Solidaridad/ "Sobre la guerra en Ucrania, en la izquierda opera una especie de parálisis política". [Olivier Besancenot - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 13 09:11:02 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

13 de mayo 2022

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Solidaridad



Olivier Besancenot: "Sobre la guerra en Ucrania, en la izquierda opera una
especie de parálisis política”



Mathilde Goanec/Laurent Geslin

Mediapart, 11-5-2022

https://www.mediapart.fr/

Traducción de Viento Sur

https://vientosur.info/



¿Cómo pensar el conflicto como militante anticapitalista? A su regreso de
Ucrania [donde ha participado en la delegación organizada por la Red
Europera de Solidaridad con Ucrania y contra la guerra junto a Catherine
Samary y  militantes de distintos países europeos] Olivier Besancenot
considera que las fuerzas progresistas del continente europeo deben apoyar
más abiertamente al pueblo ucraniano, víctima del imperialismo ruso.



Tras haber apoyado a Philippe Poutou, candidato del Nuevo Partido
Anticapitalista (NPA) en las últimas elecciones presidenciales, Olivier
Besancenot estuvo en Ucrania entre el 3 y el 8 de mayo, junto con
representantes de varios partidos de izquierda europeos, entre ellos el
movimiento Ensemble.



-¿Por qué ir a Ucrania ahora como militante de un partido político?



Olivier Besancenot: Acudimos en respuesta a una invitación del Movimiento
Social, una organización de la izquierda ucraniana vinculada a la Red
Europea de Solidaridad con Ucrania y contra la Guerra. Realizamos encuentros
con activistas políticos y sindicalistas. También nos reunimos con dos
colectivos feministas (Feminist Worshop y Bilkis), que nos hablaron con gran
emoción del destino de las mujeres violadas en las zonas de ocupación, o de
las que quedan atrapadas en las redes de prostitución cuando huyen del país.



También hay muchas mujeres que participan en los combates y dan testimonio
de los reflejos sexistas que existen en los batallones ucranianos. Sobre
todo, estas mujeres nos recordaron que no se trata de hermanos rusos
atacando a hermanos ucranianos, sino de soldados rusos atacando a hombres y
mujeres ucranianas.



-¿Qué le sorprendió de este país del que Occidente sabía tan poco antes de
la guerra?



Lo más sorprendente fue ver cómo la vida política continúa a pesar del
conflicto; por supuesto, con realidades diferentes según el lugar del país
en el que te encuentres. Las cuestiones sociales no han desaparecido con los
combates. Los sindicalistas con los que nos reunimos, que participan en la
resistencia a Putin, siguen luchando contra la política liberal que lleva a
cabo el presidente Zelenski. Por ejemplo, su gobierno aprovecha el contexto
de la guerra para facilitar los despidos en fábricas y empresas.



En otro ámbito, los militantes ecologistas protestan contra la tala de
bosques, que se había suspendido antes de la guerra y que ahora se ha vuelto
a autorizar. Estas batallas no son triviales. Desde el punto de vista
político, estos activistas de la izquierda ucraniana pretenden demostrar a
las izquierdas francesa y europea que la agresión rusa también tiene un
nombre: es una ofensiva imperialista.



-Más de treinta años después de la caída de la URSS, sigue siendo difícil
afirmar que se es de izquierdas en Ucrania...



Los activistas con los que hablamos se declaran socialistas. En Ucrania se
aprobó una ley de descomunización [en 2015 - nota de la redacción]: todas
las personas que hacen referencia al comunismo son consideradas aliadas de
los rusos, incluso quienes se resisten al invasor. Sin embargo, afirmar esta
identidad política sigue teniendo un sentido estratégico. Estos militantes
se oponen al imperialismo ruso y reivindican una sociedad democrática que no
tiene nada que ver con los sistemas burocráticos y totalitarios del pasado.
De ese modo, a su manera, forman parte de la continuidad de una izquierda
antiestalinista que siempre ha existido en Ucrania y, más ampliamente, en
Europa del Este. También han establecido relaciones con algunos grupos
socialistas independientes y disidentes de Rusia, aunque ahora sea muy
complicado. Muchas de esas personas rusas viven ahora en la clandestinidad o
han huido al extranjero.



-¿Sigue vivo hoy en día el legado del famoso anarquista Néstor Makhno y de
ese movimiento en Ucrania?



Me reuní con dos activistas antiautoritarios vinculados a un batallón
anarquista de defensa del territorio del sur de Kiev. En todo Europa se
organizan colectas para aportar material a este batallón: cascos, drones o
chalecos antibalas. Estos combatientes se ven obligados a organizarse casi
por su cuenta, al igual que muchas de las unidades de defensa territorial.
Por ello, han hecho un llamamiento solicitando ayuda a los colectivos
libertarios y antifascistas europeos.



