Brasil/ Lula tentará re-apaciguar un sistema que siempre producirá sus patologías. [Daniel Feidmann - Entrevista]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 11 11:58:19 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

11 de noviembre 2022

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Brasil



Entrevista a Daniel Fiedmann



El médico y el monstruo: Lula tentará re-apaciguar un sistema que siempre
producirá sus patologías



Gabriel Brito *

Correio da Cidadania, 10-11-2022

https://correiocidadania.com.br/

Traducción de Correspondencia de Prensa



Es indiscutible que la victoria de Lula generó un sentimiento de alivio tal
vez nunca antes visto. Todo el mundo democrático y progresista ve la
victoria del antiguo obrero metalúrgico sobre un personaje carente de toda
nobleza de espíritu o ética, adorador de la dictadura y fuente de
inspiración de los movimientos neofascistas. Y hay condiciones para traducir
ese alivio en mejoras tangibles. Sin embargo, a largo plazo, nada de lo que
podamos considerar el avance de los ritos civilizadores estará garantizado
sin que en algún momento se cuestione la propia lógica de la reproducción
social y económica cotidiana. Esta es la reflexión que aporta el cientista
político Daniel Feidmann.



-¿Cómo recibió el resultado electoral que marcó el regreso de Lula a la
presidencia de Brasil y qué representa la polarización entre ambos
candidatos en general?



La mayor sensación fue de alivio, de quitarse un gran peso de encima.
Obviamente, la reelección de Bolsonaro significaría un escenario mucho peor
en todos los sentidos. Un segundo mandato de la ultraderecha brasileña, como
podemos ver con los gobiernos de ultraderecha en otros países, serviría como
una especie de carta blanca para el proyecto desenfrenado de destrucción de
Bolsonaro. Dicho esto, hay que subrayar que el alivio no significa
optimismo, como si el 30 de octubre hubiéramos pasado definitivamente la
página de un período desastroso de nuestra historia y ahora todo fuera a ir
muy bien, gracias.



Es cierto que hubo una fuerte movilización de la izquierda y de los
movimientos sociales para la elección de Lula, una movilización que no se
veía desde hace mucho tiempo, y este es un elemento importante para el
próximo período. Sin embargo, no me embarcaría en ciertos análisis que dicen
que la elección habría significado una enorme victoria política para la
izquierda. Es cierto que Bolsonaro usó y abusó del reparto de dinero, hubo
presiones de empresarios, alcaldes, la PRF(Policía Rodoviaria Federal), etc.
y que aun así tuvimos un caso inédito de un presidente en funciones que no
fue reelegido. Pero el hecho principal en una perspectiva a largo plazo es
que, a pesar de toda la devastación, la pandemia, el país como paria
internacional, situación económica precaria, miseria, etc., Bolsonaro estuvo
a punto de ganar las elecciones, sin mencionar aquí el resultado del
Congreso y los gobernadores. Una de las lecciones decisivas de estas
elecciones es que el bolsonarismo persiste como una fuerza política
importante no a pesar de toda la destrucción, sino precisamente por esa
destrucción. Esta lógica destructiva fue sancionada no sólo por sectores de
las élites y las clases medias, sino también por grandes contingentes
populares.



Al mismo tiempo, del lado de Lula, sí hubo una fuerte movilización, pero no
se puede desconocer el gran arco de alianzas y el apoyo explícito o
implícito de importantes sectores del mercado, de los medios de
comunicación, del gobierno estadounidense, etc. Lula pretendía ser el
candidato de la defensa de las instituciones, del rescate de una estabilidad
política perdida de la Nueva República (simbolizada por la alianza con
Alckmin) y aun así casi pierde. Además, si no fuera por la fuerza del nombre
de Lula, su carisma intransferible, es muy probable que Bolsonaro ganara. En
otras palabras, la fuerza del nombre de Lula también refleja en cierto modo
una debilidad y dependencia de la izquierda.



Así, diría que la polarización que se expresó en las elecciones refleja, por
un lado, un proyecto que pretende contener la profunda crisis social
brasileña y sus impasses; por otro, un proyecto que pretende gobernar a
través de dicha crisis, acelerándola. Y como nuestros impases y tendencias
destructivas se derivan de la propia lógica de reproducción del capitalismo
brasileño en un escenario de crisis permanente del capitalismo global, nada
avala la idea de que la extrema derecha es un rayo del cielo azul que pronto
pasará. No hay más que ver el caso del trumpismo en EEUU.



