Historia/ Socialismo y colonialismo. [Gilbert Achcar]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Mayo 20 22:11:44 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

20 de mayo 2022

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Historia



Socialismo y colonialismo



Gilbert Achcar *

Viento Sur, 20-5-2022

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La idea de reparto social de las riquezas, as铆 como su pr谩ctica hist贸rica a distintas escalas, son muy anteriores a la aparici贸n del t茅rmino socialismo a comienzos del siglo XIX. Oriente, en particular, la conoci贸 desde varios siglos antes, sobre todo bajo expresi贸n religiosa, que era la forma mundialmente dominante de las utop铆as sociales hasta el siglo XVIII. Jes煤s de Galilea, Mazdak de Persia o los Qarmates de Arabia fueron momentos importantes de la historia global de los socialismos desde el alba de la humanidad. El cristianismo, nacido en Oriente, jug贸 adem谩s un papel determinante en la historia del socialismo europeo, tanto bajo la forma de colectivismos religiosos anteriores a la Ilustraci贸n, por ejemplo, el de Thomas M眉ntzer, como de manera directa o indirecta en la g茅nesis de los diversos socialismos del siglo XIX.



Sin embargo, la figura bajo la que apareci贸 Oriente en las doctrinas socialistas europeas del siglo XIX fue la de sus fantasmales representantes en el seno de Occidente, los jud铆os, cuya imagen estereotipada los asociaba al mundo de las finanzas, que los socialistas aborrec铆an por definici贸n. De Fourier a Blanqu铆, y despu茅s a Bakunin, los socialistas del siglo XIX 鈥搚 muy en particular los franceses鈥 participaron de los prejuicios antijud铆os heredados de una tradicion cristiana que hund铆a sus ra铆ces en la Edad Media. Contra estos jud铆os, que sol铆an ser llamados hebreos o israelitas para vincularlos a Oriente, de donde ten铆an fama de ser originarios 鈥揺stos jud铆os sobre los que Proudhon, en un momento de ruindad, escribi贸 en sus Carnets en 1847 que hab铆a que 鈥渆xpulsar a esta raza a Asia, o exterminarla鈥濃, se extendi贸 hacia finales del siglo XIX la noci贸n de antisemitismo, inspir谩ndose en las elucubraciones de Ernest Renan, confirmando su asimilaci贸n al 谩mbito oriental de las lenguas sem铆ticas de las que surgieron las tres grandes religiones abrah谩micas.



El deplorable balance sobre la cuesti贸n jud铆a en la mayor parte de las doctrinas socialistas del siglo XIX es la prueba, si hiciera falta una, de que oponerse a la plutocracia no implica en absoluto una ruptura con el conjunto de la episteme dominante. Esto es sobre todo cierto en cuanto a los t贸picos sobre diferencias no coincidentes con el reparto de la riqueza, como son los prejuicios sobre la raza y el g茅nero, o el orientalismo, como manifestaci贸n del etnocentrismo occidental, seg煤n la acepci贸n contempor谩nea del t茅rmino popularizada por Edward Sa茂d y adoptada en lo que viene a continuaci贸n. Por lo general, el odio a los jud铆os formaba parte de un desprecio a Oriente, el otro de Occidente por excelencia.



Sin embargo, en Henri de Saint-Simon, cuya posteridad fue la m谩s importante entre los socialistas ut贸picos, se encuentra un enfoque m谩s generoso sobre el Oriente musulm谩n. En contra del orientalista t铆pico que fue Volney, en 1808 sosten铆a que los 谩rabes constituyeron la 鈥渧anguardia de la humanidad鈥 en los 谩mbitos pol铆tico y cient铆fico de los siglos VII al XII. Desde entonces, es cierto, el Oriente musulm谩n hab铆a ca铆do en la decadencia y hab铆a sido sustituido por Europa en el papel de vanguardia, pero Saint-Simon segu铆a convencido de que las sociedades no europeas pod铆an progresar por la v铆a trazada por Europa, a condici贸n sin embargo de que esta 煤ltima los guiase en su transici贸n del 鈥渆stadio teol贸gico鈥 al 鈥渆stadio positivo鈥. Su Catecismo de los industriales (1824) recog铆a la idea de que 鈥渢odos los pueblos de la tierra, bajo la protecci贸n conjunta de Francia y de Inglaterra, se elevar谩n sucesivamente, y tan pronto como el estado de su civilizaci贸n lo permita, al r茅gimen industrial鈥.



