Migraciones/ El espectáculo de la acogida: Exilio ucraniano y empatía selectiva en las fronteras de Europa. [Céline Cantat]
Ernesto Herrera
germain5 en chasque.net
Sab Jul 9 15:05:28 UYT 2022
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Correspondencia de Prensa
9 de julio 2022
https://correspondenciadeprensa.com/
redacción y suscripciones
germain en montevideo.com.uy <mailto:germain en montevideo.com.uy>
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Migraciones
El espectáculo de la acogida: Exilio ucraniano y empatía selectiva en las
fronteras de Europa
Céline Cantat *
ContreTemps, 4-7-2022
https://www.contretemps.eu/
Traducción de Alberto Nadal Fernández – Viento Sur
https://vientosur.info/
Desde el comienzo de la ofensiva rusa contra Ucrania el 24 de febrero, más
de 5 millones de personas han abandonado el país y han presentado
solicitudes de protección internacional en Europa. Las y los ucranianos han
gozado de una asistencia material, así como de un estatus legal que les
permite entrar y establecerse en los Estados miembros de la Unión Europea
(UE).
Esta acogida contrasta marcadamente con la que la UE suele reservar para las
y los exiliados, caracterizada por una fortificación militarizada de sus
fronteras para evitar las llegadas a su territorio. Desde la década de 1990,
esta política de seguridad ha provocado decenas de miles de muertes en las
fronteras de Europa.
Entre las tragedias recientes, el 24 de junio de 2022, más de 27 personas
murieron a manos de guardias fronterizos españoles y marroquíes cuando
intentaban entrar en Europa a través del enclave español de Melilla. Otras
300 resultaron gravemente heridas, en un episodio comparado por activistas
asociativos con una nueva fosa común en las fronteras de la UE.
En este artículo, Céline Cantat muestra cómo esta empatía selectiva remite a
los objetivos de los Estados (europeos en este caso) y a dinámicas de
racialización a través de las cuales se tiende a oponer a las y los buenos
refugiados a las y los malos migrantes, las y los ucranianos, al menos
actualmente, se construyen como parte de las y los nuestros, mientras las y
los exiliados de Medio Oriente, Magreb o África subsahariana son
sistemáticamente alterizados.
Recordando hasta qué punto estas categorías de migrantes o refugiados son
construcciones políticas, cuya génesis histórica, pero también todos sus
puntos ciegos, se pueden trazar, la autora insiste en que la solidaridad
mostrada actualmente por la UE y los estados europeos podría ser solo
temporal si resultara que ya no les beneficiara (o ya no tanto), desde un
punto de vista ideológico y económico [ContreTemps].
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Si bien la inusual generosidad de los Estados europeos hacia las y los
ucranianos es bienvenida, ha planteado una serie de preguntas sobre su trato
diferenciado en comparación con otros grupos de personas desplazadas. Como
resultado, las reflexiones sobre la acogida de las personas ucranianas en
Europa se han formulado principalmente en términos comparativos: ¿cómo se da
la acogida a las y los ucranianos en comparación con las y los refugiados
que llegaron en 2015? ¿Por qué se ha autorizado a las y los ucranianos a
establecerse en la Unión Europea, cuando miles de personas fueron bloqueadas
en la frontera entre Bielorrusia y Polonia? ¿Por qué las y los no ucranianos
que huían de Ucrania han recibido un trato diferente?
En efecto, estos trabajadores y estudiantes, principalmente de África, Asia
y Oriente Medio, que residían en el país cuando tuvo lugar el ataque ruso,
no fueron incluidos en el marco de la Directiva de Protección Temporal,
activada el 3 de marzo de 2022 para permitir a las y los ucranianos acceder
rápidamente a unos estatus de protección y a la ayuda humanitaria en la UE.
Más allá de las respuestas oficiales de los Estados y sus instituciones, las
prácticas de clasificación en las fronteras se encuentran en el debate
público, polarizado entre los llamamientos a la inclusión de las y los
ucranianos, repentinamente considerados miembros de Europa, y las denuncias
de la indignación selectiva de la UE, percibida como hipócrita y racista.
Las reacciones civiles y populares también se han fracturado en torno a
estas cuestiones.