Por lo tanto, recuperando la idea inicial, hay que decir que sí, que por fin
hemos podido respirar un poco con las elecciones, un respiro que es muy
justo y que se suma a la sensación de respiro que supone el alivio de la
pandemia. Aliento que no es poco importante también dado todo el estrés
psicológico que nos ha llevado en los últimos años. Pero este respiro debe
servir de pausa y preparación para los nuevos retos y dificultades que
seguramente surgirán muy pronto.



-¿Cuáles serán las mayores tareas de Lula al inicio de su mandato?



Creo que el discurso de la victoria de Lula, a su manera, reflejó una
contradicción entre las aspiraciones y esperanzas que muchos depositaron en
él y la realidad concreta. Creo que Lula, al invocar a Dios varias veces, no
sólo intentaba dialogar con el numeroso electorado religioso.
Deliberadamente o no, la invocación divina del discurso sonó como un intento
de cerrar una ecuación muy compleja. Por un lado, Lula reconoció las
inmensas dificultades que se avecinan, poniendo como ejemplo imágenes
infernales como la de un país en ruinas y la de las familias que se
rompieron en las elecciones. Sin embargo, por otro lado, también prometió el
regreso del paraíso lulista de sus anteriores gobiernos. El efecto de
sentido de la figura divina indica aquí un intento de tratar la
contradicción objetiva entre el cielo al que se aspira y el infierno que nos
rodea.



Todo el problema -que creo que ni siquiera Dios puede resolver- es que el
paraíso lulista consistía en una efímera situación en la que ganaban pobres
y ricos, trabajadores y capitalistas, que a su vez dependía de una situación
externa muy favorable. Si antes los dólares provenientes del exterior
lubricaban la economía, ayudando a sostener el crecimiento, el crédito, el
aumento de la recaudación de impuestos y el gasto público, etc., hoy el
escenario es de estanflación global en el que se presagian aumentos en las
tasas de interés extranjeras, llevándose los dólares al exterior y el
crecimiento esperado de la economía brasileña en 2023 es del 1%.



Salvo que se produzca un nuevo y pronunciado auge de las materias primas,
efímero por su propia naturaleza, ¿qué podría impulsar realmente un nuevo
crecimiento sostenido y una lógica 2.0 beneficiosa para todos? ¿Una
reindustrialización del país? Lo veo poco probable y aunque tuviera éxito no
tendría capacidad de generar buenos y numerosos puestos de trabajo dadas las
tendencias tecnológicas que ahorran cada vez más mano de obra. En este
escenario, dadas las muy limitadas "reglas de juego" del capitalismo
brasileño y mundial, creo que ya sería un avance para el gobierno poder
aprobar medidas más inmediatas para mitigar la pobreza y contener la crisis
social brasileña.



Pero observemos que ni siquiera esto es tan sencillo. Si la victoria de Lula
fue inicialmente apreciada por los mercados y el real fue la moneda que más
se apreció en el mundo durante algún tiempo, el mero anuncio de un gasto
social más allá del techo para cumplir con las promesas de campaña y también
la indefinición del equipo económico de Lula ya ha generado ruido en los
últimos días: caída de las bolsas y subida del dólar, además de todo el
revuelo. Lula subrayó repetidamente que era el candidato de la estabilidad y
la previsibilidad. Y, de hecho, importantes porciones del mercado, aún con
sus agravios en relación al PT, compraron el discurso de Lula o al menos lo
prefirieron al caos bolsonarista. Sin embargo, lo que a menudo se olvida es
que lo que causa la inestabilidad y la imprevisibilidad son los movimientos
a muy corto plazo y volátiles del llamado mercado. Si estas son las "reglas
del juego", ¿cómo tener un proyecto económico nacional a largo plazo como
muchos aún sueñan en la izquierda brasileña?



-¿Cómo observa la reacción bolsonarista y los cientos de cortes de carretera
en todo Brasil?



Como decíamos más arriba, las elecciones fueron un alivio, pero un alivio
efímero en un escenario muy turbulento. En cierto modo, este tipo de
reacción de Bolsonaro ya se veía venir. No esperaría que Bolsonaro, y mucho
menos sus partidarios más radicalizados, acepten de buen grado la derrota.
Sin embargo, esto es un síntoma de algo más grande, es decir, el hecho de
que la extrema derecha que ya ha tomado el gobierno en 2018 se ha empoderado
enormemente en los últimos cuatro años. Es un problema que a veces creo que
se subestima. Aunque el bolsonarismo más radical no sea mayoritario ni
siquiera entre los votantes de Bolsonaro, es una minoría movilizada y
articulada y por eso mismo consigue influir en la política con cierto peso.



