Estados Unidos/ Biden perpetúa la tradición imperial en la cumbre de las Américas. [Roberto Montoya]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Sab Jun 11 15:06:58 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

11 de junio 2022

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Estados Unidos



Biden perpetúa la tradición imperial en la cumbre de las Américas



Roberto Montoya *

Público, 9-6-2022

https://blogs.publico.es/



Estados Unidos ha convocado para esta semana en Los Angeles la IX Cumbre de
las Américas invitando a los mandatarios de 'casi' todos los países
americanos, más de treinta. 'Casi' todos pero no todos, porque siguiendo la
tradición que inauguró Bill Clinton en 1994 con la primera de esas reuniones
esta vez también hay gobernantes excluidos.



En la I Cumbre fue excluida Cuba, ahora, además de la eterna isla rebelde
también se ha decidido excluir a los presidentes de Venezuela y de
Nicaragua, porque, al igual que entonces, se invita solo a 'gobiernos
democráticos´.



Tal como entonces Estados Unidos contó ahora para programar el evento con la
complicidad de la OEA (Organización de Estados Americanos), su principal
instrumento político en la región, y con  multinacionales, fundaciones y
organizaciones civiles con intereses en la zona que participarán en foros
previos a la reunión de los mandatarios del jueves 9 y viernes 10.



En 1994, cuando tuvo lugar la I Cumbre, hacía pocos años que se había
acabado la Guerra Fría, el mundo se había convertido en unipolar; Estados
Unidos sacaba pecho, había vencido a la única otra superpotencia mundial
económica, política y militar, la Unión Soviética.



El capitalismo había derrotado al socialismo y EEUU ya podía diseñar un
Nuevo Orden Mundial a su antojo.



Para seguir dominando como siempre a América Latina y el Caribe, su 'patio
trasero', ya no necesitaba ni le resultaban útiles las dictaduras militares
que venía ayudando a implantar y mantener en el poder a sangre y fuego desde
el siglo XIX en buena parte de los países de esa amplísima región del mundo.



Bastaba ya con apoyar a gobiernos con fachada democrática -aunque tuvieran
graves déficit democráticos- siempre que tuvieran un claro perfil
neoliberal, dispuestos a privatizaciones generalizadas de empresas públicas,
a políticas de ajustes drásticos, a abrir de par en par las puertas de sus
respectivos países a las multinacionales estadounidenses, y a secundar la
política exterior y de seguridad de Estados Unidos.



Bill Clinton inició en 1994 la política excluyente



Y fue así que entre los democratiquísimos mandatarios latinoamericanos
invitados por Bill Clinton a la cumbre de Miami de 1994 estaban el argentino
Carlos Saúl Menem; el peruano Alberto Fujimori; el mexicano Ernesto Zedillo
(los tres luego enjuiciados por corrupción y autoritarismo); el guatemalteco
Ramiro de León Carpio, quien años después se convertiría en estrecho
colaborador del ex dictador genocida de poblaciones indígenas Ríos Montt; el
colombiano Ernesto Samper, acusado judicialmente en el Proceso 8000 de haber
financiado su campaña electoral con dinero del narcotráfico; el ecuatoriano
Sixto Durán-Ballén, cuyo gobierno se vió envuelto en graves casos de
corrupción, al igual que el uruguayo Luis Lacalle. Y la lista sigue.



Muchos de los mandatarios invitados a las posteriores cumbres tenían
perfiles tan democráticos y ejemplares como los mencionados, pero Cuba
seguía siendo la mala de la película. La OEA había expulsado a Cuba de su
seno en 1962 y parecía coherente que EEUU la siguiera excluyendo de
cualquier proyecto interamericano.



EEUU preveía que una vez atomizada la URSS en 1991 y desmoronados los
gobiernos bajo su órbita de la Europa del este, el régimen cubano seguiría
el mismo camino. Han pasado varias décadas desde entonces y han pasado
presidentes demócratas y republicanos por la Casa Blanca... pero Cuba sigue
ahí, manteniendo su soberanía y su dignidad.



Las políticas neoliberales de los '90 acentuaron drásticamente la
desigualdad en América Latina hasta convertirla en la zona de mayor
desigualdad social de todo el mundo.



En aquella primera cumbre de 1994 Bill Clinton lanzó su ambicioso proyecto
neoliberal para la región, el ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas),
pero no contaba con que pocos años después, a partir de 1998, se iniciara
una ola de gobiernos progresistas en América Latina que rechazó ese proyecto
y lo sepultó definitivamente en la IV Cumbre de las Américas de Mar del
Plata (Argentina) en 2005.



"¡ALCA, ALCA, al carajo!", fue el estribillo con el que Hugo Chávez celebró
aquel entierro.



Años después, afectados principalmente por la crisis financiera de 2008 y
por la fuerte contraofensiva neoliberal, pero también por indiscutibles y
graves errores propios, América Latina volvió a experimentar un brusco giro
ideológico.



Biden, inmune ante los nuevos aires progresistas en la región



A través de golpes 'blandos' y también a través de las urnas, fueron cayendo
uno a uno varios de los gobiernos progresistas que habían impulsado
importantes pero no suficientes reformas sociales. Algunos de los pocos que
lograron mantenerse en pie sufrieron desviaciones y retrocesos.



Sin embargo Joe Biden pareciera no tener en cuenta que la región experimenta
en el último periodo un nuevo cambio. Otra oleada de nuevos gobiernos
progresistas -aunque de muy variadas características- vuelven a cambiar el
escenario político en la región, en Chile, en Bolivia, en Perú,  Honduras,
México, con la posibilidad real de ampliarse a Brasil, a Colombia, si el
golpismo blando y el populismo ultraderechista no termina alterando esos
procesos.



