Perú/ La precaria estabilidad de Pedro Castillo. [María Sosa Mendoza]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Jul 20 15:34:23 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

20 de julio 2022

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Perú



La precaria estabilidad de Pedro Castillo



Tras renunciar a Perú Libre, el partido con el que había llegado a la
presidencia, Pedro Castillo se enfrenta ahora a una izquierda que lo acusa
de traicionar las promesa de cambio y a una derecha que sigue buscando
alejarlo del poder.



María Sosa Mendoza *

Nueva Sociedad, julio 2022

https://nuso.org/



El 28 de junio pasado, Perú Libre, el partido político por el que Pedro
Castillo postuló a la presidencia de Perú, publicó un comunicado en el que
lo invitó a renunciar a su militancia.



La noticia no generó, sin embargo, grandes escándalos en el escenario
político nacional. Pedro Castillo nunca había respondido a la línea
partidaria. Su inscripción en Perú Libre la realizó solo por motivos
funcionales, nueve días antes de que venciera el plazo para que los
postulantes se registraran en un partido político (su intento de conformar
una plataforma política sostenida en los sindicatos de maestros no había
prosperado lo suficientemente rápido para sostener su candidatura). Además,
en el plano discursivo, el dirigente sindical siempre guardó distancias con
la postura ideológica de Perú Libre y el espacio que le otorgó al partido
liderado por Vladimir Cerrón en su gobierno nunca fue más allá de las
«cuotas» partidarias.



Por su parte, Perú Libre fue cambiando paulatinamente su actitud hacia Pedro
Castillo desde su llegada a la presidencia. Así, en noviembre del año
pasado, tras la designación de Mirtha Vásquez como presidenta del Consejo de
Ministros —quien reemplazó al dirigente del partido Guido Bellido—,
dirigentes de Perú Libre expresaron la intención de «rescatar» a Castillo
del entorno que lo guiaba a la ejecución de «ideas políticas con tendencias
al centro y la derecha». 16 parlamentarios de Perú Libre votaron en contra
de darle la confianza congresal a la nueva premier. Por su parte, el partido
expresó en un comunicado que no pasó a la oposición y que se mantenía «al
lado del pueblo». En febrero de este año, con el nombramiento de un nuevo
Consejo de Ministros, otro comunicado expresaba que «el presidente llegó al
Gobierno con Perú Libre, pero que Perú Libre no gobierna». Personas como
Vásquez son consideradas por Perú Libre parte de la «izquierda caviar».



Días antes de pedirle públicamente a Castillo que abandone el partido,
dirigentes de Perú Libre manifestaron no ser una bancada oficialista, sino
«de apoyo». Y desde que el presidente concretó su renuncia a esa fuerza
política, dos días después, el partido aseguró que asumirá el rol de
«oposición propositiva».



El presidente de la República se queda así sin partido oficialista a menos
de un año de haber asumido el gobierno.



Problemas en el gobierno



A inicios de abril, Castillo enfrentó una de las situaciones más difíciles
de su mandato: 18 regiones del país —once de ellas en donde había ganado de
manera contundente en la segunda vuelta del 6 de junio de 2021— salieron a
las calles a manifestarse en contra de su gestión.



Las movilizaciones las había iniciado el gremio de transportistas de carga
pesada durante los últimos días de marzo, en demanda de medidas efectivas
para la reducción del precio del combustible. En pocos días, comuneros,
agricultores pequeños y comerciantes ambulantes se unieron a las protestas.
Estos grupos, además de sus demandas particulares, reclamaban por el alza
del costo de los productos de primera necesidad.



Lima se unió a las protestas el 5 de abril, día en el que el Poder
Ejecutivo, al prever un estallido social inmanejable, decretó la
«inamovilidad social obligatoria» para Lima y Callao. En la movilización de
la capital se pudo ver a un gran número de personas con banderas de Perú y
camisetas de la selección de fútbol, símbolos de los que se apropió la
campaña de Keiko Fujimori durante la segunda vuelta electoral que dio como
ganador a Pedro Castillo por escaso margen. Lima es una plaza hostil para
Castillo ya desde la campaña electoral. Si en el nivel nacional ganó la
segunda vuelta con 50,12% de los votos válidos, en la capital solo recibió
35,35%.



Existía un profundo contraste entre las protestas de las regiones y la de
Lima. Mientras en la capital se pedía la renuncia del mandatario, en las
regiones uno de los reclamos más escuchadas, además de pliegos de demandas
locales, era que cumpliera sus compromisos electorales. A pesar de estas
diferencias, lo cierto era que el descontento con el gobierno se volvía
generalizado y Castillo perdía sus bases de apoyo.



