Uruguay/ La tortuosa muerte de Jorge Zabalza. Un trato inhumano en el sistema (pblico-privado) de salud. [Samuel Blixen - Camila Ghemi]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mar 11 13:43:41 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

11 de marzo 2022

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Uruguay



Los familiares del exrehén de la dictadura denuncian un trato inhumano en el sistema de salud

La tortuosa muerte de Jorge Zabalza



En una trama de incidentes confusos, episodios extraños y actitudes inhumanas, el último mes de la vida del exguerrillero transcurrió signado por el dolor y el horror.



Samuel Blixen

Brecha, 11-3-2022

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La denuncia de Veronika Engler sobre las circunstancias de la muerte de su compañero y esposo, Jorge Tambero Zabalza (1), expone un cuadro terrible y aberrante de actitudes humanas incomprensibles, un proceso dantesco que durante un mes –hasta su muerte, el 23 de febrero– convirtió la internación hospitalaria del Tambero en una prolongación del maltrato, el dolor y la indignidad que vivió en las prisiones de la dictadura. El Tambero, quien durante 13 años fue uno de los nueve rehenes varones de la dictadura, sobrevivió a un cáncer de esófago detectado hace siete años, que condicionó su vida, por las dificultades extremas para alimentarse. Pero murió con un cuadro de insuficiencia renal, con una neumonía purulenta, afectado por una bacteria hospitalaria resistente, con un cuadro de covid, con líquido que rodeaba el pulmón y el corazón, que provocó un derrame pleural; sucio, desnutrido, postrado en una cama que le causaba un enorme dolor en las piernas, siempre boca arriba, sin poder comunicarse, sin una atención básica, a veces delirando.



En una entrevista con Brecha, Veronika descartó una intención premeditada y prefirió explicar ese proceso por la deshumanización generalizada que exhibían algunos médicos, así como parte del personal no médico: «Me cuesta creer que esa actitud esté tan generalizada. Algunos lo trataban correctamente, pero otros lo trataban como un bulto». Acotó que ese trato deshumanizado coincidía con otros relatos sobre la atención de pacientes durante la pandemia y que ella, personalmente, pudo comprobar tanto en el sanatorio del CASMU (2) como en el Hospital de Clínicas (3) durante el último mes de internación de su compañero. En una comunicación con un colega, el padre de Veronika, el doctor Henry Engler, afirmó: «En criollo: no le dan bola. Las órdenes médicas penetran 10 centímetros y se diluyen en el mar de los sargazos. No podemos decir: “Es porque es un hospital público o universitario”. Es porque no hay empatía. Es trágico. Pese a toda la invalorable ayuda tuya. Me acordé de Dante: “Los que aquí entráis, perded toda esperanza”».



El comienzo del fin



A mediados de enero el estado de Zabalza se complicó, debido a que una dilatación del esófago que permitiría que se alimentara se postergó en el Centro de Nefrología del Hospital de Clínicas, donde aparecieron casos de covid. Cuando finalmente se intentó la dilatación, se produjo un desgarro al introducir el endoscopio y el procedimiento fue postergado para los primeros días de febrero. Según el relato minucioso de Veronika, las dificultades para mantener la atención médica en medio del cuadro extremo de Zabalza se incrementaban. El seguimiento después de la operación del cáncer de esófago se hizo siempre con una tomografía por emisión de positrones (PET, por sus siglas en inglés), debido a la dificultad de interpretar las tomografías habituales por la presencia de ganglios grandes, inactivos, que no eran metastásicos. «Desde hace dos años que se está solicitando un PET, que, seguramente, habría evitado que el estado de salud de Jorge llegara a este punto de deterioro. Nunca se lo aprobaron y no sabemos si el Hospital de Clínicas insistió lo suficiente o fue negligencia o desinterés de quienes en la actualidad están a cargo del CUDIM [el centro de imagenología molecular, del que Henry Engler fue fundador y primer director]», contó Veronika.