A principios de marzo de 2022 fui a las estaciones de Budapest, donde las
ONG locales y las redes de residentes se reunían diariamente para dar
acogida a las personas que huían de Ucrania: la cuestión de los perfiles y
las características de quienes llegaban estaba en el centro de las
conversaciones. Un voluntario de una ONG de la Iglesia húngara, señalando
con el dedo a una mujer y a sus tres hijos, dijo: "Mira, están cansados, son
mujeres y niños, son vulnerables: son los verdaderos refugiados".
Continuó explicando que también había ayudado a las y los exiliados que
pasaban por Budapest en el verano de 2015, a pesar de que, según él, muchos
en ese momento no eran refugiados, sino "migrantes o terroristas islámicos".
Cuando señalé que, que yo sepa, lo que identificaba legalmente a un
refugiado era huir del conflicto o la persecución, en lugar de una
evaluación individual y subjetiva de su mérito, basada en criterios de
género, edad o religión, el hombre mostró su desacuerdo: en su opinión,
algunas personas eran dignas de asilo y otras no.
El discurso mantenido por algunas de las personas voluntarias en Budapest va
mucho más allá de sus análisis personales: se basa en las categorías y
tipologías producidas estos treinta a cuarenta últimos años por el régimen
de fronteras y asilo de la Unión Europea. Una de las piedras angulares de
este régimen es la meticulosa construcción de una separación entre personas
refugiadas (merecedoras) y migrantes (indeseables). Dentro de la categoría
de personas refugiadas, una jerarquización adicional determina el acceso a
diferentes tipos de derechos y recursos. Por ejemplo, algunas personas se
benefician de los programas de reasentamiento en la UE, mientras que otras
solo pueden optar a recibir ayuda humanitaria en el extranjero: este proceso
de clasificación se basa generalmente en una percepción racializadora y
racista de la capacidad de las personas para integrarse en la comunidad
(imaginada) de Europa.
Desde 2015, cada vez que ha sido declarada una crisis migratoria en la
región, estos discursos han ganado terreno en Hungría y otros países de
Europa Central y Oriental. Los emplazamientos a distinguir a las y los malos
migrantes de las y los buenos refugiados han llegado a articularse con los
regímenes locales de valoración social y sus jerarquías racializadas, de
género, de clase y de religión, en el contexto de las transiciones
capitalistas regionales.
Esta situación está estrechamente relacionada con la dinámica de la
europeización. En efecto, como parte de su integración (o intento de
integración) en la UE, los países del antiguo Bloque Oriental fueron
incluidos de manera desigual en la nueva división del trabajo a nivel
regional: ellos mismos han sido tanto sujetos como productores de dinámicas
racializantes. Convertirse en europeo se ha traducido en la reivindicación
de una superioridad moral y civilizatoria, de una pertenencia a la
modernidad capitalista y su blanquitud, que han llevado al distanciamiento
de varios grupos sociales, internos o no de las sociedades en cuestión, y
han llevado a un virulento resurgimiento del racismo en la región.
En otras palabras, el trato desigual a los diferentes grupos desplazados no
es nuevo ni el resultado del azar: si la categoría de refugiados/refugiadas,
como construcción legal, quiere ser una figura universal, en realidad sigue
anclada en las relaciones sociales locales. Un examen a largo plazo de la
relación entre los Estados y las y los exiliados muestra que está
estructurada sistemáticamente por dinámicas de selección y diferenciación:
la forma en que los Estados responden a ciertos grupos nos dice siempre más
sobre sus arquitecturas políticas y las relaciones de poder que los
caracterizan, que sobre los propios individuos desplazados.
Por tanto, es importante desprendernos de los comentarios moralizadores en
nuestra evaluación de la respuesta actual de Europa al desplazamiento
ucraniano y reflexionar sobre cómo los Estados interpelan a las personas que
cruzan las fronteras en función de economías morales y políticas
específicas, a su vez respaldadas por proyectos más amplios como la
construcción de la nación y la acumulación de capital.