El principal disc铆pulo de Saint-Simon, Prosper Enfantin, llamado el Padre, qued贸 prendado de Oriente, donde esperaba encontrar a la Madre (鈥渄e raza jud铆a鈥, pensaba), suscribiendo as铆 una erotizaci贸n de la relaci贸n Occidente/Oriente muy extendida en el siglo XIX. El terreno predilecto del gran proyecto de los saint-simonianos fue Egipto: tras haber intentado en vano ganar para su causa a su wali otomano MehemetAli, pasaron a preconizar un dominio franco-ingl茅s directo sobre el pa铆s. Su proyecto favorito fue la apertura de un canal en el istmo de Suez cuya paternidad, para su gran pesar, se la atribuy贸 Ferdinand de Lesseps. El fracaso de la ambici贸n egipcia empuj贸 a los saint-simonianos a orientarse hacia Argelia: aunque partidario ferviente de la colonizaci贸n del pa铆s por Francia, Enfantin reprob贸 sin embargo las masacres que perpetraban las tropas francesas. Fiel a la creencia de Saint-Simon en la posibilidad de cambiar el mundo por medio de la persuasi贸n, so帽aba en 1840 con ganar a las virtudes del esp铆ritu 鈥減ositivo鈥 franc茅s al conjunto del Oriente musulm谩n bajo dominaci贸n otomana. Pero por encima de sus excentricidades, la filosof铆a saint-simoniana de la historia es paradigm谩tica del pensamiento colonial de izquierda, adepto paternalista y bienpensante de la misi贸n civilizadora de Europa hacia las poblaciones b谩rbaras del sur planetario.



Elevado a reflexi贸n filos贸fica, el orientalismo 鈥揺sa lectura esencialista del Oriente, explicada por unas culturas consideradas perennes, incluso inmutables鈥 no es en el fondo m谩s que un avatar de la interpretaci贸n idealista de la historia. La expresion acabada se encuentra en el summum de la filosof铆a idealista de la historia que encarn贸 Hegel: sus Lecciones sobre la filosof铆a de la historia (1821-1831) son un compendio de estereotipos culturalistas, tanto sobre Oriente como sobre Occidente. Se deduce de ello que la primera condici贸n para superar el orientalismo, como cualquier esencialismo, es una ruptura epistemol贸gica con la lectura de la historia a trav茅s del prisma de la cultura. Antes de concluir su ruptura intelectual con el hegelianismo de izquierda, el joven Marx, a pesar de su ascendencia jud铆a, hab铆a flirteado con los clich茅s esencialistas antijud铆os de Bruno Bauer en su cr铆tica a este 煤ltimo.



Despu茅s de su descubrimiento con Engels de la eficacia heur铆stica de la interpretaci贸n materialista de la historia, que ambos profundizaron al redactar en 1846 La Ideolog铆a alemana, los dos amigos atribuyeron las diferencias de desarrollo entre los pa铆ses a factores materiales y, prioritariamente, a factores econ贸micos. Pero quedaron prisioneros de la episteme euroc茅ntrica de su 茅poca, atribuyendo un papel hist贸rico progresista a la empresa colonial europea. En su mentalidad, no se trataba ya de una misi贸n civilizadora en el sentido de educaci贸n de los b谩rbaros, sino en el sentido de expansi贸n universal del modo de producci贸n capitalista. Desde este 谩ngulo, El Manifiesto comunista (1848) es un himno a los prodigios civilizadores supuestamente realizados por la burgues铆a, que 鈥渓leva la civilizaci贸n incluso a las naciones m谩s salvajes [y] les obliga a implantar en su seno la llamada civilizaci贸n鈥 鈥揺sa burgues铆a que, igual que hab铆a sometido 鈥渆l campo al imperio de la ciudad鈥, somet铆a 鈥渓os pa铆ses b谩rbaros y semib谩rbaros a las naciones civilizadas, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente鈥.