Las protestas regionales dejaron como saldo al menos cuatro personas
fallecidas y una nueva estrategia de gobierno: los Consejos de Ministros
Descentralizados, espacios de diálogo entre el Ejecutivo y las regiones que
tienen como finalidad que el gobierno central conozca y atienda las demandas
locales.



Si bien el primer Consejo de Ministros Descentralizado de la historia
peruana se celebró en 1869, fue recién en 2004, con el gobierno de Alejandro
Toledo, que este tipo de mecanismo de acercamiento entre Lima y las regiones
fue formalizado. Más tarde, con la gestión del expresidente Ollanta Humala,
se implementó de manera más continua en la agenda del Poder Ejecutivo.
Humala llegó a realizar 20 sesiones descentralizadas durante sus dos
primeros años de gestión, una cifra que no había sido superada hasta la
fecha. En menos de cuatro meses, el gobierno de Pedro Castillo ha realizado
17 de estos eventos.



Los Consejos de Ministros Descentralizados lograron detener la caída de la
popularidad del mandatario en los lugares donde se encuentra su principal
base electoral. El Ejecutivo ha realizado un total de 238 promesas en 15 de
los 17 gabinetes descentralizados realizados desde abril de este año. Una de
ellas fue la presentación de un proyecto de ley que autorice someter a
referéndum la convocatoria a una Asamblea Constituyente que redacte una
nueva Constitución. La iniciativa fue rechazada en el Congreso en la primera
instancia, sin que se permitiera un debate en el Pleno. Ante el rechazo del
Parlamento a una promesa clave para la base de apoyo del gobierno, el
presidente del Consejo de Ministros Aníbal Torres declaró: «El Congreso ya
resolvió, ya se pronunció y eso, por supuesto, termina allí. Ya veremos qué
hará la población, pero nosotros hemos cumplido con un mandato de la
población pronunciado en estos consejos descentralizados».



Efectivamente, el tema no ha vuelto a ser impulsado por el Ejecutivo. Es
importante señalar que la iniciativa del gobierno dejó a un gran sector de
la población desconcertado, debido a que, desde hace meses, el gobierno
había descartado en reiteradas ocasiones impulsar una Asamblea
Constituyente. Sin duda, el anuncio no implicaba un retorno a sus propuestas
de campaña, sino, por el contrario una especie de «fuga hacia
adelante»discursiva. Este tipo de señalamientos contribuyen a la
polarización del país, el único escenario en el que el presidente puede
hallar, de manera algo paradójica, cierta estabilidad.



A pesar de que aún han pasado menos de cuatro meses desde la primera de
estas sesiones, las expectativas de la población, al no ver un avance en la
ejecución de las promesas gubernamentales, se están convirtiendo rápidamente
en una gran decepción. Varias autoridades locales han han expresado en los
medios de comunicación a los medios de comunicación el descontento creciente
frente a las promesas incumplidas de estos consejos.



El Gobierno y sus giros



Una de las características más representativas del gobierno de Pedro
Castillo es su carácter maleable. Este es resultado de la falta de
convicción ideológica del presidente, que le impide articular un programa de
gobierno más o menos definido. Así, los rumbos de este se encuentran
marcados únicamente por su instinto de supervivencia.



La designación de Óscar Graham como reemplazo de Pedro Francke a la cabeza
del Ministerio de Economía y Finanzas es uno de los ejemplos más claros de
dicha situación. Francke fue, durante las elecciones de segunda vuelta
presidencial, la carta de garantía de Castillo ante los sectores que lo
veían como un peligro para la estabilidad macroeconómica. Se trataba de un
economista reformista y moderado —miembro del partido de izquierda Nuevo
Perú, liderado por Verónika Mendoza— que aseguraba responsabilidad fiscal al
mismo tiempo que abogaba por una reforma tributaria que aumentara los
impuestos al sector minero y a las rentas de capital. Graham Yamahuchi, en
cambio, es un economista ortodoxo con una larga carrera en el sector que ha
mantenido la tranquilidad de los mercados, pero al precio de abandonar la
posibilidad de implementar alguna política redistributiva. Graham podría
haber sido el ministro de Economía de cualquier gobierno del pasado.



