Cultura/ Queremos tanto a Mark Fisher. [Federico Romani]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 9 23:50:36 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

9 de marzo 2022

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Cultura



Reseña



Queremos tanto a Mark Fisher



Tras el suicidio del crítico cultural británico, uno de sus discípulos
revisa en un libro elegíaco, pero también teórico, el legado del autor que
definió el realismo capitalista.



Federico Romani

Revista Ñ, 8-3-2022

https://www.clarin.com/revista-enie/



El 14 de enero de 2017 la noticia del suicidio de Mark Fisher corrió por
Twitter y lastimó el corazón invisible de la comunidad estudiantil de
Goldsmiths, en Londres. No solo se había quitado la vida uno de los
profesores más originales y estimulantes que el efervescente comando de
blogueros surgido con el siglo XXI había aportado a las aulas, sino que
desaparecía, también, la voz más importante de una crítica cultural que
había logrado, por primera vez en mucho tiempo, fusionar el espesor
académico con la vocación popular, sacudir con atrevimiento y rigor el polvo
de mausoleo que suele depositarse una y otra vez sobre esas catacumbas
inundadas de papers redundantes y conferencias cuadradas, a las que el
propio Fisher había bautizado como un “Castillo de Vampiros”. Con él se iba
una época –una época fugaz pero intensa– y en su lugar aparecía una sombra,
un hueco en el ánimo de sus alumnos y seguidores.



“Este libro (*) en absoluto desea sugerir que el suicidio de Mark fue, en
algún sentido, un acto de protesta, como muchos de los amigos de Mark han
dejado en claro: a fin de cuentas, la salud mental de Mark no fue un
problema político, sino trágicamente personal. Tampoco es la intención aquí
utilizar la muerte de Mark como un conveniente punto de partida anecdótico
para un proyecto puramente filosófico y paraacadémico”.



Desde el comienzo, Matt Colquhoun deja en claro que su libro no es, por
decirlo de alguna manera, una “lápida al pie” de una obra que aún no había
terminado de formarse al momento de quedar trunca. Puede leerse como un
ensayo sobre algunos ángulos de la misma, pero nunca se paraliza al contacto
con ella.



Egreso es, en realidad, una celebración del pensamiento de Fisher y un
lamento por su brusca interrupción, ambos marcados, paradójicamente, por una
leve recaída en ese terrorífico fatalismo de la resignación que el autor de
Realismo Capitalista había señalado como el gran desplazamiento interior de
la crítica cultural del nuevo milenio.



Sorprendido y profundamente afectado por la pérdida de su profesor, Matt
Colquhoun historiza la llamada “función Fisher” y, simultáneamente,
disecciona los mecanismos, los modos y las pautas de un duelo colectivo, ese
que empezó en las redes sociales de los estudiantes y se contagió a la
comunidad de lectores con un alcance tan difícil de definir como fácil de
reconocer.



Porque se sabe que, a partir de Fisher, cualquier intento de volver a
colocar los apellidos “Spinoza” o “Lacan” junto al nombre de cualquier banda
o solista de rock y pop contemporáneo solo puede resultar una acto de
pedantería cirquera.



Un alma grupal sacudida



¿Cómo rompe la muerte el equilibrio de un alma grupal? En una serie de
conferencias posteriores a la muerte de Fisher, Robin Mackay asignó a su
apellido la capacidad de intensificar las inquietudes culturales y la
renovación crítica que aquel había sabido ensamblar, rastreando en la
oscuridad dejada por la ausencia las señas y los modos de una manera de
entender lo “pop” que fue volviéndose progresivamente incompatible con el
mundo en el que se producía.



Si todo suicidio supone, de una u otra manera, el dolor insoportable de ese
desacople, el libro de Colquhoun se colorea de elegías por partida doble. Al
preguntarse por la ausencia, rompe el cristal del futuro y añora la utopía
de formación de una nueva manera de entender las relaciones entre los seres
humanos, el mundo y el arte que los interroga. La tragedia de Fisher, lo
desesperante de su pérdida, es, en ese sentido, el punto de fricción donde
puede espiarse la crisis de lo humano atrapado en el interior de fuerzas
descomunales que lo sobrepasan.



Quizás para escapar de ese nudo tremendo de angustia que la desaparición del
Estado de Bienestar había generado en el alma de la sociedad inglesa de los
años ochenta, Fisher comenzó a “afantasmarse” mucho antes de desaparecer
físicamente, convocando a través del blogueo avatares y extraños “dobles” de
sí mismo.