Si hay una mayoría estadística que rechaza el golpe, el hecho de que
tengamos una minoría activa que no sólo quiere un golpe militar, sino que
hace explícito este deseo en diversas manifestaciones por todo el país, es
sintomático de que la elección de Lula no significa en sí misma una vuelta a
la "normalidad". Podemos estar satisfechos de que el golpe de Estado haya
fracasado hasta ahora -otro alivio temporal-, pero la ruptura con la
"normalidad" de la vida política brasileña ya está hecha desde hace algunos
años, y ha llegado para quedarse. El propio discurso telegráfico de
Bolsearon tras las elecciones lo ratifica. La política ya no significa la
búsqueda de consensos, de acuerdos, de una visión de país en la que, al
menos retóricamente, se reconocieran las divergencias, todo ello dentro del
llamado espíritu republicano de respeto a las instituciones.



Bolsonaro hizo un discurso para los suyos, situándose mucho más como líder
redentor de una extrema derecha que de hecho se ha hecho fuerte y ruidosa
que como presidente en funciones. La política pasa entonces a ser vista como
la prolongación de una especie de guerra civil permanente donde lo que
importa es mantener a "mi gente" agrupada y armada (¡literalmente!) para las
próximas batallas. ¿Una patología social? Sin duda, pero una patología
anclada en una dinámica histórica también patológica, en Brasil y en el
mundo, de ahí su resistencia.



-¿Criminalizar al ex presidente no es una condición esencial para retomar un
camino de estabilidad política con reflejos reales en la vida de la
población?



Creo que es fundamental investigar los delitos del gobierno saliente,
especialmente su actitud ante la pandemia. Al igual que, añadiría, una
investigación seria sobre el asesinato de Marielle Franco es crucial y no
debería abandonarse. Los fantasmas y monstruos de la historia no se quedan
en los libros, sino que volverán a perseguirnos si la sociedad no ajusta
cuentas con su pasado. El hecho de que, a diferencia de Argentina, por
ejemplo, no hubiera castigo para los torturadores y asesinos, ayuda a
explicar por qué en Brasil hay tanta tolerancia o incluso apoyo a las
políticas más represivas de la dictadura. Nunca está de más recordar que el
origen del sector militar que se alió con Bolsonaro es precisamente el
sótano de la dictadura y no el ala castellanista (1) tomada como más
moderada. Estuvieron hibernando durante mucho tiempo, pero volvieron al
poder, sorprendentemente, a través de las urnas.



Desde este punto de vista, sí, es muy importante ajustar cuentas con los
delitos recientes. Sin embargo, por las razones ya señaladas, no diría que
esto garantice por sí mismo ningún tipo de estabilidad política más duradera
para el periodo que se abre. También añadiría que si lo que está por venir
es algo indefinido e imposible de predecir, ciertamente no será algo como
una Nueva República revivida con su apariencia de estabilidad institucional,
a pesar de todo el simbolismo de la alianza entre el PT y lo que queda del
antiguo PSDB que gobernaba el país.



-¿Cómo ve toda la ambigüedad de las instituciones brasileñas, sobre todo de
la policía y el ejército, ante un golpismo tan explícito?



Si el bolsonarismo consiste en una ruptura, en la transformación de la
política en una lucha a vida o muerte y en la preparación de una guerra que
se avecina (¿o ya está aquí?) es natural que todo valga y que las
instituciones, especialmente las armadas, se pongan en marcha. Y si los
militares hasta ahora no se embarcan en un golpe más explícito es porque, a
diferencia del golpe militar de 1964 o del golpe parlamentario de 2016, no
se dan las condiciones políticas internas y externas. En otras palabras, hay
un amplio consenso, por ahora, en que Lula debe gobernar.



Y una breve digresión aquí, ya que estamos hablando de ambigüedad. Es
irónico y ambiguo que el mismo Lula que fue detenido por nuestras
instituciones esté ahora en el epicentro de un gran acuerdo nacional,
llamado a salvar nuestras instituciones y la democracia, un acuerdo que
incluye a Dios y al mundo, incluyendo a varios golpistas de 2016. Ya veremos
cuánto durará este consenso institucional. Es decir, además del poder de
fuego de los militares que siempre permanecerán al acecho, no se puede
descartar el fuego amigo del nuevo consenso que rodea a Brasilia. Y aquí
tenemos otra razón para un cierto escepticismo sobre una estabilización
política duradera.



