Capital ficticio/ Reflexiones sobre las criptomonedas. [Rolando Astarita]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Dom Jul 24 22:53:28 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

24 de julio 2022

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Capital ficticio



Reflexiones sobre las criptomonedas



Rolando Astarita *

Marxismo & Economía, julio 2022

https://rolandoastarita.blog/



En varias ocasiones lectores del blog me han preguntado por la naturaleza de
las criptomonedas, y si se las puede considerar dinero en sentido pleno. En
lo que sigue presento algunas reflexiones hipótesis provisorias, sobre el
asunto. Comienzo, en base a papers e informes del Banco de Pagos
Internacionales, y otros organismos, con lo básico sobre las cripto.



Sistemas de pagos tradicionales y criptomonedas



En los pagos digitales con cuentas bancarias (la inmensa mayoría en las
sociedades actuales) es necesario que un intermediario controle la
transacción. Por ejemplo, si me pagan con un cheque de $100 girado contra
una cuenta del mismo banco en el que poseo una cuenta, el banco actúa como
intermediario: verifica que el cheque tenga fondos, debita $100 en la cuenta
del pagador y acredita $100 en la mía. Si me pagan con un cheque girado
contra una cuenta en otro banco, el intermediario será el banco central. En
cualquiera de los casos, el intermediario, o contraparte central, verifican
y registran las transacciones. Así, el registro (ledger) documenta la
transacción y la variación resultante de riqueza que experimenta el que paga
y el que cobra. En igual sentido, sistemas de pago como Visa o PayPal actúan
como intermediarios de las transacciones. Por eso, los sistemas de pagos
basados en cuentas de dinero dependen de la capacidad de verificar la
identidad del tenedor de la cuenta. Y cuando el pago se hace en efectivo, la
verificación se reduce a comprobar que el billete no sea falsificado.



Las criptomonedas en principio sirven para transferencias de dinero entre
países y diversas transacciones. No existen de forma física; se almacenan en
una cartera digital y utilizan la criptografía para garantizar su
titularidad y las transacciones. Tengamos presente que la criptografía
permite generar claves para dar seguridad; el comercio on line y la banca la
utilizan desde hace tiempo. En el caso de las criptomonedas, una billetera
digital se rige por una clave privada –es una larga cadena de caracteres-
que actúa como contraseña. Pero, más en general, las cripto presentan un
enfoque distinto del que rige en los sistemas habituales de pagos, ya que
tienen como premisa la descentralización. Esto es, el universo cripto prevé
que los controles y balances no sean provistos por un banco central o
intermediarios de confianza, sino por una multitud de validadores anónimos.
Con ello se busca mantener al sistema libre de la influencia de entidades
como son los grandes bancos y los bancos centrales. Por eso se habla de
“finanza descentralizada” (DeFi en inglés), que busca replicar, con las
cripto, los servicios financieros convencionales. La idea es que el registro
de las transacciones y transferencias sea distribuido (por eso algunos
pretenden que esto significa una liberación del control que ejercen los
capitales financieros y los organismos monetarios).



Pero en este punto el desafío es evitar el problema “del doble gasto”. Es
que una moneda digital es fácilmente reproducible (a diferencia de un
billete de banco) y por lo tanto puede ser usada de manera fraudulenta,
gastándola más de una vez. Esto ocurre por ejemplo si un usuario, después de
haber realizado la compra de un bien o servicio, convence a los validadores
de que no se realizó la transacción. Si tiene éxito, conservará su balance
en criptomoneda y el bien o servicio que obtuvo, mientras la contraparte (el
vendedor) se quedará sin nada. De ahí la posibilidad de que el doble gasto
socave la confianza en la criptomoneda.