En la madrugada del sábado 22, Zabalza sufría fuertes dolores en el pecho. «Llamé a la UCM (4). El médico descartó problemas cardíacos y propuso internarlo para hacerle exámenes», contó Veronika. Como era paciente de la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE), el personal de la UCM intentó trasladarlo al hospital Maciel, pero no había camas disponibles. Fue derivado a un sanatorio del CASMU. Un examen con eco Doppler reveló una insuficiencia renal y se decidió operarlo. «Me avisan que su vida corre peligro y que su estado es muy delicado. Le hacen diálisis», narró su compañera. Un riñón dejó de funcionar y otro fue entubado mediante una nefrostomía. Pero la operación se postergó, por la comprobación de una infección bacteriana. La situación general de Zabalza se agravaba conforme se volvía cada vez más difícil alimentarlo. «Les advertí que iba a empeorar y que había que tener una solución alternativa, porque lo que lograba ingerir no era suficiente. Además, tuvo diarrea en varias ocasiones, lo que empeoraba todo», añadió.



Kafkiano



Veronika tuvo que recomponer la historia clínica de Zabalza, porque ASSE no se la entregó al CASMU. La comunicación entre instituciones comenzó a tener ribetes kafkianos: para concretar la dilatación del esófago era necesario trasladarlo al Clínicas, pero para ello se planteó que era necesario que la familia elevara un pedido concreto. La coordinación entre el CASMU y el Clínicas resultaba imposible, porque, según las autoridades de la mutualista, la dirección del Clínicas no respondía las llamadas telefónicas. El director del Hospital de Clínicas, Álvaro Villar, dijo después que nunca había recibido esas llamadas. «En todo ese tiempo existió una enorme confusión sobre qué institución se haría cargo de los análisis y la internación», contó Veronika.



El 3 de febrero, la vía por la que le suministraban los antibióticos y los medicamentos se tapó y, dadas las dificultades para colocarle otra, decidieron sacársela: «Le sacan la vía por donde le pasan los medicamentos, el antibiótico, el gluconato de calcio y la cortisona, y eso me preocupa. Insisto con que le coloquen. Un enfermero me dice que se la colocarán a las cuatro de la mañana, cuando tienen que sacarle sangre. A las cinco insisto. Me responden que no está ordenado sacarle sangre».



El 8 de febrero, con una infección bacteriana resistente, con una neumonía purulenta con esputos verdes y sangre, y con un cuadro de desnutrición aguda, Zabalza fue trasladado al Clínicas. Lo internaron en una sala de aislamiento en el piso 9. «El aislamiento es ficticio, lo que quedó demostrado con el contagio masivo de covid. Allí se comparten varios espacios e, incluso, el baño, lo que no tenía ningún sentido ni lógica», prosigue el relato familiar. Con la confirmación del PCR, fue trasladado a una sala de doble aislamiento en el piso 8, pero Veronika no fue informada de ese traslado. Zabalza estuvo solo en una pieza que da a un pasillo, que, a su vez, comunica con el puesto de enfermería. No tuvo la posibilidad de reclamar atención ni pedir ayuda, porque no hay timbre. Su única vía de comunicación era un celular, con el que llamaba a Veronika y a su suegro. En uno de sus mensajes dice: «Amor, estoy encerrado. Sala 10. No puedo llamar a los enfermeros, porque no tengo cómo hacerlo. He gritado, he aplaudido. No tengo cómo llamarlos, no tengo cómo estar informado de nada, no sé qué va a pasar». Veronika comprobó que no lo limpiaban: «Tenía muchas flemas, por las bacterias, y la barba sucia. Con una tijerita traté de recortarle la barba, le cortaba las uñas, pero tenía que limpiarlo con agua Salus porque no había agua».



Durante la tormenta del 13 de febrero, Zabalza logró comunicarse con su suegro y le dijo que estaba pasando un frío extremo. Al día siguiente, el lunes 14, le advirtió por teléfono a su compañera que desde hacía horas estaba totalmente empapado: «Amor, recurro a tu paciencia una vez más. Estoy mojado, todo mojado, desde hoy a las nueve de la mañana. Los médicos estuvieron, me revisaron, me taparon con una frazada y dijeron: “Ya venimos”. Y son las tres de la tarde». Cuando llegó a la pieza, Veronika comprobó que se le había salido la sonda de la nefrostomía y que estaba empapado de orina. Pidió que lo cambiaran y lo higienizaran, pero una enfermera solamente le retiró la sábana orinada, con la que le secó el cuerpo.