La civilizaci贸n y la barbarie ya no son considerados aqu铆 atributos culturales: lo que distingue a Occidente de Oriente en la comprensi贸n de Marx y Engels no es una aptitud intelectual superior, sino una diferencia de posicionamiento en la escala hist贸rica del desarrollo burgu茅s. Al igual que, para Saint-Simon, Europa hab铆a sucedido a los 谩rabes coloc谩ndose a 鈥渓a vanguardia de la humanidad鈥 desde el punto de vista del esp铆ritu cient铆fico, para Marx y Engels se hab铆a situado a la cabeza del desarrollo econ贸mico como espacio en cuyo seno hab铆a alcanzado su auge el modo de producci贸n capitalista moderno. Esto asignaba a la burgues铆a europea la tarea de extender la civilizaci贸n industrial al resto del mundo.



De igual manera que la subordinaci贸n del campo a las ciudades en la propia Europa, la subordinaci贸n de las naciones b谩rbaras a las naciones civilizadas y de Oriente a Occidente no pod铆a hacerse sin brutalidad. Como buenos materialistas, Marx y Engels sab铆an que la violencia es 鈥渓a partera鈥 del potencial de progreso que encierra toda sociedad, como la calificar谩 m谩s tarde Marx en El Capital (1867). As铆, a la vista de la historia, pensaban que la brutalidad de la expansi贸n imperial de Europa en Oriente y en Africa, as铆 como la de sus v谩stagos al otro lado del Atl谩ntico, era el precio a pagar por la realizaci贸n de su misi贸n de progreso. En suma, el fin civilizador de la expansi贸n europea justificaba los medios b谩rbaros a los que recurr铆a.



Esta perspectiva escatol贸gica fue expresada por Marx y Engels de manera muy caracter铆stica respecto a Oriente al comienzo de su com煤n itinerario intelectual. El art铆culo sobre Argelia que public贸 Engels en The Northern Star en 1848 es una sorprendente ilustraci贸n de todo esto. 鈥淎unque sea condenable la manera como han hecho la guerra soldados brutales como Bugeaud, la conquista de Argelia es un hecho importante y propicio para el progreso de la civilizaci贸n鈥, escrib铆a el joven Engels. La misma perspectiva se puede encontrar en Marx en su famoso art铆culo de 1853 sobre la India. Aun apiad谩ndose por la suerte de las v铆ctimas ind铆genas de la dominaci贸n colonial brit谩nica, preven铆a a los lectores contra cualquier tentaci贸n rom谩ntica de idealizar la India precolonial, invit谩ndoles a 鈥渘o olvidar que estas id铆licas comunidades rurales, pese a su aspecto inofensivo, han sido siempre una s贸lida base del despotismo oriental鈥. Su conclusi贸n complementaba la de Engels sobre Argelia: 鈥淐ualesquiera que fuesen los cr铆menes de Inglaterra, fue un instrumento inconsciente de la historia鈥 al transformar la sociedad india.



Esta ruptura no bastaba para deshacerse de los estereotipos orientalistas dominantes en el 谩mbito gnoseol贸gico y medi谩tico europeo

Habiendo roto epistemol贸gicamente con el idealismo hegeliano, Marx y Engels hab铆an roto tambi茅n con el orientalismo como explicaci贸n culturalista de la historia. Pero esta ruptura no bastaba para deshacerse de los estereotipos orientalistas dominantes en el 谩mbito gnoseol贸gico y medi谩tico europeo que era el suyo, y que se pueden encontrar con profusi贸n en los comentarios de su primera d茅cada de colaboraci贸n, en particular sobre la Turqu铆a otomana y la India. En efecto, para librarse de estos estereotipos no basta con atribuir su g茅nesis a factores materiales. El 鈥渄espotismo oriental鈥 ya ven铆a tambi茅n determinado por las condiciones clim谩ticas y geogr谩ficas en el propio Montesquieu. Mientras Marx y Engels segu铆an siendo tributarios de la episteme europea de su 茅poca, y limitados por su acceso exclusivo a fuentes que la conten铆an, segu铆an adhiri茅ndose en parte a la perspectiva orientalista. Su eurocentrismo pod铆a tomar la forma de un reconocimiento del papel hist贸rico progresista del capitalismo, pero no dejaban de suscribir el mito de la misi贸n civilizadora de la dominaci贸n europea.



