Sin metáforas/ Leer a Susan Sontag en tiempos de coronavirus. [Irene Gómez-Olano]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Mie Mar 30 22:42:34 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

30 de marzo 2022

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Sin metáforas



Leer a Susan Sontag en tiempos de coronavirus



La vida y la obra de Susan Sontag estuvieron atravesadas por la enfermedad.
Su pensamiento nos inspira y sirve para comprender mejor los mecanismos por
los que una sociedad genera relatos políticos y sociales sirviéndose de
enfermedades.



Irene Gómez-Olano

Filosofía&Co, 25-2-2022

https://www.filco.es/



Filósofa y autora de diversas obras literarias, Susan Sontag
—estadounidense, nacida en 1933 y fallecida en 2004— dedicó parte de su
producción intelectual al estigma de enfermedades como el sida o el cáncer.
Falleció por leucemia, después de haber sufrido con anterioridad cáncer de
mama.



Su obra nos ayuda a entender mejor los mecanismos por los que una sociedad
se sirve de enfermedades para generar relatos políticos y sociales. También
para aproximarnos a la experiencia de la persona enferma. El tono de sus
libros sobre la enfermedad no era sólo ensayístico, sino que tomaba la forma
de denuncia. Fue una de las mayores críticas del estigma que reciben los
enfermos y las enfermas en las sociedades occidentales contemporáneas.



En La enfermedad y sus metáforas, obra de 1978, parte de su propia
experiencia con el cáncer para hablar de la responsabilización a la que a
menudo se somete al enfermo. En otra obra escrita justo una década más
tarde, El sida y sus metáforas, la autora defiende que la producción de
metáforas no es cosa de una sola enfermedad. Cada época histórica genera sus
propias enfermedades favoritas en torno a las que construir relatos
compartidos socialmente.



En pleno año 2022, la enfermedad provocada por el coronavirus es la que
genera más metáforas. Es, como diríamos en palabras de la autora, una
enfermedad sometida «al peso agobiador de la metáfora». Se trata de una
enfermedad que carece de tratamiento específico. También ha generado dudas a
los profesionales de la medicina sobre cómo explicar su origen e impacto en
el cuerpo humano. El misterio es una de las claves para crear el ecosistema
perfecto para la proliferación de metáforas, según la autora.



Para Sontag, el peso metafórico de la enfermedad tiene dos dimensiones: una
individual y otra colectiva. La individual es relativa a la lectura moral
que se hace del enfermo. Desde 2020, el enfermo de coronavirus es alguien a
quien se imputa un cierto grado de responsabilidad y culpabilidad, aunque es
cierto que cada vez ocurre menos dada la progresiva gripalización de la
enfermedad y la aparición de variantes menos agresivas, lo cual también
tiene que ver, en cierta medida, con que desaparece el halo de misterio de
la enfermedad.



Sontag fue una de las mayores críticas del estigma que reciben los enfermos
y las enfermas en las sociedades occidentales contemporáneas



Metáforas de culpabilización



Sontag señalaba que el enfermo de cáncer era considerado, en cierto grado,
responsable de haber desarrollado la enfermedad cuando ella la padeció. Hoy
las metáforas de culpabilización del cáncer continúan en algunos casos
(especialmente en aquellos vinculados a hábitos dañinos, como el de pulmón),
aunque en mucho menor grado. De la misma manera, tras solo dos años de
pandemia, las metáforas que culpabilizan al individuo de contraer
coronavirus son menos agobiantes.



Pero la dimensión moral de las metáforas no siempre es negativa. Las
metáforas de la tuberculosis, como señala la filósofa, fueron durante parte
del siglo XIX positivas, porque se asociaba al enfermo con la inteligencia y
la aristocracia. Esto produjo que cierta parte de la población llegara a
buscar activamente contraer tuberculosis.



La segunda dimensión de las metáforas de la enfermedad es social y
colectiva. Toda enfermedad tiene un cierto peso sobre cuestiones como las
políticas públicas y el modo que tenemos de socializar. Las enfermedades
epidémicas, como el cólera o la peste, o ahora la infección por covid-19,
tienen un impacto mucho mayor que aquellas de difícil transmisibilidad. Sin
embargo, ambos tipos son susceptibles de generar modos de socialización
nuevos y nunca vistos.