Veronika temía, además, por la salud mental de Zabalza, que le mandaba audios de despedida y expresaba el deseo de que sus cenizas fueran tiradas en el Cerro, en el memorial del Che. Como le explicó Veronika al responsable del piso, el doctor Martín Rebella, unas veces estaba totalmente lúcido («Hoy no me controlaron, o sea, no me tomaron la temperatura ni la presión, ni me dieron el desayuno. Están ahí, esperando que la quede. Yo les mando este testimonio. La cosa es así, porque, llegado cierto punto, se termina la humanidad») y otras veces deliraba («Tienen que conseguir un habeas corpus»). Rebella le confirmó a Veronika que Zabalza presentaba un cuadro extremo de desnutrición. Recién el 15 de febrero, de acuerdo al relato, intentaron suministrarle un complemento alimenticio, que ya no podía tragar, y después decidieron colocarle una vía parenteral para alimentarlo: «Ya era demasiado tarde, porque a esas alturas estaba severamente desnutrido y su cuerpo no tenía fuerzas para combatir las múltiples patologías y comorbilidades que lo aquejaban».



Inconsistencias



El recinto de los enfermeros cuenta con cámaras, pero, según la familia, estas no filman el cuarto de aislamiento, por lo que es imposible saber qué ocurría en la sala donde Zabalza permanecía solo, aislado. La noche del domingo 20, Veronika lo dejó dormido, después de haberle suministrado una pastilla de Zolpidem. «A pesar de que no podía hablar, lo dejé con un ánimo fantástico. Me señalaba con el dedo para arriba. “¿Te van a cambiar de piso?”, le pregunté. Negó con la cabeza. “¿Te vas a ir al cielo?” Volvió a negar con la cabeza y alzó el puño cerrado. “¿Vas a resistir?” Asintió. Lo deje roncando y con ese ánimo. A las cinco de la mañana se había arrancado todas las vías y todas las sondas. No sé qué pasó en el intermedio», narró Veronika. No sabe cuánto tiempo permaneció perdiendo sangre desde que se arrancó las vías y la sonda del pulmón: «Por error, cuando me devolvieron las cosas, me entregaron un bolso con trapos ensangrentados». A partir de ese momento no recibió más alimentación: «Le colocaron suero en un momento en que lo solicité, pero luego se lo retiraron. Desde entonces su deterioro fue en aumento, hasta culminar con su muerte». Descarta que conscientemente haya intentado suicidarse. Pero le escribió a su familia: «Su estado es lamentable y yo estoy al borde del colapso nervioso».



El 22 de febrero, temprano en la mañana, Rebella, de acuerdo a su relato, le comunicó a Veronika que no había nada más que hacer para revertir la situación de Zabalza. «Más tarde, ese mismo día, a eso de las diez, concretamos una reunión, en la que, además del doctor Rebella, participaron el doctor [Miguel] Martínez [decano de la Facultad de Medicina], mi padre, la hermana de Jorge, su hijo y yo». En esa reunión Rebella confirmó que Zabalza estaba desahuciado. Se acordó de que regresaría a su domicilio, en Santa Catalina. En el mismo momento en que se producía esa reunión, Villar ofrecía declaraciones a diarios e informativos de televisión sobre el estado de Zabalza. El Observador reprodujo sus palabras: «Su situación se encuentra en estudio, sin llegar hasta ahora a ser considerada grave». En Telemundo, reiteró: «Hasta el momento [la situación] no es grave, pero sí requiere cuidados médicos permanentes». El País consignó: «Zabalza se encuentra internado en una sala de cuidados intermedios, con “apoyo médico y enfermería las 24 horas”, dijo Villar. “Está controlado y no se plantea ingresarlo al CTI”, dijo». En su conversación con Brecha, Veronika fue terminante: «Villar estaba dando declaraciones a la prensa, diciendo que estaba estable. Mentía, porque decía que estaba en una sala de cuidados intermedios, cuando, en realidad, estaba en una sala de doble aislamiento por covid. Es impensable que Villar ignorara la situación de Jorge». (Véase en la página 23 la entrevista de Brecha con el director del Clínicas.)



Misterios



El martes 22, sobre las 23 horas, Veronika, alojada en la casa de su prima para acceder más rápido al Clínicas, comenzó a recibir por teléfono las condolencias por la muerte de su compañero. Las llamadas tenían un origen. A las 22.30 Diego Burgueño publicó un tuit: «Acaba de morir Jorge Zabalza, un terrorista que si bien reconoció algunos casos de gravedad como delitos de lesa humanidad obvio [sic] que me recibió por 4 horas, lástima que como conclusión de dicho encuentro más allá de su reconocimiento creía viable la lucha armada nuevamente». Hijo del policía muerto en la toma de Pando en 1969, Burgueño parecía tener fuentes que le informaban sobre el estado de Zabalza en el Clínicas. Después borró el tuit, pero en otra comunicación dijo que su fuente era confiable.



