Estados Unidos/ Elecciones de medio término. Trump, el perdedor. [Jorge Bañales]

Ernesto Herrera germain5 en chasque.net
Vie Nov 11 12:02:21 UYT 2022


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Correspondencia de Prensa

11 de noviembre 2022

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Estados Unidos



Las elecciones de medio término



Trump, el perdedor



Demócratas y republicanos salieron virtualmente empatados, lo que augura dos años de estancamiento en el gobierno federal y reacomodos en los estados. Los vaticinios de violencia o irregularidades no se concretaron. Hubo un solo gran perdedor: Donald J. Trump.



Jorge A. Bañales, desde Washington

Brecha, 11-11-2022

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Los republicanos llegaron a estas elecciones, en las que se jugó el control del Congreso y los gobiernos de 36 estados, con casi todo a favor y en ancas de encuestas de opinión y análisis de expertos que pronosticaban un «maremoto rojo», el color del Partido Republicano. Siete de cada diez votantes estaban «insatisfechos» o «enojados» con la situación del país; casi el 76 por ciento de los votantes definían el panorama económico como «malo» o «no bueno», y la inflación ronda la cifra más alta en cuatro décadas. La popularidad del presidente demócrata Joe Biden apenas se asoma por encima del 40 por ciento, y hay familias furiosas por la introducción de la identidad sexual en el currículum escolar y los embates que la pandemia ha causado en la enseñanza. Añádanse a esto lo que lucía como un desaliento de los votantes demócratas y las suspicacias hacia todo el sistema electoral que la franja trumpista del Partido Republicano ha predicado por dos años.



Y aun así, al momento de escribirse esta nota, cuando todavía no se han completado los escrutinios, los resultados apuntan a que los republicanos obtendrán una mayoría muy estrecha en la Cámara de Representantes y todavía está en duda cuál será el balance en el Senado. En lo que hace a los gobiernos de estados, los demócratas agregaron dos puestos, aunque siguen siendo minoría con 22 estados «azules» frente a 24 «rojos». El «maremoto rojo» no ocurrió.



Canibalización



«Si uno no puede lograr que sean electos un montón de republicanos en un contexto como este, ¿cuándo podrá?», escribió tras los comicios el columnista Jim Geraghty de la revista conservadora National Review. «La elección resultó, en gran medida, en una debacle para los republicanos si se considera la escala de las oportunidades que se les ofrecían», añadió.



En el contexto al que se refiere Geraghty figura −y hace mucha sombra− la presencia de Donald Trump, individuo que era candidato a nada en estas elecciones, pero cuya influencia ha dominado al Partido Republicano desde que ingresó a la cancha política en 2015. Tanto durante el período de elecciones primarias como en las campañas para las elecciones de medio término, Trump avaló a casi 300 candidatos para diferentes puestos, incluidos los funcionarios que controlan los procesos electorales en los estados. Por meses fue evidente que, en la interna, los candidatos bendecidos por Trump ganaban y los (muy pocos) republicanos que desafiaban a Trump perdían. El problema para el trumpismo fue replicar entre el electorado en general las victorias obtenidas en el ambiente recalentado de la política dentro del partido. Y la solución del problema trajo amarguras para Trump, quien, en su tercer encuentro con la voluntad ciudadana, volvió a perder.



En las elecciones de 2016, Trump obtuvo 3,5 millones de votos menos que su rival demócrata Hillary Clinton. En la elección presidencial de 2020, Trump recibió 7,1 millones menos de votos que el demócrata Biden. El mito del Trump ganador se rajó en estas elecciones y ya ha comenzado el proceso en el que unos pocos dentro del partido empiezan a desafiarlo y muchos de los que por años han tolerado sus mentiras y vituperios, o han callado ante sus amenazas de violencia, ahora lo abandonan.



Hora de irse a casa



«Después de un ciclo electoral profundamente decepcionante es aún más difícil argumentar que el período de Trump al frente del partido no ha sido más que un desastre para los republicanos», escribió Charles C. W. Cooke, otro columnista de National Review. «Es hora de que Donald Trump se vaya.»