Para resolver el problema se requiere que, como mínimo, alguien lleve el
registro de todas las transacciones. Pero en lugar de que ese registro sea
llevado por un agente intermediario, está distribuido. Es la “tecnología de
registro distribuido” (Distributed Ledger Technology, DLT), que permite a
sus miembros verificar, realizar y registrar sus transacciones en una
relación “entre pares” (P2P), o sea, sin contraparte central. En este caso,
el registro distribuido es como un archivo (puede pensarse en una hoja del
Excel de Microsoft) que comienza con una distribución inicial de la
criptomoneda y registra todas las transacciones que le siguen. Una copia
actualizada de todo registro es almacenada por cada usuario. En consecuencia
estos pueden verificar directamente en sus copias del registro que se
realizó una transferencia y que no hubo doble gasto. Por eso, esencialmente,
la criptomoneda es un símbolo virtual, encriptado, que puede ser
intercambiado utilizando una red descentralizada.



Blockchain y minado



Como se explicó en el apartado anterior, el problema central es evitar el
doble gasto y mantener la confianza en que los validadores actualizan con
precisión el registro de las transacciones realizadas. Si se cumplen estas
condiciones los usuarios del sistema estarán seguros de que reciben y
mantienen la propiedad de sus balances de las criptomonedas. Esa confianza
se basa en un blockchain, o cadena de bloques. Un bloque es un archivo donde
se almacena y encripta la información de las transacciones realizadas
durante un período y que todavía no han sido almacenadas. Es la base de la
cadena. Los bloques están identificados con grandes números que incluyen
información encriptada de transacciones anteriores y la información de la
nueva transacción. Una vez que los datos de las nuevas transacciones son
validados, el bloque se cierra. Entonces se crea un nuevo bloque para las
nuevas transacciones que deben ser ingresadas y validadas. Así, un
blockchain es un libro que registra todas las transacciones pasadas, y se
actualiza con la incorporación de nuevos bloques.



Los validadores compiten entonces por el derecho de actualizar la cadena con
un nuevo block. La competencia ocurre de varias formas. En el caso del
Bitcoin es mediante el proceso de “minado”. Los mineros (los validadores de
las transacciones) compiten para solucionar problemas computacionales que
son costosos, conocidos como proof-of-work (PoW). La tarea consiste en hacer
el PoW: es acertar, con el empleo de las computadoras, un número secreto
aleatorio. Por lo tanto, cuando ocurren las transacciones los mineros
utilizan el poder computacional que poseen para probar muchas combinaciones
hasta dar con el número. El ganador tiene entonces el derecho de actualizar
la cadena con un nuevo block. Cuando eso sucede, la transacción es
verificada y toda la red actualiza el registro. Aproximadamente cada 10
minutos se agrega al blockchain un nuevo bloque que incluye las nuevas
transacciones. Además, dado que cada nuevo bloque comienza con el bloque
anterior, la probabilidad de que sea falsificado es prácticamente cero, ya
que el usuario que quisiera cometer fraude debería tener más poder
computacional que toda la red junta.



Costos de emisión



Dado que la validación de la transacción y el minado son costosos, se
necesita recompensar a los mineros. De lo contrario, no existiría el minado.
En Bitcoin, por ejemplo, tales recompensas son financiadas con la creación
de nuevas monedas y tarifas por transacción. El costo de producción del
Bitcoin comprende lo invertido en capital fijo (computadoras, programas) y
en electricidad, más el personal dedicado a mantener las operaciones. Se ha
calculado que el gasto en electricidad por el minado, a nivel global,
equivale al que realiza un país mediano como Tailandia o Irlanda. Y los
gastos en equipos han tendido a aumentar. Es que los problemas
computacionales se hacen más complejos a medida que se desarrolla la
criptomoneda y por lo tanto los equipos y programas también son más
costosos. De manera que la recompensa a los mineros proviene de la creación
de nuevos Bitcoins y de las tarifas por transacciones que deben pagar los
usuarios. El sistema ha sido diseñado de manera que los nuevos Bitcoins sean
creados a una velocidad predeterminada y desacelerándose gradualmente.
Actualmente hay unos 18,9 millones de Bitcoins y el suministro máximo, que
se alcanzaría en 2025, se estableció en 21 millones.