Les faltaba todav铆a completar su ruptura epistemol贸gica con el idealismo hist贸rico con una ruptura con la episteme de la dominaci贸n europea. Habiendo abrazado el punto de vista del proletariado en su relaci贸n con el capital, les faltaba desprenderse de los prejuicios etnoc茅ntricos dominantes en su espacio geopol铆tico con el fin de adoptar el punto de vista de los oprimidos de la humanidad no europea en su relaci贸n con Europa y sus v谩stagos. En este sentido, Irlanda ocup贸 un lugar central en la evoluci贸n de las ideas de Marx y de Engels, comenzando por este 煤ltimo. Su cambio de perspectiva sobre los irlandeses fue muy llamativo: mientras en La condici贸n de la clase obrera en Inglaterra (1845) se hac铆a eco de los prejuicios 茅tnicos suscitados entre los obreros ingleses por la condici贸n miserable de los inmigrados irlandeses, Engels se dedic贸 a帽os m谩s tarde con gran pasi贸n a la causa irlandesa, que anim贸 hasta el fin de sus d铆as.



La obrera Mary Burns, su primera compa帽era irlandesa, tuvo un papel clave en su educaci贸n. La visita a Irlanda que realizaron juntos en 1856 cambi贸 de arriba abajo su interpretaci贸n de la cuesti贸n irlandesa. Relatando su viaje en una carta a Marx, fechada el 23 de mayo de 1856, en la que calificaba a Irlanda de primera colonia de Inglaterra, Engels explicaba c贸mo varios siglos de guerras de conquista hab铆an 鈥渄estruido por entero el pa铆s鈥. A帽os m谩s tarde, en una carta del 19 de enero de 1870, informando a Marx de los progresos de su investigaci贸n sobre la historia irlandesa, lo confirmaba: 鈥淐uanto m谩s estudio el tema, m谩s claro me resulta que Irlanda, a consecuencia de la invasi贸n inglesa, fue despojada de su propio desarrollo y arrojada siglos atr谩s鈥.



隆A la basura, por tanto, la idea del colonialismo como factor de progreso econ贸mico! Este cambio de perspectiva iba a colocar a Marx y Engels resueltamente en el campo de los enemigos del colonialismo. Desde 1857, Engels revis贸 de arriba abajo su valoraci贸n sobre Argelia en el art铆culo que redact贸 sobre este pa铆s para The New American Cyclopaedia. Los argelinos ya no eran ese 鈥減ueblo de ladrones cuyos principales medios de existencia consist铆an en hacer incursiones contra unos y otros鈥 y a quien el colonialismo franc茅s, a pesar de su brutalidad, aportaba 鈥渓a civilizaci贸n鈥 y la industria, como hab铆a explicado en el art铆culo de 1848. Por el contrario, eran los franceses quienes devastaban el pa铆s, a la manera de las invasiones b谩rbaras: 鈥淟as tribus 谩rabes y cabilas (鈥) fueron sometidas o disuadidas por medio de espantosas razias durante las cuales sus haciendas y sus bienes fueron incendiados y saqueados, sus cosechas destruidas, y los desgraciados habitantes abatidos in situ o librados a todos los horrores de la brutalidad o del desenfreno鈥.



Asimismo, en los art铆culos que escribi贸 en 1857-58 para el New-York Daily Tribune sobre la 鈥渞evuelta de los cipayos鈥, el primer gran estallido independentista indio, Marx iba a convertirse en el abogado de los insurgentes contra el imperio brit谩nico, denunciando la crueldad de sus tropas y su explotaci贸n de los aut贸ctonos. Engels adopt贸 tambi茅n la defensa de los chinos contra los europeos en su comentario de 1857 sobre la segunda guerra del opio. A mil leguas de las ilusiones de anta帽o sobre el papel civilizador del colonialismo, el cap铆tulo del primer volumen de El Capital (1867) de Marx dedicado a la 鈥淕茅nesis del capitalista industrial鈥 describe el papel de la expansi贸n colonial en 鈥渓a acumulaci贸n primitiva鈥 de capital en las metr贸polis a costa de los pa铆ses colonizados y de sus recursos naturales.