En esta perspectiva, las preguntas planteadas por el desplazamiento
ucraniano en Europa se convierten en: ¿en qué circunstancias los Estados
acogen o rechazan a las personas desplazadas? ¿Cómo está moldeada la acogida
de las y los refugiados por procesos históricos más amplios y sus
consecuencias históricas, incluida la construcción del Estado, la expansión
del capital y los proyectos conexos como la dominación colonial? ¿Cómo
estructuran su acogida las jerarquías morales construidas en torno a las
relaciones sociales de raza, género, clase y religión, preexistentes a la
llegada de las y los exiliados a los Estados?
El espectáculo de la acogida y la construcción del Estado
Como he argumentado en otra parte (Cantat 2015), la persona refugiada como
categoría y figura se moldea y fabrica de forma que promueva los objetivos
de los Estados. No quiero decir que estos marcos formales determinen
completamente cómo responden las poblaciones a las llegadas de personas
exiliadas. Sin embargo, incluso las iniciativas informales, en busca de
alternativas, están estructuradas en parte por los regímenes discursivos y
políticos oficiales: el espacio social en el que se desarrollan estas
respuestas sigue estando moldeado por las estructuras de poder dominantes.
Para profundizar en la reflexión sobre los paralelismos y contrastes entre
las respuestas al desplazamiento ucraniano y las aportadas a otros episodios
de movilidad forzada, propongo volver a episodios de desplazamiento
anteriores, con el fin de evaluar cómo se construyó históricamente la figura
de la persona refugiada. Esta historización nos ayudará a comprender las
diferencias y similitudes que caracterizan los mecanismos de interpelación
de los diferentes grupos por parte de los Estados, tanto a lo largo del
tiempo como entre categorías.
En el período contemporáneo, un ejemplo clásico de cómo la categoría de
refugiado fue moldeada por los marcos estatales se puede encontrar en la
propia Convención de Ginebra. Presentada como un texto con validez
universal, destinado a proteger a las personas que huyen de la persecución,
la definición de persona refugiada que la Convención (re)produce es, de
hecho, una figura muy específica: la de una persona que huye de la URSS, en
el contexto de la Guerra Fría, con el objetivo de incorporarse al Occidente
capitalista.
Los criterios restrictivos establecidos en la Convención sobre la
determinación del estatuto de refugiado se muestran constantemente
inadecuados para proporcionar una protección adecuada a las personas que
huyen de diversas situaciones de violencia. En primer lugar, por supuesto,
aquellas que huyen de la violencia y la devastación económicas, consideradas
fuera del ámbito del asilo. Pero también, quienes huyen de diferentes
persecuciones políticas y sociales que no se corresponden con la visión del
mundo subyacente a la Convención.
Como señaló Philip Marfleet (2007), ni los historiadores ni los
especialistas en personas refugiadas han mostrado un interés particular en
los desplazamientos forzados del pasado. Sin embargo, volver a esta historia
nos permite ver que los episodios de exilio siempre han dado lugar a
presiones y discursos estatales, que inspiraban hospitalidad u hostilidad
hacia diferentes grupos. Además, ni la hospitalidad ni el rechazo son
situaciones homogéneas. Los Estados a menudo están dispuestos a recibir
personas refugiadas sin acogerles realmente, por ejemplo, permitiéndoles
integrarse en el mercados laboral, al tiempo que fomentan los discursos
excluyentes o negándoles un estatus y una protección jurídica real. Los
discursos que rodean a las diferentes poblaciones desplazadas se construyen
en la encrucijada de los regímenes de jerarquías sociales que estructuran
las arquitecturas biopolíticas de los Estados anfitriones, es decir, sus
regímenes de raza/género/clase (etc.), y las consideraciones geopolíticas e
interestatales que les animan en una coyuntura específica.
La historia del exilio hugonote en los siglos XVI y XVII es un ejemplo
llamativo. La huida de 200.000 hugonotes a Ginebra, Holanda e Inglaterra,
por temor a la persecución por parte de las autoridades católicas
absolutistas francesas de la época, es a menudo considerada como uno de los
primeros episodios de asilo en la historia contemporánea, no porque las y
los hugonotes fueran los primeros en huir de un territorio debido a la
violencia, sino porque fueron expulsados de Francia en el marco de la
construcción del Estado y de la definición de los límites de su comunidad.
