronteras rígidas.



Yo estoy dispuesto a conversar mucho y me importa más llegar a puerto que
solamente seguir el camino que me he trazado en un comienzo. Nosotros
tenemos una hoja de ruta, pero si nos encontramos con que hay un precipicio
en el camino, vamos a buscar la forma de vadearlo, aunque eso haga que el
camino sea un poco más largo.



-Ha dicho en muchas oportunidades que quiere ser un presidente que al
terminar su período tenga menos poder que cuando comenzó. ¿A qué se refiere
en concreto?



Eso tiene que ver con el lugar de donde vengo. Yo soy magallánico, nacido y
criado a orillas del Estrecho y desde que tengo uso de razón vengo
escuchando la palabra descentralización sin que haya tenido mayores efectos
en la vida cotidiana de las personas. Y en donde las decisiones se terminan
tomando por una élite santiaguina, de clase alta, por sobre las realidades
que se viven en las comunas, en los barrios. Y ahí la figura presidencial
está al tope de eso.



De hecho, la cantidad de expectativas que hay, tienen que ver con la
idealización de la figura presidencial que va mucho más allá de mis
características. Es algo que ha pasado muchas veces en la historia de Chile.
Por lo tanto, espero, y esto va a estar al alero del proceso constituyente,
que podamos construir un país en que seamos democráticos, donde una persona
no ostente tanto poder y donde el poder también sea más transparente, no
solamente en términos de la presidencia de la república sino también de los
famosos poderes fácticos que lo ejercen sin mediar ningún tipo de decisión
ni deliberación democrática.



En concreto, espero que al final de nuestro mandato tengamos un Chile
descentralizado, que en los barrios, en las comunas, en las regiones, puedan
decidir su futuro más que desde la Moneda o el barrio alto de Santiago.



-¿Prefiere que le digan presidente o Gabriel a secas?



Es un desafío difícil, pero he ido entendiendo que es importante asimilar la
institución presidencial. Porque yo hoy estoy sentándome en una institución
que ya existe. Y, por lo tanto, sin perder mi esencia, creo que es
importante lo que se construye y lo que se lega a posteriori. Y, en ese
sentido, pienso que lo que corresponde en este momento es que se me trate
como la institución que represento.



-Da la sensación que para usted es muy importante demostrar afecto.



Es que en un país que ha estado tan golpeado últimamente y tan divido, es
importante que volvamos a querernos. Y para mí la preocupación por la salud
mental ha sido clave en mi desarrollo en los últimos años y el entender que
como chilenos y chilenas nos falta afecto, nos falta cariño, y si uno puede
contribuir un poquito a darlo, y si además es algo que me nace, en buena
hora.



Ahora, el escuchar tiene mucho de reparación. Cuando uno escucha a una
persona, aunque no pueda solucionarle su problema, va generando un vínculo
distinto consciente, insisto, en que probablemente no se van a resolver
todos los problemas. Pero uno va teniendo un termómetro diferente. Si uno se
rodea solo de la misma gente que es igual a uno, de la misma clase social
que uno, o que piensa igual que uno, finalmente terminas en una burbuja que
te distorsiona la realidad. Y eso es un problema endémico de la política que
tenemos que tratar de cambiar.



No digo que seamos más virtuosos, ni moralmente impolutos, sino que,
aprendiendo, y voy a insistir mucho en esta idea, de los errores y aciertos
del pasado, debemos cambiar y mejorar.



Hay una frase que cité hace poquito en un discurso y que me gusta mucho, es
del compositor Gustav Mahler, que dice "la tradición no consiste en la
adoración de las cenizas sino en la preservación del fuego" y eso, de alguna
manera, también es un leitmotiv.



-También hay muchos que le temen, o más bien que no confían en su discurso
convocante… "lobito disfrazado de cordero", comentan. ¿Qué representa usted
que puede generar miedo en parte de la élite?



Parte de la élite está muy ensimismada, sigue siendo muy endogámica. Como
han vivido tanto tiempo en una posición de privilegio, cualquier cambio les
genera la incertidumbre que la mayoría de los chilenos vive en el día a día.
Y eso genera rechazo. Un rechazo un poco atávico.