El descubrimiento de las comarcas aur铆feras y argent铆feras en Am茅rica, el exterminio, esclavizaci贸n y soterramiento en las minas de la poblaci贸n aborigen, la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformaci贸n de 脕frica en un coto reservado para la caza comercial de pieles negras, caracterizan los albores de la era de producci贸n capitalista. (鈥). El sistema colonial hizo madurar, como plantas de invernadero, el comercio y la navegaci贸n. Las 鈥榮ociedades Monopolia鈥 (Lutero) constitu铆an poderosas palancas de la concentraci贸n de capitales. La colonia aseguraba a las manufacturas en ascenso un mercado donde colocar sus productos y una acumulaci贸n potenciada por el monopolio del mercado. Los tesoros expoliados fuera de Europa directamente por el saqueo, por la esclavizaci贸n y las matanzas con rapi帽as, reflu铆an a la metr贸poli y se transformaban all铆 en capital.



Sin embargo, a pesar de su nuevo punto de vista hipercr铆tico sobre el colonialismo, no se puede esperar encontrar en Marx y Engels una teor铆a acabada de la emancipaci贸n de los pueblos colonizados. Su giro epistemol贸gico en la comprensi贸n del papel de la dominaci贸n colonial en la creaci贸n y la perpetuaci贸n de una configuraci贸n jer谩rquica del mundo no bastaba por s铆 solo para desprenderse por entero de los prejuicios euroc茅ntricos persistentes en su espacio cultural. Seguir谩n encontr谩ndose en sus escritos, hasta el final, rastros de estos prejuicios. Pero m谩s que elementos claves de su visi贸n del mundo, solo eran ya residuos culturales.



Engels defini贸 en 1882 la posici贸n que deber铆a adoptar el movimiento obrero europeo sobre la cuesti贸n colonial en caso de victoria. En una carta a Karl Kautsky fechada el 12 de setiembre, el compa帽ero de Marx formulaba los siguientes principios, refiri茅ndose en particular a Argelia, Egipto e India: el proletariado metropolitano debe conducir a los pa铆ses coloniales a la independencia tan r谩pido como sea posible; debe rechazar toda guerra colonial, incluso aunque las revoluciones nacionales en los pa铆ses coloniales adopten un cariz violento; la independencia de los pa铆ses colonizados es para el proletariado europeo la mejor soluci贸n; solo por el ejemplo y la atracci贸n econ贸mica debe el proletariado europeo convencer a los pa铆ses coloniales para avanzar hacia el socialismo; no se puede imponer su pol铆tica social a otro pueblo.



A juicio m铆o (鈥) los pa铆ses sometidos nada m谩s, poblados por ind铆genas, como la India, Argelia y las posesiones holandesas, portuguesas y espa帽olas tendr谩n que quedar confiadas provisionalmente al proletariado, que las conducir谩 lo m谩s r谩pidamente posible a la independencia. Es dif铆cil decir c贸mo se desarrollar谩 este proceso. La India quiz谩s haga una revoluci贸n, es incluso probable, y, como el proletariado que se emancipa no puede mantener guerras coloniales, habr谩 que resignarse a ello; eso no suceder谩, evidentemente, sin destrucciones, pero son inherentes a toda revoluci贸n. Lo mismo puede ocurrir en otros sitios, en Argelia y Egipto, por ejemplo, lo que ser铆a, por cierto, para nosotros, lo mejor. Tendremos bastante que hacer en nuestro pa铆s. Una vez Europa est茅 reorganizada, as铆 como Am茅rica del Norte, eso dar谩 un impulso tan fuerte y ser谩 un ejemplo tan grande, que los pa铆ses semicivilizados seguir谩n ellos mismos nuestra senda; de ello se ocupar谩n, por s铆 solas, las demandas econ贸micas. Las fases sociales y econ贸micas que estos pa铆ses tendr谩n que pasar antes de llegar tambi茅n a la organizaci贸n socialista, no pueden, creo yo, ser sino objeto de hip贸tesis bastante ociosas. Una cosa es segura: el proletariado victorioso no puede imponer la felicidad a ning煤n pueblo extranjero sin comprometer su propia victoria.