Otro mecanismo de consenso



Apuntamos que algunas cripto, en lugar del PoW utilizan la “prueba de
participación” (Proof of Stake, PoS). Esta reemplaza el PoW por una red de
validadores que han invertido suficientes monedas como para activar un
software validador. Por eso en PoS no se necesita una gran inversión en
equipos de computación; es suficiente con poseer cierta cantidad de monedas.
Los validadores son remunerados con las tarifas por transacciones. Si un
nodo valida transacciones equivocadas, puede ver confiscadas sus monedas y
revocado su estatus de validador. La criptomoneda Ethereum, por ejemplo,
está en la transición del consenso de minería PoW al PoS.



Stable coins



Dada la gran volatilidad de las criptomonedas, se han creado las stable
coins. Son criptomonedas cuyo valor está atado a una moneda estatal, como el
dólar o el euro, o a una mercancía como el petróleo o el oro. Por ejemplo,
una criptomoneda respaldada por dólares tendrá un inventario en dólares
igual al valor de las monedas en circulación. Si está vinculada al oro,
tendrá un stock de oro cuyo valor iguale a las monedas en circulación.
Cuando un inversor compra $100 en criptomoneda estable, el emisor crea el
valor equivalente en la criptomoneda estable. Cuando un inversor vende por
valor de $100 en criptostable, el emisor destruye el valor equivalente en
criptomoneda.



Las stable coins son consideradas más seguras que las criptomonedas, pero
también son pasibles de fortísimas oscilaciones de sus valores. En este
respecto es ilustrativa la stable coin TerraUSD, emitida en una relación 1:1
con el dólar. En mayo de 2022 perdió casi por completo su valor. Su caída,
además, arrastró al resto del mercado y en solo 24 horas se perdieron US$
200.000 millones de capitalización de las criptomonedas.



La criptomoneda no es expresión general del valor



A partir de lo anterior se plantea la pregunta de si la criptomoneda es
dinero. Pienso que, desde un enfoque marxista, no es dinero, aunque cumple
una función dineraria, a saber, ser medio de circulación. La razón
fundamental para no considerar a la criptomoneda dinero es que no cumple el
rol básico del equivalente general, que es ser expresión general del valor
y, por lo tanto, medida de valor. Para decirlo en lenguaje sencillo, el
valor del Bitcoin o de Ethereum se expresa en dólares, pero el valor del
dólar no se expresa en Bitcoins o Ethereums.



Por eso, las criptomonedas tampoco constituyen un pasivo del emisor (aunque
sí puede considerarse un pasivo la emisión de stable coins, en la medida en
que son redimibles por el activo que hace de respaldo). Una consecuencia de
que las cripto no sean medida de valor es que las variaciones de su cantidad
no influyen en la magnitud de valor que expresan las monedas de banca
central. Enfatizamos por eso que la criptomoneda debe referenciarse siempre
al dinero (dólar, euro, etcétera) que es la expresión última del valor de
cambio. Incluso cuando un inversor utiliza una criptomoneda para realizar
transferencias internacionales, su referencia es el precio de la misma
expresado en dólar (o alguna otra divisa fuerte). Esta referencia a una
moneda signo de valor (fiat money) se impone también por la cantidad de
criptomonedas que están hoy en circulación (superan las 19.000).



Las cripto entonces no constituyen signos de valor, pero se pueden utilizar
para la compra y venta de bienes y servicios, y para realizar transferencias
transnacionales de dinero (que son muy engorrosas por las vías bancarias
tradicionales). Este parece constituir su valor de uso propio, y en este
respecto cumplen una función monetaria. Pero esto no es suficiente para que
constituyan dinero. Después de todo, existen muchos instrumentos –por
ejemplo, tarjetas de crédito o débito, cheques, letras de cambio- que no son
dinero en sentido pleno (no son medida de valores, ni expresiones de valor),
pero sirven como medios de circulación.



Interludio sobre las monedas digitales de banca central



A fin de profundizar en la comprensión de las criptomonedas puede ser útil
referirse brevemente a las monedas digitales de banca central (CBDC, en
inglés) que varios bancos centrales están estudiando introducir en sus
sistemas de pago. En particular porque con el Covid aumentaron mucho las
compras on line y las transferencias digitales.