Por tanto, las metáforas del coronavirus no se han limitado a la dimensión
moral individual. La pandemia ha tenido un impacto global, como ninguna otra
enfermedad ha tenido antes, porque vivimos en una economía globalizada. La
rápida expansión de la enfermedad produjo que en lugares tan alejados entre
sí como Wuhan (en China) y Nueva York (en Estados Unidos) se tomaran medidas
similares.



Un claro efecto de estas políticas de la enfermedad ha sido el
favorecimiento del aislamiento. Desde el «quédate en casa» hasta los aforos
reducidos en los teatros, la población ha sido partícipe de las metáforas
asociadas al coronavirus. Estas metáforas tienen un correlato material
tangible que sigue afectando a la vida de miles de millones de personas.
Sontag señalaba que las costumbres sociales no son las mismas en periodos
donde abundan las enfermedades altamente infecciosas que cuando estas se dan
por erradicadas.



La dimensión colectiva de las metáforas puede tener un impacto positivo en
la sociedad. Por ejemplo, la proliferación de VIH en la segunda mitad del
siglo XX impulsó políticas públicas orientadas a generalizar el uso de
métodos de barrera para mantener relaciones sexuales. Se trata de una
transformación que vive la socialización (en este caso, la relativa a la
sexualidad) que mejora potencialmente la vida de la población, no solo
porque se propague en menor medida el virus, sino también porque en este
ejemplo se previenen otras afecciones y embarazos no deseados.



Para Sontag, el peso metafórico de la enfermedad tiene dos dimensiones: una
individual y otra colectiva. La individual es relativa a la lectura moral
que se hace del enfermo. Además, toda enfermedad tiene un cierto peso sobre
cuestiones como las políticas públicas y el modo que tenemos de socializar



El lenguaje bélico



El belicismo en el lenguaje médico y los discursos que tratan de proteger a
la población contra el enemigo externo son constantes en las metáforas de la
enfermedad, como señala la autora. La pandemia no es una excepción. Otra
metáfora constante ha sido la relativa al trabajo esencial, que partió de
una reevaluación sobre nuestras necesidades más acuciantes, reevaluación
política y colectiva. En la memoria de muchas sociedades ha quedado asociado
el trabajo esencial al sanitario, aunque estos profesionales no fueran los
únicos que tuvieron que trabajar durante los confinamientos. He ahí el
impacto de la metáfora en acción: asociamos lo esencial, la necesidad
básica, a aquello que más valoramos.



La sobreabundancia de metáforas sobre una enfermedad tapa, además, el
interés que otras generan. Las metáforas sobre el sida vinieron a sustituir
a otras, como las de la sífilis, como señala Sontag. Ahora, las metáforas
del coronavirus han sustituido gran parte del interés que generan otras
afecciones. Un ejemplo es el sida, cuyo tratamiento durante 2021 dio un
salto al conseguirse descubrir tratamientos experimentales, pero que no
tuvieron gran repercusión mediática. Coincidió con el momento en que la
población miraba con más interés las nuevas olas de covid-19 y las campañas
de vacunación.



Como vemos, ambas dimensiones de la enfermedad, la moral y la social, se dan
relacionadas y nos permiten realizar una lectura bifocal del momento
político presente. Un momento atravesado por una nueva enfermedad que ha
copado la retórica social y mediática y los discursos metafóricos. La
lectura metafórica abarca tanto a los discursos que culpabilizan al que se
contagia como a aquellos que consideran la lucha contra el coronavirus en
términos bélicos, como fue frecuente en los primeros meses de 2020.



Hoy podemos afirmar que vivimos en sociedades donde la salud es una
preocupación constante. Probablemente si no hubiéramos tenido que
preocuparnos por una pandemia, el incipiente interés por la salud mental que
vemos hoy sería todavía mayor. Además, la pandemia de coronavirus es la
primera que vive la especie humana con la capacidad de comunicar cualquier
cosa al momento a través de las redes sociales.



Por tanto, no sólo la enfermedad, sino también sus metáforas, se transmiten
viralmente y se propagan con gran rapidez. Los relatos son hoy más globales
que nunca. Por eso hoy más que nunca merece la pena detenerse a reflexionar
sobre la enfermedad y sus metáforas.

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