Como se sabe, Kautsky se erigi贸 despu茅s en guardi谩n de la ortodoxia marxista en el seno de la socialdemocracia alemana y de la Segunda Internacional, sobre todo contra el revisionismo reformista de Eduard Bernstein. Es menos conocido que esta defensa de la ortodoxia se produjo tambi茅n en la cuesti贸n colonial: Kautsky fue fiel a la l铆nea trazada por Engels, cuya carta public贸 en anexo a su folleto de 1907 Socialismo y pol铆tica colonial. Respond铆a as铆 a Bernstein que, en un art铆culo aparecido ese mismo a帽o, hab铆a defendido 鈥渓a necesidad hist贸rica de la colonizaci贸n鈥 y la idea de que el proletariado de las metr贸polis tendr铆a inter茅s en una pol铆tica colonial moderada.



Este colonialismo socialista se expres贸 por primera vez en la Segunda Internacional tres a帽os antes, en el Congreso de 脕msterdam (1904). El socialdem贸crata holand茅s Henri van Kol propuso entonces un proyecto de resoluci贸n que justificaba el mantenimiento de la colonizaci贸n bajo un gobierno obrero, invocando una versi贸n socialista de la misi贸n civilizadora. Ello suscit贸 un vivo debate en el seno de la Internacional, en el momento en que la expansi贸n colonial estaba en su apogeo a escala mundial y los partidos socialistas europeos en pleno crecimiento, habiendo accedido a sus parlamentos nacionales, se confrontaban a la cuesti贸n del imperialismo.



El debate continu贸 y se zanj贸 en el Congreso de Stuttgart (1907). Van Kol volvi贸 a la carga con el apoyo de la mayor铆a de la delegaci贸n alemana en la que participaba Bernstein. Al calor del debate, pronunci贸 expresiones vulgarmente racistas que mostraban bien la hipocres铆a de la actitud paternalista de tipo saint-simoniano de la que se jactaba. Merecen citarse estas palabras tan escandalosas 鈥揳s铆 como la reacci贸n de una parte de la audiencia鈥, porque son reveladoras de la mentalidad colonial de una gran parte de la socialdemocracia en el momento de su apogeo. Eran un anuncio en perspectiva del alineamiento de la mayor铆a de las secciones de la Segunda Internacional tras sus respectivos gobiernos en la guerra de reparto colonial del mundo que fue, en gran medida, la Primera Guerra mundial. Kautsky preconizaba una ayuda al desarrollo en sustituci贸n del colonialismo:



Tenemos todo el inter茅s en que los pueblos primitivos alcancen una cultura superior, pero cuestiono que para ello haya que practicar la pol铆tica colonial. (鈥) Si queremos actuar como civilizadores de los pueblos primitivos, lo primero que necesitamos es ganar su confianza, y esta confianza solo la ganaremos cuando les demos la libertad.



Van Kol replic贸:



Si enviamos una m谩quina a los negros del 脕frica central, 驴sab茅is lo qu茅 har谩n? Es muy probable que ejecuten una danza guerrera alrededor de nuestro producto europeo (risas) y es tambi茅n probable que el n煤mero de sus innumerables dioses aumente en una unidad m谩s (m谩s risas). (鈥) Si nosotros, los europeos, vamos a 脕frica con nuestras m谩quinas europeas, ser铆amos las v铆ctimas de nuestra expedici贸n [Van Kol hab铆a explicado que 鈥減odr铆a ocurrir que (los ind铆genas) nos despellejen, o hasta que nos coman鈥︹漖. Deberemos por el contrario tener las armas a mano para defendernos eventualmente, a煤n cuando Kautsky llame a esto imperialismo (gritos de muy bien en algunas bancadas).



La izquierda triunf贸, aunque por poco, a pesar de todo el prestigio de Kautsky. Este debate opuso a mayor铆as de derecha provenientes de pa铆ses colonizadores (a excepci贸n de los rusos, mayoritariamente de izquierda) frente a minor铆as de izquierda de esos mismos pa铆ses, apoyados por las delegaciones de los pa铆ses no colonizadores. Entre estas 煤ltimas estaba la delegaci贸n polaca, en la que participaba Rosa Luxemburg, cuyo libro La acumulaci贸n del capital, aparecido en 1913, ser谩 el primer trabajo te贸rico marxista de envergadura en conceder un amplio espacio al universo colonial, aunque faltase una teor铆a pol铆tica del anticolonialismo. La comprobaci贸n de la naturaleza de las divisiones en el congreso de Stuttgart llevar铆a a Lenin a elaborar su teor铆a de la aristocracia obrera sostenida por la explotaci贸n imperialista, con la que explic贸 el giro social-chovinista mayoritario de la mayor parte de los partidos socialdem贸cratas de los pa铆ses beligerantes.