Algunos de ellos se cocinaron e idearon en los inquietos pasadizos digitales
del CCRU (la poco ortodoxa Unidad de Investigaciones Cibernéticas de la
Universidad de Warwick) donde el intercambio y los préstamos grupales
dispararon las trayectorias de ese “egreso” al que Colquhoun define como una
experiencia que debe mantenerse abierta y en alerta colectivamente.



El término es tomado prestado de Bataille, y en su intención de canalizar
fuerzas dispares para unirlas en un movimiento excesivo de desborde y
superación, llegó a incluir tanto el pesimismo paradójicamente esperanzado
de Fisher como el nihilismo aceleracionista y eugenésico de Nick Land, uno
de sus mentores. La vida los llevó, después, por caminos diametralmente
opuestos, pero los años de Warwick siguen siendo, para ambos, el punto de
partida.



Un “egreso” es, entonces, una pregunta por el límite. Cuando los poderes y
las capacidades intelectuales de una época tocan las fronteras de lo que son
capaces de procesar y comprender, las relaciones sociales se resienten y
sufren bajo presión. El horror al vacío se vuelve directamente proporcional
a la inquietud frente a la bestia cultural, y tal vez por eso Fisher dedicó
uno de sus mejores libros (Lo Raro y lo Espeluznante) a explorar los
horrores de la literatura y del psicoanálisis, al que en más de un sentido
responsabilizaba por la claudicación frente al “no hay alternativa” del
neoliberalismo cibernético.



Nihilismo mal entendido



Colquhoun subraya a su maestro cuando señala que, al separar la estética de
la política, el extrañamiento frente a la realidad se vuelve mucho más
pronunciado e inquietante, como si aquella se volviera una gigantesca
ficción narcotizante capaz de prestarle sentido a absolutamente cualquier
cosa, incluso a las más incompatibles con nuestra propia naturaleza. Para
Fisher, lo inhumano de las sociedades contemporáneas siempre estuvo
vinculado al placer destructivo y regocijante del nihilismo mal entendido.



Nuevos puntos de vista Señalada la política del duelo como la manera que
tiene Colquhoun de sorprender el pensamiento de Fisher desde nuevos puntos
de vista, habría que preguntarse hasta qué punto su escritura se deja
embrujar por la figura del ausente. Egreso es tanto la descripción de un
proceso de elaboración como la descarga psíquica de una mente que sufre y
trata de traer a otra de regreso hacia los contenidos de éste, nuestro
tiempo.



La buena noticia es que Colquhoun no es un deudo colgado de un cadáver, sino
un tipo lúcido abocado a pensar cuáles son las consecuencias de la muerte de
un autor en su propia escritura. “De inmediato, la surrealidad de la muerte,
tal como la experimentan aquellos que permanecen vivos, inyecta una
extrañeza profunda al núcleo de nuestras comunidades.



A través de su rareza, la realidad abyecta de la muerte aclara las apuestas
de nuestra política como ninguna otra cosa y, del mismo modo, rompe las
extrañas conductas que damos por sentadas en este mundo nuestro”. Poco
después de este pasaje, Colquhoun se define como un estudiante que trata de
seguir aprendiendo de un hombre que ya no está presente para enseñar.



La única forma de seguir aprendiendo de Fisher debería ser la negación
sistemática a regodearse en la exploración de un paisaje desértico. Un
“egreso” estará hecho inevitablemente de dolor y depresión, de duelo y
melancolía, pero, al citar a Blanchot, Colquhoun nos está invitando a tratar
de enunciar eso que Fisher pudo pensar pero acaso no llegó a escribir, o
simplemente decidió callar: solo a través del traspaso de un límite seremos
capaces de comprobar la existencia del interior que aquél supone.



En el peor de los escenarios posibles, se tratará de una mera táctica de
enfrentamiento, una prueba de resistencia frente a un mundo de pesadillas
algorítmicamente diseñadas que se empeña en ubicarnos en lugares de
corrección política y cancelaciones hipócritas.



En el mejor, la obra de Mark Fisher, todo ese “ejercicio de confianza frente
a la desesperanza” –que nada tiene que ver con la autoayuda y es, en cambio,
una invitación permanente a pensarlo todo y a no dejarse llevar por nada–
sigue siendo una obligación emocional y dolorosa, una experiencia parecida a
la cicatrización en este tiempo que siempre se las ingenia para marcarnos
con nuevas heridas.



* Egreso. Sobre comunidad, duelo y Mark Fisher, editorial Caja Negra
Editora, Buenos Aires, 2021.



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capitalismo”

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