Debates/ ¿Por qué no he firmado el Manifiesto Feminista contra la guerra en Ucrania? [Catherine Samary]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 30 13:12:50 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

30 de marzo 2022

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Debates



¿Por qué no he firmado el Manifiesto Feminista contra la guerra en Ucrania?



Catherine Samary *

Viento Sur, 29-3-2022

https://vientosur.info/



No he firmado el Manifiesto Feminista
(https://correspondenciadeprensa.com/?p=24937) contra la guerra de Ucrania,
aunque comparto (como le dije a la compañera que me lo envió) muchos
aspectos de este Manifiesto, firmado por mujeres a las que respeto mucho.
Espero que mi texto sea interpretado como una contribución a los diálogos
necesarios.



Mi principal desacuerdo se refiere al análisis concreto de la situación
concreta, o a la naturaleza de esta guerra. Porque ese análisis determina
siempre la formulación de las posiciones internacionalistas; y creo que esa
exigencia de análisis de las situaciones concretas también es necesaria para
determinar las respuestas feministas. Sin embargo, a este respecto, las
formulaciones del Manifiesto tienden, por el contrario, a expresar una
postura pacifista general, sin duda asociada a un análisis político que no
distingue entre guerra agresiva y resistencia legítima. En cualquier caso,
no suscribiría un feminismo que defiende la idea de que las mujeres por
naturaleza no deben tomar nunca las armas.



El punto principal del debate se centra en la interpretación de las causas
de esta guerra, que se presenta como un conflicto entre imperialismos. Si
fuera el caso, yo apoyaría un pacifismo radical; similar al preconizado por
Jaurès en vísperas de la Primera Guerra Mundial interimperialista, ante la
cual el derrotismo revolucionario de los zimmervaldianos estaba totalmente
justificado. A esto añado que, evidentemente, contra la guerra actual
lanzada por Putin, está totalmente justificado un pacifismo en Rusia, en
particular el pacifismo feminista, que el Manifiesto evoca, pero sin ver la
diferencia entre este punto de vista en el país agresor con el de las
mujeres en el país agredido. Debido a su análisis del conflicto, el
Manifiesto no puede establecer ningún vínculo con las feministas ucranianas
comprometidas en una lucha de resistencia. Espero y creo que el papel de las
madres, esposas y hermanas de los soldados rusos que supuestamente fueron
enviados a “operaciones militares" y que morirán en una guerra sucia contra
sus hermanos ucranianos, será fundamental en la derrota de Putin. Por otro
lado, en mi respuesta negativa a las promotoras del Manifiesto dije que
respetaba tanto a las mujeres ucranianas que huyeron del país y de la guerra
para proteger a sus hijos como a las que se quedaron para participar en la
defensa (desarmada y armada) de su país.



Pero esto implica reconocer que la resistencia armada allí es una guerra
justa, una guerra defensiva, llevada a cabo por un pueblo cuya existencia
autónoma ha sido explícitamente puesta en cuestión por Putin. En vísperas de
su operación, evocó claramente –lejos de las argucias sobre la OTAN– lo que
para él fue la creación artificial de un Lenin que inscribió en la
constitución de la URSS el pleno reconocimiento de Ucrania y Bielorrusia
como países distintos de Rusia y dotados del derecho de los pueblos a la
autodeterminación. Cuando lanzó su operación, que pensó que sería un paseo,
Putin reivindicó el pasado zarista y a Stalin contra Lenin y esos derechos.
La resistencia con la que se ha encontrado es la de todo el pueblo ucraniano
–hombres y mujeres de todas las regiones–, especialmente de habla rusa (como
el presidente Zelinsky). El primer efecto de esta guerra es y será (contra
cualquier poder títere) la consolidación de la nación ucraniana en
construcción, luchando por su dignidad y su derecho a la autodeterminación.



En cualquier caso, ante la guerra lanzada por Rusia contra Ucrania, los
llamamientos a la paz y a las negociaciones diplomáticas –rechazando la
resistencia armada (y los medios para llevarla a cabo)– significan en la
práctica llamamientos a someterse tanto a Putin como a las grandes
potencias. Se puede discutir las diferentes formas de desafiar un orden
injusto y responder a la violencia, denunciando y rechazando la agresión,
pero me parece fundamental poner el énfasis en las opciones del pueblo
agredido; en este caso, el derecho del pueblo ucraniano a la
autodeterminación frente a esta guerra y en las relaciones internas e
internacionales en las que se inserta. Este énfasis en la sociedad concreta
es contradictorio con las lecturas geoestratégicas de los conflictos que
reducen a los pueblos a peones instrumentalizados por unos u otros.