Otro de los giros durante estos meses ha sido el abandono de la «segunda
reforma agraria», un programa gubernamental que se presentó como sucesor y
complementario de la primera reforma agraria impulsada en 1969 bajo el
gobierno reformista-militar encabezado por el general Juan Velasco Alvarado.
Este apostaba por colocar a la agricultura familiar en el centro de la
política agraria. Con la salida del primer ministro de Desarrollo Agrario y
Riego, el núcleo de la propuesta de Castillo fue reformulado y el
protagonismo lo recibió la gran agroindustria de exportación, que tendría el
deber de «apoyar» a la agricultura familiar a cambio de incentivos
tributarios. En otras palabras, la segunda reforma agraria, recibida en un
inicio con gran expectativa por los pequeños agricultores, significa hoy el
mantenimiento de la orientación de la política agraria de las últimas tres
décadas.



Las izquierdas ante el gobierno



Por estos motivos, la izquierda peruana se ha ido alejando cada vez más del
presidente Pedro Castillo. Un estudio de opinión, publicado en junio, mostró
que solo 25% de los peruanos con una identificación ideológica de izquierda
aprueba la gestión presidencial. Sin embargo, el rechazo al gobierno no
encuentra aún cómo materializarse. Y es que hoy la izquierda peruana se
encuentra en una disyuntiva: seguir apoyando a Castillo, a pesar de su idas
y venidas, o sumarse a la oposición, que planea destituirlo en el Congreso
(«vacarlo») desde el primer día para así llegar al poder.



Este dilema lo han experimentado, con mucha mayor intensidad, fuerzas
progresistas como Nuevo Perú. Sus discrepancias, en algunos casos, han
terminado en rupturas públicas.



«A mí, ante las dificultades, mis padres me enseñaron que había que poner el
hombro y no sentarse a criticar desde la comodidad de quienes tienen la vida
resuelta. Eso es lo que he hecho y eso es lo que haré. Acepto la decisión
[de] Nuevo Perú y dejo a un partido que ayudé a fundar pero que hoy ya no es
útil a las clases populares peruanas». De esta manera Anahí Durand, hasta
entonces presidenta de Nuevo Perú, informó, a través de sus redes sociales,
su separación del partido. Durand, quien se desempeñó por varios meses como
ministra de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, estaba en contra de que su
partido retirara su apoyo al gobierno y, ante los desacuerdos con otros
dirigentes Durand abandó Nuevo Perú tras presidirlo durante unas pocas
semanas en reemplazo de Verónika Mendoza.



Por su parte, Mendoza había hecho público su alejamiento con el gobierno a
inicios de este año y había llamado a tomar las calles, pues no habría
«proceso de cambio sin un pueblo consciente, organizado y movilizado». La
crítica de Nuevo Perú llegó varios meses después. Sin embargo, esta posición
no ha estado exenta de polémicas partidarias mientras la izquierda no deja
de debilitarse.



En Perú Libre los problemas internos también han terminado en grandes
divisiones. De esta manera, de los 37 congresistas que en un inicio
conformaban la bancada oficialista en el Parlamento hoy solo quedan 21. Cabe
señalar que la composición de la bancada parlamentaria de Perú Libre
representaba la alianza entre el partido y el sector magisterial de
Castillo. 19 eran los militantes de Perú Libre y 18 los representantes del
magisterio. Todos ellos conforman ahora tres grupos parlamentarios: Perú
Libre, en el que se han quedado los militantes que siguen la línea
partidaria; la bancada magisterial, conformada por 10 parlamentarios, y Perú
Democrático, un grupo compuesto por algunos disidentes de Perú Libre y  de
otros partidos.



Las divisiones, en este caso —a diferencia de las rupturas de las bancadas
de derecha, que no cambian la correlación de fuerzas entre Ejecutivo y
Congreso— afectan el escenario político, pues el soporte que cada una de
estas agrupaciones dará al gobierno, cuyo principal objetivo es evitar ser
«vacado» por el Congreso, se encuentra en entredicho. Perú Libre, por
ejemplo, ha brindado los votos determinantes para concretar diferentes
acciones en contra del gobierno, votando en la misma dirección de los
partidos de la derecha peruana más radical n ocasión de la censura de varios
ministros y la derogación de algunas de sus iniciativas, como el Decreto
Supremo N° 001-2022-TR, a pesar de que con este se buscaba mejorar la
condición laboral de los trabajadores tercerizados.



