México/ El largo camino a casa. El funeral de uno de los 100 mil desaparecidos. [Eliana Gilet]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Jul 15 10:01:49 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

15 de julio 2022

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México



El funeral de uno de los 100 mil desaparecidos



El largo camino a casa



Encontrar y enterrar los restos de un desaparecido en México es una doble
proeza: tras la aparición de su ser querido, las familias deben enfrentar
una formidable máquina burocrática dedicada a volver a desaparecerlo.



Eliana Gilet, desde San Miguel Xico, Estado de México

Brecha, 15-7-2022

https://brecha.com.uy/



En el México de los 100 mil desaparecidos, no es común asistir al funeral de
un joven recuperado a la luz desde la clandestinidad. Sí es usual ver la
lucha de sus familiares, sus manifestaciones, sus variadas formas de
búsqueda, pero, dada la falta de dirección en la investigación de los casos
de desaparición, sumada a múltiples trabas oficiales, en México identificar
a un desaparecido es algo tan azaroso como su propia desaparición, signada
por una serie de eventos que cambian la vida de una familia para siempre.



Si Marwan Uriel Andrade Martínez –de 27 años, con dos hijos, trabajador
golondrina o migrante interno que repartía pizas en moto en una localidad
diminuta de Jalisco, a 500 quilómetros de su lugar natal– pudo regresar a
casa tras 17 meses de estar desaparecido, fue por su madre, Adriana
Martínez.



El hijo de Adriana fue desaparecido junto con dos de sus compañeros de
trabajo, Leonel León Hernández, de 22 años, y su primo Juan Manuel Hernández
Castro, de 25. Marwan había llegado a La Barca, Jalisco, apenas tres meses
antes de su desaparición y cada día, a las seis de la tarde, salía en moto
con unas 30 pizas para vender a domicilio, a 50 pesos mexicanos (2,4
dólares) cada una. Por cada piza vendida, los muchachos ganaban la mitad. Al
terminar de vender, regresaban al complejo de apartamentos donde alquilaban
juntos, cenaban y jugaban a las cartas, hasta que caían rendidos por el
sueño.



En la tarde del domingo 7 de febrero de 2021, salieron los tres juntos, cada
uno en una moto, pero ninguno regresó esa noche. Otro de sus compañeros, el
único que logró comunicarse con Marwan el mediodía del lunes, supo que los
había parado la Policía de Sahuayo. En media hora estarían de regreso, le
dijo Marwan. No se volvió a saber de ellos hasta que sus cadáveres fueron
hallados inhumados de manera clandestina en un pueblo de la zona, a fines de
junio de este año. No hay nada en la trayectoria previa de los jóvenes que
explique su desaparición, más que el lugar en el que se encontraban: la
frontera entre Jalisco y Michoacán, infame por su violencia. La localización
limítrofe del crimen fue utilizada por las autoridades de ambos estados para
exculparse de buscarlos. Esa negativa de las autoridades a cumplir con su
deber terminó de configurar el caso como una desaparición forzada.



El hallazgo



El 18 de junio, las autoridades de Michoacán dieron aviso del hallazgo de
una fosa con seis personas inhumadas clandestinamente, cuatro mujeres y dos
hombres. Aunque públicamente se informó que se había llegado al lugar
gracias a una denuncia anónima, colectivos locales de familiares de personas
desaparecidas dijeron a Brecha que hacía largo tiempo tenían interés en
buscar en esta zona, el parque nacional Los Negritos, debido a múltiples
pistas previas. Al cierre de esta edición, ya han sido exhumados de allí 25
cadáveres, entre ellos los de Marwan, Leo y Juan Manuel, encontrados juntos
en una décima fosa, localizada el 23 de junio. Se trata de la mayor zona de
enterramientos clandestinos hallada hasta el momento en el estado de
Michoacán. Según ha trascendido, los cuerpos estaban a una profundidad tal
que las varillas usuales de metro y medio que suelen utilizarse como
herramienta de búsqueda no lograban detectar los puntos de enterramiento,
que esta vez fueron ubicados usando máquinas retroexcavadoras.



