Colombia/ A la espera del hito. La caída del uribismo y la emergencia de lo nuevo. [Ociel Alí López]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 20 10:37:18 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

20 de mayo 2022

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Colombia



La caída del uribismo y la emergencia de lo nuevo




A la espera del hito



El mayor actor electoral de las últimas dos décadas se ha desplomado, lo que
abre el terreno para un cambio con alcance geopolítico en uno de los países
más violentos de la región.



Ociel Alí López

Brecha, 20-5-2022

https://brecha.com.uy/



Lo que está a punto de pasar en Colombia, según todas las encuestas, es un
hito latinoamericano. Confirmaría el cambio de clima político, incluso en
uno de los territorios más hostiles de la región, para las fuerzas
progresistas. Nos referimos al probable triunfo en las presidenciales –cuya
primera vuelta se llevará a cabo el domingo 29– de un candidato abiertamente
izquierdista, el exguerrillero Gustavo Petro, que se enfrenta, entre otros,
a Federico Fico Gutiérrez, un exalcalde de Medellín, que pretende recomponer
el bloque hasta ahora hegemónico.



La llamada gran encuesta, contratada por diversos medios del establishment
colombiano y publicada la semana pasada, confirma las tendencias que ya
habían marcado otras firmas: Petro va a la delantera con un 40 por ciento de
los votos, casi duplicando a Fico, que alcanza un 21 por ciento. El voto en
blanco ocupa el tercer lugar de las preferencias, con 13 por ciento, el
exalcalde de Bucaramanga Rodolfo Hernández tiene 11 por ciento y el
exgobernador de Antioquia Sergio Fajardo, 7 por ciento.



Según revela la encuestadora Yanhaas, responsable de la gran encuesta, en
una hipotética segunda vuelta, Petro alcanzaría el 47 por ciento, mientras
Fico obtendría el 34. La porción del electorado que hoy afirma que en esa
instancia no votaría a ninguno de ambos candidatos es de 19 por ciento. En
relación con los resultados de la misma encuestadora en marzo, Petro aumenta
un 5 por ciento, mientras que Fico cae un punto. La opción «Ninguno» pasa de
23 a 19 por ciento, lo que permite inferir que los indecisos se están
moviendo hacia el flanco izquierdo. Datos muy similares plantean otras
consultoras.



Cabeza de playa



Desde el ascenso del uribismo al poder, a comienzos de siglo –en medio de la
lucha del Estado contra grupos guerrilleros que controlaban vastas zonas del
país–, Colombia se consolidó como el principal aliado de Estados Unidos en
Latinoamérica. Con el ascenso del chavismo en Venezuela y la propagación de
varias experiencias de izquierda en la región, Colombia acogió bases,
asesores, tropas y tutelaje militar estadounidense, convirtiéndose en una
cabeza de playa en lo que Washington históricamente ha considerado su patio
trasero. Un lugar estratégico para Estados Unidos que ahora está en riesgo,
no por un triunfo guerrillero, como se pensó otrora, sino a causa de un
proceso electoral pacífico y democrático que ha desplazado a los márgenes al
principal actor político colombiano de las últimas décadas.



Aunque visto por sus críticos de izquierda como un conglomerado represivo y
paramilitar asociado al narcotráfico y la guerra sucia, el uribismo también
ha sido un fenómeno electoral y político de gran éxito en los últimos 20
años, y ha ganado cuatro de las cinco disputas presidenciales de este siglo:
solo fue derrotado en el balotaje de 2014, tras triunfar en la primera
vuelta. Su líder y fundador, Álvaro Uribe (presidente de 2002 a 2010),
encabezó durante años las encuestas como el político más popular del país y
batió récords de votaciones, tanto como candidato a la presidencia como en
su rol de postulante al Senado.



La actual presidencia de Iván Duque (2018-2022), el delfín uribista, puede
considerarse como la fase decadente de este movimiento, en la que se agudizó
la crisis interna en el bloque hegemónico. Previamente, durante los mandatos
de Juan Manuel Santos (2010-2018) –que encabezó las negociaciones de paz con
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), a pesar de haber
sido ministro de Defensa del propio Uribe–, había ocurrido una fisura
definitoria en el bloque de poder. Santos, perteneciente a una de las
familias tradicionales de la oligarquía colombiana, vino a «adecentar» con
cierto éxito la imagen violenta de Colombia y su Estado e incluso obtuvo el
Premio Nobel de la Paz en 2016. Este proceso le valió la oposición tenaz de
Uribe, otrora su padrino político y su principal apoyo en las elecciones de
2010.