La abortada revoluci贸n de 1905 en Rusia, as铆 como la victoria de Jap贸n, potencia oriental, en la guerra ruso-japonesa de 1904/05, catalizaron convulsiones revolucionarias en Persia, Turqu铆a y en China, tres pa铆ses en 贸smosis cultural con el espacio colonial del imperio zarista. La Primera Guerra Mundial galvaniz贸 la radicalizaci贸n pol铆tica en estos tres pa铆ses, as铆 como en India y en otros pa铆ses de Asia y norte de 脕frica. Los bolcheviques, llegados al poder en Rusia por la revoluci贸n de Octubre de 1917, apostaron cada vez m谩s por los movimientos nacionales y revolucionarios de Oriente para romper su aislamiento, sobre todo despu茅s del fracaso de la revoluci贸n alemana de 1918/19 y ante la guerra emprendida contra ellos por las fuerzas de la Entente a partir de 1918.



La Tercera Internacional, fundada en 1919, reagrupando a la izquierda radical de la socialdemocracia anterior a la guerra, incluy贸 las cuestiones nacional y colonial en la agenda de su segundo congreso en 1920. El contenido de los debates fue muy diferente al de Stuttgart: ya no se trataba de la actitud en las metr贸polis ante el colonialismo, cuesti贸n sobre la cual la posici贸n de la Internacional comunista era conforme a la ortodoxia, sino de la actitud a adoptar ante los movimientos nacionalistas de los pa铆ses coloniales y semicoloniales, tanto por los comunistas de las metr贸polis como por los comunistas de esos mismos pa铆ses, cuya representaci贸n en el seno de la nueva internacional fue de entrada m谩s importante de lo que hab铆a sido en la precedente.



Sobre esta cuesti贸n se injertaba la actitud de los bolcheviques llegados al poder respecto a los pueblos y naciones del imperio colonial ruso. Desde 1913 en particular, Lenin se hab铆a hecho un ardiente defensor del derecho de las naciones a la autodeterminaci贸n, con ocasi贸n de diversas pol茅micas, la m谩s famosa de ellas la que le enfrent贸 a Rosa Luxemburg. Abog贸 por el respeto estricto de este derecho por el nuevo poder, frente a la convergencia de una actitud izquierdista, muy representada en las filas bolcheviques, con la persistencia de un desprecio hacia las poblaciones atrasadas en nombre del inter茅s del nuevo Estado, identificado con el inter茅s del proletariado.



驴Que虂 es lo que podemos hacer respecto a pueblos como los kirguizes, uzbekos, tadzhikos y turkmenos, que hasta hoy se encuentran bajo la influencia de sus mulhas? (鈥) 驴Podemos nosotros dirigimos a estos pueblos y decirles: Nosotros vamos a derrocar a sus explotadores? No lo podemos hacer, porque se encuentran dominados totalmente por sus mulhas. Es necesario esperar que se desarrolle la nacio虂n de que se trate y que el proletariado se disocie de los elementos burgueses, lo cual es inevitable,



exclamaba Lenin en el congreso del partido bolchevique en 1919, pidiendo que los bolcheviques se abstuvieran de imponer su voluntad a los pueblos hasta entonces oprimidos por el zarismo. Fue en vano: en sus 煤ltimas notas de diciembre de 1923 sobre la cuesti贸n de las nacionalidades, el fundador del bolchevismo se reconocer谩 culpable de no haber peleado con suficiente vigor por el principio de la autodeterminaci贸n, llegando a describir al nuevo Estado ruso como un aparato que 鈥渉emos tomado del zarismo limit谩ndonos a cubrirlo ligeramente con un barniz sovi茅tico鈥.