Estos activistas insisten en la necesidad de abrir los ojos ante la
resistencia ucraniana, y dejar de mirar únicamente al batallón Azov. Las
milicias de Wagner, en el campo ruso, son de la misma calaña. En especial,
destacan que también hay activistas de izquierdas en las unidades de defensa
territorial. En la ciudad de Kryvyi Rih, por ejemplo, los sindicatos han
enviado a muchos de sus miembros a luchar en unidades de la región.



-¿Cuál es la posición del NPA sobre la guerra en Ucrania desde 2014?



Nuestro criterio puede parecer elemental: estamos del lado de los oprimidos,
nunca del lado de los opresores. Mi esperanza, para superar los prejuicios y
las ideas preconcebidas, es creer que, estableciendo un diálogo directo con
activistas feministas o sindicalistas de Ucrania, nuevos sectores de la
izquierda social y política francesa llegarán a comprender que la izquierda
ucraniana también existe. De hecho, ya se están organizando actividades de
solidaridad concretas: entre trabajadores y trabajadoras ferroviarias, entre
enfermeras, entre trabajadores y trabajadoras de la energía, entre
académicos y académicas, etc. En el NPA (Nuevo Partido Anticapitalista)
creemos que nuestro papel es el de actuar solidariamente junto a los pueblos
que luchan por su emancipación y libertad, sea cual sea el estatus de su
opresor.



El imperialismo no es un anglicismo, no está reservado a la política
norteamericana en el continente latinoamericano. El imperialismo francés
existe, el ruso también. Es una realidad encarnada, que responde a objetivos
económicos y que nos remite a la historia. Este imperialismo ruso revive las
tendencias expansionistas zaristas, que los bolcheviques rompieron tras 1917
al declararse a favor del derecho de autodeterminación, antes de que se
impusiera la contrarrevolución estalinista. No hay que olvidar que Putin,
cuando declaró la guerra, opuso Stalin a Lenin.



-¿Qué puede enseñar esta guerra a la izquierda europea?



No pretendo enseñar nada sobre este tema, ni dar lecciones. Simplemente creo
que esta guerra es una de las principales cuestiones que están en juego en
la refundación de la izquierda radical europea. El conflicto de Ucrania
marca el fin de un ciclo, el de la globalización feliz de los capitalistas.
Estos últimos años se ha reafirmado la competencia entre los bloques, y la
Rusia de Putin espera encontrar nuevas mercados fuera de sus fronteras. Por
lo demás, Rosa Luxemburg explicó que las guerras son a menudo la
continuación en el terreno militar de una competencia que hasta entonces
sólo había tenido lugar en el terreno económico. Esta competencia también se
desarrolla en Ucrania, por lo que el resultado de esta guerra repercutirá en
las fuerzas sociales y políticas de todo el mundo. La situación no será la
misma si el imperialismo gana o pierde.



-¿Cuál es su opinión sobre la posición de La France Insoumise en relación a
este conflicto? ¿Este tema influyó en los desacuerdos durante las
discusiones con el NPA en relación a las elecciones legislativas?



No tengo por qué hablar en nombre de La France Insoumise, y mi labor no es
dar consejos. Lo que sí sé es que necesitamos un movimiento colectivo lo más
amplio y unido posible para impulsar iniciativas eficaces de solidaridad con
esta izquierda ucraniana. Esto debe estar por encima de las diferencias
partidarias.



Hoy en día, la izquierda francesa sufre una especie de parálisis política:
si estás a favor de la retirada de las tropas rusas, eres necesariamente un
agente de la CIA, y a la inversa, si denuncias que la OTAN forma parte del
problema, eres visto como un agente del FSB. Tenemos que plantearnos la
complejidad del tema, entender que allí está pasando algo, y que esta guerra
no es un tema vergonzoso que se nos pega a la piel como una tirita.



-¿Cuál es su posición sobre el envío de armas a Ucrania y sobre las
sanciones económicas contra Rusia? Esto último podría provocar una elevada
inflación en los países occidentales y acabar afectando a las poblaciones
económicamente más frágiles...



Nos parece comprensible que los ucranianos pidan armas, especialmente armas
defensivas que les permitan controlar el espacio. Las personas con las que
hemos hablado allí repiten que no pretenden que otras fuerzas distintas a
las suyas sustituyan a la resistencia ucraniana.



En cuanto a la cuestión de las sanciones económicas, estamos a favor de
sancionar a los oligarcas, pero aún se ha hecho muy poco en ese sentido. En
Gran Bretaña o en Chipre se está a mil años luz de lo que se podría hacer.



