Cuba/ Defender el derecho a la protesta. también en Cuba. [Pablo Stefanoni]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Lun Jul 11 22:51:55 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

11 de julio 2022

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Cuba



Defender el derecho a la protesta… también en Cuba



Los delitos de ‘sedición’ no pueden ser utilizados para juzgar una protesta
callejera. El ‘ultraje’ de símbolos no puede justificar penas de cárcel. No
deberíamos crear ‘zonas de excepción’.



Pablo Stefanoni *

Ctxt, 11-7-2022

https://ctxt.es/es/



Mientras nos ocupamos de la avalancha de cuestiones que parecen atosigarnos
cada día en un mundo que no da respiro, en Cuba los tribunales han estado
muy activos en estos meses condenando a decenas de manifestantes del 11-J de
2021 y referentes del Movimiento San Isidro (MSI).



El 11 de julio de 2021, miles de personas salieron a las calles en
diferentes ciudades de la isla, con una gran proporción de sectores pobres y
racializados. Era una imagen, sin duda, inhabitual. En ese momento, la
represión –en la superficie– no fue mayor de la que podría haber ocurrido en
otros países (incluso podría decirse que fue menor). Pero por lo bajo, la
historia es otra. Muchos de los detenidos no fueron liberados, como suele
ocurrir tras las protestas en las democracias occidentales, sino enjuiciados
por delitos gravísimos y desproporcionados, con largas sentencias cuya única
función es cancelar la posibilidad misma de nuevas movilizaciones,
especialmente en un momento de tensiones económicas y de crecimiento de las
desigualdades producto, en parte, de la unificación monetaria y de los
efectos de la pandemia.



Lo que en el resto del mundo rechazamos como “criminalización” de la
protesta, recargada. Pero a diferencia de otros regímenes anti-protestas, el
gobierno cubano y sus medios suelen celebrar los levantamientos populares en
diversas partes del globo… solo que “Cuba es distinta”.



Todo en Cuba “es distinto”. Una coartada perfecta para que podamos tener
doble, triple y cuádruple vara para juzgar su realidad en relación a otras.
Todo es distinto porque lo que en otros sitios sería simplemente una
protesta –con o sin actos de vandalismo– en Cuba es el vector de la
injerencia imperialista. Del gritar “Díaz Canel singao” al anexionismo
monroísta hay medio paso. De esta forma, protesta es sinónimo de traición a
la patria.



En este marco, no solo fueron condenados días atrás quienes protestaron el
11-J, sino también referentes del Movimiento San Isidro, por cargos que
rechazaríamos en cualquier otro país, como el “ultraje a los símbolos
patrios”. Es más, hasta 2021, Cuba tenía incorporado en el código penal la
figura de la “peligrosidad predelictiva”, mantenida por presión del
Ministerio del Interior pese a las críticas de varios juristas, que permitía
a las autoridades arrestar personas por conducta antisocial aunque no
hubiesen cometidos delitos.



El 13 de junio pasado, la Fiscalía General de la República informó que
quedaron firmes 76 sentencias por los “disturbios” del 11-J. Prosigue
indicando que “resultaron sancionadas 381 personas, incluyendo 16 jóvenes
con edad entre 16 y 18 años, fundamentalmente por delitos de sedición;
sabotaje; robo con fuerza y violencia; atentado; desacato y desórdenes
públicos”. Luego detalla: “A 297 acusados se les impuso sanciones de
privación de libertad, atendiendo a la gravedad y circunstancias en que
ocurrieron los hechos y a la conducta personal. Por el delito de sedición
los sancionados fueron 36, a los que se les impuso penas entre 5 y 25 años
de privación de libertad. A 84 acusados, se les subsidió la sanción de
privación de libertad por otras penas alternativas que no implican –en
principio, bajo condición de buena conducta– su ingreso a prisión,
disponiéndose para ellos las de trabajo correccional con y sin
internamiento, y limitación de libertad; en esta decisión se encuentran
incluidos 15 de los jóvenes con edades entre 16 y 18 años”.



La voz en off de un reportero del Sistema Informativo de la Televisión
Cubana nos informó de que “los hechos pusieron en riesgo la tranquilidad y
seguridad ciudadana”. El 11-J fue una acción orquestada “contra el orden
constitucional y la estabilidad de nuestro Estado socialista”.



También fueron recientemente condenadas figuras del Movimiento San Isidro
(por el barrio habanero con ese nombre) transformado en un espacio de
disidencia político-cultural. El 27-N de 2020 hubo, por ejemplo, una sentada
de algunas decenas de artistas, intelectuales, periodistas independientes y
activistas frente al Ministerio de Cultura en favor de la libertad de
expresión, algo que en cualquier otro lado habría pasado completamente
inadvertido pero que en Cuba constituyó un hecho “inédito”. Incluso más:
para el Granma se trató de un intento de “golpe blando”. Lo mismo denunció
Juventud Rebelde, con un programa especial donde la protesta aparece como un
“show anticubano”. “Para el especialista en medios de comunicación Javier
Gómez Sánchez, lo sucedido durante estos días con el denominado Movimiento
San Isidro es evidentemente el montaje de un guion de golpe blando,
semejante al aplicado en otros países como Ucrania y Bielorrusia”. Quienes
participaron serían en el mejor de los casos tontos útiles y en el peor
desestabilizadores a sueldo de Miami.