Por desgracia, el análisis de la naturaleza de la agresión concreta no agota
el debate sobre los análisis y las tareas de las luchas emancipadoras. Es
cierto que todo conflicto es aprovechado por las grandes potencias del
mundo. Biden quiere vender su gas de esquisto frente al gas de Rusia. Y las
industrias armamentísticas obligadas a soportar las consecuencias de la
derrota estadounidense en Afganistán, están encantadas con el efecto
inmediato de la guerra de Putin (que no esperaban): la consolidación, al
menos inmediata, de la OTAN y la UE y de sus presupuestos militares.



Pero el pueblo ucraniano que resiste utiliza -además de lo que produce él
mismo- armas fabricadas en las fábricas de la OTAN. Ello no es razón
suficiente para negar la autonomía de su compromiso de lucha y, por tanto,
de sus motivos. Igualmente, que las fuerzas de la OTAN no quieran convertir
la crisis en una guerra con Rusia tampoco cambia (hasta ahora) la naturaleza
de la guerra. Por eso, la crítica y el cuestionamiento de la OTAN –que es un
problema global y actual, sobre todo desde 1991– no puede entenderse en
Ucrania, y ante los horrores y las amenazas de la guerra de Putin, si se
expresa con eslóganes de rechazo al envío de armas defensivas al pueblo
ucraniano –o colocando a Rusia y a la OTAN al mismo nivel en el análisis de
esta guerra. Del mismo modo, la consigna internacionalista –lucha contra tu
propio imperialismo– pierde todo su sentido y alcance si los
antiimperialistas se muestran indiferentes ante la suerte infligida por...
otro imperialismo.  Otra cosa –que no justifica ni un minuto esta guerra– es
el cuestionamiento radicalmente crítico de las instituciones y relaciones
económicas, políticas y militares que han estructurado el continente europeo
–este y oeste– y el resto del mundo desde 1989/1991. Pero todo ello se sitúa
en una temporalidad diferente de análisis y consignas.



La guerra producirá polarizaciones en Ucrania y en el mundo, y en particular
el crecimiento de un componente ultramilitarista de la extrema derecha
fascista en la resistencia ucraniana: [este sector] amenazó de muerte a
Zelenski durante sus primeros intentos de diálogo en el Dombás y con Putin.
El presidente-combatiente ucraniano está, de hecho, rodeado por dos fuerzas
de extrema derecha (muy disimétricas): la gran-rusa putiniana (con su poder
estatal y sus mercenarios) y la otra, que defiende una Ucrania anti-rusa. Él
mismo no es un fascista, ni el peón que Putin despreció, ni Ho Chi Minh. Y
su perfil apologético del orden liberal, dependiente de los oligarcas –e
incapaz de conciliar el destino de su propio pueblo con el de los
palestinos, como se vio dramáticamente en su discurso ante el Parlamento de
Israel– exige que el apoyo internacionalista a la resistencia ucraniana se
dé con una independencia crítica.



Debemos hacer todo lo posible para que la derrota del agresor Putin se
contraponga a la consolidación desde abajo de una identidad ucraniana mucho
más amplia, inclusiva y arraigada en la sociedad que la de la extrema
derecha racista, con una izquierda que luche contra todos los neofascismos
de Ucrania y Rusia; una izquierda que también se dirija a Zelenski en
tiempos de guerra, para que los trabajadores no tengan que asumir, en lugar
de los oligarcas, los costes de la deuda ucraniana y los gastos de la
guerra.  Es en apoyo de esta frágil pero esencial izquierda en Ucrania y en
conexión con el movimiento antiguerra en Rusia como debemos construir un
internacionalismo desde abajo.



Ese internacionalismo hace frente a un contexto marcado por las herencias
históricas –desde los antiguos imperios hasta el estalinismo, pasando por la
lucha contra el nazismo y los desastres de la globalización capitalista
posterior a 1989– que debe ser explorado desde una perspectiva radicalmente
emancipadora, contra todas las relaciones de opresión.  El feminismo
internacionalista tiene un papel importante en este proceso.



* Catherine Samary (http://csamary.fr)  economista feminista y
altermundialista, miembro de la Cuarta Internacional.

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