Espero por un lado que las élites dejen de tenernos miedo. No espero que
estén de acuerdo conmigo, pero sí que dejen de tenernos miedo.



-Pero esa desconfianza no es una crítica sin sustento porque de alguna forma
usted ha pasado de ser un político de frases y acciones a ratos impetuosas a
uno acogedor, moderado...



En el camino de la política, que está cruzado con el de la vida, siempre se
tienen aprendizajes y en mi construcción política prefiero ser arcilla más
que piedra. Y las experiencias o las acciones en las cuales algunos se basan
para hacer esos juicios son también las que me han formado. Porque me he
equivocado es que he logrado aprender. Entonces yo no lo vería como un
problema sino como parte de un proceso de aprendizaje.



-Otra de las dudas es la capacidad de su sector -demasiado millennials para
algunos- para asegurar la gobernabilidad del país…



Esa crítica de que somos demasiado millennials es como si alguna vez
hubiésemos dicho que los baby boomers jamás podrían haber asumido el poder
cuando son los que gobernaron Chile durante los últimos 30 años.



Esa crítica se queda corta de perspectiva histórica cuando uno ve lo que han
sido las generaciones anteriores. En el "Balance Patriótico" (Vicente)
Huidobro en 1920 lo decía muy claro a propósito de los primeros años de la
República, todo lo grande en Chile lo han hecho los jóvenes: Carrera a los
26 años, O'Higgins a los 36, Manuel Rodríguez a los 24… hay que mirar la
historia y ver que no es un fenómeno nuevo y al que no hay que tenerle tanto
miedo.



-Su victoria en las elecciones: ¿es el triunfo de una idea de sociedad o de
la mirada de una nueva generación?



Como todo en estas cosas es multicausal. Tiene que ver con la emergencia de
una nueva generación, con la necesidad de renovación, con la idea de una
sociedad que claramente es opuesta a lo que presentaba el actual gobierno en
ejercicio y la candidatura con la cual nos enfrentamos en segunda vuelta de
la elección. Es opuesta al gerente 24/7, el self-made man que estudió solo
en universidades gringas, sino también tiene que ver con conocer bien la
trayectoria de Chile.



-Pareciera que su triunfo tiene más de capital político personal, un poco
menos de identidad frenteamplista y casi nada de identidad comunista… ¿Qué
le aporta el Partido Comunista a su gobierno?



Mucho. Nuestra alianza es Apruebo Dignidad pero hemos convocado al gabinete
a partidos que forman parte de otra tradición. Hay que lograr desmitificar
los temores frente al PC chileno. Hemos tenido diferencias tácticas y otras
en determinados momentos.



El 15 de noviembre (fecha de la firma del acuerdo que convoca a una
Convención Constitucional y que el PC no firmó) es el más visible, pero el
PC hoy está comprometido con la implementación de nuestro programa. Además,
ha sido un partido que en Chile ha sido profundamente democrático y que ha
estado al lado de las luchas sociales y los oprimidos, y eso es algo que a
mí también me inspira.



-Pasados 2 años del estallido social, ¿cómo lee hoy lo que ocurrió allí?



Creo que el estallido social fue un momento de encuentro en la frustración
de que las promesas de meritocracia no se estaban cumpliendo. Y hubo una
conciencia colectiva que esto no solo ocurría al interior de mi casa, sino
que pasaba en distintos lugares del país.



Y ese encuentro llevó a una movilización por fuera de las vías
institucionales que congregó a su vez rabia y esperanza. Yo espero que en
esto lo que predomine sea la esperanza y por eso el encausamiento en la
Convención Constitucional es algo muy importante. Pero, paralelo a eso,
mientras discutimos las normas del futuro, tenemos que ser capaces de
solucionarle los problemas concretos a la gente, que en pandemia se vio
particularmente afectada.



-¿Existe una posibilidad de un gobierno de izquierda mesurado y reformista?