Del mismo modo, fueron recibidos por otros Estados, que se definían en
contra de este proyecto y utilizaban a la población hugonote para marcar su
propia identidad. Está admitido que la palabra refugiado entró en la lengua
vernácula por primera vez en el curso de este episodio. Los Estados
emergentes en Inglaterra y los Países Bajos abrieron sus puertas a estos
refugiados y refugiadas, de medios comerciantes relativamente ricos,
especialmente por medio de la trata de esclavos, y espectacularizaron su
actitud de acogida como prueba de su apego al liberalismo y la libertad
religiosa.
Esta proyección de una identidad estatal de pluralismo y tolerancia fue en
realidad uno de los mecanismos clave en su oposición al estado absolutista
francés. En Inglaterra, mientras que las fuentes históricas muestran una
hostilidad popular generalizada hacia las personas hugonotes, el Estado
desplegó una verdadera campaña de simpatía por las y los recién llegados,
explicando a la población que dar la bienvenida a las y los hugonotes era
una cuestión de orgullo nacional y de defensa de sus valores.
El discurso de fraternidad hacia las y los hugonotes se formuló, por
supuesto, en términos de proximidad religiosa. Pero estas categorías de
pertenencia no son fijas. Son insuficientes para entender las diferentes
formas de acogida: la racialización, la legitimación y la diferenciación son
en realidad procesos dinámicos y contingentes que evolucionan con el tiempo
y de acuerdo con las circunstancias políticas.
En efecto, 50 años después, las y los Palatinos, otro grupo de protestantes
que huían de Alemania, buscaron refugio en Inglaterra. Viniendo de un Estado
oficialmente aliado y protestante, fueron recibidos con gran hostilidad.
Muchos de fueron colocados en lo que se considera los primeros campos de
refugiados en la Inglaterra contemporánea, a lo largo del Támesis, antes de
ser reasentados por la fuerza en Irlanda y la América británica. En esa
época surgió en Inglaterra un debate político altamente polarizado, con
argumentos similares a los que escuchamos hoy sobre los méritos de la
migración y la (im)posibilidad de integración.
Lo anterior demuestra que no hay nada nuevo o específico en el trato
desigual de los diferentes grupos desplazados. También confirma que la
empatía selectiva nos enseña muy poco, tal vez incluso nada, sobre los
grupos como tales, sus circunstancias, necesidades o características: sería
engañoso tratar de identificar las razones de este tratamiento diferenciado
en unas cualidades específicas, a menudo imaginadas, de las y los
individuos. Lo que está en juego, en realidad, en la relación entre las
autoridades estatales y las personas desplazadas son varias formas de
producción del Estado y de práctica política.
Nicholas de Genova (2013) ha utilizado la noción de "espectáculo de la
frontera" para examinar la puesta en escena en la frontera de la exclusión
de grupos considerados indeseables, permitiendo así al Estado mostrarse como
el protector de un público nacional cuyos contornos están definidos por ese
dispositivo. Esto ya nos ha enseñado mucho sobre cómo se produce la tríada
nación/Estado/ciudadano-ciudadana en relación con el desplazamiento, el
exilio y las fronteras.
Se pueden extraer observaciones similares de la presentación como
espectáculo de la acogida y de la hospitalidad por parte de las autoridades
estatales. Las preguntas que debemos hacernos para entender la empatía
selectiva no son si las personas merecen o no un mejor tratamiento, sino más
bien pensar en cómo su inclusión o su rechazo promueve proyectos estatales o
interestatales específicos.
Exilio ucraniano e identidad europea
En el caso del desplazamiento ucraniano, los discursos sobre Europa, la
blanquitud y la pertenencia europea han garantizado a las personas el acceso
a condiciones de acogida dignas. En este contexto, las prácticas populares
de recepción también han sido numerosas, diversas y coherentes. Han podido
afirmarse en el espacio público, lo que suele ser imposible debido a la
creciente criminalización de la solidaridad y la ayuda informal en Europa.
