Brasil/ El hambre se dispara a niveles de hace tres décadas, alcanza a 33 millones de personas. [Naiara Galarraga Gortázar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Jue Jun 9 12:31:49 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

9 de junio 2022

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Brasil



El hambre en Brasil se dispara a niveles de hace tres décadas al alcanzar
los 33 millones de personas



Las personas hambrientas aumentan en 14 millones en un año, según una
encuesta nacional realizada por la red Penssan, una alianza de
investigadores académicos y ONG.



Naiara Galarraga Gortázar, desde São Paulo

El País, 8-6-2022

https://elpais.com/internacional/



Una encuesta realizada puerta a puerta por todo Brasil ha traducido en una
detallada radiografía lo que salta a la vista con el espectacular aumento de
personas sin techo, de las colas ante los comedores benéficos y de lo vacías
que están las carnicerías en las zonas rurales o en las favelas: el fuerte
aumento del hambre. Unos 33 millones de brasileños (el 16% de la población)
no tienen qué comer, según una encuesta realizada por la Red Penssan, una
alianza de investigadores académicos y organizaciones de la sociedad civil,
divulgada este miércoles. En poco más de un año, los hambrientos se han
incrementado en 14 millones (es decir, más que los habitantes de São Paulo,
la ciudad más poblada de América Latina). Durante la pandemia, el hambre se
ha disparado a niveles de hace tres décadas.



Ni la epidemia del coronavirus, ni el agravamiento de la crisis económica
que ha conllevado son el único factor que explica este brutal aumento del
hambre. Esta segunda encuesta nacional apunta a los desastrosos efectos del
desmantelamiento de políticas públicas vitales para las familias pobres. Por
ejemplo, las compras institucionales que permiten a los pequeños
agricultores disponer de una renta por suministrar alimentos a las escuelas.
Que los niños no vayan al colegio significa aprender menos, pero también
alimentarse peor porque ya no tienen un desayuno o una merienda
garantizados.



La encuesta se basa en visitas a más de 12.000 hogares repartidos por casi
todo el vasto y desigual territorio del país, que fueron realizadas entre
noviembre y abril pasados.



Nilson de Paula es investigador de Políticas Públicas, uno de los autores
del informe de la Red Brasileña de Investigación sobre Soberanía y Seguridad
Alimentaria
(https://pesquisassan.net.br/2o-inquerito-nacional-sobre-inseguranca-aliment
ar-no-contexto-da-pandemia-da-covid-19-no-brasil/) y así define el hambre:
“Cuando un miembro de la familia deja de alimentarse, ya no queda comida ni
tienen dinero para comprarla”. El profesor de la Universidad Federal de
Paraná recalca al teléfono desde Curitiba que “el hambre es un proceso”.



Antes de llegar a padecerlo, las necesidades se van acumulando. Los 33
millones de ciudadanos hambrientos son parte de un grupo mucho mayor, el de
los 125 millones de brasileños que viven de manera cotidiana con la
inquietud de si van a tener dinero o alimentos que colocar en el plato para
desayunar, comer o cenar.



El favorito en las encuestas para las próximas elecciones, Luiz Inácio Lula
da Silva, del izquierdista Partido de los Trabajadores, se ha referido a los
preocupantes datos a primera hora de la mañana en un tuit. Lula ha recordado
que cuando llegó a la presidencia, en 2003, su “meta era simple: garantizar
tres comidas al día para los brasileños”. A eso ha añadido: “Sacamos a
Brasil del mapa del hambre, pero desgraciadamente nuestro país retrocedió”.
El hambre vuelve a ser una de sus banderas, como lo fue a principios de
siglo.



Bien es cierto que entonces la situación económica del mundo en general, y
de Brasil en particular, era mucho mejor. Eran los años del boom de las
materias primas. Pero, además, los Gobiernos de Lula y de Dilma Rousseff
dieron a las políticas contra la pobreza una prioridad nunca vista en
Brasil. El hambre cayó al 4,3%, según datos oficiales citados en la actual
encuesta.



Una recesión económica impulsó el descontento y la destitución de Rousseff.
La economía brasileña lleva una década estancada y los siguientes Gobiernos,
grandes defensores de recetas liberales, fueron sistemáticamente
desmantelando buena parte de esas ayudas. El presidente Jair Bolsonaro ha
rebautizado Bolsa Familia, el programa más famoso y eficaz contra la
pobreza, como Auxilio Brasil y ha duplicado la cuantía. Lo considera su gran
reclamo ante los más pobres, pero ni así ha logrado atraer más apoyos entre
ellos, según reflejan las encuestas. Para la red Penssan, “las medidas
gubernamentales para contener el hambre son aisladas e insuficientes” con
una inflación desbocada y rentas menguantes.



El hambre, como todo en Brasil, no escapa a la desigualdad. Como suelen
decir los activistas brasileños, tiene género y color. La información
recabada por los encuestadores permite hacer una radiografía de los
hambrientos. Viven en un hogar —o una chabola— que encabeza una mujer negra
con hijos y está ubicado en el campo en el norte del país.



El profesor de Paula subraya que, “en una sociedad marcada por una profunda
desigualdad como la brasileña, no es posible que el problema del hambre sea
resuelto por las meras fuerzas del mercado”. Explica que en los últimos años
“la negligencia del Estado ha pasado a ser determinante. Existe una
precarización sistemática de las políticas públicas”, impulsada por
Gobiernos partidarios del Estado mínimo. Y la pandemia ha agravado un
panorama cada vez más hostil para los pobres, con el paro en aumento y los
salarios y la renta en caída.



Por si fuera poco, una inflación que está entre las más altas del mundo
corroe especialmente el bolsillo de los que menos tienen. Y la inflación se
come el aumento del salario mínimo. Datos que dibujan un panorama
catastrófico para buena parte de los brasileños.



Un tercio de la ciudadanía vive con menos de medio salario mínimo, fijado en
1.212 reales (230 dólares, 250 euros). El hambre en Brasil es un problema,
sobre todo, de renta, de falta de dinero, insiste el coautor del informe.
Para ilustrarlo, ofrece el siguiente dato: “Entre los que ganan por encima
de un salario mínimo, el hambre, la inseguridad alimentaria grave, es solo
del 3%”.



* Naiara Galarraga Gortázar, es corresponsal de EL PAÍS en Brasil. Antes fue
subjefa de la sección de Internacional, corresponsal de Migraciones, y
enviada especial.

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