Cuando logró comunicarse con el piso 8, una enfermera le dijo a Veronika que había visto a Zabalza unos 15 minutos antes, es decir que a las 23.10 aún estaba vivo: «Me dijo que él tenía 146 pulsaciones y estaba saturando bajo (84), pero que lograron colocarle la máscara de oxígeno. Le pide a otra enfermera que lo corrobore y me lo reafirma. También me informó que hacía un rato había estado un médico forense, que se vistió y estuvo con él alrededor de cinco minutos. Nos comunicó que lo dejó registrado. Me dice que me quede tranquila y descanse para estar temprano allí, por el traslado de Jorge a casa». El alivio por el desmentido de la muerte se mezcló con la noticia inesperada. ¿Qué hacía un médico forense cerca de la medianoche en una sala de aislamiento de covid? A la 1.45 del miércoles 23 el personal de enfermería registró la muerte de Zabalza, pero no pudo establecerse la hora exacta del deceso. Cuando Veronika preguntó por esa inusual visita, un tal «licenciado Óscar», enfermero encargado del piso, lo desmintió, se ofuscó y la increpó. Sin embargo, la presencia de ese presunto médico forense quedó registrada en las anotaciones de la enfermería. El sospechoso episodio fue denunciado en la dirección y es objeto de una investigación administrativa. Se presume que se trata de un falso médico, que ingresó al hospital exhibiendo un documento judicial falso. La incógnita perdurará, porque, después de una negociación en la que, pese al covid, Forestier Pose accedió a un breve velorio de dos horas, el cuerpo de Zabalza fue cremado sin la posibilidad de ordenar una autopsia.



Veronika resume las circunstancias que –tiene la convicción– comparten otros pacientes: «A Jorge no lo mató el cáncer de esófago, que ya no tenía; no lo mató la falla renal, que estaba controlada. La muerte de Jorge sucedió por no haber recibido la atención hospitalaria; por el EPOC agravado por las bacterias que contrajo en el CASMU y descuidaron en el Clínicas; por los 12 días en una sala de aislamiento debido al covid, que contrajo en una sala del Hospital de Clínicas; por la falta de comunicación entre instituciones e intrahospitalaria. Jorge pasó sus últimos días sufriendo y sabiendo que no se estaba haciendo lo suficiente. Jorge murió atormentado en el horror más espantoso».



Notas de Correspondencia de Prensa



1) Véase “Jorge Zabalza, el andar obstinado de un insurrecto: https://correspondenciadeprensa.com/?p=24436

2) CASMU, empresa “prestadora de salud” privada con más de 200 mil afiliados. Tradicionalmente, la mayoría de sus médicos directivos (patrones) han estado vinculados al Frente Amplio.

3) El Hospital de Clínicas está en la órbita de la Universidad e la República y de su presupuesto, es la principal referencia hospitalaria del país, donde se asisten capas sociales pobres y del Interior. . .

4) UCM (Unidad Coronaria Móvil), es una de las muy rentables empresas privadas del sistema de atención de urgencias, gestionadas en propiedad por las corporaciones médicas.



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La versión del director del Hospital de Clínicas, Álvaro Villar (1), sobre la muerte de Jorge Zabalza

«La peleamos hasta el último día»



Camila Ghemi

Brecha, 11-3-2022



Villar aseguró que hubo una «coordinación técnica» entre el CASMU y el Hospital de Clínicas, y que la Cátedra de Infectología controla el cumplimiento de los tratamientos contra las bacterias intrahospitalarias. Descartó que haya faltante de medicamentos y recordó la independencia técnica de los médicos frente a reclamos de los familiares de pacientes para el suministro de fármacos. Sobre el supuesto médico forense que entró a la sala a ver a Zabalza pocas horas antes de su muerte –aspecto del que se sustancia una investigación administrativa–, dijo que no vio «ningún elemento irregular» y que «basta con demostrar su oficio de médico» para que una persona acceda a ver a cualquier paciente.