Esta situación, así como la adopción de marcos legales que permiten a las y
los ucranianos que huyen de Ucrania (¡pero a ningún otro grupo!) cruzar las
fronteras nacionales de la UE y elegir dónde establecerse puede ser
aplaudida: no solo es una verdadera política de acogida, sino también, en
muchos sentidos, el primer enfoque coherente que la UE haya adoptado nunca
en materia de asilo. Esta es una evolución bienvenida en comparación con la
respuesta securitaria generalmente reservada para las y los solicitantes de
asilo, que no solo es caótica sino también, en muchos casos, mortal.
Sin embargo, ya se pueden identificar graves problemas al examinar cómo se
da la bienvenida a las y los ucranianos en Europa. En primer lugar, la
activación de los regímenes de protección temporal no ha significado el
acceso a regímenes de asilo regulares (y más protectores) para las y los
ucranianos. En segundo lugar, en toda Europa, la mayor parte del trabajo de
acogida se ha delegado en redes civiles y pequeñas organizaciones. Este es
el resultado de décadas de subcontratación neoliberal de responsabilidades
públicas a actores privados.
En este contexto particular, y en particular en Europa del Este, esta
delegación de responsabilidades del Estado a los actores privados ha
conducido a la reactivación de las redes de ayuda formadas en 2015: la
flexibilidad y la capacidad de respuesta de estas estructuras, que se
reactivan fácilmente a través de las redes sociales, fueron cruciales para
la ejecución de las actividades de acogida en las primeras semanas del
conflicto. Por excepcional que haya sido, esta acogida popular puede ser
insuficiente a largo plazo. Como en todas partes, la capacidad de la
sociedad civil para colmar las brechas dejadas por los Estados tiene límites
obvios. Vemos que el viento está girando: que las y los voluntarios están
cada vez menos dispuestos a dar acogida a las y los exiliados en sus
domicilios y que se cansan de las actividades diarias de asistencia. A falta
de una respuesta estatal coordinada, la situación solo puede deteriorarse.
Como hemos visto en Grecia, por ejemplo, no hay forma más efectiva de
convertir la simpatía popular en hostilidad que dejar que una situación
empeore sin que los Estados proporcionen un apoyo adecuado a las y los
exiliados y a las comunidades de acogida. Además, es importante hacer
hincapié en que, aunque las actividades de asistencia popular no siempre
reproducen las categorías utilizadas por los Estados y las instituciones,
también se basan en ciertos criterios para implementar su apoyo.
La solidaridad en la práctica es un asunto complicado, que requiere tomar
decisiones difíciles en contextos de recursos limitados (Cantat 2018, 2020,
2021). Los dilemas distributivos siempre implican representaciones,
tipologías y economías morales, en las que (consciente o inconscientemente)
el carácter meritorio de las personas es evaluado por quienes deben decidir
a quién ayudar y cómo, en contextos específicos.
En realidad, no hay nada necesariamente más progresista en las formas de
ayuda informal en comparación con la de los Estados o el sector humanitario
oficial: estas iniciativas siguen sus propios valores políticos y sentido
ético, construyen socialidades específicas y responden a determinadas
circunstancias. A menudo, cuando no se aclaran las razones que empujan a las
personas a "ayudar", por ejemplo, cuando las personas se ven empujadas a la
acción por un deseo de "hacer el bien", la ayuda informal puede alimentar
relaciones de poder extremadamente desequilibradas y desiguales.
Estas relaciones pueden ser aún más difíciles de desafiar en la medida en
que tienen lugar fuera de una relación formalizada en la que los roles están
claramente definidos: pueden ir acompañadas de discursos que neutralizan
cualquier crítica, ya sea caridad religiosa, reivindicaciones de
horizontalidad o solicitudes de gratitud. Incluso cuando están aclaradas las
relaciones, es difícil escapar a la combinación y la hibridación en las
prácticas de solidaridad: las prácticas políticas progresistas a menudo van
de la mano de una voluntad poco reflexiva de "hacer el bien", lo que puede
hacer muy vulnerables a las personas que son el objeto de ayuda.