Discrepo de la obsesión de parte de la élite de moderarnos en el discurso
para encasillarnos con lo del Boric de primera vuelta o el Boric de segunda
vuelta. Es más un complejo de ellos que de nosotros. Tenemos una dirección y
vamos a avanzar en esa dirección y estamos dispuestos a elegir el mejor
camino. Y esa dirección es crear un Estado de Derecho que consagre derechos
sociales universales, con pleno respeto a los derechos humanos, que
descentralice el poder, que se haga cargo de los desafíos medioambientales,
de la crisis climática, y eso no es una fiebre roja, en Chile eso tiene más
que ver con el sentido común.



-No hablamos de moderación entonces...



Me hace más sentido la idea de ser ponderado que moderado. Hay algunos
fanáticos de la moderación que terminan no moviéndose nada y esos fanáticos
le han hecho un daño profundo al país. Porque en su miedo atávico de cambio,
terminaron haciendo reventar la olla a presión.



-¿Usted se ubica más cerca de la socialdemocracia o del comunismo?



Yo provengo de la tradición socialista libertaria americanista chilena. Ese
es mi espacio ideológico de referencia. Soy un demócrata, y creo que la
democracia tiene que ir cambiando y adaptándose y no petrificándose. Creo
que a la democracia en Chile le falta mayor densidad.



-Y dentro del concierto latinoamericano, ¿se reconoce en alguno de los
gobernantes de izquierda?



Me da mucha esperanza y espero tener un trabajo codo a codo con Lucho Arce
en Bolivia, si Lula gana las elecciones en Brasil con Lula, la experiencia
de Gustavo Petro si se consolida en Colombia. Creo que ahí se puede armar un
eje tremendamente interesante.



Yo entiendo que la pregunta va muy relacionada con Venezuela y Nicaragua. En
el caso de Nicaragua no logro encontrarle nada ahí, y en el caso de
Venezuela es una experiencia que más bien ha fracasado y la principal
demostración de su fracaso son los seis millones de venezolanos en diáspora.



-¿Se siente parte de la generación de Jacinda Ardern, Sanna Marin, Emmanuel
Macron, incluso Alexandria Ocasio-Cortez? ¿Hay algo más grande, distinto, a
que todos sean menores de 45 años?



No conozco en detalle cuáles son las convicciones de cada uno de ellos y el
tener la misma edad no necesariamente indica algo.



Yo puedo decir que tengo una cercanía ideológica con García Linera,
independiente de la edad que tenga, o una complicidad clara con Podemos en
España, que no tiene que ver con un tema de edad, tiene que ver con las
convicciones que tenemos. Y valoro mucho la experiencia de Lula pero también
trato de leer la de Cardoso. Uno no puede fijarse referentes estáticos.



Lo que sí es cierto es que hoy hay una crisis global en términos de crisis
climática de la cual creo que nuestra generación tiene más conciencia que
las anteriores. Y eso yo espero sea algo que nos una. Tuve la oportunidad de
conversarlo con Justin Trudeau, recibir una carta de Emmanuel Macron,
también, en ese sentido, sé que Jacinda Ardern ha tenido esa preocupación,
así es que espero que ahí tengamos un punto de encuentro donde forcemos a
las generaciones anteriores y a los gobernantes de todos los países, como lo
ha dicho Greta, de tomar acción ya.



-¿Cuáles son sus prioridades en términos económicos?



Hay que distinguir en materia de plazos. Que podamos tener una consolidación
de la reactivación económica que sea justa. Que no reproduzca de manera
calcada las desigualdades anteriores. Y eso implica darle mayores
herramientas a las pequeñas empresas para que haya una desconcentración del
mercado. El 87% de las ventas en Chile están concentradas en las grandes
empresas y solo el 13% en la pequeña y mediana empresa. Esa es piedra
fundante de la desigualdad en nuestro país.



Tenemos que lograr la combinación entre crecimiento y redistribución. Una
distribución más justa de la riqueza. Ninguna es sostenible sin la otra.
Todos han crecido, eso es cierto, pero algunos mucho más y eso ha
acrecentado la división y la fractura de la sociedad chilena.



-Usted habla de un pacto tributario y no de una reforma, una diferencia
semántica de fondo, lo primero significa un acuerdo con todos los sectores
políticos.



Qué bueno que lo notes porque es a lo que tratamos de aspirar.