El parque nacional Los Negritos es una zona geotérmica donde, además de
aguas termales, hay múltiples cráteres, que hacen brotar a la superficie
lodo hirviendo, al que se le atribuyen poderes curativos. A principios de
1900, sucedió allí una explosión que produjo un enorme cráter, del que brotó
agua hasta formar un lago de 2 hectáreas llamado La Alberca. Desde comienzos
de este milenio, se buscó consagrar el área como un destino turístico que
potenciase el crecimiento económico del municipio de Villamar, pero lo
paradisíaco del ambiente nunca logró hacer frente a la violencia desatada
que se vive en la región, que fue bautizada hace unos años como «el
triángulo de las Bermudas», debido a la gran cantidad de personas que allí
han desaparecido. Villamar colinda, entre otros municipios, con Sahuayo, el
lugar desde donde Marwan, Leo y Juan Manuel avisaron de su detención por la
Policía.



«Nunca nos dejaron entrar con las brigadas de búsqueda a Los Negritos. Nos
decían: “Si los aventaron en esas aguas hirviendo, nunca van a aparecer”,
pero nosotras seguíamos necias», explica a Brecha Evangelina Contreras,
fundadora del colectivo Desaparecidos de la Costa y Feminicidios de
Michoacán (Decofem) y madre de Tania Contreras Ceja, desaparecida desde hace
una década.



A finales de abril, los colectivos michoacanos se manifestaron exigiendo las
búsquedas urgentes de enterramientos clandestinos y lograron que Alejandro
Encinas, subsecretario de Derechos Humanos del Gobierno Federal, diera su
visto bueno. «Empezamos a presionar para que se hiciera un operativo, pero,
cuando llegamos a ese punto, nuevamente no nos dejaron entrar. A los cinco
días, entraron ellos diciendo que había sido por una llamada anónima a los
policías municipales. Ellos entraron, pero a nosotros no nos lo permitieron.
Hasta recibimos amenazas de la Policía estatal para que pasáramos a las
fosas, aunque tenemos derecho por ley», agrega Contreras.



El colectivo Decofem respondió presentando ante la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos una queja por discriminación, y se ha encargado de difundir
en redes sociales unas fichas con las características visibles de los
cadáveres exhumados. Así fue que Adriana supo que su hijo era uno de ellos
y, al reclamarlo a tiempo, evitó que fuera nuevamente desaparecido por una
mala gestión forense.



El regreso



Al llegar a Michoacán, a la mañana siguiente de haber leído la ficha
informativa de Decofem, Adriana se presentó en la Fiscalía Regional de
Jiquilpan, donde está radicada la investigación de los hallazgos. Tras haber
viajado toda la noche en autobús, le negaron la información porque era
sábado y le dijeron que volviera en otro momento. Pero ella llevaba el
nombre de un jerarca del servicio forense que una compañera había contactado
previamente y lo usó como contraseña. La puerta se abrió y le mostraron las
fotos. Aunque el elemento distintivo fueron sus dos tatuajes, Adriana
identificó a su hijo cuando le mostraron sus calcetines. Marwan siempre
usaba esas medias cortitas, de colores. Ella fue la única de las tres madres
que aceptó que se abriera una carpeta de investigación por el homicidio de
su hijo. La mandaron de regreso a su casa sin ningún dato más que la promesa
de llamarla cuando tuvieran novedades.



En Ciudad de México, Adriana logró ser atendida por la Fiscalía General de
la República, a la que solicitó su intervención para agilizar las pruebas de
ADN. Esa misma tarde, volvieron a llamarla de Michoacán diciendo que debía
presentarse a las nueve de la mañana del día siguiente si quería que le
entregaran a su hijo. Al llegar, la médica del servicio forense de Sahuayo
asentó que la fecha de muerte de los muchachos fue el 8 de febrero de 2021,
al otro día de su desaparición, sin mayor labor pericial que una entrevista
con sus madres. Eso causó que el Registro Civil se negara a emitir sus actas
de defunción: por ley, acepta un plazo máximo de seis meses desde la fecha
de muerte y aquí ya iban 17. Ahora, las familias deben entablar un juicio
para conseguir ese documento y debieron sortear, por sus propios medios, ese
escollo para que el panteón aceptara los restos de los muchachos.



Marwan fue velado en el patio que lo vio crecer y enterrado el sábado 9 de
julio de 2022, en el Panteón Municipal de San Miguel Xico, en Valle de
Chalco, Estado de México. Al despedirse, Adriana dijo en voz alta que había
cumplido «la promesa que le hice, mijo»: lo había traído de regreso a casa.

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