Esta vulnerabilidad es aún más problemática en la medida que se ha llevado a
las y los ciudadanos de los países de acogida a ayudar a las personas
ucranianas en nombre de imperativos morales, que han reemplazado a las
verdaderas políticas públicas. Si ahora se da acogida a las y los ucranianos
en nombre de una noción inestable y cambiante de identidad europea, entonces
podemos preguntarnos: ¿durante cuánto tiempo seguirán siendo tan blancas y
blancos los ucranianos?
La europeidad no es una condición homogénea y estable: la construcción
capitalista de la UE ha producido grados y matices de pertenencia europea en
la que la Europa del Este todavía se percibe como un poco menos
perteneciente, europea y legítima. Esto es cierto incluso para los países
que se han convertido en Estados miembros: el ejemplo de la campaña del
Brexit es solo otro recordatorio de la continuidad del racismo intraeuropeo.
En el contexto actual de la movilización de la UE contra Rusia, la
europeidad de las y los ucranianos está firmemente afirmada, pero también
podría moderarse, cuestionarse o sacrificarse si evoluciona la geopolítica.
Si este es el caso, la falta de despliegue de un apoyo estatal adecuado y la
excesiva dependencia de la asistencia popular se volverán muy problemáticas.
Ya estamos viendo procesos de inclusión diferenciada, con cuestiones sobre
el tipo de acceso de las y los ucranianos a las diferentes esferas sociales:
por ejemplo, en Hungría los permisos de trabajo no son necesarios para
ciertos tipos de trabajo en los que hay escasez de mano de obra,
principalmente trabajo manual, en el sector agrícola y de restauración, pero
también en informática. De hecho, esto reproduce modelos ya existentes de
migración laboral desde Ucrania, en los que se permite a una fuerza laboral
ucraniana racializada entrar en el país para atender las necesidades de
industrias específicas.
La acogida de las y los ucranianos es ahora útil para las estructuras
ideológicas y económicas de la UE. Pero la situación puede cambiar en
cualquier momento. Más que nada, la situación requiere que insistamos en la
continuación de la acogida y la solidaridad para las y los ucranianos y
todas las personas exiliadas, sobre la base de un verdadero
internacionalismo popular.
* Céline Cantat enseña sobre las migraciones internacionales y coordina el
Máster en Política Ambiental y Transición Energética en la École des
affaires internationales de Paris, Sciences Po. Este texto fue elaborado en
el marco del seminario web de recaudación de fondos de la EASA "Humanitarian
responses to the 2022 Russian war on Ukraine : Anthropological perspectives”
(Respuestas humanitarias a la guerra rusa de 2022 en Ucrania: perspectivas
antropológicas), celebrado el 06/07/2022, organizado por Ela Drazkiewicz y
Mariya Ivancheva, y copatrocinado por SIEF y SOYUZ de la AAA, Society for
the Anthropology of Europe.
Referencias
Cantat, Céline (2021) “Refugee Solidarity Along the Balkan Route”, Journal
of Refugee Studies, 34 (2), 1348–1369.
Cantat, Céline (2020) “The Rise and Fall of Migration Solidarity in
Belgrade”, movements. Journal for Critical Migration and Border Regime
Studies, 5 (1), http://movements-journal.org/issues/08.balkanroute/05.cantat
<http://movements-journal.org/issues/08.balkanroute/05.cantat–the-rise-and-f
all-of-migration-solidarity-in-belgrade.html>
–the-rise-and-fall-of-migration-solidarity-in-belgrade.html
Cantat, Céline (2015) “Contesting Europeanism: Discourses and Practices of
Pro-Migrant Groups in the European Union”. PhD Thesis, roar.uel.ac.uk/4618/
Cantat, Céline (2018) “The politics of refugee solidarity in Greece:
Bordered identities and political mobilization”, MigSol Working Paper,
2018/1,
https://cps.ceu.edu/sites/cps.ceu.edu/files/attachment/publication/2986/cps-
working-paper-migsol-d3.1-2018.pdf
De Genova, Nicholas (2013) “Spectacles of migrant ‘illegality’: the scene of
exclusion, the obscene of inclusion”, Ethnic and Racial Studies, 36 (7),
1180-1198,
Marfleet, Philip (2007) “Refugees and History: Why We Must Address the
Past”, Refugee Survey Quarterly, 26 (3), 136–148.
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