Brasil/ 2022: El golpe, Lula y Alckmin. [Plínio de Arruda Sampaio Jr.]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Ene 28 00:05:06 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

28 de enero 2022

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Brasil



2022: El golpe, Lula y Alckmin



Plínio de Arruda Sampaio Jr.*

Correio da Cidadania, 27-1-2020

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Traducción de Correspondencia de Prensa



La desmovilización de la campaña por el impeachment dio al desgobierno de
Bolsonaro un año de supervivencia. A pesar de los crímenes de
responsabilidad en serie del loco instalado en el Planalto (Palacio de
Planalto sede del gobierno federal en Brasilia: ndt), los brasileños están
condenados a soportar sus descalabros al menos hasta 2023.



La burguesía está aprovechando el letargo de las calles para profundizar en
la liberalización económica, la desconstitucionalización de los derechos
sociales, el vaciado de las libertades civiles y el vale todo
medioambiental. El objetivo final es despojar a la Constitución de 1988 de
todo su contenido democrático, republicano y nacionalista. En el capitalismo
bárbaro neocolonial, el despotismo burgués debe ejercerse de manera brutal e
inquebrantable, ya sea mediante un régimen político abiertamente dictatorial
o mediante un autoritarismo despiadado con sólo un tenue barniz democrático.



De ahí la importancia estratégica de las elecciones de 2022 como medio para
legitimar los virulentos golpes perpetrados contra la clase trabajadora tras
el estallido de la crisis económica que se arrastra desde hace más de siete
años. La nueva ola de ataques, que se inició con el anquilosamiento
electoral de Dilma Rousseff en 2014, cuando se hizo patente la quiebra de la
política de conciliación de clases, cambió de calidad con la conspiración
parlamentaria que llevó a Michel Temer al Planalto en 2016 y definió el
terrorismo de mercado como directriz de la política económica. La ofensiva
del capital llegó a su clímax con las arbitrariedades y violencias legales
que culminaron en el proceso electoral completamente fraudulento de 2018 y
luego en la estrategia relámpago de desmantelamiento de políticas públicas,
ataques a las libertades civiles y desarticulación del Estado nacional.



Sin embargo, la estabilización del golpe no es una operación sencilla. El
reto que se plantea a quienes luchan por una solución autoritaria dentro del
orden, sin una ruptura explícita con la democracia, es reconstruir, a partir
de los escombros de la Nueva República, la caricatura de una Nueva República
que, en apariencia, conserva la fachada democrática y nacional y, en
esencia, es inequívocamente antisocial y autoritaria. Si la Nueva República
terminó como una tragedia, la Nueva República que se pretende construir ya
está condenada a nacer como una farsa. Se inscribe en una sociedad en crisis
de civilización, bajo el mando de una burguesía vasalla, comprometida con el
desmantelamiento de la Nación.



La precariedad de la solución electoral a la grave crisis que sacude a la
democracia brasileña se manifiesta en las incertidumbres que rodean a la
elección presidencial de 2022. El nombramiento del general Fernando Azevedo,
ex ministro de Defensa de Bolsonaro, para el cargo de director general del
TSE (Tribunal Supremo Electoral), con el encargo de supervisar la fluidez
del proceso electoral, es bastante preocupante. Antes de representar una
garantía de que la voluntad de los votantes será respetada, como fue
presentada a la opinión pública, significa una mayor injerencia del partido
militar en el Poder Judicial, profundizando aún más la tutela de las Fuerzas
Armadas sobre la vida nacional.



En este contexto, el movimiento de Lula por un frente amplio contra
Bolsonaro, que tiene en la hipótesis de una fórmula Lula-Alckmin su máxima
coronación, fue recibido por el establishment opositor como una tabla de
salvación que unificaría a griegos y troyanos. Al unirse al ex dirigente del
PSDB, enemigo histórico de los trabajadores, estudiantes y profesores, Lula
se adhiere ineludiblemente a la nueva generación de ataques del orden
fundamentalista neoliberal.



El poder de corrupción y cooptación de la burguesía brasileña es ilimitado.
Víctimas y verdugos confraternizan para hacer renacer de las cenizas las
ilusiones de una imposible conciliación de clases. La rendición a las
exigencias del statu quo es incondicional. Vinculado al Opus Dei, campeón de
la austeridad fiscal y de las reformas liberales, hombre de confianza de
Faria Lima, candidato nota 10 de la burguesía en 2018, el "neocompañero"
siempre ha sido implacable con los de abajo. Su historial habla por sí
mismo: masacre de Castelinho, masacre de Pinheirinho, represión de las
Jornadas de Junio de 2013, persecución de estudiantes que luchaban contra el
cierre de escuelas... La lista completa sería interminable.



En ausencia de una vigorosa movilización contra el modelo económico y por
una solución democrática a la crisis política que sacude la vida nacional,
las masas se quedan sin alternativa. No hay duda de que la dosis mínima del
veneno hace menos daño que la dosis máxima. No es imposible que un futuro
gobierno de Lula logre detener la ofensiva reaccionaria, enfríe
temporalmente los ataques del capital contra el trabajo y el medio ambiente,
e incluso recomponga parcialmente la política asistencial a los más
desfavorecidos, atenuando la velocidad de la marcha hacia la barbarie.



Sin embargo, ninguna sociedad pasa impunemente por un proceso de inversión
neocolonial. La sociedad brasileña se está hundiendo en el pantano. Incluso
si la situación económica y política sea favorable, lo que no parece en
absoluto probable, un futuro gobierno de Lula no tendría la más mínima
condición para modificar las condiciones estructurales responsables del
descenso sistemático del nivel de vida tradicional de los trabajadores. El
abismo entre lo que Lula parece ser -el defensor de los pobres y los
oprimidos- y lo que en realidad es -un talentoso cuadro político al servicio
de una plutocracia que ha roto todo vínculo moral con las clases
subalternas- no podría ser mayor.



Sin tener nada que ofrecer a las clases subalternas, los dueños de la
riqueza y el poder aprovechan la ausencia de una agenda de ruptura con el
modelo económico y político para blindar cualquier cuestionamiento a la
abrumadora ofensiva del capital contra los derechos de los trabajadores, las
políticas públicas, el patrimonio nacional y el medio ambiente. Lula, que no
es inocente, está al servicio de este proyecto.



La tarea fundamental de la izquierda contra el orden es criticar las
ilusiones de una salida de la institucionalidad neoliberal y presentar a la
clase trabajadora un programa de lucha que señale la necesidad y la
posibilidad de la revolución socialista como único antídoto contra la
barbarie capitalista. Para estar a la altura de los desafíos de su tiempo,
es urgente construir un frente político de izquierda, unificado en torno a
la bandera de la igualdad sustantiva, que apunte a la intervención popular
como la única estrategia capaz de interrumpir el círculo vicioso de la
dictadura de los negocios que condena a la sociedad brasileña a un miserable
fin de la historia.



* Plínio de Arruda Sampaio Jr. es economista y profesor jubilado del
Instituto de Economía de la Unicamp (Universidad de Campinas), editor del
sitio web Contrapoder. Es autor, entre otros libros, de Entre a nação e a
barbárie - dilemas do capitalismo dependente (Vozes).

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