Las controversias de las izquierdas peruanas no solo han sido
intrapartidarias. Así pues, la relación entre Nuevo Perú y Perú Libre se ha
vuelto cada vez más hostil. Si bien desde los inicios del gobierno de
Castillo, Perú Libre comenzó a atacar y calificar a los miembros de Nuevo
Perú como «caviares», desde hace unos meses Nuevo Perú ha empezado a
retornar las críticas, calificando al partido liderado por Cerrón como
«funcional a las bancadas neoliberales» y «enemigo de la clase trabajadora».



La oposición



Mientras la izquierda se enfrenta entre sí y, de esta manera, frustra
cualquier proyecto común, las fuerzas de oposición al gobierno han logrado
mantener un discurso machacón en el que siguen denunciando el supuesto
fraude electoral y «acusando» al gobierno de comunista.



La victoria de Castillo polarizó a los peruanos. Su llegada al escenario
político nacional despertó dos imaginarios antagónicos en la población. Para
los sectores socioeconómicos más bajos, que se percibían como perdedores del
crecimiento económico de las últimas décadas, la imagen de Castillo, un
profesor rural y líder de la facción más radical del magisterio, trajo una
gran esperanza. Castillo fue visto como una suerte de refundador de la
patria que sacaría al Perú de 200 años de injusticia social. No obstante,
para otro grupo de la población, el actual presidente fue percibido como un
comunista irracional que llevaría a Perú al desastre y a la pobreza. Ese
enfrentamiento se expresó en la segunda vuelta en la batalla entre Castillo
y Keiko Fujimori, dos postulantes que habían llegado al balotaje con escasos
votos y un fuerte rechazo.



Después de meses de gobierno, para gran parte de la población estos dos
imaginarios han sido superados. Castillo ya no despierta esperanzas de
cambio y cada vez son más quienes son conscientes de que la «amenaza
comunista» no existe (y nunca existió), que se trata más bien de un gobierno
improvisado y, al igual que muchos de los anteriores, con varios escándalos
de corrupción. No obstante, la oposición parlamentaria no ha sabido rehacer
su discurso y sus críticas, alejándose así de una importante parte de la
población que se encuentra en contra del gobierno.



Además, debido a que la oposición no tiene un liderazgo claro, la figura más
representativa ha terminado siendo María del Carmen Alva, la actual la
presidenta del Congreso y una política perteneciente a las filas de Acción
Popular —un partido bisagra—, pero que en la práctica se mantiene más
cercana a los partidos que componen la oposición más extrema.



La figura política que encarna Alva es contraria a la de Castillo. Su estilo
prepotente, junto a algunas de sus declaraciones y gestos que han sido
considerados como racistas por una gran parte de la opinión pública, hacen
que su popularidad sea extremadamente baja. El último estudio de opinión
publicado realizado por el Instituto de Estudios Peruanos (IEP) es
contundente: mientras 18% de los peruanos la aprueba, 75% la desaprueba. Si
bien una popularidad baja es completamente normal en el Perú de los últimos
años, es la imagen de cabeza de la oposición lo que termina jugándole en
contra a toda ella.



En los planes de la oposición, la vacancia de Castillo no significa la
asunción del cargo de la vicepresidenta Dina Boluarte. En la actualidad, el
Congreso impulsa una denuncia constitucional en su contra con el fin de
inhabilitarla del cargo. De lograrlo, de acuerdo con la Constitución, quien
asumiría la presidencia, ante la vacancia de Pedro Castillo, sería quien
ocupe la Presidencia del Congreso, es decir Alva. Por ello, en esas
circunstancias, un sector de la población sigue viendo en Castillo, al igual
que en la campaña electoral pasada, al «mal menor» frente a lo que se
percibe como un potencial gobierno conservador y elitista. En buena medida,
podemos decir que los mejores activos de Castillo son su oposición y la
situación de polarización política en la que se encuentra sumido el país.



No existen indicios de un cambio de rumbo en el gobierno. La novedad más
cercana es la elección de una nueva Mesa Directiva en el Congreso, en la que
se elegirá al nuevo presidente de esta institución. Esta elección puede
significar una mejor representación para la oposición, lo que debilitaría
seriamente al gobierno, o una nueva relación entre Ejecutivo y Congreso, tal
vez la opción menos probable. Pero en virtud de la inestabilidad política
peruana al elegir la cabeza del Congreso quizás se termine eligiendo al
próximo ocupante del sillón presidencial.



* María Sosa Mendoza, es licenciada en Periodismo por la Universidad de
Lima. Escribe para el Instituto de Defensa Legal de Perú y en el periódico
La Plaza. Ha formado parte de la redacción de Perú21.

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