En primer lugar, es importante aclarar que la moneda digital no es efectivo
(o cash). Se utiliza para transacciones pero es distinta que los dólares o
euros que se tienen en una cuenta bancaria, y su valor está referido a la
moneda central del país que la emite. En este sentido, es la forma digital
del dinero emitido por el gobierno, y tiene curso forzoso. Por eso, en tanto
reserva y medida de valor, las CBDC seguirán referenciándose en la moneda de
banca central (dólar, euro, etcétera). Esta vinculación en épocas de
negocios normales no se pone a prueba, pero puede ser crítica durante una
crisis financiera. Como lo ha manifestado la FED (que tiene bajo estudio la
CBDC), durante una crisis financiera puede no haber suficiente liquidez de
banca central para satisfacer los retiros. En notas anteriores, dedicadas a
la teoría monetaria de Marx, señalé que esa “reducción a cash” de gran parte
de los dineros que funcionan como medios de circulación (promesas de pago,
instrumentos de crédito) es una manifestación de que el dinero no puede, al
menos por ahora, desvincularse del dinero “de alta potencia” (y en última
instancia el oro) que funge como expresión de valor.



Las criptomonedas como capital ficticio



En una entrada anterior hemos presentado la noción de capital ficticio
(https://rolandoastarita.blog/2012/05/20/que-es-capital-ficticio/). Con ese
término Marx designa los activos financieros cuyo valor no se corresponde
con algún capital real que lo sustente. Los títulos de deuda del Tesoro son
un ejemplo típico de capital ficticio, ya que detrás de ellos no existe un
capital en proceso de valorización (generación de plusvalía). También puede
considerarse capital ficticio el valor bursátil de una empresa cuando
excede, en alguna proporción significativa, su valor real (de reposición).



En el mismo sentido, las criptomonedas parecen encajar en la noción de
capital ficticio. Por supuesto, puede considerarse que en la medida en que
cumplen un rol en el sistema de pagos y transferencias de fondos –función
típica del capital bancario- y hay trabajo humano involucrado en ello
(equipos de computación, consumo de electricidad, personal en la gestión),
podría hablarse de generación de valor. Sin embargo, las criptomonedas son
adquiridas por los inversores principalmente con el objetivo de incrementar
su valor. Por lo cual su demanda puede superar en mucho las necesidades de
las transferencias a realizarse, y en consecuencia su precio es pasible de
experimentar fuertes alzas, asociadas a olas de optimismo alcista; y fuertes
desvalorizaciones, en escenarios bajistas y de pesimismo de los inversores.
De ahí la importancia que tiene el trading, impulsado por el apalancamiento,
de las cripto. Recordemos que el apalancamiento consiste en utilizar dinero
tomado en préstamo para comprar activos, que a su vez pueden darse en
garantía para adquirir más activos. En la medida en que los precios suban,
el apalancamiento impulsa a nuevas alzas… hasta que sobreviene la caída y el
proceso se revierte (sobre el apalancamiento, aquí). Como ejemplo, la
capitalización de mercado de las criptomonedas en junio de 2022 era la
cuarta parte de lo que era ocho meses antes.



En la medida en que las alzas son alzas de capital ficticio, y las caídas
destrucción de capital ficticio, las montañas rusas de los precios tienen
poca relación con los fundamentos que subyacen a las valorizaciones o
desvalorizaciones de los capitales reales (que generan plusvalía a partir de
la explotación del trabajo asalariado). Por este motivo el rol de las
criptomonedas como reservas de valor es muy limitado. Y las pérdidas, en
caso de caída, pueden ser totales. Un ejemplo: Coinbase Global, una de las
mayores plataformas de criptomonedas del mundo, no solo informó (junio 2022)
pérdidas por US$ 430 millones en el último trimestre, sino que también
admitió que en caso de bancarrota sus millones de usuarios podrían perder
todas las criptomonedas contenidas en sus cuentas (Coinbase tiene la clave
privada para acceder a las billeteras digitales. Bonita manera de
“descentralizar”).