Por no hablar del Centrão (bloque de partidos derechistas y clientelares:
ndt) que no renunciará a su Presupuesto Secreto y otras prebendas. Pero
volviendo al tema de la pregunta, hay que decir que el "todo vale" del
bolsonarismo no sólo tiene que ver con una ideología mesiánica de extrema
derecha, sino también con intereses materiales muy concretos. Como todo
moralismo exacerbado, la retórica exacerbada bolsonarista sirve de cortina
de humo, en este caso para "pasar la pelota" en diferentes planos, eludiendo
la frontera entre la norma y la excepción, entre lo legal y lo ilegal. Aquí
tenemos la minería y el agronegocio depredadores, el acaparamiento de
tierras, la devastación natural, etc., es decir, una lógica extrema de
acumulación por expoliación que es muy brasileña, que el bolsonarismo no
inventó, pero dio total salvoconducto.



Más que el vale todo, me refiero también a aquello que Gabriel Feltran llama
de "Rebelião dos Jagunços". La ola bolsonarista ha abierto y "democratizado"
a su manera posiciones de poder y riqueza que antes eran cautivas de la alta
élite. Los "jagunços" (Jagunço: hombre violento, contratado como guarda
espalda del individuo influyente: ndt) serían precisamente los agentes que
siempre habían mediado entre las élites y el pueblo de forma subordinada,
pero ahora se han rebelado y claman por su parte y su libertad para
emprender sin mayores trabas. Ahí es donde entran las milicias, los
militares de bajo rango y los altos empresarios, los líderes religiosos a
los que no hay que dar mucha fe, los youtubers sin escrúpulos, los
productores de noticias falsas, etc. La propia dinámica destructiva del
bolsonarismo ha generado nuevos negocios que dan lastre a su permanencia. ¿Y
cómo contenerlos?



-¿Qué papel jugarán la sociedad civil y los movimientos organizados en este
escenario que se abrirá en 2023? ¿No es la acción decidida de estos sectores
una condición fundamental para posibilitar nuevas políticas públicas con
impacto social y económico favorable?



Antes de entrar directamente en la cuestión, una primera observación es que,
una vez superada la hecatombe bolsonarista en el Gobierno, lo que venga
ahora de forma natural suele sonar mucho mejor. Aunque esto es comprensible
e incluso está justificado, también existe el riesgo de que normalicemos un
horizonte mucho más bajo por el recuerdo reciente de la pesadilla. Esto me
lleva al siguiente punto, ahora tratando de responder a la pregunta. Aquí
haría una separación entre el gobierno y la izquierda en general, que, aun a
riesgo de sonar problemático para algunos, me parece totalmente necesaria.
Porque la cuestión crucial, en mi opinión, no es la eterna disputa sobre las
orientaciones del gobierno, que se expresa en la ya desgastada retórica de
"la acumulación de fuerzas", "la búsqueda de la hegemonía", "la elección de
alianzas estratégicas", etc. Tampoco creo que se trate de una postura
supuestamente izquierdista y radical que denunciará las incoherencias del
Gobierno -que sin duda tendrán su peso- como "traiciones".



La cuestión básica, a mi juicio, es la siguiente: ¿cómo colocar en el centro
de la lucha la cuestión de la reproducción de la vida económica y social
brasileña que ha generado tantos problemas e impasses insolubles, entre los
que destaca el fortalecimiento de la extrema derecha? Esto no significa, por
otra parte, que la izquierda deba ser indiferente en relación con el
gobierno, por ejemplo, no defendiéndolo ante el golpe de Estado que aún está
en el aire, o incluso, a la inversa, no exigiendo con intensidad que se
cumplan importantes agendas de los diferentes movimientos sociales. Sin
embargo, si nos tomamos en serio la permanente crisis económica, social,
política, ambiental, etc., debe quedar claro que gobernar tiende a reducirse
cada vez más a gestionar dichas crisis en condiciones muy precarias, salvo
en coyunturas excepcionales como parte de los anteriores mandatos de Lula.



Entonces, si evitar un nuevo gobierno de ultraderecha era muy importante,
cabe preguntarse desde otro lado: ¿no será que el problema crónico de la
izquierda no pasa precisamente por su falta de respuestas a cuestiones que
trascienden el tema del gobierno? Cuestiones, por ejemplo, como el
salvajismo del mundo del trabajo, en una situación en la que todos deben
trabajar mucho más precisamente porque no hay perspectivas de buenos empleos
para la mayoría. En otras palabras, ¿cuándo empezaremos a criticar el
trabajo como tal en lugar de alabarlo? ¿O cuándo abordaremos el hecho de que
tanta gente viva en la penuria cuando existen condiciones técnicas que
permitirían a todos disfrutar directamente de la riqueza material sin tener
que pasar por la selección cada vez más estrecha de productos básicos y
dinero?