La diferencia no se limitaba desde luego al barnizado: el nuevo Estado intent贸 tambi茅n instrumentalizar los movimientos aut贸ctonos de Oriente haci茅ndose su campe贸n, a veces indistintamente, desde el momento en que se opon铆an a las potencias occidentales. El principal momento de esta tentativa fue el Congreso de los Pueblos de Oriente, reunido en Bak煤 en 1920 bajo la presidencia de Grigori Zinoviev, cuyos participantes (1.891, entre ellos solo 55 mujeres) pertenec铆an de forma muy mayoritaria al antiguo espacio colonial zarista. El comunista indio M. N. Roy, que hab铆a tenido un papel importante en los debates de la Tercera Internacional sobre la cuesti贸n colonial, se neg贸 a tomar parte en esta empresa que calific贸 de Zinoviev circus, seg煤n relatan sus memorias aparecidas en 1960. Le铆das hoy d铆a, sus palabras hacen pensar en la cr铆tica del orientalismo transformado en orientalismo al rev茅s: Roy reprocha a los dirigentes rusos, en efecto, pintar de rojo el nacionalismo y el panislamismo anticoloniales y no aplicar a los pueblos de Oriente el criterio de an谩lisis de clase que aplicaban a los pueblos occidentales.



Se encuentra ah铆 una bien conocida fuente de tensi贸n entre el nuevo Estado bolchevique y los comunistas de los pa铆ses coloniales, al no coincidir necesariamente los intereses diplom谩ticos estatales con el internacionalismo revolucionario. Una de las primeras muestras de esta tensi贸n fue la insistencia de Mosc煤 por describir al nuevo dirigente turco Mustafa Kemal como un revolucionario, a pesar de la persecuci贸n de su gobierno contra el jovenc铆simo Partido Comunista de Turqu铆a. La cuesti贸n china fue otra ocasi贸n de tensi贸n entre la tendencia de Mosc煤 a flirtear con los dirigentes nacionalistas de los pa铆ses de Oriente, fuera de la Uni贸n Sovi茅tica, y los comunistas locales perseguidos por esos mismos dirigentes nacionalistas. A la inversa, cuando el Komintern bajo Stalin, en su VII Congreso en 1935, confirm贸 su giro a la derecha a favor del m谩s amplio frente antifascista, se invit贸 a los partidos comunistas de los pa铆ses de Oriente bajo dominaci贸n brit谩nica o francesa a desolidarizarse de la lucha anticolonial. Bajo la direcci贸n de Maurice Thorez, el Partido Comunista franc茅s fue un adepto particularmente celoso de esta nueva pol铆tica del Komintern que reforz贸 la tendencia al colonialismo socialista, ya importante en su interior, en particular respecto a Argelia.



Solo con la llegada de los comunistas chinos al poder en Pek铆n en 1949 se iba a socavar profundamente la dominaci贸n occidental sobre el movimiento comunista internacional, con su tendencia natural a reproducir una perspectiva orientalista. El cisma chino-sovi茅tico fue la culminaci贸n de esta gran divergencia. Ahora bien, de la cuesti贸n del T铆bet a la actual de Xinjiang, el propio Estado chino iba a reproducir a su vez una actitud colonial, incluso islam贸foba en este 煤ltimo caso. Ni Marx ni Engels podr铆an reconocerse en ninguno de los gobiernos que reclamaron su herencia durante el siglo XX. La combinaci贸n en el poder del socialismo y de la democracia radical, as铆 como la puesta en pr谩ctica de una pol铆tica basada en un verdadero internacionalismo que repudie todos los etnocentrismos y se niegue a subordinar la lucha revolucionaria a los intereses estatales, est谩 todav铆a por inventar.



* Gilbert Achcar es profesor de Estudios de Desarrollo y Relaciones Internacionales en la Escuela de Estudios Orientales y Africanos de la Universidad de Londres y autor de varias obras sobre esta y otras 谩reas de estudio.



Texto de la entrada 鈥淐olonialismo / Imperialismo / Orientalismo鈥, en Histoire globale des socialismes, XIXe-XXIe si猫cle, bajo la direcci贸n de Jean-Numa Ducange, Razmig Keucheyan y St茅phanie Roza, Par铆s, PUF, 2021, pp. 109-122.

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