El artista plástico Luis Manuel Otero Alcántara y el rapero y coautor de la
canción/himno “Patria y Vida” Maikel Castillo Pérez “Osorbo” –disidentes y
referentes del MSI–, fueron condenados este mes a 5 y 9 años respectivamente
“por delitos de ultraje a los símbolos de la patria, desacato, difamación de
las instituciones y organizaciones y de los héroes y mártires, atentado,
resistencia y desórdenes públicos”, informa la Fiscalía General de la
República. “El Tribunal, en el caso de Otero Alcántara, argumentó –prosigue
la Fiscalía– el ánimo expreso, sostenido en el tiempo, de ofender a la
bandera nacional, mediante la publicación de fotos en redes sociales donde
se le utiliza en actos denigrantes, acompañados de expresiones notoriamente
ofensivas e irrespetuosas, menospreciando los sentimientos de nacionalidad y
orgullo que le profesa el pueblo cubano a nuestra enseña patria”.



Alcántara fue acusado por su performance Drapeau (2019) que –recuerda el
diario El País– consistió en llevar la bandera cubana sobre su cuerpo
durante un mes (por la calle, al ir al baño, al montar en autobús, al hacer
cola en un comercio) para llamar la atención sobre el derecho de todos a
usar la bandera nacional tras la promulgación en la Isla de una nueva “Ley
de símbolos”.



A esta altura de esta columna, muchos de quienes llegaron hasta aquí estarán
preguntándose ya en voz alta: ¿y el bloqueo? Vayamos ahí.



El embargo/bloqueo es un arma imperialista inmoral e ineficaz para los fines
que se dictó. Es tan ineficaz que ha fortalecido a los sectores más
estalinistas del régimen cubano, ya que sirvió siempre para cancelar la
disidencia y el pensamiento crítico. Pero esta lógica cancelatoria es más
amplia, predominó en todo el mundo del llamado “socialismo real” con o sin
bloqueos, y las formas de actuar de las diferentes oficinas de la “Seguridad
del Estado” fueron similares. Al final, siempre se puede apelar a las
amenazas externas para ajustar los tornillos. Rumania, por ejemplo, mantuvo
la represión y el espionaje masivo incluso en su momento de mejores
relaciones con Occidente e Israel. Como muestra la excelente película
Tipografía mayúscula, basada en los archivos de la policía política, una
simple inscripción con tiza en una pared de Bucarest en los años 80, con una
referencia a las huelgas del sindicato polaco Solidaridad, podía
desencadenar una investigación alucinante de parte de la Securitate para dar
con el culpable.



Como es sabido, la ideología oficial cubana combinó “comunismo” pasado por
el tamiz de los manuales soviéticos y nacionalismo revolucionario con una
idea monolítica de la nación y del pueblo que a la vez expulsaba de esa
nación a cualquier disidencia y expropiaba los derechos ciudadanos de los
emigrantes: esta es la lógica que aún sustenta al Partido Comunista como
partido único. Desde 1959, todas las “organizaciones de masas” han sido
estatizadas y no hay ninguna forma de autonomía –política, social o
cultural– que no sea motivo de sospecha o blanco de la acusación de “hacer
el juego al imperio”. Por ejemplo, la oficial Agencia Cubana de Rap es la
encargada de decidir quién es un “verdadero” rapero, cuando ese género
musical es un canal del inconformismo precisamente contra… el poder.



Para entender la lógica subyacente hay que volver una y otra vez sobre una
observación del poeta comunista disidente Stephan Hermlin. Como recordó hace
tiempo el traductor y editor Marc Saint-Upéry, en su relato autobiográfico
(https://nuso.org/articulo/tres-derroteros-del-marxismo-pseudociencia-histor
ia-ontologia/), el escritor estealemán confiesa que, durante cerca de 40
años, un extraño lapsus cognitivo le había impedido asimilar la formulación
exacta de una famosa frase de Marx y Engels: “El libre desarrollo de cada
uno es la condición del libre desarrollo de todos. Inconsciente y
sistemáticamente, su mentalidad, forjada por el culto estalinista del
colectivo orgánico encarnado en el Partido-Estado, lo llevaba a leer esta
frase al revés: ‘El libre desarrollo de todos es la condición del libre
desarrollo de cada uno’”. Un intelectual cubano amigo me comentó lo mismo:
que aunque había leído muchas veces el Manifiesto Comunista, solo tomó en
serio esa frase después de distanciarse del comunismo oficial a mediados de
los años 90.



Esta disonancia cognitiva está extendida en el amplio mundo de unas
izquierdas que siguen subestimando el valor de la libertad humana… las de la
“la libertad para qué”; la libertad cuando no pone en riesgo los procesos
revolucionarios; la libertad cuando hay garantías de que no será
operativizada por una “revolución de colores”… “la libertad cuando nos gusta
el producto de esa libertad”. Cuando la consigna “dentro de la revolución
todo, contra la revolución nada” se lee como “dentro del Estado todo, contra
el Estado nada (donde contra es simplemente fuera)”, la sociedad entra en un
periodo de declive creativo y agobio intelectual y moral. Una atmósfera
“gris” que da cuenta del periodo posrrevolucionario cubano.



Los delitos de “sedición” no pueden ser utilizados para juzgar una protesta
callejera. El “ultraje” de símbolos o héroes patrios no puede justificar
penas de cárcel. Cualquier militante de izquierda firmaría estas últimas dos
sentencias. No deberíamos, entonces, crear “zonas de excepción” en relación
con el derecho a protestar. Ni replicar argumentos de la Seguridad del
Estado.



* Pablo Stefanoni, periodista e historiador. Investigador asociado de la
Fundación Carolina. Autor de '¿La rebeldía se volvió de derechas?' (Clave
Intelectual/Siglo Veintiuno, Madrid, 2021).

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