Biden pareciera ir a tiro fijo, siguiendo la tradición imperial de siempre
de Estados Unidos. Ha convocado esta cumbre, en complicidad con el
reaccionario secretario general de la OEA, Luis Almagro, excluyendo de la
invitación a la IX Cumbre de las Américas a Cuba, Venezuela y  Nicaragua.



El emperador de turno vuelve a decidir unilateralmente quién es demócrata y
quién no lo es.



Paradójicamente, ningún mandatario fue excluido en la VIII Cumbre que se
celebró durante el Gobierno de Donald Trump. Fue este quien decidió no
asistir.



Jair Bolsonaro sí ha sido invitado por Biden. Al parecer sí lo considera un
demócrata, como lo era para Trump, y poco importa que siguiendo el ejemplo
de Trump Bolsonaro ya haya anunciado que no reconocerá el triunfo de Lula da
Silva si este gana las próximas elecciones presidenciales, como todo
permitiría prever.



El presidente saliente colombiano, Iván Duque, hijo político de Álvaro
Uribe, es otro demócrata ejemplar para EEUU. Poco importa que haya
boicoteado abiertamente los Acuerdos de Paz firmados en 2016 para acabar con
una guerra de décadas, ni que sus fuerzas militares y las poderosas fuerzas
paramilitares de ultraderecha aliadas hayan matado a cientos de guerrilleros
desmovilizados y a centenares de activistas sociales molestos para los
intereses de los terratenientes y las multinacionales.



Colombia siempre ha sido considerada como una gran plataforma regional para
los planes de seguridad de Estados Unidos, al punto que es el único país al
que se le ha aceptado como miembro observador en la OTAN.



Pero en esta ocasión EEUU se ha encontrado con un rechazo de varios países
de América Latina y el Caribe a su política de exclusiones. El hecho de que
no asista a la misma López Obrador, el presidente de México, el país con el
que EEUU mantiene una importantísima relación comercial además de compartir
una extensísima y conflictiva frontera, ya supone de por sí un duro golpe
para la diplomacia estadounidense.



El que Bolivia, Honduras y otros países manifestaran su malestar por las
exclusiones y que el propio presidente de la CELAC (Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños), el argentino Alberto Fernández, dudara hasta
último momento si asistir, augura una cumbre complicada para EEUU.



Tanto Venezuela como otros países miembros de la CELAC esperan que Fernández
los represente en la cumbre y que haga llegar ese malestar a Estados Unidos.



Todos los países miembros de CARICOM (Comunidad del Caribe) y de la ALBA-TCP
(Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio
de los Pueblos) han emitido comunicados expresando su rechazo a las
exclusiones.



No puede extrañar que Biden haya incluido a Venezuela entre los países
excluidos. El actual presidente estadounidense era vicepresidente de Barack
Obama cuando éste impuso a Venezuela el primer paquete de sanciones
económicas en 2016 -endurecidas drásticamente luego por Donald Trump-
aduciendo razones de 'seguridad nacional'.



Paradójicamente, ahora, ante la escalada de los precios del petróleo
provocada por la guerra en Ucrania Biden ha decidido flexibilizar
parcialmente por primera vez las durísimas sanciones que sufre Venezuela,
'autorizando' a la petrolera estadounidense Chevron, a la española Repsol y
a la italiana Eni, a operar en Venezuela.



Aún así les ha impuesto dos condiciones: la primera, que solo pueden
transportar petróleo a Europa, dado que lo que pretende es paliar el freno
al suministro del petróleo ruso. La segunda condición, que en esas
operaciones no haya dinero de por medio, sino que el petróleo venezolano
sirva solamente para pagar deudas contraídas con países europeos o
intercambiar por otras mercaderías.



De esta manera EEUU seguirá controlando para que Venezuela no pueda recibir
divisas extranjeras, cruciales para que ese país pueda atenuar la asfixia
económica que sufre desde hace años.



Y la Unión Europea, agradecidísima de que el emperador Biden le haya hecho
semejante concesión.



Tan agradecida como ha estado siempre a EEUU por haber aceptado -tras duras
negociaciones- no  aplicar a los países miembros de la UE las duras
sanciones previstas desde 1996 por la bipartidista Ley Helms-Burton
-aprobada durante el Gobierno de Bill Clinton- contra todo país que ose
invertir o comerciar con Cuba.  Trump alarmó a la UE en 2019 cuando
pretendió no respetar el acuerdo de excepción.



Con la vista puesta en las elecciones legislativas de noviembre



Biden sabe que no tiene aseguradas las elecciones legislativas de medio
mandato de noviembre próximo y aunque la guerra en Ucrania le supone un
balón de oxígeno en el escenario político interno estadounidense, con el
apoyo del Partido Republicano a su política de mano dura y con la
reactivación de la industria militar, ni puede asegurar su victoria en el
pulso que mantiene con Putin, ni es seguro que esta fuera suficiente para
frenar un avance republicano en las urnas.



Por eso Biden perpetúa la política imperial tradicional de todos los
inquilinos de la Casa Blanca.



Ni siquiera se atreve a imitar el discurso del carismático Obama, que con su
seductor talante  dialogante en política exterior consiguió que ocho meses
después de iniciar su mandato el 20 de enero de 2009 se le concediera el
Premio Nobel de la Paz de ese año a pesar de no haber  concretado ninguna de
sus promesas electorales estrella. Bastaron sus promesas para que lo
lograra.



No solo Biden se juega mucho en esta IX Cumbre de las Américas. También los
nuevos mandatarios latinoamericanos de corte progresista tendrán que
demostrar el grado de coherencia que mantienen con sus postulados y qué
defensa hacen de la independencia y dignidad de sus países.



* Periodista y escritor, forma parte del Consejo Asesor de Viento Sur.

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