La debacle



La firma del acuerdo de paz entre el gobierno de Santos y las FARC, si bien
fue seguida por una estela de incumplimientos, persecuciones y asesinatos de
líderes sociales y exguerrilleros, también permitió que el conflicto
sociopolítico se desplazara hacia los centros urbanos y la lucha dentro de
las instituciones, con lo que perdió peso el factor militar y ganaron
terreno agendas vinculadas a la reforma política y social. Emergió así un
potente movimiento de protesta, especialmente en el ámbito urbano, que
desencuadraba las formas tradicionales en las que se venía configurando la
política colombiana.



Al mismo tiempo, quedó claro que una parte de las oligarquías ya no estaba
dispuesta a seguir empantanada en la lógica guerrerista de las últimas
décadas. Desde entonces, el uribismo viene en un proceso de reflujo. Aunque
se alzó victorioso en las presidenciales de 2018 y logró boicotear
temporalmente el proceso de paz contribuyendo al triunfo del No en el
plebiscito de 2016, quedó herido de muerte por este cambio de eje. En
octubre de 2019, al perder las elecciones regionales, se confirmó que este
movimiento estaba sufriendo un proceso de decaimiento.



Con Duque en el poder, se venían produciendo roces internos que, aunque no
llegaron a la ruptura, sí contribuyeron al debilitamiento del uribismo.
Durante la fallida reforma tributaria de 2021, Uribe le hizo a Duque una
«súplica angustiosa», como él mismo la enunció, para que el presidente no
emprendiera ese proyecto. Duque no lo escuchó y se chocó de frente contra
las mayores protestas sociales de la historia contemporánea. El llamado
estallido colombiano cambió la imagen del país, que intentaba venderse a los
mercados internacionales como estable y en ascenso, a la de uno ingobernable
y fragmentado.



Las legislativas de marzo de este año vieron la debacle electoral del
partido de Uribe, el Centro Democrático, que pasó de ser la formación más
poderosa del país a conservar apenas un 10 por ciento de los votos, un
resultado que lo dejó en quinto lugar, lejos de la primera posición que
acostumbraba.



El conflicto llega a la ciudad



El actual escenario solo puede entenderse si se recuerdan las masivas
protestas que sacudieron a Colombia a finales de 2019. El nivel de
conflictividad de esos días trasmutó la escenografía rural de insurgencia
guerrillera por una de protesta urbana más parecida al estallido chileno que
a la estética de revolución cubana que acostumbraban los grupos armados.



Luego, en setiembre de 2020 y en plena pandemia, la muerte en Bogotá del
taxista Javier Ordóñez a manos de la Policía enardeció a grandes grupos de
ciudadanos que salieron a manifestar en masa. Ya Colombia no era la misma.
Así, llegó un nuevo estallido en abril de 2021, convocado por el Comité
Nacional de Paro, compuesto por centrales sindicales, magisteriales,
organizaciones indígenas, campesinas y populares. Se había derramado el
vaso.



Mientras tanto, el gobierno ha venido perdiendo fuerza debido a diversos
escándalos de corrupción y acusaciones de vínculos con el narcotráfico,
además de las imputaciones legales que llevaron a Uribe al arresto
domiciliario durante un breve período y luego a renunciar al Senado.



Es en este escenario que Petro se perfila como favorito, con una propuesta
más moderada que en instancias anteriores, pero vinculada a los movimientos
sociales que hicieron frente al uribismo, un factor que encarna sobre todo
su candidata vicepresidencial, Francia Márquez.



Por primera vez en la historia de Colombia un candidato de izquierda tiene
chances de ganar. Pero aún falta. Hace un par de semanas, grupos
paramilitares amenazaron al candidato, quien tuvo que reprogramar su gira de
campaña. La ha retomado recientemente, pero rodeado de escoltas que portan
grandes láminas de hierro. Cinco candidatos presidenciales han sido
asesinados en las últimas cuatro décadas. Antes, en 1948, el asesinato del
candidato Jorge Eliécer Gaitán fue el detonante de una guerra que aún
perdura.



Todavía habrá que esperar el comportamiento del elector el 29 de mayo y, en
caso de que ningún candidato consiga la mitad más uno de los votos, un
balotaje que está planificado para el 19 de junio. Allí sabremos si el hito
se ha producido.

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