En cualquier caso, y dada la inestabilidad de los precios de las
criptomonedas, en coyunturas de incertidumbre, o de crisis, lo típico de los
inversores es salir de los activos riesgosos –las cripto incluidas– y buscar
refugio en monedas fuertes. Es la preferencia por la liquidez keynesiana; o
el atesoramiento, señalado por Marx, a la espera de volver a entrar en el
mercado.



Medio de transacción y problemas crecientes de escala



El valor de uso de la criptomoneda, hasta ahora, consiste en ser un medio
para el cambio y las transferencias de dinero entre países. Pero incluso
este rol no está exento de serios problemas. Es que a medida que aumentan
las operaciones, las transacciones se hacen más engorrosas y complejas. En
este punto cobran relieve las transacciones por segundo (TLP) que puede
procesar una red, indicador de su capacidad para evitar congestiones. Y las
criptomonedas tienen problemas relacionados con la escala de las
transacciones, ya que las TPS de las blockchains son sensiblemente menores
que las de instituciones centralizadas. Bitcoin, por ejemplo, procesa 7
transacciones por segundo, en tanto Visa dice poder procesar 24.000 TPS; y
Mastercard unas 5000 en promedio. Además, dado que cada vez que la
blockchain quiere validar transacciones, debe bajar toda la historia de la
transacción, el proceso se hace lento; el tiempo promedio de confirmación de
una transacción con Bitcoin es 10 minutos. Y a medida que aumenta la escala
de operaciones, la cadena consume más y más tiempo.



Las cripto que utilizan PoS mejoran ese desempeño. Por ejemplo el TPS de
Ethereum es de 30 y el tiempo promedio de confirmación de la transacción 6
minutos. Aunque no representan una solución acabada a las limitaciones que
tiene el aumento de la escala de operaciones. Para aumentar la escala, una
solución son las blockchains privadas; pero no son descentralizadas. En
otras soluciones se aumenta la escala y se mantiene la descentralización,
pero al precio de renunciar a seguridad. En las blockchains públicas se
mantiene la seguridad y descentralización, pero se renuncia a la escala.



Por otra parte, a medida que aumenta el número de transacciones muchas
operaciones a través de las cripto pueden pasar a ser antieconómicas cuando
se las compara con los sistemas de pagos centralizados más tradicionales. Lo
cual pone un límite, al menos en tanto no se superen las actuales
tecnologías, a las posibilidades de que las cripto aumenten su participación
como medios de cambio en las transacciones cotidianas.



¿Liberarse del dominio del capital?



Termino esta nota con una reflexión en torno a la pretendida “liberación”
que posibilitarían los intercambios P2P basados en las “tecnologías de
registro distribuido”. Además de las limitaciones señaladas en lo que
respecta al rol “bancario-medio de circulación” de las criptomonedas, lo
esencial es que acabar con el dominio del capital –incluido el capital
financiero- no es una meta que pueda alcanzarse por algún artificio
tecnológico, o monetario-tecnológico, por más sofisticado que sea este. El
control del capital, y la explotación del trabajo, no se basan en la
existencia del intermediario, o contraparte en las transacciones digitales,
sino en la propiedad privada de los medios de producción y de cambio. Que
las transacciones sean verificadas de manera centralizada o descentralizada
es una cuestión menor, y no afecta a la esencia del asunto, la relación de
explotación capitalista. Incluso desde el punto de vista empírico, la
aparición, en la última década, de varios miles de criptomonedas, y su
crecimiento en valor, no debilitó la concentración del capital, ni el
dominio del capital sobre el trabajo.



* Economista, docente en la Universidad Nacional de Quilmes y en las
Facultades de Ciencias Sociales y de Ciencias Económicas de la UBA
(Universidad de Buenos Aires), Autor de “Keynes, poskeynesianos y
keynesianos clásicos”. (Universidad Nacional de Quilmes editorial, 2018).

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