Esto no es algo de buenos contra malos sino que queremos que todas las
fuerzas productivas del país se pongan de acuerdo en que es necesaria una
mejor redistribución de la riqueza para poder crecer. Y que además sea
sustentable y sostenible con el medioambiente y a eso esperamos convocar a
los trabajadores organizados, las pymes y los grandes empresarios.



-Recibirá un país con una de las tasas de inflación más alta en las últimas
décadas, con un déficit estructural relevante, ¿en qué minuto piensa
comunicarle a la ciudadanía que no será fácil cumplir las promesas de su
programa?



Lo estamos haciendo permanentemente. Nos hemos comprometido a respetar el
presupuesto aprobado por el congreso que tiene una reducción del gasto
fiscal de un 22% y también de avanzar en nuestras reformas en la medida de
que vamos asegurando ingresos permanentes aquello que considera gasto
permanente. Y esa es una línea de la que no nos podemos desviar. No puede
haber atajos irresponsables. Tengo confianza en que la ciudadanía lo vaya
entendiendo.



-¿Qué tan complejo es instalar un Estado de Bienestar en un país que no
tiene los estándares económicos ni sociales que tienen los modelos
socialdemócratas más exitosos?



En eso hay que ver el estado en que estaban los países que hoy día tienen
estados de bienestar desarrollados, en el momento que eligieron tomar ese
camino.



Los desafíos son distintos. En el caso de los países europeos, no solo los
nórdicos, tomaron la decisión de crear estados de bienestar que garanticen
derechos sociales universales cuando tenían un PIB per cápita parecido o
inferior al que tiene Chile hoy. Y ahí yo espero que nos pongamos de acuerdo
como sociedad, en el sentido de que hay metas de largo plazo que no van a
ver resultados antes de las próximas elecciones y que por lo tanto, muchas
de las decisiones que tomemos, no pueden estar mediadas por la ansiedad
electoral y que hay frutos que no me va a tocar cortar la cinta a mí.



-¿Cuál diría que es nuestro talón de Aquiles?



Hoy, la desigualdad.



-¿Y el suyo?



Hay hartas cosas que uno podría decir ahí, pero si tuviera que elegir uno,
más que mío personal, el gran riesgo de nuestro gobierno es no poder afirmar
nuestra base social de apoyo más allá de nuestras fronteras actuales.



Si nos quedamos solamente con quienes estamos hoy, no vamos a lograr hacer
las transformaciones que queremos. Por lo tanto, si no nos movemos todos
juntos en eso, y no empezamos con el clásico y permanente fraccionamiento de
la izquierda, será un desafío muy difícil.



-Como dirigente estudiantil usted estuvo muchas veces en la calle. Viene de
la protesta por una educación gratuita y de calidad. Muchas de esas
manifestaciones terminaron en actos de violencia. Y ustedes mismos hablaban
de personas que ensuciaban esas marchas, pero eran pocos… Hoy parecen ser la
norma, ¿qué pasó?



No son la norma respecto de la mayoría, lo que sucede es que hay varias
explicaciones, pero antes quiero dejar claro que sigo creyendo que la vía no
es la violencia, en eso quiero ser muy claro. Yo creo que hay una
frustración acumulada al ver que por los caminos institucionales no se podía
hacer cambios.



La violencia es un fenómeno que debemos tratar de entender para tratar de
erradicar.



Ahora, si quieres asegurarte de que siga habiendo violencia, entonces hay
que dejar las cosas tal como están.



-Hay un sector de la izquierda que probablemente no le va a conceder espacio
para una radicalidad ponderada…y la respuesta puede ser más violencia en las
calles. ¿Cómo piensa enfrentar esa violencia?



Tenemos el deber de hacer respetar el orden público, eso no es una opción
para el gobierno. Y hacer cumplir la ley. Lo que nosotros esperamos es que
mediante el proceso de transformaciones que vamos a iniciar, la convocatoria
y la manera en que le hablemos al pueblo de Chile, esos sectores van a ser
cada vez más minoritarios.



-¿Qué tipo de constitución le atrae más, una bien reglamentada o una más
orientadora?



Me gusta más la idea de una constitución orientadora pero no aséptica. Una
constitución que consagre derechos sociales universales, que defienda la
libertad y la igualdad, una constitución que descentralice pero una
constitución no abarcadora de todos los temas y todas las problemáticas.