En medio del entusiasmo de ganador con que Trump contagió a sus simpatizantes estuvo el gran anuncio de que el 15 de noviembre el caudillo haría otro gran anuncio. Con sonrisas socarronas e insinuaciones apenas veladas, el expresidente ha sugerido que buscará la candidatura presidencial por el Partido Republicano en 2024. Pero tras el fiasco electoral queda en duda si Trump entenderá, finalmente, que la mayoría de los estadounidenses lo repudia, o si conducirá a una puja interna que dividirá al Partido Republicano.



«¿Cómo puede uno mirar los resultados de la elección y concluir que Trump tiene alguna probabilidad de ganar en una elección nacional en 2024?», comentó en Twitter Scott Jennings, un analista conservador que ha sido asesor del jefe de la bancada republicana en el Senado, Mitch McConnell. Por su parte, en la misma red social, Caleb Hull, un experto en comunicaciones y simpatizante de Trump, recordó con cariño su labor de campaña en 2016, pero agregó: «El tipo ha perdido su cordura y ha atacado demasiado a todos dentro del partido. Es hora de pasar la página».



Los críticos conservadores no se limitan a cuestionar, ahora, las probabilidades presidenciales de Trump, sino que también vinculan su presencia con la derrota de los candidatos que él avaló. En su mayoría, estos candidatos tuvieron menos apoyo del que solían ostentar los candidatos republicanos o directamente perdieron en sus contiendas, lo que mella la magia de Trump como promotor de ganadores.



Un ingrediente infaltable en la fórmula para obtener el aval de Trump en una elección ha sido el respaldo a su gran mentira, según la cual las elecciones de 2020 fueron fraudulentas, y otro es negar que la asonada en el Congreso en 2021 fuera una insurrección incitada por Trump. Los resultados de las diversas contiendas electorales en diferentes estados indican que esos componentes ahuyentaron a los votantes más preocupados por el presente, con su alta inflación, y por el futuro de sus familias.



El retador



Varios son los políticos prominentes del Partido Republicano que lustran la montura y limpian los estribos con miras a competir por la candidatura presidencial de 2024. Pero todos ellos se han mantenido en sus rincones a la espera de qué ocurrirá con el factor Trump.



Uno de ellos, sin embargo, se benefició enormemente con las elecciones de medio término: Ron DeSantis, el gobernador de Florida, cuya emergencia dentro del partido ha molestado a Trump. Celoso por la creciente popularidad de DeSantis entre los republicanos que buscan la alternativa, Trump ya incurrió en sus dos hábitos: escarnio y amenazas. Pocos días antes de las elecciones, Trump advirtió que si «DeSanctimonious» entra a la palestra «podría salir muy lastimado» (sanctimonious es el equivalente inglés de ‘mojigato’). «Realmente creo que podría lastimarse muy feo. No creo que eso beneficie al partido», añadió. «Sé algunas cosas acerca de DeSantis que no son muy encomiosas», y prometió que revelaría tales cosas si DeSantis siquiera considera desafiarlo en 2024.



Mientras que Trump, de 76 años de edad, ha perdido cada una de sus campañas electorales, DeSantis, de 44 años, salió triunfador en las elecciones de medio término de 2018, en las que triunfaron los demócratas, y fue reelegido como gobernador con el margen de mayoría más grande obtenido por cualquier candidato republicano en los 177 años de historia de Florida. En otras palabras, DeSantis no necesita ni ha buscado el aval de Trump.



Normalidad



Una semana antes de las elecciones, el Buró Federal de Investigaciones (FBI) había advertido sobre las amenazas contra funcionarios electorales que se habían multiplicado en varios estados (véase «Voto con mal agüero», Brecha, 4-XI-22). Más de 40 millones de ciudadanos ya habían votado –por correo o personalmente– antes del día de la elección, y, finalmente, concluido el proceso se calcula que hubo más de 115 millones de sufragios tras una jornada en la que no hubo incidentes de violencia ni brotaron (todavía) las objeciones sobre el voto o el escrutinio.