«¿Ustedes tienen una evaluación del estado mental de Veronika? Lo pregunto porque yo no sé si ella está en el mejor momento para hacer denuncias.» Esas fueron algunas de las primeras palabras de Álvaro Villar, director del Hospital de Clínicas (HC), cuando Brecha lo consultó –en su despacho en la planta baja del edificio– respecto a las condiciones en las que falleció Jorge Zabalza, el 23 de febrero, en una sala de aislamiento del hospital universitario.



Inicialmente, por falta de camas en la salud pública, Zabalza fue internado en el policlínico CASMU, en la madrugada del 22 de enero. En esa etapa, su mayor problema era alimentario. Necesitaba someterse a dilataciones esofágicas para poder tragar. Este procedimiento se realiza en el HC, motivo por el cual sus allegados insistieron en trasladarlo allí, donde, además, ya había sido atendido con éxito en el pasado. Sin embargo, la familia describió un traslado plagado de dificultades. «La nefróloga me dijo que mandó el informe al HC y que Villar no contestaba las llamadas», explicó Veronika Engler, esposa de Zabalza, a Brecha. Este tipo de descoordinaciones son recurrentes en el relato que hace la familia. Al respecto, el director negó al semanario que hubiera existido algún tipo de retraso y afirmó que «hubo una comunicación absolutamente técnica entre los médicos que estaban tratando al paciente en el CASMU y el HC, y ellos no entendían por qué sacarlo de allí: estaba en excelentes manos».



Durante su internación en el CASMU, Zabalza contrajo dos bacterias resistentes que requieren extremo cuidado para que no se propaguen a los demás pacientes. Una vez que ingresó al HC, fue internado en el noveno piso, sala seis, cama siete, donde está previsto que haya una estructura hospitalaria para aislamientos. Según los familiares, el aislamiento no era tal. Su compañera relató que en el lugar hay cubículos separados con mamparas, cerrados por cortinas que generalmente están abiertas. De acuerdo con Engler, enfrente y a los costados había otros pacientes, algunos con acompañantes y otros no. Todos compartían el mismo pasillo, el mismo baño y la misma ducha. Consultado por Brecha sobre este punto, Villar dijo que el hospital se maneja «de acuerdo a la ordenanza que el ministerio tiene para el tratamiento de bacterias», algo que –agregó– lleva adelante el Comité de Infecciones del HC y es controlado diariamente por la Cátedra de Infectología. Consultado específicamente sobre las denuncias acerca de que el baño de la sala era compartido, Villar no las negó directamente e insistió con la idea de que los criterios para el aislamiento también pueden ser diferentes según cada infección. Admitió desconocer los detalles de esta situación particular.



«Esto no es una cuestión en que llaman personalidades y plantean que hay que hacer tal cosa o tal otra», declaró Villar, y destacó la «independencia» de los médicos frente a los reclamos de los familiares. Asimismo, el neurocirujano expresó que Zabalza «vino en una situación pre mortem». «Hiciéramos lo que hiciéramos, él se iba a morir», sentenció. Sin embargo, el médico subrayó que el equipo del HC se dedicó, según sus competencias, a acompañar el proceso: «En ningún momento lo abandonamos, nunca lo dimos por perdido. Lo peleamos hasta el último día y hace años venimos peleando para alargarle la vida», manifestó.



La familia destacó el impacto de la última internación en la salud mental del extupamaro, en especial durante su estadía en el HC. En el CASMU se le había recetado Zolpidem, un fármaco que lo ayudó a conciliar el sueño y mitigar los episodios de angustia. Una vez en el HC, ese medicamento no se le suministró. Según Engler, luego de algunos intentos –sin éxito– de alertar al equipo médico, ella se encargó de adquirirlo fuera del hospital. Además, explicó que tuvo que guardar el fármaco en la sala, ya que le dijeron que si lo dejaba en la enfermería, «se podría utilizar por error en otro paciente». El doctor Villar afirmó que no existió ni existe una falta de medicación en el HC. Declaró: «No siempre coincide lo que la esposa quiere que tome [el paciente] con lo que el equipo médico considera que se le debe dar. Es muy discutible hasta dónde uno debe dar determinada medicación que pueda provocar el peligro de agravamiento». Aun así, remarcó que en cuidados intermedios esa es una droga que se maneja con frecuencia.