La constitución no puede estar pensada solo desde el 2021 y el 2022. Tiene
que permitir que incluso preguntas que todavía no tenemos, quepan en la
constitución.



-En lo personal, ¿qué ha tenido que transar además de su pelo largo, poleras
rockeras y sus guayaberas?



Ahora último la posibilidad de salir a un bar, de ir a una librería, es cada
vez más difícil.



-¿Bajo qué circunstancias sí usaría una corbata?



Lo de la corbata tiene dos sentidos. Uno estético medio absurdo, pero yo
también me di cuenta que cuando pasó lo del reclamo en el Congreso, había un
ánimo de disciplinamiento y homogenización de parte de una élite muy cerrada
y muy parecida entre sí y por eso me mandaron a la comisión de ética, por
andar sin corbata. Ahora se naturalizó completamente y es totalmente normal
andar sin corbata en el Parlamento.



Y a propósito de eso, una vez tuve la suerte de conocer a Joan Baez y
bailamos y me preguntó (después de haberla escuchado cantar a capella) sobre
el tema, porque le contaron la anécdota de la corbata y meses después me
llegó una corbata hecha por aborígenes australianos, enviada por Joan Baez.
Si algún día tuviera que ocupar una seguramente sería esa.



-¿Y podría ocuparla luego?



No lo tengo pensado. Quizás en el matrimonio de algún amigo.



-¿Y no en el cambio de mando?



No, hay límites. Sería simbólicamente renunciar a la esencia.



-Viene de una familia creyente, una madre católica, que reza y tiene un
altar a la virgen en su casa. ¿Nada de eso le hace sentido en momentos de
angustia?



Respeto mucho la fe de mi madre y a veces extraño el don de la fe pero no es
algo que tenga en este momento y no creo que sea algo a lo que se puede
recurrir solo en estado de necesidad. Tengo un tema pendiente de cómo
trabajar la espiritualidad. Es algo que siempre me ha interesado y nunca me
he dado el tiempo de hacerlo.



-¿Cómo controla su ansiedad?



A veces comiendo, que no es el mejor método. Leyendo, la lectura me
tranquiliza, cuando tengo tiempo de hacer deporte, me gusta jugar fútbol.



-¿Y siente que a veces se le escapa de las manos?



He aprendido, acompañado de tratamientos, a ir controlándola. Yo tengo un
trastorno obsesivo compulsivo y tomo medicamentos por eso. También es algo
que he logrado domesticar gracias la ciencia, esto no solo es voluntad.



-Se habló bastante de su salud y también del TOC (Trastorno Obsesivo
Compulsivo) que padece y que usted hizo público. ¿Cree que hubo otras
intenciones al relevar este tema durante la campaña electoral?



Sin lugar a dudas. Hay un estigma respecto de la salud mental.



-¿Qué situaciones le incomodan?



Me incomoda mucho la mentira intencionada, no el error, me carga la gente
que habla en off en el periodismo, me molestan los cahuines.



-Usted ha demostrado ser un político bien tolerante al juicio opositor,
¿pero qué ocurre cuando ello apunta a la gente que usted más quiere, como su
compañera Irina Karamanos, quien asumirá el rol de primera dama y quien ha
sido criticada por ello, principalmente por su sector?



Hay que distinguir entre la crítica constructiva y el debate político que se
da al interior del feminismo y que es totalmente legítimo de la crítica
oportunista y artera y me parece que ha habido harto de lo primero y poco de
lo segundo. Los debates del feminismo son deseables. Tenemos que
acostumbrarnos a que el tener divergencias de opinión no significa una
tragedia. Pero cuando los ataques son personales, y particularmente contra
mis seres queridos, hermanos, padres, amigos o la Irina, es algo que
efectivamente me molesta mucho.



-¿Cuál es la épica que le gustaría imprimir a su gobierno?



Que a través de la política es posible cambiar el mundo. Que la política no
es un espacio de corrupción, mentiras y acomodos. La política puede ser un
oficio honesto para las transformaciones sociales, inclusivo, no solo de
profesionales.

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