Los militantes ecologistas ucranianos también explican que es urgente
extraer todas las consecuencias: tanto de nuestra dependencia de los
combustibles fósiles, del gas, como de los peligros de la energía nuclear.
¿Alguien imagina que las centrales eléctricas fueran atacadas durante los
combates? La guerra en Ucrania vuelve a plantear la cuestión de la
transición energética. Los sindicalistas ucranianos están orgullosos de su
complejo industrial, de producir energía, pero, por otra parte, en el marco
del Movimiento Social, no son hostiles a discutir con los activistas
ecologistas.



-Los ucranianos explican hoy que quieren luchar hasta ganar. Algunos
diplomáticos europeos, en cambio, quieren poner fin al conflicto encontrando
una salida para Rusia. ¿Cómo hacer la paz y a qué precio?



Eso lo tiene que decidir el pueblo ucraniano, no nosotros. Debemos abandonar
cualquier actitud paternalista hacia ellos. Por supuesto, la cuestión de una
paz duradera concierne a todo el mundo, pero implica solidarizarse con los
pueblos que son las primeras víctimas de la política de Putin, el pueblo
ucraniano, y también el pueblo ruso. Y el tiempo apremia. De hecho, las
personas ucranianas con los que me reuní no se encuentran en la misma
posición que al principio de la guerra. Las posibilidades de un alto el
fuego o de un acuerdo son cada vez más remotas a medida que pasan las
semanas y se acumulan los crímenes...



Probablemente, el derecho a la autodeterminación no consistirá en celebrar
un referéndum o imponer una solución militar. Un verdadero proceso
democrático debe permitir a todos los ucranianos y ucranianas, en el Este y
en el Oeste, a reconocerse en la solución que se adopte. Para ello es
necesario dejarles decidir libremente sobre la Ucrania del futuro una vez
que las tropas rusas se hayan retirado. Sin que queden atrapados entre el
imperialismo ruso, que atacó a este país, y los intereses occidentales; sin
que se les apunte con una pistola a la nuca; sin que toda la gente que juega
a sus propios intereses, se invite a la mesa para decirles lo que tienen que
hacer.



-En Ucrania se percibe el deseo de dar la vuelta a la tortilla, de organizar
un reset del sistema político del país. La sociedad se ha organizado para
defenderse y la gente explica que, tras la guerra, será necesario liberarse
de la influencia de los oligarcas. La gente quiere tomar el destino en sus
manos...



En efecto, reset (reiniciar) es una expresión que he oído allí. Mucha gente
quiere deshacerse de una vez por todas de los oligarcas y acabar con la
corrupción. La cuestión de la cancelación de la deuda impuesta a Ucrania es
un tema clave desde este punto de vista. La idea de los miembros del
Movimiento Social es poner en primer plano todas estas cuestiones sociales
de forma inmediata, sin esperar a un mañana feliz. Esta vitalidad
democrática persiste incluso en tiempos de guerra.



Para ellos, no hay soldados que vayan al frente, por un lado, y militantes
que alimenten las discusiones democráticas, por otro; de hecho, estos dos
mundos están íntimamente ligados. Algunas unidades de defensa territorial
han establecido incluso formas muy parciales de autoorganización.



-Suecia y Finlandia solicitarán, sin duda, el ingreso en la OTAN. ¿Estamos
obligados a elegir entre Rusia y la OTAN, o podemos criticar a ambas partes?



Criticamos a Rusia y, por supuesto, a la OTAN, que no sólo no desapareció
tras el fin del Pacto de Varsovia en 1991, sino que siguió desarrollándose,
y no para la defensa de la humanidad... La OTAN siempre será parte del
problema y no de la solución.



-¿Qué opina de la actuación de la Unión Europea (UE) en la guerra de
Ucrania?



Es absolutamente repugnante permitir que los refugiados sean clasificados
según su país de origen en las fronteras de la UE. Al principio de la
guerra, el primer ministro francés, Jean Castex, explicó que Francia podía
acoger a 100.000 ucranianos, y tanto mejor. Cuántas veces se nos dijo que el
principio de libertad de circulación y asentamiento que defendíamos nosotros
era ciertamente honorable pero perfectamente impracticable. Durante años he
escuchado "nos gustaría, pero es imposible".



Hoy tenemos la triste prueba de que, por ejemplo, cuando la acogida de
refugiados no ha funcionado a favor de las personas afganas, kurdas o
sirias, no ha sido porque las autoridades no hayan podido, sino porque no
han querido.



Para construir otra Europa, la de los trabajadores y trabajadoras, y los
pueblos, que rompa con los tratados liberales, hay que partir de cosas
terriblemente concretas. Nuestros compañeros de Ucrania piden muchas cosas y
muchos debates. Quieren conocer al detalle que es lo que ha supuesto para
los países de Europa del Este, en términos de derechos sociales y
democráticos, la integración en la Unión Europea. De hecho, incluso entre
los partidarios de la pertenencia a la UE, tienen claro que será necesaria
una relación de fuerzas favorable para lograr horizontes emancipadores
compartidos por todos y todas.

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