«Que me digas que llegó un día y lo encontró hecho pichí puede pasar en cualquier lado. Que no haya podido cerrar la ventana una noche, es cierto, eso te puede pasar, pero hay cosas que ella relata que son de una persona que no está en uso de sus facultades», manifestó Villar en primera instancia respecto a algunos pasajes de la denuncia de la compañera del fallecido. Frente a la pregunta de si es una práctica normal del hospital que un paciente permanezca más de seis horas orinado, expresó que no tiene ninguna constancia de que esa situación haya sucedido realmente. En esta línea, el director del HC alegó que cuando se reciben denuncias por cualquier vía, incluidas las redes sociales, se hacen investigaciones internas, y aseguró que cada vez que la esposa de Zabalza se quejó por algún motivo, eso se contempló.



Cada área del HC es un mundo. El último año, algunos pisos fueron reacondicionados, y Villar aspira a continuar con varios planes de refacción en lo que resta de su gestión, que inició hace un año y que pretende que sea más extensa que un solo mandato. «En cuatro años no hacés nada», aseguró. Colchones de 18 centímetros, luces sobre las camas de los pacientes, un baño cada dos camas, sillones reclinables para las visitas, pintura, relleno para las grietas del piso y las paredes, una solución para los cables inservibles que cuelgan de los techos y que haya más iluminación natural son algunos de los interminables ejemplos que el director listó en una recorrida por algunos de los pisos del enorme edificio. El octavo piso fue donde Zabalza vivió sus últimos días. Una pintura amarillenta y descascarada recubre las paredes de las habitaciones, y lo común –por ejemplo– es que las ventanas no tengan manijas de dónde agarrarlas. La enfermería, pequeña y mal iluminada, se encuentra en un extremo del corredor, y a lo largo están las habitaciones. La de Zabalza era la cama diez; no obstante, a pesar de estar a pasos de la enfermería, él relató a su familia que era imposible comunicarse con el personal. Aún más en el estado de debilidad en que se encontraba. Si tenía un problema, contactaba por celular a su esposa y ella –desde afuera– se comunicaba telefónicamente con el piso. Villar afirmó que Zabalza era controlado por cámaras, «algo que solamente tienen los pacientes que se encuentran lejos de la enfermería o en aislamiento».



Un extraño episodio completa el panorama. «Dos o tres horas antes del fallecimiento de Jorge Zabalza ingresó alguien a la sala con identidad falsa y hasta ahora no se me pudo explicar qué sucedió», dice el escrito presentado a nombre de la familia Engler por los abogados Pablo Ghirardo y Juan Fagúndez ante la dirección del HC el miércoles pasado. El escrito expone, a su vez, que «todos los hechos narrados […] fueron comunicados al señor director, pero no hemos obtenido noticias, lo cual nos angustia, dado que se trata de hechos inciertos previos al fallecimiento de nuestro ser querido». También pide que «se investigue, se hagan las acciones administrativas y judiciales necesarias para brindar la máxima certeza sobre los hechos denunciados». Villar también procuró poner paños fríos sobre este asunto. El director del HC aseguró a Brecha que la investigación administrativa sobre este tema comenzó antes de recibir el escrito. Por lo demás, se limitó a decir que la persona de la que hablan los abogados ingresó por «vigilancia» y lo hizo con un carné que demostraba tener la «autorización adecuada para verlo». Insistió con que hay una investigación en curso, aunque «no vimos ningún elemento irregular ni nada». Consultado sobre la identidad de la persona, por si efectivamente entró a la sala como médico forense del Poder Judicial y por si se tiene la certeza de que esa visita no tuvo ningún vínculo con los ribetes de la internación, Villar se negó a dar detalles, pero narró que el hombre «saludó a Zabalza y se retiró». El director del HC no pudo asegurar si el carné era falso o no, tal como presume la familia. Ante la pregunta de por qué un médico forense debía ver a Zabalza a altas horas de la noche –inmediatamente antes de que se constatara el fallecimiento–, aseguró que «en cualquier hospital del país» basta con «demostrar el oficio de médico» para poder pasar a ver a cualquier paciente.



Nota



1) Álvaro Villar, neurocirujano, uno de los emblemas de las dinastías médicas del Frente Amplio. Anteriormente dirigió el Hospital Maciel (público). Para las últimas elecciones municipales, compitió como pre-candidato  a Intendente de Montevideo, apoyado por el Movimiento de Participación Popular (MPP) liderado por José Mujica y los tupamaros oficiales. Su padre, Hugo Villar, también fue director del Hospital de Clínicas. y uno de los fundadores del Frente Amplio. (Redacción Correspondencia de Prensa)





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