Esta ronda electoral, aparentemente, no atrajo tantos votantes como los que concurrieron a las elecciones de medio término en 2018, cuando la participación llegó al 50 por ciento de los ciudadanos habilitados para votar. La participación en algunos estados que pueden ser decisivos en 2024 superó las expectativas: según un análisis de The Washington Post y Associated Press, en Pensilvania la participación fue cuatro puntos porcentuales más alta que en 2018. Casi seis de cada diez ciudadanos habilitados para votar en Wisconsin y Míchigan concurrieron a hacerlo. Pero en otros estados el entusiasmo ciudadano fue menor: en Misisipi y Virginia Occidental participó menos del 35 por ciento de los habilitados para votar, y en Nueva Jersey y Maryland se calcula que la participación marcó 10 puntos porcentuales por debajo de la de 2018.



Decencia y consecuencia



«Vamos al grano: los republicanos enardecidos que fueron a las elecciones de medio término confiados y seguros de que se remontarían en una poderosa oleada roja en todo el país quedaron patas para arriba», escribió el columnista Rex Huppke, para el diario USA Today. «¿Por qué? Yo argumento que esto fue un testimonio del disgusto estadounidense hacia la indecencia», agregó. «Quedan escrutinios pendientes, pero algo ya quedó en claro: el Partido Republicano ni siquiera se aproximó a las victorias aplastantes pronosticadas por los dirigentes del partido y los columnistas de derecha», añadió.



La parsimonia de los votantes demócratas, republicanos e independientes al transitar este ciclo electoral deja al país con la perspectiva de un Congreso con posible mayoría republicana, trenzado con un presidente demócrata en la Casa Blanca, y una variedad de legislaturas y gobiernos de estados lidiando con asuntos como la legalidad o ilegalidad del aborto, la inmigración y los desafíos que no han mermado y seguirán existiendo en el plano internacional.



Durante la campaña los políticos republicanos más aguerridos prometieron que, una vez que lograsen la mayoría abrumadora que esperaban, iniciarían investigaciones sobre el gobierno de Biden, incluida la posibilidad de un juicio político. Los republicanos también han señalado que investigarían los negocios de Hunter Biden, hijo del presidente, supuestamente involucrado en actividades ilícitas. En materia de política internacional, una cuestión abierta es en qué medida los republicanos objetarán u obstruirán el apoyo que el gobierno de Estados Unidos ha dado a Ucrania en su guerra con Rusia. La nueva legislatura se inaugurará a comienzos de enero de 2023, y en las semanas que restan la enclenque mayoría demócrata procurará completar la investigación de la asonada del 6 de enero de 2021. Y no les queda ya demasiado tiempo para completar la investigación del turbio historial de impuestos de Trump.



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Te quiero, pero no



La disputa por un curul de Georgia en el Senado de Estados Unidos ofrece un ejemplo claro de la ambigüedad con la que por estas horas es visto el aval de Donald Trump a los candidatos republicanos.



En la elección que concluyó esta semana, ni el candidato demócrata y senador interino Raphael Warnock ni el aspirante republicano Herschel Walker obtuvieron más del 50 por ciento de los votos, el umbral requerido por la ley electoral de ese estado, y, por lo tanto, irán a una segunda ronda el 6 de diciembre. De esa elección puede depender qué partido tenga mayoría en el Senado a partir de enero.



Walker es un novato en la política, pero ganó fama en su estado como capitán del equipo de fútbol americano de la Universidad de Georgia, que ganó el campeonato de 1980, y como galardonado en 1982 con el prestigioso Premio Heisman a mejor jugador de fútbol americano universitario. Como candidato, la calidad de Walker tiene sus sombras: un historial de negocios cuestionables y de violencia contra las mujeres. Él mismo ha hablado abiertamente sobre su brega con enfermedades mentales y sus arrebatos violentos. Al tono de los sectores más conservadores del Partido Republicano, Walker se declara opuesto al aborto, pero al menos dos mujeres alegan que, años atrás, Walker pagó para que abortaran.



Con el aval decisivo de Trump, Walker triunfó en las elecciones primarias del Partido Republicano sobre otros cinco contendientes. Pero, ahora, las encuestas de votantes que ya han sufragado y el análisis entre quienes manejan la campaña de Walker muestran que la asociación tan estrecha con Trump aventó a posibles votantes, especialmente mujeres. Walker encara ahora el dilema de consolidarse como candidato trumpista, con lo cual no ganará muchos votos, o de mantener a Trump afuera de Georgia, con la esperanza de ganar algunos.

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