Estas cuestiones no son ciertamente sencillas, ni tienen una solución
inmediata. Pero el hecho de que la izquierda en general ni siquiera las
aborde contribuye a la dificultad de responderlas. Quizás un aspecto
positivo, tras las elecciones y la lucha contra el gobierno de extrema
derecha que consumió tantas energías, es que ahora puede haber más apertura
para abordar estas y otras cuestiones fundamentales que van mucho más allá
de los gobiernos de turno.



-En el libro que escribió con Fabio Luis Barbosa dos Santos (O médico e o
monstro: uma leitura do progressismo latinoamericano e seus opostos) se dice
que los gobiernos progresistas han llevado a cabo, con sus matices, el mismo
proyecto de desarrollo económico neoliberal que propugna la derecha. La
diferencia sería la velocidad del tren, no el rumbo de los rieles. ¿Cómo se
puede plantear este problema a la luz del próximo periodo que se abre?



No sé si describiría la tesis de nuestro libro " O médico e o monstro"
exactamente de esta manera, pero me gustaría aprovechar un interesante
gancho de la pregunta para intentar unir algunos de los puntos de las
preguntas anteriores. Decir que hay un "rumbo del riel" que ratificó el
neoliberalismo tanto en los gobiernos de izquierda como en los de derecha
significa que el neoliberalismo no es sólo una ideología o sólo una forma de
conducir la política económica. Pensamos en el neoliberalismo como algo
incrustado en la propia dinámica social contemporánea que reduce todas las
dimensiones de la vida a la lógica de la competencia y a una atomización
total de las personas. Un gobierno de izquierdas puede decir que está en
contra del neoliberalismo, pero eso sirve de poco si es la propia vida
cotidiana la que lo genera.



En la época petista, la suma de una determinada coyuntura y unas políticas
muy bien articuladas por parte del gobierno permitieron incluir a más
personas en el juego. Esta fue la causa del gran éxito del gobierno en su
momento, es decir, la reproducción exitosa para un período del
neoliberalismo inclusivo y no, como muchos querían, el rescate de un
"proyecto nacional", "el retorno del desarrollismo", etc. Todo el problema
es que esas políticas de contención de la crisis social no sólo no pueden
evitar una dinámica de aceleración destructiva, sino que acaban
contribuyendo involuntariamente a ella. De ahí la metáfora del Médico que no
puede evitar al Monstruo Porque esa inclusión es una inclusión en una
dinámica cuyo objetivo principal es preparar nuevas y mayores exclusiones.



Nadie puede criticar en sí mismo las políticas que pretenden integrar a las
personas en los mercados. Pero esto no nos exime de observar que el mercado,
sobre todo en Brasil, no es para todos, por lo que lo que hoy parece una
integración social, en un segundo momento, muestra la verdad de un proceso
desintegrador. Así, el lema "Brasil para todos" de la era petista no pudo
evitar explicitar una situación en la que definitivamente no hay lugar para
todos. La idea de un juego limpio ciudadano se estaba desmoronando y este
fue uno de los elementos cruciales que dieron munición a la retórica de la
extrema derecha. Y esta retórica empezó a sonar más verdadera y auténtica
para partes importantes de la población. Si la vida se parece cada vez más a
una guerra -sobre todo la vida en el trabajo-, que se nos permita luchar en
esa guerra con todas las armas disponibles (de nuevo aquí la idea del "todo
vale"). "¿Y qué?", diría el líder carismático que no busca contener sino que
quiere dejar que una dinámica social tan destructiva siga su curso,
liberando aún toda la caja de Pandora del resentimiento, el racismo, la
misoginia, etc.



Es cierto que con la victoria de Lula, las fuerzas de contención tenderán de
nuevo a predominar sobre las fuerzas de aceleración. ¿A dónde nos llevará
todo esto? No hay forma de saberlo. Pero una vez más insistimos en que el
núcleo del problema son las formas caóticas de reproducción de la vida
brasileña. Si no nos centramos en ellos, sólo intentaremos apagar las llamas
de un incendio que no deja de crecer...



* Gabriel Brito es periodista y editor de Correio da Cidadania.



Nota



1) Alude a la fracción de las Fuerzas Armadas liderada por el general
Humberto de Alencar Castelo Branco (1897-1967), el primer dictador militar
tras el Golpe de Estado que derribó al presidente João Goulart en 1964.
(Redacción Correspondencia de Prensa)

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